Vigencia americana de Martí
Con ocasión del Tercer Congreso Interamericano de Filosofía celebrado en México del once al veinte de enero de este año –y del cual se ofrece detallada descripción en otro lugar de este número– hubo de someterse a discusión el país donde deberá celebrarse el IV Congreso. Varios países, como es lógico suponer, aspiraban a ser la sede de tan destacado acontecimiento, y entre ellos Cuba. Pero la posibilidad de que fuera nuestro país el elegido chocaba, entre otras dificultades, con el sólido argumento opuesto por otros países de que mientras ya se han celebrado tres congresos de las Antillas hacia el Norte –Haití, Nueva York y México– aún no había tenido lugar ninguno en el otro hemisferio. El Perú, además, aducía que en 1953 se conmemorará el cuarto centenario de la fundación de la Universidad de San Marcos; y Bolivia, por su parte, ofrecía sufragar la mayor parte de los gastos de los delegados si el congreso se realizaba allí. De modo que las oportunidades cubanas eran cada vez más precarias.
Pidió entonces la palabra el profesor José Gaos. Dijo, con sencillo tono y voz reposada, que la delegación cubana le había rogado que hiciera ver ante la Asamblea cómo para los cubanos la fecha de 1953 tiene una precisa y singularísima significación, pues marca el centenario del natalicio del Apóstol José Martí, sin discusión la más grande figura que ha dado Cuba hasta el presente. Pero –añadió el profesor Gaos– Martí es, además, una figura de relieve continental, exactamente al modo de Bolívar, Washington y Juárez. Y fue entonces cuando se produjo el milagro. Sí, exactamente esto, porque fue suficiente –aunque el profesor Gaos señaló algunas otras razones– para que, de pie y por unanimidad, la Asamblea proclamara a Cuba como sede del IV Congreso, atendida la razón de que, en el año de 1953, se conmemorará en toda América el centenario de nuestro Apóstol Martí.
Lo que más importa destacar sobre este hecho es, por una parte, la vigencia cada vez más efectiva de Martí en toda América; pero además, que esa vigencia hace también radicar su fuerza en el conocimiento, casi familiar, que hay de Martí en toda la América. Cuando se pronunció su nombre en el Congreso, no hubo miradas que delataran siquiera una parcial ignorancia. Y es que Martí se ha incorporado, por su obra, al destino pasado, presente y futuro de nuestro continente.
El IV Congreso llevará su nombre: «José Martí» –a propuesta del delegado norteamericano Cornelius Krusé– y será sin duda, en la fecha solemne del 53, otro de los diferentes homenajes con que América de punta a punta habrá de rendir homenaje a uno de sus grandes.
La filosofía, al menos en América, no pierde contacto con la realidad concreta. Por el contrario, sigue, ahora como antes al servicio de la cultura y la civilización americanas. Uno de los modos de probar que hace esto, es precisamente con actos como el que se llevó a cabo en el Congreso de México. Y un Congreso de filosofía dedicado a Martí es la prueba más fehaciente de su vigencia constante.
H. P. Ll.
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