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Metafísica · libro duodécimo · Λ · 1069a-1076a
IV De las causas de los principios y de los elementos
Las causas y los principios son distintos en los diferentes seres bajo un punto de vista, y bajo otro punto no lo son. Si se los considera generalmente y por analogía, son los mismos para todos los seres. Podría plantearse esta cuestión: ¿hay diversidad o identidad de principios y de elementos entre las esencias, las [330] relaciones, y, en una palabra, cada una de las categorías? Pero es un absurdo admitir la identidad de principios, porque entonces provendrían de los mismos elementos las relaciones y la esencia. ¿Cuál sería entonces el elemento común? Y fuera de la esencia y de las otras categorías no hay nada que sea común a todos los seres, porque el elemento es anterior a aquello de que es elemento. Tampoco es la esencia del elemento de las relaciones, ni una relación cualquiera el elemento de la esencia. ¿Cómo, por otra parte, es posible que los elementos sean los mismos para todos los seres? Jamás podrá haber identidad entre un elemento y lo que se compone de elementos, entre B ó A, por ejemplo, y B A. Tampoco hay un elemento inteligible, como la unidad o el ser, que pueda ser el elemento universal; estos son caracteres que pertenecen a todo compuesto. Ni la unidad ni el ser pueden ser esencia ni relación, y sin embargo, esto sería necesario. No tienen todos los seres los mismos elementos, o más bien, y ésta es nuestra opinión, hay identidad bajo un punto de vista, y bajo otro no lo hay. Y así, en los cuerpos sensibles, la forma es lo caliente, y de otra manera lo frío, es decir, la privación de lo caliente; la materia es el principio que de suyo encierra en potencia estos dos opuestos. Estos tres elementos son esencias, así como los cuerpos que constituyen y de los que son ellos principios. Todo aquello que lo caliente y lo frío pueden producir que sea uno, como carne o un hueso, por ejemplo, es una esencia, porque estos cuerpos tienen necesariamente entonces una existencia distinta de la de los elementos de que provienen.
Los cuerpos tienen los mismos elementos y los mismos principios; pero los principios y los elementos difieren en los diferentes cuerpos. Sin embargo, no se puede decir de una manera absoluta que haya identidad de principios para todos los seres, a no ser por analogía; y por esta razón se dice que no hay más que tres principios: la forma, la privación y la materia. Cada principio es diferente para cada género de seres: para el color es lo blanco, lo negro, la superficie; la luz, las tinieblas y el aire son los principios del día y de la noche.
Los elementos constitutivos no son las únicas causas; hay también causas externas, como el motor. Es claro, conforme a esto, que el principio y el elemento son dos cosas diferentes. Ambos son causas; uno y otro están comprendidos en el término [331] general de principio, y el ser que produce el movimiento o el reposo es también un principio{458}.
Así pues, bajo el punto de vista de la analogía, hay tres elementos y cuatro causas, o cuatro principios; y bajo otro punto de vista hay elementos diferentes para los seres diferentes, y una primera causa motriz diferente también para los diferentes seres. Salud, enfermedad, cuerpo: el motor es el arte del médico; forma determinada, desorden, ladrillos: el motor es el arte del arquitecto. Tales son los principios comprendidos bajo el término general de principio. Por otra parte, puesto que respecto de los hombres, productos de la naturaleza, el motor es un hombre, mientras que para los seres que son productos del arte el motor es la forma o lo contrario de la forma{459}, resulta que de una manera hay tres causas, de la otra cuatro; porque el arte del médico es en cierto modo la salud; el del arquitecto la forma de la casa, y es un hombre el que engendra un hombre. Por último, fuera de estos principios hay el primero de todos los seres, el motor de todos los seres.
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{458} Véase sobre la extensión de la significación de la palabra principio, el lib. V, 1.
{459} «Aristóteles se sirve de la expresión: hombres producidos por la naturaleza para que no se confunda con el hombre en sí de los Platonianos. Se refiere aquí a lo que había expuesto en la Física, a saber: que muchas veces hay identidad entre la causa eficiente y la causa formal.» Alej. Schol., pág. 801; Sepúlv., pág. 288; Physic. auscult., II, 1; Bekk., páginas 192 y 193.
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