Hoy estrenamos libertad
ABC no se acogerá al régimen de consulta voluntaria establecido por la Ley de Prensa, sino que aceptará plenamente el uso de todas las oportunidades brindadas por la Ley para el ejercicio de su libertad. La circunstancia abierta por esta Ley la consideramos como una posibilidad constructiva, brindada a quienes tengan el empeño de servir honesta y discretamente a la sociedad, permitiéndole obtener una visión en tres dimensiones de la realidad. Una visión que no se limite a la superficial piel de los hechos, sino también a su honda y encubierta entraña. Al ajuste entre realidad y verdad.
Que la nueva Ley de Prensa tenga en el día de hoy su primera jornada de aplicación efectiva constituye para la gran familia periodística un acontecimiento donde, junto a nuestra legítima satisfacción de movernos en el interior de un marco jurídico libremente debatido y acorde con el tiempo concreto de nuestra España, parece justo declarar, siquiera sea en términos generales, qué propósitos nos animan en una fecha que marca un cambio provechoso para el ejercicio de nuestra misión social. Porque en el interior de la linde geométrica fijada por la Ley van a moverse hombres y van a ser tratados los asuntos que componen la vida del mundo que nos ha tocado vivir irremediablemente, y serán esos hombres y esos tratamientos los que, en definitiva, encarnen en la lucha diaria de editar el periódico, la versión real y concreta de la abstracción legal, reglamentada por la nueva Ley. La Ley de Prensa recién nacida terminará midiéndose mucho más por sus formas de aplicación que por sus textos de la Gaceta. Se medirá por el talante que exhiba la Prensa, por el grado de interés que ejerza sobre los lectores, por la mejora real que reciba la sociedad entera. Siendo como es la Prensa una parte –pequeña o grande, que eso no hace al caso ahora– de la conciencia social, su resultado definitivo e inapelable habrá que valorarlo en función del tono de la propia sociedad después de un plazo razonable.
Para conseguir que esta etapa sea positiva, y que nuestro nuevo estatuto rinda al país sus máximos beneficios, resulta necesario decir públicamente que consideramos la nueva Ley como una situación de progreso respecto a la situación anterior, y que simultáneamente estamos convencidos de que este progreso será benéfico para la vida total del país. Sería una aberración pensar que el destino de la Prensa puede disociarse del destino colectivo de la nación, y aunque no pretendamos monopolizar el papel de índice exclusivo de la sociedad, sí parece razonable admitir que el grado de libertad y de responsabilidad de la Prensa mide, aunque sea parcialmente, la buena o mala salud de una colectividad.
Y ya están dichas las dos palabras claves de una política de Prensa. La «libertad» y la «responsabilidad», porque está claro que, sin libertad, el periódico se convierte literalmente en irresponsable, y sin responsabilidad el periódico se prostituye en libelo. Por eso estamos seguros de que el nuevo estatuto dibujado en la Ley de Prensa no provocará situaciones de desenfreno informativo, como han temido algunos sectores de la vida nacional ante las prometidas liberalidades de la nueva Ley, sino que, al contrario, la Prensa reforzará las instituciones vigentes con su planteamiento crítico y bien intencionado de las opciones nacionales. La luz no ha sido nunca enemiga de la vida.
Hay una vieja sentencia de Jules Romain, de extremada precisión: «Ser de derechas es tener miedo de lo que existe.» De acuerdo. Ni la inmovilidad, ni la hipocresía, ni las semiverdades, son compatibles con la situación política contemporánea de España, que ha superado hace ya mucho tiempo la estéril logomaquia de las posiciones de «derecha» o de «izquierda» para encontrar un punto de equilibrio central, que es, en definitiva, la única manera de concebir el equilibrio estable donde queremos ver instalada nuestra Patria. Pensamos que es error peligrosísimo confundir unidad y uniformidad, y que, respetando las lícitas diversidades naturales, se puede disfrutar de un saludable estado de unidad. Por ir todos los hombres vestidos igual, no acuerdan mejor sus propios sentimientos, y, en última instancia, ese acuerdo es el único que interesa. Porque es el único duradero, por la sencilla razón de que es espontáneo.
Ahora bien, porque no concebimos la libertad sin la responsabilidad, está claro que un régimen de mayor libertad para la Prensa no puede decentemente ser aprovechado por quienes ejercemos la función periodística, trufando nuestras posibilidades presentes de pejigueras, zancadillas y trampas. La acción del poder público merece de cualquier español bien nacido un respeto que este periódico tiene especial interés en esta ocasión, y en este instante, de proclamar con toda sinceridad. Aquí, en esta casa, no entendemos la misión de informar y de ayudar a la formación de una opinión como un sabotaje, sino como una colaboración leal en esa pesquisa cotidiana de la verdad, que constituye la acción de gobierno.
Entendemos la libertad de Prensa como un arma más de la colaboración entre gobernantes y gobernados, como un enlace flexible y lozano entre la responsabilidad de la máquina estatal y las aspiraciones del ciudadano, y nunca como explosivo anarquista aplicado a la siniestra tarea de dinamitar la sociedad. Entendemos la crítica como una forma de la colaboración intersocial y procuraremos que este criterio gobierne diariamente nuestra tarea. Más que nunca ahora, cuando España anda en trance de rematar su propio proceso institucional, es cuando resulta preciso que los españoles participemos, a través de todos los canales sociales, al perfecto establecimiento de unas instituciones capaces de preservar el tesoro de la paz, insertándolo en una circunstancia que tenga en cuenta tanto la filosofía como la biología. Tanto las doctrinas como los hombres de aquí y de ahora que las viven. Porque lo que se pretenda perpetuar, sin el espontáneo consentimiento de los hombres, sólo serán mitos. Polilla de la historia.
Para realizar esta tarea constituyente, cuya culminación tenemos conciencia que debe realizarse sin pérdida de tiempo, la Prensa puede aportar una contribución que estimamos muy importante, dentro del juego institucional establecido por la abierta Constitución española, para asegurar esa función de «diálogo de la sociedad consigo misma» que deben cumplir los periódicos. Llenar esta tarea será nuestra más noble intención. Y para ello nos bastará tener presente las palabras de S. S. León XIII: «En todas las materias coyunturales, dejadas por Dios a la libre discusión de los hombres, está permitido a cada uno formarse una opinión y expresarla libremente; la naturaleza no pone en ello obstáculos, porque semejante libertad no ha conducido jamás a los hombres a oprimir la verdad, sino que ella le ha dado, frecuentemente, ocasión de buscarla y de darla a conocer.» («Libertas Praestantissimum.»)