Filosofía en español 
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Punto primero · De la Prudencia

P. ¿Qué es prudencia? R. Que según S. Agustín es: Cognitio rerum appetendarum, et fugiendarum. Su objeto formal no es asignar su fin a las virtudes morales, sino lo que conduce para él, esto es; cómo y por qué medios tocará el hombre el de la razón. Y así el objeto formal de la prudencia es aquella honestidad peculiar que se halla en dictar, que es lo que se haya de practicar, atendidas todas las circunstancias ocurrentes, para que hic et nunc, sea recta la operación. Su objeto material trasciende por la materia de todas las virtudes; pues a todas las encamina la prudencia, para que consigan su fin, y toquen el medium rationis. No puede hallarse esta virtud vere et simpliciter tal, en el pecador; porque el que está en pecado mortal, tiene el ánimo desordenado. Puede sí darse en él la prudencia adquirida acerca de algunos negocios particulares.

P. ¿En qué se divide la prudencia? R. Que esencialmente se divide en monástica, que mira al propio bien; en política, o gobernatriz que atiende al bien común. Se subdivide ésta en regnativa, civil, económica, y militar. La regnativa, que también se llama legislativa, atiende al bien y [127] gobierno de todo el Reino. La civil se ordena al cuidado de la Ciudad. La económica se ordena al bien y gobierno de la casa o familia. Y la militar a instruir a los soldados, para que puedan triunfar de los enemigos. Tiene, además, la prudencia sus partes integrales y potenciales, cuya narración omitimos por excusar tanta prolijidad. Véase el Comp. Latin. cap. 2. punt. 1.

P. ¿Qué pecados o vicios se oponen a la prudencia? R. Que por defecto le son opuestos la imprudencia positiva, cuando uno aconseja, juzga, o manda algo contra las reglas que la prudencia prescribe. La precipitación, inconsideración, inconstancia, y negligencia también se oponen por defecto a esta virtud. Por exceso se le oponen la prudencia carnal, de la cual dice S. Pablo ad Rom. 8, que es muerte, prudentia carnis mors est. Se le oponen también del mismo modo la astucia disimulada, la solicitud nimia acerca de las cosas temporales; el dolo o engaño, sin otros.

[ Compendio moral salmaticense · Pamplona 1805, tomo 1, páginas 126-127 ]