Filosofía en español 
Filosofía en español


Pensamiento Crítico

Pensamiento Crítico 39

La revolución de 1930

Pensamiento Crítico, La Habana, abril de 1970, número especial, nº 39, cubierta + páginas 1-18.

Presentación

I

A treintaicinco años de la muerte en combate de Antonio Guiteras –y setenta y cinco de la muerte en combate de José Martí– la revolución en Cuba ha alcanzado un nivel de profundización socialista que asegura para siempre su liberación nacional y es, a la vez, el primer acto de una nueva revolución latinoamericana que alcanzará el socialismo en el camino abierto con la sangre del Che. «En épocas como la actual, el recuerdo de aquellos muertos gloriosos tiene cierto aire de alegría…» –decía Ernesto Guevara en un aniversario de Guiteras–, cuando estamos «mostrando el camino que se puede abrir, a fuerza de pujanza, a fuerza de trabajo, de fe en el futuro, y a fuerza de una conducción acertada de las masas populares».

En los años que siguieron a la segunda guerra mundial colonias y neocolonias han sido «redescubiertas» numerosas veces por nativos y navegantes; el impulso principal de estos estudios ha sido siempre la revolución, o el peligro de ella. La identidad nacional ha tenido que ser encontrada, defendida, vindicada frente al imperialismo, pero también frente a los depositarios de un nacionalismo que puede resultar ideología del mantenimiento de los privilegios de los explotadores o desvío y desarme de las explosiones populares. El nacionalismo revolucionario ha sido un motor extraordinario del combate por la dignidad de los pueblos cuando las vanguardias han conducido a la vez la lucha por la dignidad plena de los hombres: nadie es más nacionalista que el comunista Ho Chi Minh cuando llama a su pueblo a la pelea en nombre de una milenaria tradición de independencia y en nombre de la libertad.

La revolución cubana ha integrado una visión unitaria de un siglo de combates por la patria y por su transformación social, e impulsa la investigación y la divulgación, la asunción de esa historia por el pueblo como patrimonio de todos; ello es posible porque la dignidad nacional alcanzada por la revolución socialista se alimenta del esfuerzo de construcción nacional y del cumplimiento del deber internacionalista. En ese marco, el estudio de la historia nacional no se convierte en la observación del ombligo nacional –variante mayor del propio ombligó– lo cual no tendría valor revolucionario alguno. En un país verdaderamente liberado se exige, entre muchas cosas, liberar también la historia.

La revolución del 30 es una etapa crucial para el estudio de la historia revolucionaria de Cuba. A partir de 1923 un movimiento de dignificación de la vida nacional se fue tornando en una conmoción de la vida del país por despojarse de la condición colonial, política y económica, ante los Estados Unidos; por hacer verdaderas las instituciones republicanas que habían pasado del sainete del zayato a la tragedia del machadato; por encontrar el camino de la liberación social de los trabajadores. La expresión artística quiso también saltar la barrera colonial y encontrar al siglo XX. Ya en 1930 una vanguardia de la población se sintió histórica sobre la huella de un suceso y un muerto –el 30 de septiembre– que devino símbolo. El viejo filósofo Varona había registrado el signo de los tiempos: «el país ha vuelto a darse cuenta de su fuerza…»

¿De dónde la extraía? La intervención norteamericana había producido la culminación neocolonial de una lucha de independencia que Martí intentó convertir en un proceso de liberación nacional. El partido de la guerra necesaria, de los revolucionarios callados, listos para aprovechar el momento oportuno, lanzó a Cuba a un combate total en que debía forjarse la nación. El imperialismo impuso su control al cabo de una guerra que costó 400.000 muertos; ya desde antes de la guerra su peso económico se hacía determinante en el país. Pero a pesar de las limitaciones políticas de los libertadores ante el nuevo poder –y de la complicidad de algunos de ellos en los gobiernos progresivamente corrompidos de la república– la guerra cercana prestó una sorda dignidad al pueblo del protectorado, rumiada por los veteranos, aprendida en la escuela y en la tradición, fuerza en potencia para dar color y cohesión a una nueva convocatoria revolucionaria.

También la república neocolonial tuvo su historia capitalista. El nuevo poder viabilizó su desarrollo. Una producción predominantemente azucarera, con una progresión de las inversiones yanquis y del control del mercado y de las finanzas, le dio a la expansión económica capitalista una función colonial. La colonización de las provincias orientales, la enorme inmigración que permitió duplicar la población del país, la multiplicación de inversiones, fueron el capitalismo en Cuba en el primer cuarto de siglo: la dependencia extrema, el estancamiento económico y la crisis fue su consecuencia natural.

En la tercera década del siglo la revolución en Cuba tiene ya tareas que sólo podrá resolver la dictadura revolucionaria de los trabajadores. La liberación nacional y la liberación social se condicionarán mutuamente: el antimperialismo es el índice principal de la lucha, y él continuará y profundizará el ideal de Martí. Pero su ejercicio tendrá que ser el llamamiento al pueblo a pelear contra la dictadura machadista, que lo oprime para servir al amo extranjero y a los explotadores cubanos. Sólo en la lucha podrá el pueblo forjar su conciencia antimperialista, sólo mediante la revolución podrá la enorme masa de los trabajadores convertirse en clase capaz de destruir el poder de los burgueses nativos y extranjeros y consolidar la liberación nacional.

Surgen por tanto dos problemas: a) qué reivindicaciones y qué tácticas arrancarán progresivamente a la población de la situación de efectiva dominación –económica, ideológica, política, represiva– en que la mantienen; b) la necesidad de organizaciones revolucionarias que desempeñen el papel de vanguardia de la lucha y conduzcan al pueblo a la victoria.

En una nueva etapa revolucionaria dirigentes y organizaciones intentaron canalizar los esfuerzos de acuerdo a su óptica de la situación. A veces solitarios, otras acatados por grupos de avanzada o en la cresta de una ola de admiración popular, Mella, Villena, Guiteras, protagonizaron heroicamente un combate en que los revolucionarios no alcanzaron la unidad de acción. Obra sobre todo de pequeños grupos de intelectuales y obreros, la agitación revolucionaria se extendió a capas más amplias a partir de 1930 y alcanzó su clímax en la segunda mitad de 1933, cuando la Tiranía machadista y el régimen político del protectorado estallaron, la institución militar se quebrantó, cientos de miles de trabajadores se movilizaban por sus reivindicaciones y la población repudiaba la amenaza intervencionista yanqui. A pesar de los factores que incidieron en contra del establecimiento de un poder revolucionario –que hubiera tenido que enfrentar una situación internacional muy desfavorable en su lucha antimperialista– la reacción necesitó una labor represiva y política sostenida y paciente para lograr sujetar otra vez al país a su dominio. Raúl Roa ha descrito así esta situación:

«(La generación del 30) está compuesta en rigor, por tres hornadas: la que aflora en 1923, que simbolizo en Mella y Rubén Martínez Villena, la que irrumpe entre 1927 y 1930, que personifico en Rafael Trejo, Antonio Guiteras y Pablo de la Torriente Brau, y la que se empina, incorporándose a la lucha revolucionaria en 1933, y que sigue personificada por esos tres ejemplares combatientes. En esas tres hornadas, los genuinos revolucionarios constituyen minoría…

«Es indudable que la minoría revolucionaria de la generación del 30 quiso más de lo que pudo: planteó el problema de Cuba a la altura del tiempo, pero no supo resolverlo. La situación concreta en que le tocó actuar estaba suficientemente madura para el salto cualitativo; pero faltó la vanguardia, la unidad de pensamiento y acción, la claridad en los objetivos, el aprovechamiento dialéctico de las circunstancias y factores operantes y, sobre todo, independencia de enfoque y perspectiva. El impulso revolucionario no tuvo cauce ni dirección congruentes con su ulterior desarrollo y por eso, se despilfarró en una lucha desconcertada que propicia la revancha del imperialismo y las fuerzas a su servicio, especialmente las gavillas uniformadas de Batista, el ABC, partido político fascistizante, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), aluvión amorfo de pueblo políticamente subdesarrollado que puso su esperanza en Grau San Martín, el Mesías de la desconflautación. La Convención Constituyente de 1940 representa el compromiso entre dos impotencias intrínsicamente similares: la contrarrevolución y la pseudorrevolución. Guiteras fue quien vio más claro, más hondo y más lejos. Aún Machado en el poder, empuñó el fusil en San Luis con la firme convicción de que era ése el camino revolucionario y Batista tronchó arteramente su vida cuando se aprestaba a desatar la insurrección popular. De ahí su integración como símbolo vivo y actuante en la batalla subsiguiente hasta hoy.»

En 1923, Mella impulsó la insurgencia estudiantil que sería después factor en todas las jornadas revolucionarias. Combatiendo al imperialismo y al gobierno de Zayas, fundando la Universidad Obrera «José Martí» y dándose a la causa proletaria, Mella encontró el camino de la Revolución: antimperialismo intransigente, lucha armada, revolución para el socialismo. Ese mismo año el poeta Rubén Martínez Villena encabezó una protesta de los intelectuales contra la corrupción y el servilismo del gobierno; muy pronto la lucha lo llevó al comunismo, y entregó su talento y su vida a la Revolución.

Diez años después de aquellos inicios un universitario protestante del 27, Antonio Guiteras, que se había ido a pelear y organizar a los hombres de pueblo de Oriente para la insurrección, encontraba y mostraba el camino: lucha armada, antimperialismo intransigente, revolución para el socialismo. La vocación de poder anunciaba en él la madurez de la semilla del 23: «imponer un programa revolucionario por medio de la dictadura…»

Ellos marcaron a su tiempo aunque no consiguieron hacerlo tiempo de victoria. Le dieron continuidad a la historia de la revolución cubana y paradigmas a la acción y al pensamiento que fueron recogidos por la generación siguiente. De cualquiera de ellos –y de sí mismo– pudo decir Pablo de la Torriente: «Los ciudadanos de la revolución se llaman héroes y mártires. Y esa ciudadanía sólo se consigue con el sacrificio, el valor, el desinterés y la constancia. ¡Y sólo se otorga con la victoria o con la muerte!»

Si el imperialismo trajo a Cuba el siglo XX de desenfrenada explotación neocolonial, la revolución alumbró también un siglo XX de cultura nacional que buscó en las vanguardias de su tiempo y en las raíces de la nación la fuerza para las nuevas tareas. Mella leyó en Martí y en Lenin para buscar mejor el rumbo de la revolución cubana, marxismo se incorporó a la cultura revolucionaria porque resultó necesario para la nueva fase de la lucha antimperialista; la admonición martiana siguió valiendo, empero, junto a él. Una nueva revolución arrancó de su prédica 30 años después del gesto de Mella y de Villena, y los combatientes llevaron a la guerra los nombres de Martí y de Guiteras: la revolución dirigida por Fidel Castro.

II

No pretendemos hacer historia de la revolución del 30 con este número. Falta mucho todavía por andar en el análisis de ese período histórico para ensayar la publicación de un conjunto de artículos que estuvieran respaldados en lo parcial de sus asuntos por la existencia de perspectivas más o menos discutidas. Hemos intentado por tanto ofrecer solamente una muestra de los acontecimientos y opiniones de entonces, a través de un trabajo de recolección de documentos y de entrevistas a sobrevivientes o testigos. Debemos insistir en el carácter de muestra que tiene este número, no sólo por la limitación de información de los que lo hemos preparado, sino también por la escasez y deficiencias de obras de consulta sobre el período, que dificulta incluso la localización de sucesos y de fuentes. Se ha cuidado, en lo posible, que la muestra sea representativa.

Una cronología 1923-35 trata de ayudar al lector a seguir la secuencia de los acontecimientos y, en algunos casos, de salvar lagunas del número.

Acorde a los propósitos de nuestra revista, los fragmentos de entrevistas cumplen las funciones de mostrar las vivencias de acontecimientos y la atmósfera de una época, que los documentos no pueden ofrecernos. Otras veces sustituyen la carencia de los mismos, como es el caso de la actividad de los militares en los últimos meses de 1933, cuyo interés se manifiesta en los relatos. Tienen, naturalmente, el carácter parcial de toda visión personal de un suceso, aumentado por los años transcurridos, que conspiran contra la memoria, y a veces por la «actualización» del enfoque, que acecha a quienes viven hoy en el seno de un país en revolución.

La iniciativa de salvar los testimonios de sobrevivientes de aquel proceso mediante entrevistas grabadas, así como estudiar a los principales revolucionarios de la época para emprender ediciones que divulgaran sus pensamientos y acciones, fue del compañero Eduardo Castañeda, desaparecido cuando apenas comenzaba a ofrecer los frutos de su labor de estudioso revolucionario. Publicando parte del material de entrevistas que él realizó, y el número mismo que íbamos a preparar juntos, le recordamos de la manera mejor.

Esperamos que este número contribuya en algo a acrecentar el interés de estudiantes y estudiosos en la interpretación histórica de un período importante de nuestra historia.

III

El compañero Roa nos ha facilitado numerosos escritos que aquí se publican, los más de ellos inéditos o sólo publicados en su fecha original. Pero su ayuda también ha sido singularmente valiosa al ofrecernos explicaciones, análisis de situaciones, aliento y datos inagotablemente extraídos de una «memoria de papel de mosca».

Ilia Villar, del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, llevó el peso de la preparación del número junto a compañeros de la revista. Los compañeros Guillermo Alonso y Enrique Vignier, que trabajaron junto a Castañeda en el Instituto del Libro, colaboraron especialmente en lo referente a las entrevistas. A ellos; a los compañeros entrevistados y a los compañeros Calixta Guiteras y Ángel Augier les expresamos nuestro agradecimiento.

Índice del número 39

1923

Declaración de la Federación Estudiantil, 20

Los estudiantes proclaman la Universidad Libre, 20

Primer Congreso Nacional de Estudiantes, 22

Estatutos de la Universidad Popular “José Martí”, 27

Relato de Fernando Sirgo, 28

Protesta de los trece, 33

Julio Antonio Mella

Los universitarios contra el imperialismo yanqui, 36

Carta al consejo universitario, 37

Intelectuales y tartufos, 39

“La lucha contra el imperialismo es la más importante…”, 41

A los compañeros del Directorio Estudiantil Universitario, 42

¿Habrá voces de libertad en el Congreso de La Habana?, 44

Cómo vieron a Mella: Reinaldo “Tatica” Jordán, Fernando Sirgo, Blas Castillo, José Z. Tallet y Pablo Rodríguez, 46

Confederación Nacional Obrera de Cuba

Documentos del Tercer Congreso Obrero, 54

El primer Partido Comunista

Convocatoria al Primer Congreso de Agrupaciones Comunistas, 62

Acta de Constitución, 63

El terror en Cuba, 65

¡Ha muerto Peña!, 67

Entrevista a Blas Castillo, 68

Rubén Martínez Villena

Las contradicciones internas del imperialismo yanqui y el alza del movimiento revolucionario, 72

Cómo vieron a Villena: José Zacarías Tallet y Blas Castillo, 84

1927

Directorio Estudiantil Universitario contra la prorroga de poderes, 96

Nuestra protesta, 98

La afirmación minorista, 99

1930

Enrique José Varona, “…El país ha vuelto a darse cuenta de su fuerza”, 102

El 30 de septiembre

Enrique José Varona, Rafael Trejo, 104

Manifiesto del 30 de septiembre. Al pueblo de Cuba, 105

Pablo de la Torriente Brau, ¡Arriba, muchachos!, 108

Relato de Pepelín Leyva, 109

Movimiento estudiantil

Manifiesto de ANERC, 115

Informe de la Policía Judicial (Alfonso L. Fors), 117

Manifiesto desde La Galera 18 (enero de 1931), 121

Manifiesto programa del Ala Izquierda Estudiantil, 123

Juan Marinello, Carta a Raúl Roa (10 febrero 1931), 129

Raúl Roa, Aclaración de miembros de AIE presos (mayo 1931), 131

Raúl Roa, Reacción vs Revolución (19 noviembre 1931), 132

Lucha armada

Parte militar. El Ejército persigue a los grupos de alzados en la Provincia de Oriente, 140

Mario Kuchilán, Guiteras en San Luis, 141

Raúl Roa, Tiene la palabra el camarada Mauser, 143

La expedición de Gibara, 146

Entrevistas a Reinaldo Jordán, Pedro Vizcaíno y Pepelín Leyva, 146

Revolución o mediación

El directorio ante la mediación, 162

Ala Izquierda Estudiantil de Cuba (28 junio 1933), 166

Partidos Comunistas de América (7 septiembre 1933), 169

Memorandum del ABC al embajador de los Estados Unidos, 173

La crisis revolucionaria

Los obreros

Federación Obrera de La Habana (8 agosto 1933), 178

CNOC: Manifiesto de agosto de 1933, 180

CNOC: “Por pan y libertad” (12 septiembre 1933), 184

CNOC: El movimiento obrero de 1925 a 1933 (enero 1934), 189

Entrevista a Blas Castillo, 197

Los estudiantes

Entrevista a Pepelín Leyva, 200

Entrevista a Pedro Vizcaíno, 209

Raúl Roa,¡Alerta, estudiantes! (octubre 1933), 211

Eduardo R. Chibás, Asamblea General Estudiantil, DEU 30 de octubre, 214

Los militares

Proclama al pueblo de Cuba (septiembre 1933), 217

Entrevista a Pablo Rodríguez, 217

Entrevista a Mario Torres Menier, 235

Entrevista a Pedro Morffi, 245

Hombres de la Revolución

Gabriel Barceló

Gabriel Barceló, Carta a Mañach (12 noviembre 1931), 260

Pablo de la Torriente, Muerte de Gabriel Barceló (febrero 1934), 263

Raúl Roa, Barceló, el “héroe olvidado” (octubre 1968), 266

Alfredo López

Julio A. Mella, De “El grito de los mártires”, 267

Raúl Cabrera

Testimonio de Pepelín Leyva, 268

Antonio Guiteras

Antonio Guiteras, Manifiesto al pueblo de Cuba (≈ 1932-1933), 270

Entrevista a William Sánchez, 271

A los obreros (septiembre 16, 1933), 275

Antonio Guiteras, Decerto nº 2581 (8 noviembre 1933), 275

Atropello a torcedores (noviembre 1933), 276

Entrevista a Pedro Vizcaíno, 277

Entrevista a Blas Castillo, 279

Orientación del gobierno: socialismo del estado (diciembre 1933), 280

Entrevista a Pablo Rodríguez: la intervención de la CCE, 281

Declaraciones de Guiteras. 20 de enero de 1934, 283

Septembrismo (Bohemia, 1 abril 1934), 284

Declaraciones al periódico Ahora (12 junio 1934), 288

Programa de la Joven Cuba (octubre 1934), 290

Reinaldo Jordán: sobre Joven Cuba, 293

Carta a Pedro P. Torrado (2 marzo 1935), 296

Cómo pensaba el político cubano, Dr. Guiteras (1935), 296

Pablo de la Torriente, Hombres de la Revolución, 299

Pablo de la Torriente Brau

José Zacarías Tallet sobre Pablo, 302

Pablo de la Torriente, 105 días presos (fragmentos), 304

Carta al CC del Partido Comunista de Cuba (Nueva York, 23, 10, 1935), 306

Páginas del Diario de Pablo de la Torriente (1935), 308

Gabriela Mistral, Recuperación de Pablo de la Torriente Brau (fragmento), 321

En la Guerra de España

Pablo de la Torriente, Me voy a España, 322

Justino Frutos, La muerte de Pablo, 324

El final

Circular a las organizaciones revolucionarias (23 marzo 1936), 328

Al Comité Revolucionario Supremo, 329

Cronología

Guía de ilustraciones, 372

Facsímil del original impreso de esta parte en formato pdf