Filosofía en español 
Filosofía en español


Francisco Fernández-Santos

Un nuevo filósofo marxista

Después de la muerte de Stalin y sobre todo a partir del XX Congreso del Partido comunista soviético, el deshielo ideológico dentro del bloque oriental europeo no ha dejado de seguir un proceso ascendente, a pesar de múltiples altibajos y retrocesos provocados por el miedo de la burocracia a lo desconocido y a la libertad intelectual no estrictamente controlada. La destalinización, impuesta por necesidades históricas y por tensiones sociales y no por el simple arbitrio de los gobernantes, se refleja en el terreno cultural quizás con más vigor y relieve que en otros terrenos, debido probablemente a la menor inercia de la actividad ideológica y a que es en ese terreno donde los absurdos del stalinismo se manifiestan más a las claras. El lado más espectacular de la destalinización cultural lo constituye sin duda la literatura.

Pero hay otro terreno más profundo y decisivo –el de la teoría, el de la filosofía– donde la liberación ha realizado también progresos considerables, aunque más sordos, lentos y ocultos. En esto, las diferencias entre los diversos países del bloque son considerables, a veces acusadas.

En general, la reflexión teórica y filosófica en la Unión Soviética ha seguido, salvo aisladas excepciones, los caminos trillados. Con el estira y afloja característico del periodo post-estalinista, los ideólogos oficiales siguen de todos modos imponiendo casi universalmente la escolástica mecanicista a que el periodo staliniano dejó prácticamente reducida la reflexión filosófica marxista. Los vientos nuevos del marxismo oriental no vienen, pues, de Rusia. Vienen, en cambio, cada vez más fuertes, de algunos países del bloque que, por no haber sufrido durante tanto tiempo la “apisonadora” stalinista y por la mayor afinidad con el pensamiento marxista y la cultura occidentales, han conservado una fuerte vitalidad filosófica. El Octubre polaco llevó a la primera plana de la actualidad a los nuevos filósofos polacos no conformistas -con Kolakowski y Adam Schaff a la cabeza. En Hungría, a pesar de la gran tradición de los Lukacs, Revai, Fogarasi, el movimiento liberador dio sobre todo poetas, novelistas, dramaturgos. En Alemania oriental se mantenía, aunque en difíciles condiciones, el grupo de Ernst Bloch y sus discípulos (hasta que Bloch hubo de marcharse a la Alemania occidental porque las autoridades orientales le hacían imposible su ejercicio docente). ¿Y Checoslovaquia, país al que tantos lazos antiguos y recientes unen a la cultura progresista de Occidente? Aunque más tardíamente, también allí la reflexión teórica se va liberando del ortopédico armazón pseudo-filosófico del stalinismo. Un ejemplo eminente de ello, que vamos a evocar brevemente, es el de Karel Kosik.

A Karel Kosik comienza a conocérsele públicamente en Occidente cuando las autoridades checoslovacas le acusan, en 1959, de “revisionismo hegeliano”. De todos modos, en Checoslovaquia se ha iniciado ya el deshielo, lo que impide que se tomen contra el filósofo calificado de “revisionista” medidas extremas de coerción, como en la peor época staliniana. Así, a fines de 1963, las ediciones de la Academia Checoslovaca de Ciencias publican en Praga el libro de Karel Kosik, Dialektika konkrétního. Studie o problematice cloveka a sveta (Dialéctica de lo concreto. Estudio sobre los problemas del hombre y del mundo). En 1961, la revista italiana Aut-Aut publica el texto de una conferencia de Kosik sobre la dialéctica de lo concreto, que es como un avance de los temas fundamentales de su libro. Y a principios de 1964, el filósofo checo interviene, junto con Sartre, Garaudy, Paci y otros filósofos occidentales, en el Coloquio sobre moral y sociedad organizado en Roma por el Instituto Gramsci. El texto de su intervención se publica, con el título de “La dialettica della morale e la morale della dialettica” en la revista del P.C.I., Critica Marxista (mayo-junio de 1964). Se trata sin duda alguna de la mejor contribución hecha al coloquio de Roma, demostrativa de la envergadura intelectual del filósofo checo. Aunque sus textos fundamentales son aún poco conocidos en Occidente (el libro Dialéctica de lo concreto está a punto de salir en italiano), Kosik ejerce ya entre los filósofos occidentales una influencia apreciable. Y su nombre va acompañado de viva estimación intelectual, incluso en los medios no marxistas o antimarxistas.

Veamos un ejemplo de opinión occidental sobre Kosik. Nos lo ofrece la revista Studies in Soviet Thought, editada en inglés en Dordrecht (Holanda). En su número de septiembre de 1964, Nicolás Lobkowicz, profesor de filosofía de la Universidad de Notre-Dame (Indiana) y discípulo del Padre Joseph Bochenski, por consiguiente nada sospechoso de complacencia para con el marxismo soviético “oficial” expresa su entusiasmo intelectual por el libro de Kosik, que para él sólo puede compararse en [95] potencia intelectual con Historia y conciencia de clase de Lukacs. “Si después de la segunda guerra mundial –escribe el profesor Lobkowicz– ha aparecido una publicación capaz de persuadir a los filósofos occidentales de que hay que tomar en serio el marxismo-leninismo, es este libro”.

Otro testimonio, éste marxista. En Critica Marxista (enero-febrero de 1964), el crítico checo Lubomir Sochor califica la aparición del libro de Kosik de “auténtico acontecimiento para la filosofía checoslovaca, que hasta ahora no excedía de los límites de un estrecho profesionalismo o de la esfera de la vulgarización de un nivel medio”. “Lo demuestra el extraordinario interés que ha despertado esta obra, pues no es sólito que un libro de filosofía atraiga tan rápidamente a los intelectuales de las más diversas profesiones: no sólo filósofos e historiadores sino también escritores, pintores y escultores. Lo demuestran también los calurosos comentarios que han dedicado al libro todas las publicaciones culturales, desde las revistas de ciencias sociales a los semanarios y revistas mensuales de carácter artístico y literario”. “Tal interés se relaciona sin duda alguna con la situación general de la cultura checoslovaca, ya que, a medida que se supera la práctica del periodo staliniano, se va tomando consciencia de la acusada vacuidad de una concepción naturalista y cientificista del marxismo en relación con el estudio de la historia.”

De esta consagración semioficial de la obra de Kosik quizá alguien deduzca que se trata de una obra prudentemente anticonformista, que cuida de no pasar ciertos limites “oficiales”. No hay tal. El libro de Kosik es vigorosamente anticonformista y se opone radicalmente a lo que ha sido y es todavía la línea fundamental de la interpretación soviética del marxismo. Kosik es un marxista decididamente hegeliano, en el sentido de que frente a toda interpretación vulgarmente materialista o mecanicista del marxismo como “ciencia” positivista y antifilosófica, pone de relieve todo lo que en el pensamiento de Marx es concepción dialéctica no determinista y elaboración de una filosofía de la praxis que debe muchos de sus conceptos a la dialéctica hegeliana. En este sentido, Kosik pertenece a la misma estirpe de pensadores marxistas que Lukacs, Bloch, Gramsci, Kojève, Adorno, Marcuse, Benjamin... “La obra de Kosik –dice Lubomir Sochor– se apoya sustancialmente en una rigurosa diferenciación entre el naturalismo filosófico y la conexa concepción objetivista de la realidad y del sujeto, por una parte, y, por la otra, el materialismo filosófico de Marx, para el que la realidad social objetiva no es una objetividad naturalista, sino praxis histórica de la humanidad”. De este modo, Kosik dedica su investigación a aquellos aspectos del marxismo que el stalinismo ha suprimido o tergiversado completamente y que hasta ahora sólo han desarrollado ciertos pensadores marxistas de Occidente, empezando por Lukacs: la dialéctica del sujeto y del objeto, la teoría de la reificación, la teoría del fetichismo de la mercancía, la dialéctica de la totalidad concreta, la teoría de la reproducción espiritual de la realidad... De particular interés en la reflexión filosófica de Kosik es su esfuerzo por elucidar los aspectos ontológicos de la concepción dialéctico-materialista. “En su esencia y generalidad, la praxis desvela el secreto del hombre como ser onto-creador, como ser que crea socialmente la realidad humano-social y concibe por consiguiente la realidad (humana, pero no sólo humana)”.

Como ya he dicho antes, la relación del libro de Kosik con Historia y conciencia de clase de Lukacs es estrecha. De todos modos, Kosik rechaza toda concepción escatológica de la praxis revolucionaria, la acepción quiliástica o milenarista de la conciencia de clase (que le ha valido a Lukacs el reproche justificado en este aspecto de idealismo) y la concepción clasicista lukacsiana del arte y la literatura.

Kosik emprende su reconstitución del pensamiento original de Marx a partir de escritos frecuentemente descartados o torcidamente interpretados durante el periodo staliniano, como los Manuscritos de 1844, las Tesis sobre Feuerbach, los Grundrisse der Kritik der Politischen Oekonomie y los trabajos preparatorios de El Capital de 1862-1863. A este respecto, Kosik sostiene la fundamental continuidad entre los Manuscritos económico-filosóficos y El Capital, pasando por los trabajos intermedios, respecto de temas fundamentales como la alienación, el hombre total, la relación entre necesidad y libertad, &c.

Para Kosik, la única realidad está constituida por el hombre y la naturaleza –ambos transformables por la acción humana. No existen leyes eternas, salvo las de la naturaleza. Todas las demás “leyes” –en particular las relativas al desarrollo histórico-social– son productos de la propia praxis humana, sedimentaciones de su propia actividad. Y la praxis revolucionaria es para Kosik, “el proceso de la humanización del hombre”.

Pero Kosik no se limita a reflexionar sobre los textos de Marx y de los marxistas. Ninguno de [96] de los grandes pensadores contemporáneos le es ajeno. Husserl, Heidegger, Abbagnano, Merleau-Ponty, Sartre, Max Weber... están presentes en su obra, a veces en forma polémica y crítica. Ciertos pasajes de su libro recuerdan la Crítica de la razón dialéctica de Sartre. Al contrario que tanto marxista escolástico o stalinizado, Kosik reconoce y utiliza los descubrimientos hechos y los problemas planteados por los pensadores no marxistas. Para él, por ejemplo, la elaboración filosófica del existencialismo no es, como para el marxismo soviético “oficial” –y aun para el peor Lukacs de El asalto a la razón– un producto idealista y decadente de la sociedad burguesa en declive, sino “una transcripción idealista-romántica, un desciframiento dramatizado de los conceptos revolucionarios materialistas”.

Gracias a esta asimilación superadora, a esta profunda integración dialéctica, el libro de Kosik logra, dice el profesor Lobkowicz, justificar como pocos la tesis de que la filosofía marxista “es la culminación de la historia de la filosofía desde el Renacimiento”.

F. F.-S.

P.S. Después de escrita esta nota he tenido ocasión de leer la traducción, recién publicada, del libro de Kosik (Dialettica del concreto, Bompiani, Milán, 1965). No creo exagerar nada si digo, después de haberlo leído en su totalidad, que el libro del filósofo checo quedará como uno de los textos fundamentales de la filosofía –no sólo marxista– del siglo XX. Y espero que algún editor español o hispanoamericano inicie pronto su traducción. La cultura filosófica en lengua española se enriquecerá con esta obra excepcional que nos llega del corazón de Europa.