Filosofía en español 
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Tomo segundo Carta XXV

Del judío errante

1. Muy señor mío: La especie del Judío Errante, que Vmd. me pregunta, si se encuentra en algún clásico, y qué fe merece, no en un Autor sólo se halla, sino en varios, y clásicos algunos de ellos, aunque con alguna variedad en una, u otra circunstancia.

2. El primero que, según yo entiendo, la dio al Público en Historia formada, fue el célebre Historiador Benedictino Anglicano Matheo de París, el año 1229. Según este, vino por aquel tiempo (vivía en él el mismo Historiador que lo refiere) un Obispo Armenio a Inglaterra, recomendado por el Papa, para que le mostrasen las reliquias de los Santos, que había en aquel Reino, y le diesen las demás noticias, que él solicitase pertenecientes al Culto Divino, que se practicaba en él. Sobre la especie, ya entonces algo vulgarizada del Judío Errante, y que este andaba por las Regiones Orientales, pareciendo a varios Curiosos, que este Prelado por tener su Patria habitación, y Diócesi en una de ellas, no podía menos de estar algo instruido en el asunto, le hicieron sobre él diferentes preguntas; y no sólo a él, mas también a sus domésticos; esto es, si había realmente tal Judío Errante; si vivía aún, por dónde andaba, qué hombre era, y qué decía de sus sucesos? Respondió el Prelado, que dicho Judío realmente existía, y andaba entonces por la Armenia. Pero de sus sucesos quien dio más específica noticia fue un doméstico del Prelado, acaso porque podía explicarse mejor con los Ingleses, o en el idioma del País, o en el Latino. [307]

3. Este refería, que el Judío Errante, antes de su conversión, se llamaba Catafilo, y había sido Portero en la Casa de Pilatos: con cuya ocasión, cuando sacaron a Cristo Señor nuestro del Pretorio para crucificarle, para que saliese más prontamente le dio una puñada en las espaldas, a lo cual el Redentor, volviendo el rostro, le dijo: El Hijo del Hombre se va, pero tú esperarás a que vuelva. El Portero se convirtió luego, y fue bautizado por Ananías, que le puso el nombre de Joseph. El sentido de la profecía de Cristo era, que este Judío no había de morir hasta que él viniese a juzgar vivos, y muertos: la que en efecto en este sentido se estaba verificando, pues llevaba ya más de mil doscientos años de vida, aunque padeciendo a cada cien años unos amagos de muerte, porque a este plazo una gravísima enfermedad le debilitaba hasta representarle moribundo; pero luego sanaba, y se rejuvenecía, restituyéndose al vigor, y apariencia de treinta años de edad, que era la que tenía cuando Cristo murió.

4. Añadía el familiar del Obispo, que este Judío Joseph era muy conocido de su Amo, y había sido convidado por él, y huésped suyo, poco antes de emprender su peregrinación.

5. El Historiador citado dice, que este hombre respondía puntualmente, y con severo, y grave modo a las preguntas, que le hacían en orden a cosas antiguas, como de los difuntos que resucitaron cuando Cristo murió, y de las Historias de los Apóstoles: que mostraba siempre un gran temor de que estuviese cerca el Juicio final, por ser este el plazo de su vida, y se horrorizaba cuando hacía memoria del sacrílego desacato, que había cometido con el Redentor, aunque esperaba ser perdonado, por la mucha parte que en él había tenido su ignorancia.

6. Jacobo Basnage, Autor Protestante, en su Historia de los Judíos cuenta tres Judíos Errantes. El 1 más antiguo, llamado Samer, en pena de haber fundido el [308] Becerro en tiempo de Moisés. Otro el Catafilo de arriba, Gentil, y Portero de Pilatos. El 3 Judío, llamado Ausero, y Zapatero en Jerusalén. De éste se dice, que el año de 1547 pareció en Hamburgo, y que publicaba de sí, aunque variando nombre, y tal cual otra circunstancia, lo mismo que los Armenios del que decían haber conocido en su tierra. Este refería, que antes de su conversión se llamaba Ausero, y ejercía el oficio de Zapatero a la puerta de Jerusalén, por donde Cristo salió para el Calvario; en cuya ocasión, queriendo el Salvador, por sentirse muy fatigado, reposar un momento en su oficina, él, dándole un golpe, le repelió, y entonces Cristo le dijo: Yo luego descansaré, pero tú andarás sin cesar hasta que Yo vuelva: que desde aquel punto empezó el cumplimiento del vaticinio, y se fue continuando siempre, porque siempre andaba peregrinando, sin parar en Provincia alguna. Era de estatura prócer, representaba la edad de cincuenta años, y prorrumpía en frecuentes gemidos, que los circunstantes atribuían a la tristeza, que le causaba la memoria de su delito.

7. Nuestro gran Expositor Agustín Calmet, en su Diccionario Bíblico, testifica tener en su poder una Carta escrita de Londres por la señora Mazarina (supongo que habla de la Duquesa Hortensia Mancini, sobrina del Cardenal Mazarini, tan famosa por sus aventuras, y trabajos, como por su hermosura) a la Duquesa de Bullon, en la cual se refiere, que por aquel tiempo arribó un Extranjero a Londres con la misma cantinela. Decía, que había servido en el Diván de Jerusalén, cuando Cristo fue sentenciado a muerte; y pareciéndole, que no salía con la priesa, que él deseaba, le dio un gran empellón, diciéndole: Despacha, sal cuanto antes; ¿por qué te detienes? La respuesta del Señor fue la misma que se dijo arriba. Este aseguraba (dice la señora Hortensia) que había conocido a todos los Apóstoles, e individuaba las facciones, y vestido de cada uno; que había peregrinado por [309] todas las Regiones del Orbe, y no dejaría de peregrinar hasta el fin del mundo. Se jactaba de que con el tacto curaba los enfermos. Sabía muchas lenguas, y refería con tanta exactitud los sucesos de todos los siglos, que todos le oían con admiración. Habiendo un Caballero, insignemente erudito, habládole en lengua Arábica, al momento le respondió en el mismo idioma. Apenas se le nombraba Personaje alguno famoso en los anteriores siglos, a quien no se afirmase haber conocido. Decía, que se había hallado en Roma, cuando fue incendiada por Nerón; que había tratado con Mahoma, y conocido a su padre; visto al Saladino, al Tamerlán, a Bayaceto, a Solimán el Grande, &c. Añádese en la Carta, que la gente simple le atribuía muchos prodigios, pero los prudentes le tenían por impostor.

8. El Autor del Espión Turco (sea el que fuere, que aún pienso que no está averiguado) en varias Cartas hace memoria del Judío Errante. En la Epístola 39 del Tomo 2, escrita a Ibrahín, y que corresponde al año de 1643, todo se ocupa en referir, que en París vio a dicho Judío, conversó con él, y le hizo mil preguntas de cosas antiguas. Díjole, que su nombre era Michob-Ader, que había sido Portero del Diván de Jerusalén, y todo lo demás que Calmet cita de la Duquesa Mancina, o Mazzarina: que había andado muchas tierras, leído mucho, y sabía Lenguas. Con todo, el Espión hizo juicio de que era loco, o impostor.

9. El mismo Autor, en el Tomo 5, Epístola 50, escrita Nathad Ben-Saddi, Judío, el año de 1666, le cuenta todo lo que el Judío Errante le había dicho en París tocante a los Judíos de la Asia Septentrional, y que cree son reliquias de los diez Tribus dispersos.

10. El mismo, en el Tomo 6, Epístola 6, el año de 1672, a Guillelmo, le dice a lo último, que por todas partes se habla de un Judío Errante, y que en aquel tiempo estaba en Astracán, y allí predicaba, que el Cristianismo sería reformado el año de 1700. Y en la Epístola [310] 7, escrita a Codabafrad Kheik, Mahometano, el mismo año de 1672, le da cuenta de todo lo que el Judío Errante predicaba, y vaticinaba en Astracán. Dice, que había allí un pariente suyo (del Espión) llamado Fousi, grande Viajero, Mercader, &c. y que de él había recibido poco antes una Carta con las noticias del Judío Errante.

11. Vaticinaba (dice el Espión) que hacia el año de 1700 de la Hégira de los Cristianos inundarían los Otomanos toda la Europa, o toda la Cristiandad de la Tierra Firme; que los Cristianos recurrirían a Inglaterra, como asilo, y allí se levantaría un gran Personaje, que hecho Caudillo de los Cristianos, conquistaría a Jerusalén: que entonces los Judíos abrirían los ojos, y reconocerían a Jesucristo por el verdadero Mesías. Pero el Espión lo refiere, no lo cree.

12. No obstante, lo cual, el mismo, en la Carta 17 del mismo Tomo, escrita el año de 1674 al Turco Alí Basa, a lo último da a entender, que creyó la profecía del Judío Errante, acaso para adular a los Mahometanos, pues dice de ellos, que inundarían la Europa el año de 1700.

13. Finalmente, el Padre Luis Babenstuber, Benedictino Alemán, en un Tomo dividido en tres libros, que imprimió en Ausburg el año de 1724 con el título Prolusiones Academicae, en que instituye, y trata cincuenta y una cuestiones Quodlibeticas curiosas; en la Prolución 16 del tercer libro propone la cuestión de si, fuera de Elías, y Henoch, hay en el mundo algún hombre de mayor edad, o más larga vida que Matusalén? En ella, después de tratar de Elías, y Henoch, entra en la especie del Judío Errante; en que habiendo referido casi lo mismo que Jacobo Basnage, con la diferencia de decir, que el que le examinó en Hamburgo el año de 1547 se llamó Paulo Eizio, Teólogo, añade lo siguiente: Visus est autem hic Iudaeus ab innumeris mortalibus in multis Europae partibus nempe anno Christi 1547. Hamburgi. Anno 1575. [311] Matriti in Hispania. Anno 1599. Viennae in Austria. Anno 1610. Lubecae. Anno 1634. in Moscovia. Alia plura loca sciens praetereo.

14. Estas son todas las noticias, que puede adquirir del Judío Errante. Por las cuales tiene Vmd. que este hombre, de dos modos peregrinó, el año de 1229 pareció en Inglaterra: el año de 1547 en Hamburgo: el de 1575 en Madrid: el de 1599 en Viena de Austria: el de 1610 en Lubek: el de 1634 en Moscovia; el de 1643 en París: el de 1672 en Astracán; y pocos años después en Londres. Digo pocos años después, sin determinar cuál, porque Calmet no nos dice la data de la Carta de la Duquesa Hortensia. Pero esta Señora, como consta de su Vida, escrita por Monsieur de San Euremont, en el Tomo 4 de sus Obras, pasó a Inglaterra el año de 1675, y murió en aquel Reino el de 1699; con que en este intermedio es preciso poner la segunda aparición del Judío Errante en Inglaterra.

15. ¿Pero podremos dar alguna fe a estas noticias? Juzgo que ninguna, moviéndome al disenso, no tanto la variedad de los Escritores en algunas circunstancias, pues esto sucede también a no pocas verdades históricas muy calificadas, cuanto el que la noticia más antigua, que se halla en los Historiadores del año de 1229: data sin duda muy reciente para un hecho tan antiguo. ¿Cómo es creíble, que de un suceso de tan extraña magnitud, tan peregrino, tan único en su especie, tan oportuno para apoyar la verdad de la Religión Cristiana contra los Gentiles, no hiciese memoria alguno de los Padres de los primeros siglos? Aun prescindiendo de esta gravísima importancia, porque añade un brillante de muy singular hermosura a la gloriosa Pasión del Salvador, era digno el caso, no sólo de las plumas de los Padres, mas aun de los Evangelistas.

16. ¿Mas cuál sería el origen de esta Fábula, supuesto que lo sea? Nunca en inquirir el origen de las Fábulas me fatigaré mucho, porque ordinariamente es un trabajo [312] inútil; ya porque aunque le tengan en algún suceso verdadero, que la ficción, o mala inteligencia han desfigurado, ese suceso no ha llegado a nuestra noticia; ya porque frecuentísimamente las Fábulas no tienen más principio, que la inventiva de un embustero, a quien se antojó fabricarlas. Y esto es comunísimo, cuando el embustero tiene algún interés en ser creído; lo que sin duda sucede en nuestro caso. Un hombre muy hábil, y sagaz, bien instruido en noticias históricas, y en ocho, o nueve lenguas, ¿qué vida más gustosa podría elegir que la de Tunante, fingiendo ser el Judío de que hablamos? Podría discurrir por todos los Reinos de la Cristiandad, con acceso libre, aun a los Solios de los Príncipes, no sólo socorrido en lo necesario, mas aun para lo superfluo, por personas de todas condiciones, estimuladas para ello de la curiosidad, y de la piedad. ¿Qué más motivo, pues, es menester, que este, para que se fingiese esta patraña el primero que la practicó, y para que después le imitasen otros bribones, que quisieron hacer el mismo papel?

17. Pero si Vmd. quiere algo más que este común principio de infinitas Fábulas, digo algún principio particular de la del Judío Errante, le diré, que esta pudo tener su origen remoto en un hecho verdadero, y el próximo en otra Fábula, que desfiguró aquel hecho verdadero. El hecho verdadero, como conforme a la Escritura, a la Tradición, y apoyado por los Santos Padres, es la conservación del Profeta Elías sobre la tierra hasta el fin del mundo. Sobre este verdadero fundamento fabricaron los Mahometanos una Fábula, que refiere Bartholomé Herbelot en su Biblioteca Oriental, página 932. v. Zerib, citando al Autor del Nighiaristan {* Nota. Hay muchos Libros históricos Persianos con este nombre, el cual idioma Persiano significa sitio de diversión, o paseo, como advierte el mismo Herbelot, verbo Nighiaristan; pero no especifica de cuál de ellos sacó la Historia, que va a referirse}.

18. En el 6 año de la Hégira, después que los Arabes tomaron la Ciudad de Holvan, o Hulvan en la Siria, trescientos Caballeros, que volvían de aquella empresa, al acabarse el día, vinieron a campar entre dos montañas de aquella Región. Su Caudillo llamado Fadhilahc intimó a la Tropa hiciese, según el rito Mahometano, la Oración vespertina, que empieza, Dios es grande, pronunciando en alta voz estas palabras. Pero no bien lo hizo, cuando las oyó repetir de un sitio, donde no parecía persona alguna. Pensó al principio, que fuese el eco. Mas persiguiendo la repetición clara, y distinta de todas las palabras, al punto que iba prosiguiendo su oración, vino a caer, en que algún personaje invisible era el repetidor. Por lo cual, dirigiéndose a él, le dijo: Tú que me respondes, si eres del orden de los Angeles, el Señor sea contigo; y si eres del género de los otros espíritus, te conjuro para que te vayas; mas si eres hombre, como yo, hazte presente a mis ojos, para que yo goce de tu vista, y conversación. Al acabar de decirlo pareció ante él un viejo calvo, con un báculo en la mano, que tenía todo el aire de un Dervis, o Religioso Mahometano; el cual, preguntado de su nombre, y estado por Fadhilah, le respondió, que se llamaba Zerib-Bar-Elia, y que habitaba aquel sitio por orden de Jusu-Christo, que le había dejado en este mundo, para vivir en él hasta su segunda venida. Preguntole Fadhilah, ¿cuándo sería la segunda venida? A lo que respondió Zerib, que cuando varones, y hembras se mezclasen sin distinción de sexos: cuando la abundancia de víveres no minorase su precio: cuando los pobres no hallasen quien los socorriese, por estar enteramente extinguida la caridad: cuando se hiciese irrisión de la Sagrada Escritura, poniendo sus misterios en ridículas coplillas: cuando los Templos, dedicados al verdadero Dios, fuesen ocupados por los Idolos; entonces estaría próximo el Juicio final: y dicho esto, desapareció.

19. Este cuento envuelve un manifiesto trastorno de [314] lo que el Sagrado Texto dice del rapto de Elías, y de lo que consiguientemente a él, y a otros Lugares de la Escritura sienten uniformes Cristianos, y Judíos, de la conservación de aquel Profeta en la tierra hasta el fin del mundo. Elías tuvo aquel destino cerca de novecientos años antes de la venida de Cristo; y el cuento Mahometano atribuye a Cristo esta disposición. ¡Horrendo anacronismo! Pero nada extraño en la crasa ignorancia de los Mahometanos; los cuales con su mismo falso Profeta, en la inteligencia de la Escritura, confunden tiempos, y personas con la mayor extravagancia imaginable. En la Sura, o capítulo 3 del Alcorán identifica Mahoma en una misma persona a María, hermana de Moisés, y Aarón, con María Madre de Jesús, Señora nuestra, siendo aquélla mucho más anterior a ésta que Elías a Cristo. Y en la Sura 17, según le explica su famoso Comentador Gelaledin, la invasión de Goliat, y su Ejército contra los Israelitas fue castigo de haber muerto éstos a Zacarías, padre del Bautista; la de Nabucodonosor de haber muerto al mismo Bautista.

20. A vista de estos, y otros trastornos monstruosos de la Escritura, tanto del Viejo, como del Nuevo Testamento, muy frecuentes en el Alcorán, y en sus Comentadores, me ha ocurrido como verosímil, que algunos Mahometanos, confundiendo un Juan con otro, el Bautista con el Evangelista, aplicasen a una misma persona los dos dichos de Cristo, uno respectivo al Bautista, otro al Evangelista. Dijo Cristo del Bautista, Matth. capítulo 11; Ipse est Elias, qui venturus est. Y del Evangelista, Joann, cap. 21: Sic eum volo manere, donec veniam; lo que entendieron los demás Discípulos como un decreto de Cristo para la conservación de su vida hasta el Juicio final. De esta confusión de diferentes personas en una misma pudo originarse en los ciegos Mahometanos la ficción, o creencia de que Elías por disposición de Cristo está detenido vivo en la tierra hasta el Juicio final. [315]

21. La persuasión, pues, de ser Elías de quien pronunció Cristo: Sic eum volo manere, donec veniam, abrió puerta (si queremos creerlo así) al cuento Mahometano del Nighiaristan. Y este cuento divulgado, excitó a algún picarón (Mahometano acaso) la especie de atribuirse a sí mismo la disposición de Cristo para vivir hasta el fin del mundo, armado para esto con la narración, que arriba se dijo del Judío Errante.

22. Pero Vmd. aténgase en todo caso a lo dicho arriba, que no es menester buscar en las Historia desfiguradas el origen de infinitas Fábulas. La imaginación del hombre tiene una tan prodigiosa actividad para tales producciones, que es capaz de criar el todo de la mentira, del nada de la verdad.

Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo (1745). Texto según la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 306-315.}