Filosofía en español 
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José María Laso Prieto, Espíritu de partido Comentarios críticos 

 

En la «Enciclopedia moderna», diccionario publicado por el Establecimiento tipográfico de Mellado, de Madrid, en 1852, se hacía una definición extraordinariamente negativa del denominado espíritu de partido. El contraste no podía ser mayor con la definición que en la filosofía soviética se dio del denominado espíritu de partido en filosofía, aunque a su vez, por la fecha de su publicación –1852– se puede considerar al texto de la «Enciclopedia Moderna» como premarxista y, por lo tanto, no le es exigible haber asimilado las aportaciones que realizó Marx a la sociología del conocimiento.

Cronológicamente, fue Lenin el primer marxista que abordó el tema, al utilizar el concepto de partijnost (partidismo) en sus trabajos filosóficos. Lenin estudió primero el espíritu de partido en el arte, para pasar a utilizarlo después en sus trabajos generales. Particularmente, en «Materialismo y empiriocriticismo» y «Cuadernos filosóficos». Para el Instituto de Marxismo-Leninismo, de la Academia de Ciencias de la URSS, el principio del espíritu de partido en filosofía es uno de los principios más relevantes en la concepción marxista-leninista del mundo. Su fundamentación puede remontarse a Marx y Engels, aunque, posteriormente, fue profundizado por Lenin. Partiendo del hecho de que la sociedad actual está dividida en clases antagónicas, la filosofía que en ella se genera, lo mismo que toda la ideología, no puede no tener espíritu de partido: refleja los intereses de determinadas clases y está al servicio de las mismas.

Por el contrario, para los autores que en la «Enciclopedia Moderna» elaboraron el texto titulado Espíritu de partido, situarse en tal perspectiva filosófica equivale a incurrir en todas las aberraciones posibles de la razón. Desde una posición dogmática, propia del dogmatismo católico del siglo XIX, los autores de tal texto pretenden refutar y combatir la posición filosófica de los que impropiamente califican de partidos políticos y que debían ser más bien organizaciones políticas muy minoritarias de tipo sectario, como los «carbonarios», o grupos inorgánicos de seguidores de los principios de la Revolución Francesa. El tratamiento que se da, en el texto comentado, al principio del espíritu de partido, de tales organizaciones partidistas, se asemeja al de algunos de los anatemas del Concilio Vaticano I, o del profesor Alejandro Muñoz Alonso, cuando definía a los partidos políticos como «intrínsecamente perversos» aprovechando la definición que en su día hizo el papa Pío XII del comunismo. Según la «Enciclopedia Moderna», el espíritu de partido constituye la negación intermitente de la razón humana y la pasión que deja más libertad al odio y mayor seguridad para hacer daño. Asimismo es calificado de demencia, ya que elimina todo remordimiento de sus detentadores y que, además, produce un trastorno psíquico entre sus seguidores que les lleva a convencerse de que sus acciones perversas son dignas de que se las considere propias de quienes actúan impulsados por el deber y el heroísmo. Asimismo se imputa, a las personas motivadas por el «espíritu de partido», carecer de convicciones propias, ya que su carácter e individualidad desaparecen al quedar enajenados por su partidismo. Según la interpretación que del «espíritu de partido» realizan los autores del texto que sobre el tema fue publicado en la «Enciclopedia Moderna», «el hombre que entra en un partido hace votos de renunciar a sí mismo tan rigurosos como los que se imponían a los novicios en las órdenes monásticas». Por otra parte, en el mismo texto, se establecen unos criterios muy discutibles acerca de qué agrupaciones humanas pueden ser, o no, consideradas como auténticos partidos políticos.

Como conclusión, del análisis del texto publicado en la «Enciclopedia Moderna», sólo puede considerarse que además de constituir una diatriba exageradísima de un presunto «espíritu de partido» supuestamente existente en determinadas agrupaciones humanas, insuficientemente precisadas, se incurre en un subjetivismo que renuncia a basar tal «espíritu de partido» en criterios objetivos reales, como los derivados de la pertenencia a una determinada clase social. Por el contrario, en el caso de la posición del Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú, integrado en la Academia de Ciencias de la URSS, mientras existió la Unión Soviética, así como en las posiciones propias del denominado DIAMAT, se fundamenta el «Espíritu de partido» en el criterio objetivo de reflejar los intereses de determinadas clases sociales y estar al servicio de las mismas. Según esta perspectiva, en la historia del pensamiento filosófico, las corrientes fundamentales contrapuestas, los partidos que en filosofía han estado en lucha, son el materialismo y el idealismo. Es la tesis brillantemente sintetizada por Federico Engels, en su célebre trabajo Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. La lucha ideológica contemporánea es un reflejo, en la conciencia de la humanidad, del proceso histórico en virtud del cual se pasa del capitalismo al socialismo. De tal premisa, deducían los filósofos soviéticos que el espíritu de partido de los ideólogos burgueses se revela en su anticomunismo, en sus intentos de desvirtuar los antagonismos de la sociedad burguesa, de presentar al Estado burgués como el Estado de la prosperidad general, los intereses de los capitalistas, como ideales de toda la humanidad. Por el contrario, según su posición partidista, el marxismo aplica consecuentemente el principio de partido en filosofía, considera el materialismo dialéctico e histórico como armas científicas del proletariado en su lucha contra el capitalismo, por la victoria del comunismo. Frente al espíritu de partido burgués, encubierto por el subjetivismo, el espíritu de partido de la filosofía marxista-leninista posee un carácter abiertamente combativo. Según esta perspectiva, los rasgos del espíritu de partido, del marxismo-leninismo, son la intransigencia frente al idealismo y la metafísica, el revisionismo y el dogmatismo, la coincidencia del espíritu de partido y del espíritu científico, es decir, la auténtica objetividad en el análisis de lo real, la conexión orgánica, entre la teoría y la práctica, entre la filosofía y la política, la manera de abordar los problemas de la teoría marxista y de la práctica en la construcción del socialismo. Además, el principio marxista del espíritu de partido niega que la coexistencia pacífica pueda trasladarse de la esfera de la política al terreno ideológico, exige que se refute con sólidos argumentos la filosofía burguesa, las teorías reformistas, revisionistas y dogmáticas, que se pongan de manifiesto la orientación política y el sentido de clase de las mismas.

El hecho de que el texto titulado «Espíritu de partido», publicado en la «Enciclopedia Moderna» de Mellado, fuese editado en 1852, es decir, sólo cuatro años después de la primera edición del «Manifiesto del Partido Comunista» de Marx y Engels, supone que se le pueda considerar como un artículo premarxista. En consecuencia es explicable que se situé en la perspectiva de la Escolástica que considera irracional cualquier posición que desborde los postulados escolásticos tradicionales. Los distintos trabajos del Marx maduro, al situarse en la perspectiva de clase del proletariado, le permitieron percibir que en cada posición filosófica, o ideológica, está subyacente una posición de clase. Tal posicionamiento de clase equivale a lo que Lenin denominó posteriormente partijnost (partidismo). Es decir la posición de partido en filosofía. Así Marx sentó los fundamentos de una sociología del conocimiento que sería profundizada por Lenin tanto en el campo del arte y la literatura como en el de la filosofía.

A su vez, el sociólogo alemán Karl Mannheim intentó también profundizar en la problemática de la sociología del conocimiento. Así, en los primeros escritos de Mannheim, se puso de manifiesto su lucha contra la herencia del idealismo alemán. Con ello intentaba corregir la sociología de éste en un sentido instrumental, criticando su concepción de la historia intelectual como el desarrollo autónomo de una serie de ideas. En este primer periodo de su obra, Mannheim estaba muy influenciado por la tradición del historicismo, así como por el modelo marxista de la sociedad; igualmente era fundamental, en su pensamiento su interés por la estructura y las determinaciones del acuerdo y el desacuerdo, del consenso y del disenso, heredados de los clásicos del pensamiento sociológico alemán y del marxismo.

Por su parte, según la «Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales» (dirigida por David L. Sills, Aguilar, Madrid 1976, vol. 6) –exagerando bastante– «Mannheim fue más lejos que Marx y que Tonnies: para éstos, la sociedad estaba dividida por los conflictos e intereses de clase o por la desconfianza mutua; Mannheim pensaba que estas escisiones se manifestaban también en niveles más profundos. Las consideraba no sólo como simples divergencias de intereses sino como divergencias en el modo de pensar, en las categorías en que son concebidos los acontecimientos e incluso en los mismos criterios de validez. En «Die Beudutung der Konkurrenz im Gebiete des Geistigen» (1929) y en «Ideologie und Utopie» (1929-1931) exponía su opinión sobre las profundas diferencias en el modo de pensar que habían surgido en los tiempos modernos.»

No obstante lo radical de sus críticas, a toda posición ideológica o filosófica que desbordase los límites de la racionalidad escolástica, resulta muy meritorio que el texto citado de la «Enciclopedia Moderna» abordase ya a mediados del siglo XIX un enunciado tan insólito como era entonces el «espíritu de partido».

José María Laso Prieto
15 de enero de 2001