1918-27, período fecundo y ágil de pura literatura enxebre; perfilarse valores propios, a un tiempo mismo que la joven literatura tantea rutas de universalismo y humanización. Lástima grande que, en este frente de mozas inquietudes, alinean valores do falsa o ajena transcendencia.
Minoría étnica, Galicia se abre camino en el concierto de las culturas ibéricas con la sola fuerza de sus reivindicaciones. Cataluña hace cincuenta años. Pero algo más: la joven literatura nace con perfil sereno y con postura de positiva suficiencia. Las organizaciones galeguistas, las –irmandades asociaciones de jóvenes escritores–, juegan un papel decisivo en la nueva literatura gallega.
1918 –postguerra– fué un despertar. La ... de su secular silencio prestóle fuerzas para lograr, en el corto espacio de diez años, sorprendente dinamismo y efectividad.
Todo el cartel de la nueva literatura gallega lo colma un nombre: Vicente Risco. En torno suyo se agruparon los escritores y artistas de Galicia, fundando en Orense la primera revista de literatura y arte, escrita toda ella en Gallego –«Nós», órgao da Cultura galega–. Los acontecimientos políticos de Irlanda, la proximidad de Portugal, crearon, a través de la revista «Nos», un efectivo baluarte en la literatura gallega, perfilando con el estudio de aquellas literaturas hermanas su peculiar fisonomía étnica.
Vicente Risco –proclamado pontífice de la G. N.– escribió poemas, ensayos, novelas. Habló en las plazas públicas y en las aulas de los liceos; dirigió la propaganda de la cultura gallega y cristalizó el pensamiento ambiente en su admirable libro Teoría do Nazonalismo. Algunas de sus obras literarias son ejemplos de buena prosa gallega, llegando, con su único esfuerzo, a adquirir la lengua vernácula extraordinaria flexibilidad: Do caso que ll'acontecen no doctor Alveiros, A trabe d'ouro e a trabe d'alquitran, A Contada, son bellas muestras de su talento.
Pronto el germen esplendió magnífico: con poetas como V. Taibo, Cabanillas, Noriega, Abente, Bouza-Brey; con novelistas como Otero Pedrayo, Lesta Meis, Francisca Herrera; con dramaturgos como Lugris, Carré, Cotarelo, Xavier Prado; con investigadores y eruditos como Cuevillas, Filgueira, Tobío, Arias-Sanjurjo, Martínez López. Otros muchos nombres después, que en el transcurso de estas notas nos irán ocupando.
Solamente en un aspecto la nueva literatura gallega no consiguió definirse: en el teatro. Ya veremos cómo en otro, en la novela, permanece sin revelarse propiamente. Los cuadros declamatorios de los Coros gallegos, un prejuicio folk-lórico mal entendido y una falta de abierto espíritu renovador son culpables de ello.
O zoqueiro de Vilaboa, O corazón d'un pedáneo, O miñato e mail-a pomba, etcétera, son obras de hilaridad fácil y de un mal gusto contumaz en fuerza de adobar la nota pintoresca del alma regional. Pero al lado de estas comedias se escriben otras de más elevada visión: Mau de Santiña, Trebón, Lubricán, A ponte, O pecado alleo, etc.
Y dos obras dramáticas cierran el período que señalamos en el renacimiento literario de Galicia: A fiestra valdeira, de Rafael Dieste, y O Mariscal, de Cabanillas y Villar Ponte. A fiestra valdeira es el problema escénico, sintético y energético, el divertirse con las supermarionetas que un humor atlántico vistió de luz universal; O Mariscal, a la inversa, es el mito, el alma de la raza, de la raza muerta que intenta venir a la vida y sigue muerta en unas páginas románticas.
La comedía de Rafael Dieste tiene un remate ledo, un desenfado para que sonrían, perplejas,las almas rústicas y saudosas; la tragedia de Cabanillas y Villar Ponte, en verso romántico, es una letanía con sonsonetes de zanfona, figuras que salmodian el ayer de la raza con un dejo monótono e inexpresivo. Dos obras estas, no obstante, que llenan el párrafo más interesante del actual momento de Galicia –(Continuará)–.
Augusto María Casas