Revista Cubana de Filosofía
La Habana, junio-julio de 1946
Vol. 1, número 1
páginas 24-31

Gustavo Torroella

El pragmatismo

Caracterización general

La doctrina filosófica del pragmatismo es –como dice William James– un nombre nuevo para viejos modos de pensar. Sólo que antes de James se usó fragmentariamente y a modo de preludio, y él sistematiza la doctrina y generaliza su misión.

El pragmatismo cree que el hombre es incapaz de captar la esencia íntima de las cosas, que la razón humana es incapaz de resolver los enigmas metafísicos y desvía entonces su atención a los resultados prácticos, vitales de las ideas y creencias. La actitud del pragmatismo es de desprenderse de las primeras cosas, causas, categorías, principios, substancias, y fijarse en los frutos, efectos, resultados prácticos de las ideas. El pragmatismo cree que el pensamiento no tiene por finalidad conocer las verdades metafísicas, sino orientarnos, ajustarnos prósperamente a la realidad. El pensamiento es como una función vital que tiene su papel en la conservación y preservación de la vida. Introduce un nuevo concepto de la verdad. Para el pragmatismo un pensamiento es verdadero cuando es útil y fomentador de la vida. Este pensamiento pragmatista se enmarca dentro de las filosofías de la vida para las cuales la vida humana es el valor cimero, siendo todos los otros valores medíos útiles para el fomento de la vida: la verdad es lo útil y conveniente al hombre; el conocer y el pensar son funciones al servicio de la conservación y promoción de la vida.

Hagamos una objeción inicial a los presupuestos y valoraciones últimas de estas doctrinas vitalistas y pragmáticas.

El fomento de la vida práctica biológica, no puede ser considerado como la finalidad del hombre. Ajustándonos a un riguroso positivismo, la vida humana se presenta como el fenómeno de que ciertas actividades inmanentes al organismo, trascienden de él. «La vida –decía Simmel–consiste en ser más que vida; en ella lo inmanente es un trascender más allá de ella misma».

Ese conjunto de funciones vitales, cuyos productos tienen una consistencia trascendente a la vida, trans-vital, es lo que constituye la vida espiritual. La vida humana pues no es mera zoología o fisiología, sino que también es creación de algo trans-biológico –un poema, un sacrificio, una filosofía–. Es decir, que la vida no tiene un fin inmanente y encerrado en ella misma, no es el valor último al que todos los restantes están subordinados, sino que ella a su vez se convierte en instrumento de realización de los valores espirituales de la bondad, la verdad y la belleza, los que constituyen los fines trascendentes de la vida.

El pensamiento empezó siendo un dócil instrumento de la vida, para el servicio y fomento de ésta; pero el pensamiento ya ha llegado a su mayoría de edad y se puede emancipar de las necesidades prácticas que lo originaron. El hombre comenzó a pensar para poder comer y ha evolucionado hasta el grado en que ya hay hombres que comen solamente para poder pensar.

Está bien fomentar la vida, pero como medio de que brote en ella la flor del espíritu.

El Pragmatismo de William James

El dilema actual de la filosofía

Escribe W. James en su obra «Pragmatismo» que la historia de la filosofía, considerada en grandes líneas, no es sino el choque de los temperamentos humanos, es decir, de esos modos individuales de ver y sentir la vida. Cada filósofo interpretará a los hechos de acuerdo con su temperamento. Será su temperamento el que, más que sus premisas estrictamente racionales, alimentará su más íntima propensión.

Esta diferencia de temperamento se ha producido también en literatura, en arte, en política, en las costumbres y por supuesto, en la filosofía. En filosofía tenemos también un contraste entre el racionalista y el empirista: el primero ama a los principios eternos y abstractos, el segundo a los hechos en toda su ruda variedad. Caracteriza James del modo siguiente a estos dos tipos filosóficos: el racionalista (tender minded) es intelectualista, idealista, religioso, optimista, libre arbitrista, monista, dogmático; y el empirista (tough-minded) es sensacionista, materialista, irreligioso, pesimista, fatalista, pluralista, escéptico. (Como se ve este contraste repite el problema filosófico medieval de la pugna entre realistas y nominalistas). Sus mutuos juicios son al modo de las diferencias que se suscitan cuando un turista de Boston se mezcla con gente de una tribu de Cripple Creek. La mayoría de nosotros, estima James, aspira a las cosas buenas de uno y otro lado.

Del mismo modo que el pueblo norteamericano en su formación histórica, étnica, [25] abrió sus puertas y puertos a todos los pueblos y aceptó variadas y diversas inmigraciones, así también la filosofía norteamericana en formación, dice por boca de James: «Los hechos ¿no han de ser buenos los hechos? Dadnos, pues, hechos. Los principios también son buenos, dadnos, pues principios también». Se aceptaban todos los materiales para arquitecturar al pensamiento norteamericano. Ya se vería luego en la práctica los que resultarían buenos.

Hace James una fina disección de las tendencias espirituales que animan a sus contemporáneos. «Nunca hubo –dice– tanta mentalidad decididamente empiricista como en la actualidad. A pesar de lo cual nuestra estima por los hechos no ha neutralizado en nosotros toda religiosidad. Nuestro temperamento científico se halla ungido y urgido por cierta devoción. (Aquí James hace veladamente una confesión autobiográfica. Aquí aparecen las dos líneas o corrientes que informan su actitud, su pensamiento: por una parte el cientificismo y realismo de Agassiz, su profesor; por otra parte la religiosidad de su padre Henry James. Una situación filosófica semejante se da en nuestro Luz y Caballero cuyo pensamiento se integra en parte por la formación juvenil religiosa y en parte por su extenso conocimiento de la física, química e historia natural).

Ahora se plantea James su problema principal. Si un hombre de este tipo –de tendencia empírica y fondo religioso– se hace amante de la filosofía, ¿qué habrá que hacer? y se responde: ¡Pedirá hechos! ¡Pedirá ciencia!, pero también pedirá una religión.

Ahora bien, se pregunta James, ¿qué géneros de filosofía se ofrecen actualmente para satisfacer tales necesidades? (Nótese ya en la raíz utilitaria de esta pregunta el sesgo que va a tener la filosofía de James, que brota de esa pregunta, de esa raíz. Se busca una filosofía que satisfaga a nuestras necesidades, una filosofía que sea útil, que nos convenga, que se ajuste a nosotros. Aquí se busca a la filosofía como se busca un traje que venga bien, que ajuste a uno. No interesa lo que sea la realidad, sino lo que sean nuestras vidas. Se considera a la filosofía como un instrumento para la felicidad humana. Se nota la presencia del utilitarismo anglosajón, y se explica ahora la dedicatoria del libro a Stuart Mill)

Para preparar la respuesta a tan importante pregunta, expone James el actual dilema de la filosofía. «Hay por un lado –dice– una filosofía empírica que no es bastante religiosa, y por otro lado, una filosofía religiosa que no es lo bastante empírica para nuestro propósito. Vemos al empirismo unido a la irreligión y por otra parte, la filosofía racionalista se mantiene apartada de todo contacto definido con los hechos concretos, las alegrías y las tristezas».

En este punto aparece la solución de James con el ofrecimiento de una filosofía que puede satisfacer ambas exigencias, filosofía, que lleva el nombre de Pragmatismo –nombre nuevo para antiguos modos de pensar–. «Puede ser religiosa como el racionalismo(?) –dice James– al propio tiempo, como al empirismo, le es dado conservar un más íntimo contacto con los hechos». Trata a la religión y a los hechos con análoga cordialidad.

El significado del pragmatismo: historia y método

El pragmatismo, en primer lugar, fiel a ese origen conciliador, ecléctico, cumple el objeto de apaciguar las disputas metafísicas que de otro modo serían interminables. Se discute si el mundo es uno o múltiple, libre o fatalista, material o espiritual. Esas nociones pueden o no adaptarse al mundo; y las discusiones sobre tales cuestiones son interminables.

El método pragmático consiste en tales casos en tratar de interpretar cada noción trazando sus consecuencias prácticas respectivas. ¿Se deducen diferencias prácticas de que sea cierta tal noción y no la otra? Si hay diferencias prácticas, esas consecuencias prácticas constituirán el significado de la noción; si no hay consecuencias prácticas, significando las alternativas prácticamente la misma cosa, toda disputa es vana.

El método pragmatista surgió en un artículo de Charles Sanders Pierce, publicado en 1878 y titulado: «How to make our ideas clear». Dice Pierce que hay muchas ideas y términos con los que están relacionados nuestras creencias, tales como «fuerza», «libre voluntad», «Dios», etc., los cuales no tienen un significado pictórico, gráfico, imaginario, concebible. ¿Cómo saber el significado de tales términos? Pierce responde: el significado de las ideas que no tienen imágenes, plasticidad, graficidad, puede ser descubierto –caso de tener significado– en los efectos y consecuencias prácticas a que conducen. Nosotros no tenemos idea gráfica, imagen de la electricidad. Sin embargo, sabemos como se comporta la electricidad. Electricidad es lo que la electricidad hace. Otro ejemplo. Queremos aclararnos el significado de la idea de «peso». Decir que un cuerpo es pesado, que pesa, significa simplemente que, en ausencia de fuerzas opuestas, tenderá a caer. Esta es la concepción del peso.

Este método nos quita muchos problemas y rompecabezas inútiles, cómo saber lo que es el peso en sí. o la electricidad en sí, o la fuerza, o Dios. Consideremos los efectos de esos términos o ideas. [26] Si dos ideas tienen los mismos efectos, tienen el mismo significado, aunque tengan diferentes nombres.

Para Pierce la mera definición verbal de los términos es insuficiente; hay que apelar a los hechos resultantes, porque la definición debe capacitarnos para experimentar, verificar en la acción, en la práctica lo que significa el término.

¡Imaginemos los beneficios incalculables del método pragmático si aplicamos su rigor al significado de palabras tan usadas como democracia, libertad, patria, honor, dignidad, etc.!

Resumiendo el método pragmático: para hallar el significado de una idea debemos examinar las consecuencias a que lleva en la acción. La concepción de los efectos y consecuencias de una idea es la concepción de su significado. Si no seguimos este método, la discusión será interminable e infructuosa. (Este método, implica desde luego, la creencia de que ,toda idea o noción se traduce en hechos, en experiencia).

Este principio o método de Pierce es también –dice James– el principio metodológico del pragmatismo. Sorprende advertir cuántas discusiones filosóficas perderían su significado en cuanto se les sometiera a este método. Para James las cuestiones de verdades abstractas se traducen en diferencias en los hechos concretos y en la conducta de cada cual.

Precisamente para James toda función de la filosofía debe enderezarse a hallar las definidas diferencias que serían suscitadas en cada uno de nosotros, en momentos concretos y definidos de nuestra vida, si fuera cierta ésta o aquélla fórmula del mundo.

Para la metafísica, los nombres tales como el Ser, Dios, Materia, Razón, Absoluto, Energía, son nombres claves que quien los posee, como sucede en la magia, posee también la clave, el secreto y la solución del Universo. Una vez en posesión de esos nombres trascendentales, se puede descansar y ya se está al cabo de la pesquisa metafísica.

Pero para el pragmatismo cada palabra no es una solución o meta de la pesquisa filosófica, sino un programa de trabajo, de verificación. Para el método pragmático, pues, ya no cabe considerar a ninguna de dichas palabras como finalizantes de la pesquisa, de la búsqueda filosófica; habrá que obtenerse en cada palabra su valor práctico a caja, su «cash-value». Cada palabra es menos una solución que un programa de trabajo, de verificación. Así las teorías se hacen instrumentos y no soluciones de los enigmas.

El pragmatismo conviene con el utilitarismo en hacer hincapié sobre los aspectos prácticos; con el nominalismo en apelar siempre a los particulares, a la experiencia; con el positivismo en su desdén por las cuestiones inútiles y las abstracciones de la metafísica y su apego a los hechos.

Orientación futurista y reformista del pragmatismo

El método pragmático tiene una orientación, dirección prospectiva futurista. Es la actitud de desprenderse de las primeras cosas, categorías y principios y de fijarse en las cosas últimas, en los frutos, las consecuencias, los hechos. En vez de preguntar el origen, el principio, examina los resultados, en vez de mirar hacia atrás mira hacia adelante. El pragmatismo en vez de preguntarse de donde se ha derivado una idea o cuáles son sus premisas, examina sus resultados, su porvenir.

El pragmatismo es una filosofía futurista ya que comprueba las creencias por las consecuencias que de ellas se fluyen en el futuro. Se pregunta qué puede prometer para el futuro una creencia. Si trae buenos resultados, indica que es verdadera.

Este énfasis futurista, prospectivista del pragmatismo, nos está indicando como dice Montague, que esta filosofía responde a la actitud de los moralistas, reformadores y revolucionarios sociales, preocupados no tanto de saber lo que es la realidad, sino de mejorar nuestras vidas. Es la actitud esencial a la democracia y a los pueblos jóvenes, porque los pueblos democráticos, jóvenes y libres tienen que forjar su vida, y el futuro, la esperanza, es materia plástica que se ofrece a su voluntad, mientras que el pasado está hecho y es incambiable. (Recordemos a Shakespeare en Macbeth: What is done cannot be undone).

Culto a los antepasados vs. culto al porvenir

Por mucho tiempo las culturas antiguas, China, Grecia, Roma, rindieron culto a los antepasados, a la tradición. Esta filosofía del pragmatismo, de pueblo joven, con su énfasis futurista en las consecuencias y en los frutos, rinde culto a lo porvenir. Es filosofía de hombres y pueblos que quieren hacer historia, que quieren hacerse a sí mismos. Además el pragmatismo interpreta filosóficamente la corriente contemporánea futurista que se manifiesta en nuestra cultura como desdén por las cosas, ideas, instituciones y valores viejos y como preferencia por las expresiones y temas de nuestro tiempo.

Significado de la verdad en el Pragmatismo y crítica

La parte eje de la obra «Pragmatismo» de James, es su explicación sobre el significado de la verdad, o mejor, significados de la verdad en la filosofía del pragmatismo. [27] James mezcla, involucra en esta obra dos significados diferentes y contradictorios de la verdad y que hay que distinguir cuidadosamente, porque, como luego veremos, uno es lícito y válido y el otro no. Distingamos ambos significados.

1) Unas veces para James es verdad toda idea que en la experiencia demuestra actuar, trabajar, que soluciona un problema, que es verificada por los hechos. Esta verdad se demuestra por el método científico con la verificación en los hechos. Es la concordancia de la idea con la realidad. Este criterio es válido, correcto, es el criterio de la lógica instrumentaliza de Dewey. Esta verdad es útil, conveniente al hombre, como lo es toda verdad, pero es muy importante observar que no es verdad por ser útil, sino que es útil, conveniente, porque ha probado ser cierta, verdadera en el campo de los hechos.

2) Otras veces para James es verdad lo que es útil, conveniente, provechoso, lo que satisface nuestras necesidades. Esta verdad se demuestra en nuestra satisfacción o complacencia. Es la concordancia de la idea con nuestras necesidades y deseos. Es evidente que este criterio de la verdad es incorrecto y falso, como luego demostraremos. Es cierto el primer significado de que la verdad es útil y conveniente, pero de esto no se puede seguir que todo lo que es útil y provechoso sea, sin más, verdadero.

Expondremos las ideas de James sobre el significado de la verdad clasificadas en estos dos grupos y luego haremos una breve crítica de su concepto erróneo de la verdad.

1) «A medida que las ciencias han ido desarrollándose –dice James–, ha ganado más fundamento la idea de que la mayor parte, si no todas nuestras leyes son sólo aproximaciones. Los investigadores han llegado a acostumbrarse a la idea de que no hay teoría que sea una absoluta trascripción de la realidad; pero que todas pueden ser útiles en su gran cometido de sumariar los hechos antiguos y conducir a otros nuevos. Marchan al frente de esta lógica científica los señores Schiller y Dewey».

«Las ideas se hacen ciertas por cuanto nos auxilian a establecer relaciones satisfactorias con otros sectores de la experiencia y resumirla en conceptos. Toda idea sobre la que podamos cabalgar, toda idea que nos lleve prósperamente de una parte a otra, encadenando éstas satisfactoriamente con firmeza, simplificándolas y economizando trabajo, es cierta por cuanto puede serlo de modo instrumental. Esta es la visión instrumental de la verdad enseñada con tanto éxito en Chicago; la visión según la cual la verdad de las ideas equivale a su capacidad para actuar».

«La verdad según dicen los diccionarios es una propiedad de nuestras ideas y que significa su conformidad con la realidad. Tal definición es aceptada tanto por pragmatistas como por intelectualistas, quienes sólo discuten acerca del sentido preciso de los términos «conformidad» y «realidad».

«¿Qué significa «conformidad»? ¿Cuál es en términos de experiencia de resultados el valor caja, práctico de la verdad? El pragmatismo responde: ideas verdaderas son aquellas que podemos asimilar, validar, corroborar, y demostrar; ideas falsas las que no. Tal es la diferencia práctica que nos hace tener ideas verdaderas, la que por lo tanto contiene el significado de la verdad. La verdad de una idea no es una propiedad inherente a ella; la verdad acontece a una idea; ésta se hace verdad; hácenla verdadera los acontecimientos. Su verdad no es sino un proceso, el proceso de su demostración o verificación».

«La conformidad con una realidad significa en su más amplio sentido, el ser guiado bien directamente hacia ella o hacía sus alrededores, o bien ponerse en tal relación con ella que la realidad pueda ser manipulada o algo relacionado con ella».

«Toda idea que nos sirva práctica o intelectualmente para tratar, para actuar, con la realidad, que se acomoda de hecho a la realidad y adapta nuestra vida a la realidad será una idea verdadera. Tener pensamientos verdaderos significa otro tanto que poseer instrumentos de acción. Todas las teorías son instrumentales, es decir modos mentales de adaptación a la realidad, más bien que revelaciones o respuestas gnósticas a los enigmas del mundo. Y son ciertas las teorías que nos guían en la experiencia con el éxito».

2) «El pragmatismo a pesar de su devoción con los hechos, no tiene esa propensión materialista en que se desenvuelve el empirismo. Si las ideas teológicas demuestran poseer un valor para la vida concreta, las diputará por ciertas el pragmatismo, en el sentido de ser buenas en tal medida». «Si el absolutismo filosófico nos produce consuelo, ya no es estéril, ya tiene un valor, porque actúa en una función concreta».

«Comprendo la extrañeza de algunos de vosotros –dice James– al oírme decir que una idea es verdad en tanto que creemos que es provechosa para nuestra existencia. Admitiréis de buen grado que es buena por cuanto sea ventajosa. Pero, me diréis, ¿no es un mal uso de la palabra verdad el decir que las ideas son también verdaderas por ser buenas, provechosas?»

Con esto llegamos al punto capital de la doctrina de la verdad sustentada por el pragmatismo. Cree James que la verdad es una especie de lo bueno [28] y no como se supone corrientemente una categoría distinta de lo bueno. (Nótese aquí como el valor preferido por James es la bondad. Aquí se revela el moralista que en el fondo es, heredero del utilitarismo inglés y preocupado ante todo por la felicidad y el bienestar humano).

«Verdadero es –dice– lo ventajoso en la vía del pensar, exactamente como lo justo es lo ventajoso en la vía de la conducta». Verdadero es para él cuanto demuestra ser bueno por vía de las creencias. Es verdad para nosotros lo que es mejor para nosotros creer.

«Sí hubiera otra vida realmente mejor que ésta, a ella deberíamos encaminarnos, y de existir una idea que, creída nos sirviera mejor para orientarnos en la vida, sería preferible para nosotros creer en tal idea...»

De modo que la verdad es lo que nos conviene, nos es útil.

Crítica al concepto de la verdad del pragmatismo

Estos dos conceptos de la verdad que hemos reseñado son irreductibles entre sí. La primera noción da a la verdad un valor objetivo, ya que se demuestra en la verificación de los hechos, ya que la percepción inmediata de los hechos es el juez en última instancia. La segunda noción de la verdad le da un valor subjetivo, vital, ya que se demuestra en la satisfacción y provecho que acarree a nuestras vidas.

¿Cuál de estos dos conceptos es el más profundo pragmático? ¿Por cuál parece James decidirse? Puede interpretarse este doble significado que atribuye James al concepto de la verdad, a la doble personalidad que hay en James: una es la personalidad realista y científica del discípulo de Agassiz, quien le enseñaba dirigirse a la naturaleza y examinar los hechos por sí mismo, la otra es la del hijo del místico y trascendentalista Henry James.

¿Alcanzó la personalidad de James y su filosofía de la verdad una síntesis, una unidad? ¿Se decidió al cabo por una de las nociones de la verdad que defendía?

Examinemos el segundo criterio de la verdad que es el que nos ha parecido incorrecto y objetable. ¿Cuál es el universo verdadero? Responde James: El que se adecua a nuestras tendencias, el que satisface y conviene a nuestra personalidad, aquel en que puede realizarse, afirmarse nuestro ser, aquel que alienta nuestras creencias y satisface y complace a nuestros deseos.

Ahora bien, planteemos este problema: es cierto que hay grandes zonas de la realidad que son independientes de nuestra voluntad y deseos, por ejemplo, las zonas que están bajo la jurisdicción de las leyes naturales e ideales (los principios de la lógica, los teoremas de las geometría, las leyes de la física, las fórmulas químicas de los cuerpos, etc.). En estas zonas las cosas son como son, y la voluntad no puede modificar lo más mínimo la estructura de las cosas.

¿Pero está toda el área de la realidad ya hecha, cuajada, completa y por lo tanto independiente del deseo y volición humanos? ¿O más bien hay zonas de la realidad plásticas, maleables, haciéndose, formándose –natura naturans– susceptibles de ser hechas, modeladas por el hombre? Esa sería la zona de libertad, originalidad y creación humanas. Es la zona en la que el hombre es heredero de Dios y continúa la obra de la creación divina interrumpida el Sábado y continuada por el hombre este Domingo eterno que es la historia humana. Domingo que simboliza trabajo, creación para el hombre, y descanso para Dios. Al revés de lo que hacemos.

Ahora bien, si este universo no es algo dado ya hecho, acabado, sino que está en vía incesante de formación y realización y esa vía es el hombre, la historia, entonces hay que aceptar que nuestros deseos, creencias y acciones son factores que contribuyen a hacer v modificar al mundo –dentro de esa zona de la realidad modificable y que constituye nuestra vida: la realidad moral.

Cree James que el Cosmos no es un sistema cerrado y completo; sino un campo de batalla de corrientes encontradas y propósitos beligerantes; se nos muestra no como un universo hecho, sino como multi-verso en formación (como la astronomía señala la incesante formación de mundos nuevos).

El valor del multiverso para James reside en que donde hay fuerzas encontradas y fuerzas y pugna, nuestra propia fuerza y voluntad pueden pesar y contribuir a decidir la lucha: es un mundo donde nada está definitivamente establecido y la acción importa porque decide. Si el mundo estuviera ya formado, nuestros anhelos serían ilusiones; pero en un mundo formándose, incompleto, podemos escribir algo del drama de nuestras vidas, y nuestras acciones pueden determinar de cierto modo nuestro destino.

Como se ve esta concepción del mundo, relacionada con el segundo concepto de la verdad de James es más eficaz y apto para construir la realidad y engendrar a la verdad que para descubrirla, señalarla o juzgarla.

Resumamos ya, esta crítica, al concepto de la verdad en James. Vimos que hoy dos zonas de la realidad, una hecha, completa y que no es afectada por nuestra personalidad; es lo que es, independiente de nosotros y sólo nos cabe constatarla. Creemos que toda idea o proposición que concierna a esta zona de la realidad ya hecha, [29] independiente de los deseos y acciones humanas, es verdadera en la medida en que sea comprobada, verificada por el dato objetivo. Aquí tiene plena razón el primer significado de la verdad de James; y no tiene razón el segundo significado.

Pero vimos que también hay zonas de la realidad que están en vías de formación, de creación –nuestras vidas– y que en estas zonas nuestra personalidad, nuestros deseos, deciden, crean. Ahora bien, estimamos que este punto de vista no señala o indica a la verdad, no es criterio para juzgar a la verdad, sino que es una norma para crear, determinar la realidad y construir la verdad.

Por lo tanto, decir que lo útil, conveniente, y satisfactorio a nuestra personalidad es lo verdadero es un error. Nos conviene creer lo que nos sea útil y provechoso para nosotros, no porque esto sea verdadero, sino porque esa creencia puede determinar y construir la realidad y la verdad de nuestras vidas. La creencia pues en lo útil y provechoso no señala ninguna verdad ya hecha –las verdades de las leyes de la naturaleza– sino que engendra, crea la realidad y verdad de nuestras vidas, realidad y verdad que no están ya hechas y acabadas, sino precisamente en vías de formación; por eso la vida humana es libertad, originalidad, creación.

Hagamos otras consideraciones críticas. Hemos visto ya como el segundo criterio de la verdad de James sirve más bien para determinar y crear la realidad y engendrar la verdad –más que espejo es varita mágica– y que no es apto para juzgar y apreciar la realidad y verdad de lo que ya existe.

Veamos ahora detenidamente como este criterio que confunde lo bueno, útil y conveniente con lo verdadero no es un criterio correcto para apreciar la verdad. Bueno y útil es el atributo que otorgamos a los objetos en tanto satisfacen nuestros deseos y necesidades. Verdadero es en cambio, el atributo que adscribimos a nuestras ideas y juicios, en tanto coincidan con la realidad, en tanto afirmen un hecho y se demuestra en la verificación, en la experiencia. Ahora bien, son dos vías distintas las recorridas cuando se quiere realizar un bien o provecho y cuando se busca a la verdad. Cuando queremos realizar un bien nos esforzamos en cambiar lo real por lo ideal y modificamos el ambiente de acuerdo con nuestros deseos; pero cuando buscamos la verdad, nos sucede al revés, ya que debemos entonces ajustar nuestras ideas y juicios a lo real, a la situación objetiva independiente de nosotros. El error lógico de este segundo concepto de la verdad en el pragmatismo, como bien dice Hocking consiste en una falsa conversión de «Todas las proposiciones verdaderas son útiles» (lo que es cierto) en «Todas las proposiciones útiles son verdades» (lo que no es cierto).

Esta conversión no es lógicamente aceptable. De la proposición «Todos los que estamos aquí somos cubanos», no podemos inferir que «Todos los cubanos somos los que estamos aquí». Sólo hay un caso en el cual es permisible convertir la proposición. En el caso en que el sujeto tenga la misma extensión que el predicado. Así: «Todos los triángulos equiláteros son triángulos equiángulos» puede convertirse en «Todos los triángulos equiángulos son triángulos equiláteros». Esto es porque la idea de triángulo equilátero tiene la misma extensión que la idea de triángulo equiángulo.

Asimismo si las proposiciones verdaderas y las proposiciones útiles o convenientes fueran de idéntica extensión, entonces sí podríamos tomar la utilidad o conveniencia como prueba de la verdad. Pero desgraciadamente, las proposiciones útiles o convenientes no tienen la misma extensión que las proposiciones verdaderas. Todas las proposiciones verdaderas son indudablemente útiles. Todo lo verdadero es siempre de un modo u otro, útil a la vida, pues el conocer cómo es la realidad, nos ayuda a adaptarnos, a ajustarnos mejor a ella. Pero lo inverso no es cierto, a saber, que «Todas las proposiciones útiles y provechosas son verdaderas». No es cierta esta proposición, pues hay muchas proposiciones útiles y convenientes que no pasan de ser meros deseos humanos sin virtualidad para determinar la realidad. Así a unos les es más conveniente y consolador por su estructura mental, creer en el monismo, mientras a otros les es más esperanzador creer en el pluralismo; sin embargo, esos deseos y creencias convenientes y provechosos para cada cual no influyen en lo más mínimo en que la realidad del mundo sea una o múltiple. La verdad es pues, independiente de sus deseos.

(Recordemos que hemos visto que hay zonas de la realidad independientes de nuestra voluntad y deseos, pero que también había zonas de la realidad prácticas, maleables en vías de formación, susceptibles de ser modeladas por el hombre. En esta zona en que la realidad no está hecha todavía y por lo tanto no hay verdades sobre ellas, nos conviene creer lo que fomente y estimule a nuestra vida, lo que sea mejor para nosotros, ya que nuestros deseos y creencias pueden contribuir a modelar a la realidad, a crear nuestro destino).

Psicoanálisis del pragmatismo

Si tomamos el método del psicoanálisis en sentido lato y lo aplicamos al pragmatismo para ver su sentido profundo, y, digamos, subconsciente, veremos que en el pragmatismo hay un «complejo» de escepticismo, reprimido, oculto, tímido, pero revelado por inferencias y «actos fallidos». [30] El pragmatismo cree en el fondo –y cree bien– que el hombre es incapaz de captar la esencia íntima de las cosas, que la razón humana es incapaz de resolver los enigmas metafísicos y desvía entonces su atención a los resultados prácticos de sus ideas y opiniones.

Puede que no alcancemos la verdad absoluta –piensa– pero sí tenemos que vivir. Podemos suspender los juicios metafísicos, pero no podemos suspender la urgencia y necesidad de vivir. Entonces el pragmatismo toma el pensamiento como una función vital que tiene su papel en la conservación y preservación de la vida. Considera al pensamiento como instrumento para vivir mejor, para adaptarnos y ajustarnos mejor al medio. Por eso acepta y usa las creencias que demuestren conducir a la promoción y mejoramiento de la vida. Su profundo error estriba en llamar verdaderos a esos pensamientos y creencias que simplemente son útiles. Teme el pragmatismo que si los llama simplemente útiles, son pensamientos «sine nobilis», sin nobleza, y quiere aristocratizarlos llamándolos también «verdaderos». Llámelos usted «útiles», «buenos», y siga adelante.

Su error está, pues, en que habiendo negado en el fondo a la verdad, en que partiendo de un escepticismo en el que sólo reconoce el valor de lo útil y conveniente, se asusta a mitad del camino, se reprime el escepticismo y pretende entonces identificar la utilidad con la verdad. Es como si un individuo matara de una pareja de hermanos a uno de ellos, y luego arrepentido o intimidado dijera que el que queda vale por los dos. Así el pragmatismo práctica y realmente destruye a la verdad al referirla a la utilidad y entonces, temiendo negar un valor tan preciado por la humanidad como lo es la verdad, la identifica con la utilidad. Lo útil es lo verdadero. Es decir, Juan, el que queda, vale también por Pedro, el que maté.

Aquí la verdad se menciona, se respeta, pero no actúa, sino que actúa y funciona la utilidad. La verdad ocupa aquí una posición semejante a la del rey en la monarquía inglesa, quien rige, pero gobierna el primer ministro. En el pragmatismo rige la verdad decorativamente, pero trabaja, «works», la utilidad, la conveniencia, que imprime su criterio a la verdad.

Balance y mensaje del Pragmatismo

El positivismo del siglo pasado, concluía en la doctrina determinista, es decir, en la negación de la voluntad libre, creadora del hombre. Todo lo que ocurre estaba ya determinado mecánicamente por la cadena de causas anteriores.

Este positivismo determinista desvaloraba al hombre como actividad libre, como voluntad activa. Esto provocó naturalmente, una reacción. Como producto de esta reacción nacieron las doctrinas vitalistas, anti-intelectualistas que reafirmaron la libertad creadora y la voluntad individual, el culto al humanismo, a la originalidad humana.

Dentro de estas corrientes rehabilitadoras de los derechos filosóficos del individuo, de su voluntad y libertad creadora, estaba el pragmatismo.

Para el intelectualismo del diecinueve, el mundo de la verdad es un mundo ya realizado, hecho, absoluto. La verdad ya es lo que es, no es algo que debamos querer para que sea, sino que sólo podemos conocerla o ignorarla, nunca hacerla. El hombre no puede hacer la verdad, pues ésta está ahí, frente a él, para ser tomada o dejada. Para el intelectualista, pues, la verdad se antepone, preexiste al pensamiento, y el pensamiento es antepuesto a la voluntad.

En cambio, en la doctrina pragmática se expresa la necesidad de reafirmar al sujeto, de no considerarlo como un espectador pasivo del mundo, sino como un autor que contribuya a su formación.

Para el intelectualista la verdad es objetiva, inmutable y eterna; para el pragmatista la verdad es humana, subjetiva: la verdad y la realidad misma, como vimos, son productos del sujeto.

La meta final del pragmatismo es reafirmar el papel del sujeto frente a la realidad existente, contraponer la verdad haciéndose, progresiva, a la verdad realizada, inmutable y eterna; y el devenir nuevo y original al ser fijo y estático.

Como se ve el pragmatismo es la antítesis del intelectualismo, es la afirmación de los derechos del sujeto en la formación de la realidad, y de la verdad frente a las pretensiones intelectualistas que suponen una realidad ya hecha y una verdad eterna e inmutable. Nótese como en este sentido, el pragmatismo sigue la orientación del idealismo que subraya unilateralmente la importancia exclusiva del sujeto en el conocimiento.

Pero como el pragmatismo es una pura y simple antítesis u oposición al intelectualismo, engendra una antinomia, una contradicción: a la doctrina extrema del intelectualismo (objetivismo) sigue la doctrina también extrema del pragmatismo (subjetivismo). Se requiere una concepción sintética, ecléctica, que solucione esta contraposición, este antagonismo.

Es necesario explicar cómo el sujeto y el objeto, el devenir y el ser, se necesitan recíprocamente y se integran en la realidad.

La filosofía existencialista o «vitalista» (en el sentido de Ortega y Gasset) trata de superar ese choque secular entre la solución objetivista, intelectualista [31] y la solución subjetivista, pragmática («nombre nuevo para viejos modos de pensar»), considerando que ambos factores (objeto y sujeto), son dos aspectos, cada uno de ellos limitado y parcial de una realidad más profunda y comprensiva, que es la realidad total, existencial.

El sujeto tiene, pues, su papel, su función: no se puede hablar de una verdad absoluta, independiente, extra-humana; pero por otra parte no podemos negar a la verdad todo carácter objetivo, universal. Ni el objetivismo, ni el subjetivismo, pues, son soluciones, sino exageraciones. La solución debe venir de esa filosofía que reconozca el papel y la importancia del sujeto y del objeto y los integre en una síntesis superior, inquebrantable: la realidad total, existencial.

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