Filosofía en español 
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Punto tercero · De la conciencia errónea

P. ¿Qué es conciencia errónea? R. Que es: dictamen practicum rationis, judicans bonum, ut malum, et malum, ut bonum. P. ¿De cuántas maneras es? R. Que puede ser vencible, o invencible, según lo que arriba queda ya declarado. P. ¿Será pecado discordar de la conciencia errónea? R. Que lo será; porque aunque erróneamente propone la ley como precipiente; por lo mismo el discordar de ella, es a juicio del que obra quebrantamiento de la ley, y es lo mismo que si realmente la quebrantara.

Arg. contra esto. La conciencia no puede obligar a lo que se opone a la ley de Dios: es así, que la conciencia errónea muchas veces se opone a la ley de Dios; como cuando dicta, debe mentirse por [26] salvar la vida al projimo: luego &c. R. Que la conciencia no puede obligar contra la ley eterna de Dios, cuando ésta se sabe, pero sí cuando se ignora, y se aprehende como mandado por ella; pues la ley no obliga, sino en cuanto está en el dictamen práctico de la razón.

P. ¿Qué deberá hacer el que con conciencia errónea juzga pecado uno y otro extremo contradictorio? R. Que deberá deponerla, siendo vencible, y de lo contrario pecará, cualquiera extremo que eligiere. Ni por esto se sigue, que esté precisado a pecar, porque esta precisión nace ex suppositione, pudiendo y debiendo deponer su error, que suponemos vencible y voluntario. Así S. Tom. 1.2. q. 13. art. 6. ad. 3. No pudiendo en el dicho caso deponer la conciencia, ni por sí, ni consultando algún varón prudente, deberá seguir el extremo que se le presentare como menos malo. V. g. Una mujer, a quien se le encargó el cuidado de un enfermo, juzga peca gravemente así en dejarlo para ir a oír Misa, como en no oírla por cuidar de él. En este caso, suponiendo no tiene a quien preguntar para salir de su perplejidad, deberá omitir el oír Misa; porque dejar al enfermo por oírla, desde luego se presenta como más peligroso. Si la perplejidad, en que se halla el que ha de obrar, fuere tal, que practicadas todas las debidas diligencias, no conoce cuál de los dos extremos es menos malo, arrepintiéndose primero de su vencible ignorancia, podrá abrazar cualquiera de los dos; porque mediante su arrepentimiento, pasa a ser su error invencible. Si, ni aun le ocurre arrepentirse, entonces también pasará a ser invencible la conciencia: y por lo mismo le excusará de culpa, cualquiera que sea el extremo que eligiere.

[ Compendio moral salmaticense · Pamplona 1805, tomo 1, páginas 25-26 ]