Las Dominicales del Libre Pensamiento
Madrid, viernes 30 de Marzo de 1894
 
año XII, número 606
página 1

Las Dominicales del Libre Pensamiento, En honor de Büchner, 1894

Odón de Buen

En honor de Büchner

Luis Büchner, Las Dominicales del Libre Pensamiento 1894Estudiemos primero al hombre y luego su obra.

Büchner nació en Darmstadt (Alemania) el 29 de Marzo de 1824. Fue su padre Consejero de Medicina del gran Condado de Hesse y su familia bastante bien acomodada sin ser poderosa. Estudió en el gimnasio de su ciudad natal y manifestó desde luego aficiones a la literatura y a la filosofía. Por consejo de su padre emprendió, no obstante, la carrera de Medicina sin abandonar sus estudios predilectos. En 1848 se graduó de médico e hizo posteriormente la práctica y amplió la teoría, en Viena y en Würzburg, estableciéndose por fin en su patria al lado de su padre.

En 1852 se decidió a ingresar en el profesorado universitario y obtuvo la plaza de auxiliar de Clínica médica en la Facultad de Medicina de Tübinga, trabajando desde entonces al lado del profesor Rapp. Por aquel tiempo comenzó la notoriedad de Büchner; en la Clínica revelaba grandes dotes de observador concienzudo, en la prensa y en las sociedades científicas demostró profundos conocimientos y no vulgares facultades literarias; desarrolló problemas de Medicina práctica, criticó libros y doctrinas, en revistas científicas muy acreditadas. El haberse distinguido en este tiempo le valió ser designado para leer la Memoria inaugural en el Congreso de Naturalistas y Médicos alemanes celebrado en Tübinga el año 1855. Los estudios hechos para la redacción de aquella Memoria y la lectura del célebre estudio de Moleschott La circulación de la vida, inspiraron a Luis Büchner su obra principal, Fuerza y materia.

La aceptación de este libro fue universal, la resonancia inmensa. Produjo desde luego acaloradas polémicas en Alemania; se tradujo enseguida y la discusión de su tendencias materialista se generalizó; en Francia se sucedieron rápidamente las ediciones; en los Estados Unidos y en Inglaterra sucedió lo mismo; apareció en español, en italiano, en sueco... &c.; hoy se le puede leer en 15 distintas lenguas; en francés se han hecho hasta ahora 7 ediciones.

La pasión mezclóse en los comentarios y Büchner tuvo que abandonar su puesto en la Universidad de Tübinga dedicándose a la práctica de la Medicina en la ciudad natal.

Sin cejar un instante en la campaña que había iniciado publicó innumerables artículos en revistas científicas y en periódicos populares y extendió la doctrina que defendía con investigaciones nuevas y nuevas aplicaciones a diferentes problemas, consignadas en libros que fueron sucesivamente apareciendo en alemán y enseguida traducidos a otros idiomas.

He aquí la extensa lista de sus obras más importantes:

Naturaleza y espíritu, 1874.

Cuadros fisiológicos, (primer tomo 1874, segundo tomo 1875).

Naturaleza y Ciencia, (primer tomo 1874, segundo tomo 1884).

Concepto de Dios, 1878.

La vida del espíritu en los animales, 1880.

Luz y vida, 1882.

La fuerza de la herencia, 1882.

El progreso en la Naturaleza y en la Historia, 1884.

El amor y la vida del amor en los animales, 1885.

Ideas erróneas sobre religión y ciencias, 1887.

La vida futura y la ciencia moderna, 1889.

El hombre y su lugar en la Naturaleza y en la sociedad, 1889.

La teoría de Darwin, 1890.

Darwinismo y socialismo, 1893.

Mi entrevista con Fernando Lassalle, 1894.

No sólo propagó Büchner sus ideas en libros, folletos y artículos, empleó también en la propaganda su correcta palabra dentro y fuera de Alemania. De 1872 a 1873 hizo un viaje a los Estados Unidos de América correspondiendo a frecuentes excitaciones, y dio conferencias públicas ante numerosos oyentes, en 32 ciudades norte-americanas.

Fue profesor del gimnasio de Darmstadt durante treinta años, trabajando activamente por la prosperidad de aquel Centro de enseñanza. Al volver de los Estados Unidos, obtuvo el título de profesor en la Universidad de la misma ciudad, cargo que todavía ejerce.

Prestó nuestro biografiado grandes servicios durante las guerras de 1866 y 1870. En Septiembre de este último año, dirigió un hospital en las cercanías de Epernay, durante el sitio de París, montando por su cuenta un cuerpo voluntario de Sanidad Militar.

Darmstadt le debe atenciones grandes y valiosos trabajos, en los que empleó su actividad prodigiosa y su fecunda iniciativa. Fue nueve años consejero municipal y seis delegado de la provincia. Fundó y dirigió mucho tiempo la Sociedad de Trabajadores de Darmstadt. En la actualidad preside la sociedad alemana de librepensadores.

En su país y en Austria ha sido objeto de especiales distinciones; en todo el mundo se le respeta y venera como hombre de ciencia; la Iglesia romana ha condenado sus libros, cuya extraordinaria difusión juzga peligrosa; figuran en cambio las obras de Büchner en las bibliotecas de todos los hombres cultos y pueden leerse, según hemos dicho, en 15 idiomas.

El día 29 de este mes cumple 70 años; hombres de todas las naciones, pueblos de diversos puntos del globo le enviarán respetuosos saludos y votos fervientes porque su robusto organismo sostenga muchos años la lucha con el medio. Los librepensadores españoles se asocian a este tributo universal.

* * *

Juzguemos ligeramente la obra de Büchner.

Ha sido médico, publicista, profesor, político y filósofo; continúa siendo todo esto a los setenta años de edad; este detalle denuncia una fortaleza extraordinaria que comprueban los rasgos principales de su fisonomía.

No intentemos juzgarle bajo tan distintos aspectos sería tarea larga; además, la opinión universal no ve en él sino al filósofo eminente que ha minado los cimientos del mundo viejo y descrito las excelencias de un mundo nuevo inspirado en las sabias leyes de la Naturaleza. El Büchner popular es el autor de Fuerza y Materia.

No es su obra filosófica la de un creador, es la de un gran propagandista. No inventó doctrina; no se debe a su genio la concepción sublime que disipa las tinieblas de la duda o de la ignorancia al penetrar más allá de lo conocido; expuso sí con apropiada vestidura la atrevida síntesis a que el naturalismo conduce fatalmente; abordó el problema capital que el título de su obra indica, resolviéndolo sin timideces ni prejuicios en el obligado término que las ciencias naturales señalan.

Ya la Física había proclamado la unidad de las fuerzas y la Química la unidad de la materia y la Biología la unidad de la vida, pero no se habían hecho populares estos principios; tenían que chocar con las tradiciones y los convencionalismos sociales para que la masa general viera su transcendencia; se discutían entre los sabios, eran por todos aceptados, y sin embargo la humanidad continuaba aferrada a las ideas de los tiempos bárbaros; hasta las tinieblas de la inteligencia popular no llegaba toda la luz de la Ciencia. Era preciso socializar las conclusiones de las Ciencias Naturales y Büchner acometió esta penosa labor; su Fuerza y Materia fue el primer rayo, pero un rayo deslumbrador, de un astro de primera magnitud. Los pueblos más cultos, en que la masa social está más dispuesta a aceptar estas revelaciones de las Ciencias positivas, Francia, los Estados Unidos, Alemania, dispensaron una acogida inusitada al libro de Büchner; las ediciones se sucedieron con rapidez, las controversias se generalizaron, la razón jugó papel principal entre los hombres ilustrados y la pasión se desbordó entre los hipócritas y los fanáticos. He aquí el mérito del insigne profesor alemán; popularizó lo que la Ciencia había sancionado haciendo chocar los principios científicos con las creencias vulgares. Pero no lanzó sólo el primer rayo; siguió su labor, desenvolvió su pensamiento en nuevas obras, cada vez con más datos con más caudal de Ciencia; contestó a los que le objetaban; puso la filosofía naturalista al alcance de todo el mundo en periódicos populares; dio conferencias en Europa, marchó después a los Estados Unidos, y su actividad prodigiosa, multiplicó extraordinariamente el efecto social de sus escritos. Büchner es, bien claro aparece su carácter, un propagandista modelo, nutrido de doctrina, genial, activo.

Su Fuerza y Materia, por los efectos sociales que ha producido, se parece más a la obra de Draper que a la de Carlos Darwin. El inmortal naturalista inglés no chocó desde luego con tradiciones y creencias rancias; comprendía bien que su doctrina era demoledora, había de quebrantar el edificio social levantado por el fanatismo religioso, pero escribió para los sabios, fue evolucionista hasta en sus procedimientos; quiso edificar sobre terreno firme y convenció primero a los hombres de Ciencia; sus discípulos y sus comentadores hicieron lo demás. Draper, como Büchner, hirió de frente, habló al pueblo; movió la tempestad. Es verdad que no tiene la labor de estos dos últimos la transcendencia inusitada de la obra de Darwin. Este es iniciador de un sistema filosófico y aquellos son propagandistas y expositores.

* * *

La doctrina de Büchner es un panteísmo materialista; el que hoy preside en la interpretación de los fenómenos naturales. A elaborar ésta doctrina han contribuido físicos, químicos, naturalistas y sociólogos invadiendo y dominando no sólo la esfera del mundo físico sino también el mundo moral.

A sabiendas o sin saberlo, echaron los cimientos del materialismo moderno: Lavoisier con su famoso principio En la Naturaleza, nada se crea ni nada se pierde; Laplace con su teoría sobre el origen del Universo; Dumas y Lokyer afirmando la unidad de la materia; el Padre Secchi comprobando la unidad de las fuerzas físicas; Helmholtz con su principio de la conservación de la energía; Moleschott con la idea de la circulación de la vida; Darwin con la doctrina de la evolución orgánica y su aplicación a las facultades psíquicas; los fisiosicólogos marcando la continuidad del mundo moral desde los animales al hombre; Spencer, Lubbock y Broca, investigando los orígenes de la civilización y señalando las relaciones de la actual con la de las razas inferiores. Tras de los iniciadores, en cada campo, se han multiplicado los esfuerzos y unos sabios analizando sin preocuparse de la síntesis que forzosamente había de resultar y otros sintetizando y haciendo aplicación de las leyes fundamentales a la resolución de las más graves cuestiones que muchos han considerado como intangibles o casi todos los hombres que sin prejuicios se han propuesto estudiar la Naturaleza, han contribuido a la formación de esta doctrina materialista que con poderoso empuje ha transformado la Ciencia proclamando la unidad como ley suprema y el procedimiento evolutivo como medio de diferenciación.

Si en la Naturaleza la materia no se destruye ni la fuerza se aniquila; si la desaparición de seres sólo supone cambios de forma y los actos más elevados de la vida orgánica son manifestaciones dinámicas de aparatos que han adquirido su perfección evolucionándose al través del tiempo; si todo puede explicarse sin recurrir a otros principios que a las leyes naturales, y las concepciones sobrenaturalistas son resabios de tiempos remotos y herencia de civilizaciones bárbaras; si el Supremo Hacedor de las filosofías deístas es una concepción antropomórfica; ¿qué recurso cabe sino aceptar la eternidad de la materia, cuyo movimiento genera formas variadísimas, accidentes que no destruyen la suprema unidad?

En los detalles, ¿quién no acepta las consecuencias de la doctrina materialista moderna? No se asusta ningún físico del principio esencialmente materialista de la unidad de fuerzas y de la conservación de la energía, porque los hechos le dicen que es axiomático; no protesta el químico contra la indestructibilidad de la materia, porque es un hecho indudable que todos los días se confirma; ni el médico deja de reconocer que las deformaciones craneanas y las perturbaciones cerebrales son causa de perturbaciones psíquicas; ni el sociólogo duda de que la educación racional desenvuelve extraordinariamente las facultades intelectuales y la herencia facilita este desenvolvimiento, logrando que cada generación sea más inteligente que la anterior; y sin embargo, de aceptar todo esto, que es pura y exclusivamente material, se detienen ante un juicio sintético tomado de las diversas ramas de la Ciencia y aun a veces lo combaten.

Algún biógrafo de Büchner ha dicho que éste, a pesar de ser materialista recalcitrante era algún tanto idealista; ya lo creo, ¿acaso no cabe dentro del materialismo, idealidad? ¿Acaso no figuramos los materialistas más convencidos entre los que luchan más denodadamente por los grandes ideales humanos? ¿Quién concibe la fraternidad mejor que el que proclama el imperio de la Razón regulando las relaciones entre los hombres? ¿Quién practica mejor el altruismo, el espiritualista que todo lo sacrifica a la gloria de otra existencia mejor y hasta se aparta de la Naturaleza, o el materialista que rinde culto a las leyes naturales y aplica sus facultades y sus medios todos a crear una generación robusta e inteligente, dignificada por el trabajo y por la libertad?

El materialismo tiene una importancia social incalculable; aparta al hombre y a la sociedad de la contemplación mística y del culto improductivo a los ídolos, y le muestra las grandezas de una vida positiva consagrada a transformar las inmensas riquezas naturales, por medio del trabajo, en fuente inagotable de bienes para el hombre que así se dignifica y eleva.

Nada de particular tiene que Büchner, como todos los materialista, sea librepensador; digamos además que sí lo es en la teoría y, como sabio, lo es también en la práctica. En la convicción profunda qua nace del estudio hay que buscar la firmeza en las ideas; la ignorancia solo puede engendrar brutales pasiones.

Odón de Buen.
(Catedrático de la Universidad de Barcelona.)

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Luis Büchner
1890-1899
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