Filosofía en español 
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Ilustración apologética Discurso XIV

Música de los Templos

1. Aquí sólo se me acusa la digresión, que hice hacia la Poesía, Medicina, y Oratoria. Pero lo que dije de la Medicina, y Oratoria, no fue digresión, sino símil traído al propósito de ser en la Poesía, como en estotras dos Facultades, muchos los llamados, y pocos los escogidos; y nadie hasta ahora condenó los símiles por digresiones. Con que sólo queda la Poesía a recibir su corrección, por ser una bachillera, que se mete donde no la llaman.

2. Pero, Sr. Mañer, ¿qué regla de buena Crítica hay, que [58] prohiba todo género de digresiones? Yo las hallo en los más excelentes Autores. Y aunque no ignoro, que hay tal cual, que nimiamente escrupuloso sigue su camino, puestos los ojos en el término, sin dar siquiera una ojeada, ni a uno, ni a otro lado; los más (y puedo decir también los mejores) no tienen por incongruidad salir tal cual vez de la senda a coger una flor, o beber de una fuente, que ven a corta distancia. Uno, y otro extremo, así el de huir toda digresión, como el de introducir muchas, o muy largas, reputaba por vicioso el Griego Theón, que era un Crítico de muy buen gusto: así reprehendía el primero en Filisto, y el segundo en Teopompo, ambos Historiadores Griegos de bastante nombre: Neque enim oportet simpliciter fugere digressiones, quod Philistus fecit, quod in his animus audientium acquiescit; verum illas, quae adeo sunt prolixae, ut abducant auditorum animos, ut necesse sit ea, quae ante dicta sunt in memoriam revocari: cujusmodi digressionibus utitur Theopompus in Philippicis. (Theon in Progymnasm.) Esta es una de las materias, que no deben pautarse por reglas generales, sino dejarse al juicio de los lectores, los cuales experimentalmente conocen si las digresiones son molestas, o graciosas. El genio del Escritor hace lo más en esta parte. Hay algunos, que descalabran con cualquiera digresión que hagas, por el desaire con que la introducen: hay otros, que se hacen seguir con gusto del lector a cualquier parte que vayan. En fin, el Sr. Mañer no se mate sobre esto, que yo estoy fijo en atender el gusto del Público con mucha preferencia a su buena, o mala Crítica.

3. El caso es, que aun tenemos más que digerir en el asunto de la digresión, que aquí se me reprehende, porque hablé con desprecio de los Poetas, Médicos, y Oradores de este siglo, como consta de aquel interrogante: ¿dónde está el Médico verdaderamente sabio, el Poeta cabal, y el Orador perfecto? En lo que parece se da a entender, que no se encuentran tales entes en todo lo descubierto, y éste es gravísima injuria contra los Profesores de las tres Facultades. Mas se me nota aquí una contradicción, porque niego aquí, [59] que haya algún Médico sabio, siendo así, que en el Discurso de la Medicina, num. 2, confieso, que hay Médicos sabios, y en la respuesta al Doct. Martínez le califico de sabio en aquellas voces, el sabio, el elocuente, el sutil Martínez.

4. Empezando por esto último, respondo distinguiendo: Hay Médicos sabios, y el Doctor Martínez lo es, respective ad statum praesentem Medicinae, concedo; absolute, & simpliciter, nego. ¿No ve el Sr. Mañer, que allí mismo donde digo que hay Médicos sabios, les concedo a éstos no más que un Arte imperfecto de Medicina? Luego es claro, que no hablo de una sabiduría absolute, & simpliciter tal, sino respective. No hay, pues, contradicción alguna, pues allí concedí Médicos sabios respective; aquí, cuando pregunto por el Médico verdaderamente sabio, los niego absolute; eso significa aquel adverbio verdaderamente, el cual sólo se pudo añadir, para dar a entender, que se habla de una sabiduría propia, y rigurosamente tal. Pero el Sr. Mañer dio en la zuna de no hacer caso de los adverbios: con lo cual logra la ventaja de no entender las proposiciones.

5. A lo de que hablo con desprecio de los Profesores de las tres Facultades, digo, que aquello es ponderar la arduidad de las Facultades; no despreciar los Profesores. En cuanto a la Medicina, estoy bastantemente explicado. ¿Qué queja pueden tener de mí los Médicos modernos, por decir que no hay alguno perfecto entre ellos, si aseguro lo mismo de cuantos hubo en los siglos antecedentes? El ser Poeta cabal (esto es, sin defecto) se lo niegan muchos, no sólo a Virgilio, mas aun a Homero. Orador perfecto, es común confesión de los Críticos, que no le hubo hasta ahora. Quintiliano, con otros muchos, le negó esta excelencia a Cicerón; y Cicerón se la negó a Demóstenes: Non semper implet aures meas, dijo de él. ¿Qué sacamos de aquí? Que estas tres Facultades tienen tan alta la cumbre, que no pueden arribar a ella los Profesores de más excelente ingenio.


{Benito Jerónimo Feijoo, Ilustración apologética al primero, y segundo tomo del Teatro Crítico (1729). Texto tomado de la edición de Madrid 1777 (por Pantaleón Aznar, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), páginas 57-59.}