Una carta de Dionisio Ridruejo
«Sr. Director de ABC
MADRID
Mi querido amigo:
Días pasados leí en esas columnas un comentario del señor Vaca de Osma dedicado a la revista Mañana que se edita “provisionalmente” en París. Soy colaborador asiduo, con firma o sin ella, de esa publicación, y espero que esto baste para justificar mi deseo de responsabilizarme y tomar su defensa, aun no siendo el autor de la nota que ha dado pie al comentario. Diré para empezar que, aunque bastante desabrido e injusto, éste es de agradecer. Esta es, según creo, la segunda vez que la Prensa española concede una mención a Mañana y la primera que ésta se publica en un periódico respetable.
Lamento, desde luego, que el señor Vaca de Osma se haya sentido agraviado por una mención a su persona en un artículo breve. Puedo admitir que el tal escrito era de tono un poco áspero, lo que sucede pocas veces en esta publicación; pero no creo que fuera injusto. El término esquizofrenia que se desliza en dicha nota no tiene un significado insultante. En realidad, esquizofrenia significa tan sólo escisión del cerebro o la mente, y, en el sentido moral en que allí se usa, equivale a contradicción. Y contradicción es –dicho sea sin juicio de valor alguno– que un gobernador civil de una dictadura se proclame liberal o que un liberal sea gobernador civil en un contexto político autoritario. El resto de lo que afirmaba el articulista –dejando aparte el tono– no es fácil de negar. Decía, creo recordar, que así como para otras situaciones la libertad es el “medio” normal, para la que aquí vivimos la libertad resulta un problema.
No me hubiera puesto a redactar esta carta, sin embargo, si el señor Vaca de Osma se hubiera limitado a censurar o discutir la alusión que le afecta; pero creo que debo hacerlo cuando incurre en el vició de subjetividad que es tan frecuente entre nosotros –“cada uno habla de la feria según le va en ella”– y extiende su juicio peyorativo a la totalidad de la revista, a la que descalifica por su supuesto sectarismo, revanchismo, anacronismo, demagogismo y no sé cuantas cosas. He de pensar que el señor Vaca de Osma ha leído poco y mal esta modesta publicación. De otro modo hubiera apreciado su constante respeto a la verdad, su tono responsable y moderado, su estilo reflexivo y su decidida entrega a la previsión del porvenir con poquísimas referencias al pasado.
Todo ello es compatible con su actitud de oposición a la política española vigente o, por mejor decir, potente, y con el estilo polémico que tal actitud exige. Por otra parte, el señor Vaca de Osma debe comprender que no se polemiza con un adversario que nos niega y prohíbe porque condena la variedad de opiniones y que opone a nuestros puntos de vista el peso de la fuerza con el mismo estilo con que se discute a un adversario que acepta la paridad y se aviene a la decente incomodidad del juego libre. Y me parece que las razones por las que esta revista no puede publicarse en España no están en el estilo de sus artículos, sino en el fondo mismo de su actitud. La oposición, como es evidente, no está permitida en España, y eso es todo. Si ello no fuera así y si se tratase de lo otro, ¿cómo se explicaría que se hayan venido publicando durante años periódicos y revistas que no sólo polemizan con acritud contra adversarios eliminados o enmudecidos, sino que injurian y calumnian cuando se tercia a personas a las que ni siquiera se concederá después el ejercicio de una acción que les asegure la réplica? Y esto lo digo y lo pruebo con mi propia experiencia.
Es de agradecer la buena voluntad con que el señor Vaca de Osma desea nuestra edición en España. Pero para ello no debe exigir que nosotros cambiemos de estilo y de lenguaje, sino que cambien otras cosas: las que hacen inexcusable que una oposición no demasiado respetuosa, aunque civilizada y responsable, tenga que decir con aspereza y claridad lo que los admitidos no pueden o no quieren decir, o han de decir a medias.
Atentamente le saluda, Dionisio Ridruejo.»
Sin otro alcance que dar cumplida y liberal satisfacción a su autor, insertamos esta carta abierta de don Dionisio Ridruejo al director de ABC, cuya simple publicación atenúa, en cierto modo, alguna de las afirmaciones que en ella se contienen. ABC, que ha tenido y quiere seguir teniendo sus columnas abiertas al diálogo de los españoles, considera de ejemplar utilidad insertar en las páginas de este número el texto del señor Ridruejo.