Martín Martínez (1684-1734)
Filosofía escéptica (1730)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2001
<<<  índice  >>>

Diálogo II.

De la materia primera.

Aristotélico. Cartesiano. Gasendista. Escéptico.

Escéptico. Celebraré, que anoche no quedáseis cansados.

Aristotélico. Sólo puede cansar el no oíros: a mí, por lo menos, el día se me ha hecho largo, y sólo ha templado mi impaciencia la esperanza de volver brevemente a escucharos.

Escéptico. Pues para no perder tiempo, y proceder metódicamente en nuestras Conversaciones, esta noche hablaremos [18] de la materia primera, que es uno de los primeros, e imperceptibles principios del Ente natural, o el primer sujeto, que compone todos los cuerpos naturales, o compuestos substanciales del Universo; y a vos, señor Aristotélico, os pertenece darnos la primera materia para discurrir.

Aristotélico. Siguiendo, como ley, vuestro gusto, digo, que los primeros principios son aquellos, de que primariamente se compone el cuerpo físico, y natural. Dícense primeros, porque ni se hacen ellos de sí, ni de otros: y todo se hace de ellos. Estos son (según nuestra Escuela) tres; es a saber, la materia, la forma, y la privación. Pues cuando del leño, v.gr. se engendra fuego, este fuego transmutado se compone de la materia, (que es la misma que había en el leño, pues ésta es incorruptible) de la forma de fuego, (que le determina en ser de tal compuesto) y de la privación (que había antes en la materia) de la forma del fuego.

Cartesiano. Por cierto es cosa prodigiosa, según vuestra doctrina, que sobre tres nadas esté fundado el todo del Universo: y que todas las cosas se compongan de tres, que no son cosas. Parece paradoja, y de chanza la propuesta, pero no es sino feria, y muy formal; porque si creemos a vuestro Fundador Aristóteles, (lib. 7. Metaph. cap. 3) la materia es aquella, que neque quid, ni es algo: neque quantum, ni es cosa chica, ni grande: neque quale, ni tiene cualidad alguna: (esto es, ni es caliente, ni fría, ni tibia, ni blanda, ni dura, ni obscura, ni clara, ni áspera, ni lisa) neque aliquid eorum, quibus sit ens determinatum; esto es, que no participa de alguno de los diez predicamentos, que puso en sus categorías, y que hacen a un Ente determinado, que son substancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, dónde, cuándo, sitio, y habitud. Con que ni es substancia, ni accidente: ni extendida, ni sin extender: ni tiene cualidades: ni se compara con otra cosa: ni hace, ni padece: ni está en parte alguna: ni tiene duración: ni tiene sitio, ni hábito. Por Dios, antes que pasemos adelante, quisiera preguntaros, (con licencia de vuestro Aristóteles) si pudiérais hallar mejor definición [19] de la Nada, que ésta que dáis de la Materia? Ella apetece todas las formas por sí, y por sí no existe; con que tiene actual apetito, aun cuando no tiene actual ser. Pero no quisiera demasiadamente enfadaros: vamos a la segunda nada, que es la Forma. Ésta decís, que es educida de la materia: con que es sacada de la nada, según lo que acabo de decir: y si, según orden natural, de nada, nada se hace, la forma será nada, como que saca su ser de la nada. Fuera de eso, la Forma, ni puede existir separada por sí, pues depende de la materia, y sale de su seno, como de una matriz fecunda: (así soléis explicaros) con que no siendo su ser capaz de ser por sí, sino dependiendo de otro, no parece substancia. Por otro lado, no pudiendo existir, ni ser, sino en otro, no es accidente. Tampoco es corpórea, porque no es materia. No es impenetrable, porque está en el mismo lugar que la materia; y mutuamente, ni se resisten, ni se excluyen de un mismo espacio, antes son necesariamente compatibles. Tampoco es incorpórea, porque no es espíritu; no tiene cualidades, y es quien las da: con que es un conjunto de contradicciones, que verdaderamente más parece quimera, que forma, y a bien librar es otra nada. De la privación (siendo carencia) nadie duda que es nada. Con que la generación (que llamáis mutación) según vosotros, es una segunda especie de creación, pues de tres nadas lo hacéis todo.

Nosotros los Cartesianos, suponiendo, que el cuerpo físico tiene extensión sensible, creemos necesariamente, que está compuesto de partes extensas, las cuales deben estar compuestas de otras, hasta llegar a otras mínimas, que no se sujetan a los sentidos, y sólo el entendimiento debe conjeturarlas, a las cuales llamamos primeros principios del Ente natural. Estos principios primeros (que también suelen llamarse principios mecánicos, porque con ellos mecánicamente se explican todos los fenómenos de la Naturaleza) en la hipótesis de mi Cartesio son tres; no porque él, ni quiera, ni pueda demostrarlos, sino porque hecha la hipótesis, o suposición de que sean ellos, se conciben clara, y fácilmente [20] todos los efectos Físicos: ni porque se atreva a afirmar, que Dios hizo el Mundo debajo de las leyes, que él propone, sino porque en caso de estar hecho así, como discurre, se observarían los mismos fenómenos, que hoy se observan en esta presente providencia: y en esto funda la verisimilitud de su sistema.

De los tres primeros principios, el primero es la materia sutilísima. El 2º la materia sutil, globulosa, o etérea: y el 3º la materia estriada; porque el mismo Cartesio (part. 3. principior. Philosoph.) supone, que cuando Dios crió la universal materia, después de dividirla en partículas casi iguales, y de mediana magnitud, las dio toda aquella cantidad de movimiento, que hoy se halla en el Mundo: con el cual fueron movidas igualmente, no sólo cada una alrededor de su propio centro, (mutuamente separadas, de modo que compusiesen como un cuerpo fluido) sino muchas juntas, alrededor de otros puntos, o ejes, que eran como otros tantos remolinos, o torbellinos: de donde, según las leyes mecánicas del movimiento, debieron resultar las tres dichas especies de materias, o principios: El primero, aquel menudísimo, como serrín, que resultó del continuo choque de unas partes con otras, el cual se acomodó a llenar los rincones, que las otras partes dejaban, capaz de toda figura, y tenaz de ninguna. El segundo, los globillos, o particulillas redondas, que se formaron, desmoronados los ángulos con los repetidos golpes, y tropiezos. El tercero, la materia más crasa, o de figura menos apta para moverse. Del primero se hizo el Sol, y las Estrellas fijas. Del segundo los Cielos. Del tercero la Tierra, con los Planetas, y Cometas: porque en este Mundo aspectable sólo observamos tres especies de cuerpos: unos, que producen luz; otros, que la traducen; y otros, que la rechazan: (esto es, unos lúcidos, otros diáfanos, y otros opacos) con que no mal se reducen todos a los tres primeros Elementos referidos; y estos son la primera materia de que se hicieron todos los Entes.

De aquí se infiere, que la materia prima es un Ente físico, extenso, impenetrable, que tiene propia existencia, [21], y que aunque no es cuerpo en especie determinada, v. gr. leño, hierro, u oro, es no obstante cuerpo, en quien debemos concebir actual existencia, y extensión en las tres dimensiones, longitud, latitud, y profundidad: es divisible, figurable, moble, y así indiferente a recibir cualquiera forma.

Gasendista. Lo primero, que se ofrece contra esa hipótesis, es, que aquellos primeros cuerpos de casi igual magnitud, en que Dios dividió la materia, cuando la imprimió el primer movimiento, no sé por qué no se puedan llamar Átomos, (si no es, que esta voz sea escandalosa, y ofensiva de los oídos Cartesianos) siendo unos cuerpecillos sólidos, ágiles, e imperceptibles; ni sé cómo entienden, que pudiesen estar divididos, pues no habiendo hueco, ni otro cuerpo más tenue en medio, no es conceptible la tal división en principios del mismo Cartesio; como quiera, que entre todos compondrían una masa tan sólida, continua, y compacta, como cada uno de ellos era en sí: pues por eso cada uno era macizo, y no dividido, porque entre sí, ni mediaba espacio, ni se interponía otro diferente cuerpo; (pues aquellas cosas decimos, que no están divididas, que ni se apartan, quedando algún espacio, o cuerpo entre ellas, ni se rompe la trabazón, o engarce, que antes tenían sus partículas) así es, que entre toda aquella masa, o caos, después de su primera división, (así como entre cada partícula suya) ni mediaba espacio, hueco, ni se interponía otro algún heterogéneo cuerpo, ni se rompía la trabazón de sus partículas; porque para estar trabadas era menester, que fuesen antes de figuras irregulares, y como anzuelosas: (lo cual es contra la hipótesis, pues antes del primer movimiento no las pueden suponer movidas, ni figuradas) luego toda aquella masa, o caos era un cuerpo macizo, continuo, y no dividido, lo cual sin duda es contra lo supuesto, pues implica haber dividido Dios la materia, y quedarse ella continua, y sin dividir.

Lo segundo, que se ofrece contra Descartes, es, que sus elementos no son primeros principios, pues se suponen otros antes que ellos: es a saber, aquellos primeros cuerpos, [22] que movidos por Dios, vinieron a formarse en materia sutil, globulosa, y estriada, pues son los más simples, y primeros: luego aquellos primeros son los Elementos, y los otros tres segundos los elementados. Añádese, que una vez divididos, ya tuvieron figura determinada: luego forma determinada, pues la específica distinción, según Descartes, de un cuerpo a otro, no es más que la distinta figuración: luego no son pura, y prima materia.

Lo tercero que se ofrece, es, que Dios, con toda su Omnipotencia, no pudo hacer mover aquellos primeros cuerpos, porque no se puede empezar a revolver un cuerpo cúbico, o cilíndrico junto a otro de la misma figura, sin que se aparte alguna superficie de la superficie del otro; pero Dios, con todo su poder, no pudo hacer, que se apartasen las superficies, porque quedaría vacío, (el cual, ni de Potencia Divina se puede dar, si creemos al mismo Cartesio) no habiendo entonces cuerpo alguno más sutil, que le llenase: luego Dios, con toda su Omnipotencia, no pudo empezar a poner en movimiento aquellos primeros cuerpecillos. Esta misma razón vale para que al chocarse las esquinas de estos cubos, o cilindros, no pudieran desmoronarse, por no haber aún fabricado ripio, que ocupase los huecos, que debían dejar. Estas, y otras dificultades incluye la hipótesis Cartesiana; y cierto no obró políticamente su Autor, pudiendo fácilmente evadirlas, pues la misma cosa le hubiera tenido suponer desde el principio ya formados por Dios los tales tres Elementos; y pues todo corría a su arbitrio, imprimir el primer movimiento en el ya supuesto triunfigurato de materias.

Aristotélico. Nosotros nos evadimos de esas dificultades, diciendo con el Filósofo...

Cartesiano. Suplicoos, que en adelante, reforméis esa Antonomasia, odiosa a todos los Eruditos, que no ignoran la excelencia de los demás Filósofos.

Aristotélico. Entre nosotros es muy corriente este modo de hablar, porque no cuidamos de la doctrina de los demás Filósofos. Pero en fin, ya que no os agrada la definición negativa de la materia, porque no explica lo que [23] es, sino lo que no es, Aristóteles da otra positiva, pues dice, que la materia es el primer sujeto, de que se hace algo, quedando primeramente por sí, y no por accidente.

Gasendista. Eso explica la materia por unos atributos tan generales, y por consiguiente tan obscuros, que apenas podemos entender lo que es. Entendemos, que es el primer sujeto de la generación, y el último, en que viene a parar todo lo que deja de ser; pero no basta decir, que es el primer sujeto, si no nos decís, lo que es, antes que se sujete: pues si alguno me preguntara, señor Aristotélico, quién erais vos, no sería buena respuesta decir, que erais el primero, que vino esta noche; porque me repreguntaría, ¿quién erais antes de venir? Y entonces sería necesario decirle, a lo menos, la Escuela que seguís, las propiedades que tenéis, y otras cosas que ayudarán a describiros; ¿pero qué idea clara podéis tener de la materia, sabiendo sólo que es el primer sujeto de la generación substancial, si no sabéis lo que és en sí, sin el respeto a esa sujección? La misma que yo tendría de Fuenterrabía, sólo con decirme, que es el primer Lugar de España: o del Navío llamado San Fernando, porque me digan, que es el primero, que llegó en Galeones.

Nosotros con Gasendo, que cristianizó a Epicuro, y Demócrito, (lib. 2 Physicae, sect. 1 cap. 5.) defendemos, que los principios del Ente natural en su producción (o in fieri) son los átomos, y el movimiento; y los de él ya producidos (o in facto) son los átomos, y la configuración; esto es, la combinación de sus magnitudes, figuras, y movimientos, con el debido sitio, y orden: y nos inclinamos a que la primera materia de los compuestos naturales son los dichos átomos, primeros elementos, o semillas de las cosas. Estos son unos tenuísimos, mínimos cuerpecillos, indivisibles, o impartibles (no porque carezcan de extensión, y no tengan su tal cual magnitud, aunque menudísima: pues no son como los puntos, que consideran los Matemáticos) sino porque aunque tenuísimos, y extensos, son sumamente sólidos: con que no habiendo flanco, o hueco por donde cedan, ni otro cuerpo más sutil, que los penetre, y rompa, no [24] hay fuerza en la naturaleza para dividirlos físicamente.

La razón que hay para probar estos átomos, es, la misma con que prueba Aristóteles, que hay materia primera, (así la hubiera señalado) pues la naturaleza nada hace de la nada, ni nada reduce a la nada, sino todo lo hace de algo: luego en la última resolución ha de quedar algo, lo cual sea irresoluble, e intransmutable; esto no puede ser, sino unos corpúsculos sumamente macizos, incorruptibles, e insectiles, cuales son los átomos: luego estos son la primera materia, de que se engendran, y en que se resuelven todos los Entes naturales.

Persuádese más, pues la fuerza de la naturaleza es limitada: luego sólo tiene virtud de resolver los cuerpos hasta cierto término, del cual no puede pasar. A estos cuerpecillos, pues, que son el límite de su poder, llamamos Átomos; y aunque entre ellos admitimos necesariamente (como condición para los movimientos de alteración, generación, y corrupción del Universo) vacíos, o espacillos interpuestos, que dan lugar para la división, y resolución de los compuestos naturales, estos vacíos, ni son elementos, ni principios, sino condición, porque lo que esencialmente es cuerpo, no puede componerse de principios, que no sean cuerpo; y el vacuo es nada en razón de cuerpo, aunque es algo en razón de espacio.

Que estos átomos sean en sí insectiles, y no divisibles indefinidamente, e infinitamente, (que es lo mismo, si no jugamos con las voces, como vuestro Cartesio) se prueba: ¿pues qué más claro absurdo, que tener en la mano una cosa finita, y terminada, v.g. una pluma, y que sus partes sean infinitas, e interminables? No siendo otra cosa el todo, que sus partes juntas. ¿Qué cosa más ridícula que creer, que la punta del pie de un mosquito se puede dividir en mil millones de millones de partes, y cada parte de estas en otros mil millones; y que aunque se esté así dividiendo cada parte por momentos, un día, un mes, un año, mil millones de años, y aun por toda la eternidad, aun aquella última parte es divisible en otras tantas, por otros tantos millones de años, y de siglos, hasta el infinito; porque si llegamos a alguna parte, que sea [25] insectil, o no pueda más dividirse, ya tenemos un átomo. Y esto, sólo porque dice Cartesio, que en aquella última mínima partícula, es preciso aun concebir parte superior, inferior y laterales, como si fuera lo mismo ser divisible por el entendimiento, que física, y prácticamente: o fuera inconceptible, que dos puntos prácticamente indivisibles, aunque extensos, enteramente no se tocasen.

Verdaderamente, ¿quién se persuadirá, a que todo el Mundo no se puede dividir en más partes, que el pequeñísimo pie de un mosquito? ¿Quién no se reirá, de que una sola gota de vino sea divisible en tantas partes, que pueda mezclarse con toda la inmensa agua del Mar, y aun llenar todo el Mundo, y mil Mundos como éste, e igualarse en extensión con ellos? Pues siendo indefinitas, como dice, aun quedarán indefinitas de sobra. Luego por no caer en estos ridículos inconvenientes, es menester llegar a corpúsculos impartibles, que son los Átomos.

Ni vale decir, que estas partes son infinitas en potencia, y finitas en acto; porque, una de dos, o un cuerpo no tiene partes, o son infinitas en acto; pues, según vosotros, si sólo llamáis partes, las que están actualmente divididas, un todo unido, ni una, ni dos tiene divididas, y si llamáis partes, en las que se puede dividir, tendrá actualmente infinitas, pues puede dividirse en infinitas.

Supuesto, pues, que la materia prima son los Átomos dichos, a estos les convienen todas las propiedades de cuerpos; es a saber, magnitud, (porque ellos dan toda la grandeza a los cuerpos, que vemos, y el más gran cuerpo no tiene más magnitud, que la que le dan los átomos de que se compone) peso, resistencia, y tanta parvidad, que cada uno es imperceptible a los sentidos: pues aunque el Vulgo llama Átomos a aquel sutil, como polvillo, que se ve, cuando entra el Sol por un agujero a un cuarto obscuro, se engaña, porque no hay cuerpo tan chico, (con tal, que sea visible) que no se componga de muchos millares de átomos. ¡Tan sutil es la naturaleza, que lo que nosotros reputamos por pequeñísimo, para ella es muy grande, y grosero! Y así el Microscopio ha enseñado, [26] que en un granito de mostaza hay muchas superficies; y por él se ven sobre la más chica hoja de ruda, innumerables animalillos verdes, en los cuales sin duda debe haber entrañas, las cuales se compondrán de fibras, por donde circulen sus humores, y estos humores deben ser masas, compuestas de muchas partículas heterogéneas, y aun cada una debe ser mixto, compuesto de los elementos; en una Ciesa, que parece un punto, apenas visible, es cierto que hay boca, aguijón, astas, seis pies, y vello en cada uno, como demuestra el Microscopio: debe también haber, según la Economía animal, estómago, intestinos, hígado, corazón, pulmón, cerebro, y en cada una de estas vísceras, nervios, arterias, venas, y en ellas humores; en sus piernas debe haber coyunturas, músculos, tendones, membranas, y en cada parte de estas, vasos en los vasos líquidos, y en los líquidos heterogeneidad de partes, y aun en cada parte elementos secundarios, compuestos de los primarios, o átomos. De tan menudos principios construye sus fábricas la sutilísima Naturaleza.

Estos átomos son varios en magnitud desde su creación, y con esta variedad responden los Epicúreo-Gasendistas, a las dificultades, que objetan los Aristotélicos contra el continuo de Zenón, compuesto de átomos indivisibles, y diversos en magnitud; pues dicen es repugnante, que el átomo que es mayor no tenga en sí divisible aquella parte, que constituye su mayoría, o exceso; y estotros responden, que el átomo mayor es divisible, y extenso matemática, y mentalmente; pero no físicamente, pues no tiene partes físicas; porque siendo una simple entidad, producida por creación, no puede ser compuesta de partes físicas antecedentes.

Cartesiano. Pero como responderán al que reputan por insoluble argumento los Peripatéticos, y Cartesianos, conviene a saber: si cualquier cuerpo continuo se compusiese de átomos indivisibles, se inferiría, que un cuerpo tardo, como la Tortuga, debía caminar en un mismo tiempo, lo mismo que una Águila, o una Estrella; pues el cuerpo tardo no puede caminar menos en un punto de tiempo, que un punto de espacio (por cuanto los puntos son indivisibles [27] en vuestra hipótesis) así es, que el cuerpo velocísimo, por muy rápido que camine, no puede menos de gastar un punto de tiempo, en caminar un punto de espacio: luego el cuerpo tardísimo, y el velocísimo, caminando un mismo tiempo, andan lo mismo, lo cual es absurdo, y contra lo que se experimenta.

Gasendista. Si contra alguno valiera ese argumento, fuera contra Zenón, Príncipe de los Estoicos, que se figuró los átomos iguales, y sin extensión; pero contra nosotros, que los suponemos desiguales, y extensos, no tiene fuerza alguna: pues siendo uno mayor que otro, se entiende muy bien, que el cuerpo más tardo camine la mitad de distancia, que el otro; y aunque el más veloz camine muchos puntos de espacio, mientras el más tardo aún no haya acabado de caminar uno. Cuanto y más, que el moverse un cuerpo tardamente, no es otra cosa, que no moverse en todos los puntos de tiempo, sino tener sus morulas, o paradas: (de las que no hace tantas el cuerpo veloz) luego se implica en términos el argumento, pues siendo un cuerpo tardo, y otro veloz, supone, que ambos caminan un mismo tiempo: pues las paradas interpuestas, que el tardo hace, no pueden contarse por tiempo, en que camina. Con esto nos ahorramos de aquellos términos oscuros, categoremático, sincategoremático, partes alícuotas, y proporcionales, con que las Escuelas intentan dar soluciones más intrincadas, que el mismo Continuo.

Prosiguiendo, pues, la descripción de los átomos, también son varios en figura, unos redondos, otros triangualres, otros anzuelosos, &c. y de esta variedad de figuras proviene, que unos cuerpecillos penetren el órgano de la vista, y no el del olfato, u oído, porque caben, y se proporcionan, para impresionar las porosidades de un órgano, o no caben, o pasan holgados, y sin tropezar por las del otro. Proviene también, que los cuerpos disueltos, y después aquietados, siempre queden formados en determinada figura, según la figura que les dan la combinación de sus átomos, y así la sal común queda formada en cuerpos cúbicos, el alumbre en octaédricos, u ochavados, el nitro en hexágonos, y así de los demás. [28] Finalmente proviene, que unos cuerpos sean más fijos, y otros más volátiles, por el mayor, o menor enlace, y trabazón, que tienen entre sí las partículas, originada de la especial figura de los átomos, por la cual son capaces de engarzarse más o menos estrechamente; por eso la plata no vuela en la copela, como el plomo, o mercurio, y el oro aún es más resistente, porque las partículas rapídisimas del fuego pueden arrebatar los cuerpecillos menos unidos; pero no pueden los más trabados, o porque en los cuerpos, que tienen los poros más anchos, hallando fácil paso los corpúsculos que exhalan del fuego, no hacen tanto ímpetu en sus partículas, y así no las arrebatan.

También tienen los átomos el determinado movimiento, que Dios les imprimió en su creación, según la idea, y leyes, con que determinó hacer este mundo, el cual grado de movimiento siempre conservan, mientras no están impedidos, y enredados con otros; pero al punto que se ponen en libertad, nuevamente le recuperan, por serles natural, y congénito.

En esta opinión se explica mejor la naturaleza, que en otras, y según el rigor, con que la llevó Epicuro, sólo tiene que enmendar, para cristianizarla, el que los átomos sean infinitos, y que se muevan casualmente por sí; pero diciendo, que Dios los hizo finitos, y los imprimió el movimiento, según sus eternas ideas, queda reformada, sin grave escándalo, pues mucho mayor castigo, y corrección necesitó la de Aristóteles para ajustarla a los Dogmas de Fe. Por lo demás, con ésta se explican más sensiblemente los fenómenos naturales; es a saber, ¿por qué una cosa es rara, o densa; blanda, o dura; aguda, o embotada; volátil, o fija? Lo que no pueden explicar tan bien, los que dan la materia infinita, o los que la dan figurada; pero con tan escasa variedad, que, o no basta, o no es del caso para tanta diversidad de cosas, como constará adelante, cuando se hable de los fenómenos físicos, y de las cualidades de los cuerpos.

Escéptico. Tantas han sido, señores, las diversas sentencias sobre los principios del Ente natural, que su misma variedad muestra bien, que hasta ahora no se saben. [29] Por eso los Griegos a la materia prima la llamaron Selva, o porque Dios la ocultó, y enmarañó tanto al examen de los hombres, o porque es de tal modo obscuro el camino de encontrarla:

Quale per incertam Lunam sub luce maligna
Est iter in
Silvis, ubi Coelum condidit umbra
Juppiter, & rebus nox abstulit atra colorem.

Unos dijeron, que era el agua, y otros el fuego, otros la extensión, otros los átomos. Pitágoras dio por principios la materia, y los números. Platón la materia, y las ideas. Aristóteles la materia, y la forma. Epicuro los átomos, y el vacío:

Omnis ut est igitur per se natura duabus
Constitit in rebus, quae corpora sunt, & inane.

Cartesio sus materias, sutilísima, globulosa, y estriada. Gasendo sus átomos, y la configuración. Y en fin, si se hubieran de referir todas las opiniones, sería menester más tiempo que el de una noche. Pero como sólo aquietamos la mente, en lo que tocamos con los sentidos, y nadie fue testigo de vista de la materia de que Dios hizo este Universo, es propiamente echarse a adivinar, quererlo saber, mientras no lo revele el mismo, que lo crió. La revelación que tenemos es, que en el principio crió Dios el Cielo, y la Tierra. De este dogma certísimo se infiere, que jamás hubo materia alguna sin forma, pues en el principio sacó Dios de la nada Cielo, y Tierra, sin duda con sus formas de Cielo, y Tierra: y se infiere, que esos átomos, y esas materias cúbicas, que se formaron en sutiles, globulosas, y estriadas, por varios torbellinos, son meras ficciones de la fantasía, pues en el principio fue criado el Cielo, y la Tierra, y antes del principio nada precedió, sino la nada; las demás hipótesis, que se desvían del Sacro Texto son Gentílicas, e imaginarias: pues considerar la materia desnuda, y prescindida de toda forma, es considerar un Ente de razón, que no tiene otro ser, que en el entendimiento. Y porque mejor lo veáis, decidme, señor Cartesiano, aquellos primeros cuerpos cilíndricos, que, según vuestra mente, se revolvieron sobre su propio centro, ¿no tenían su especial figura? Luego tenían forma; [30] porque los compuestos substanciales no se distinguen en otra cosa, (si no nos engañáis) que en la figura, que los especifica, y distingue unos de otros. ¿Podéis acaso concebir, que unos cuerpos, que tenían determinada figura, extensión, y solidez, ni fuesen lucientes, transparentes, ni opacos, (que son las tres especies de cuerpos que ponéis) no pudiendo haber medio entre producir, o no producir luz: y entre dejarla, o no dejarla pasar? ¿Vuestros átomos, señor Gasendista, no tenían su determinada figura, y magnitud? Luego tenían su forma de átomos, distinta de la forma de hierro, o del oro: y aun entre sí mismos se distinguían específicamente: pues por eso se distingue específicamente el hierro, del oro, por las varias figuras, que les son esenciales a uno, y otro, y por los diversos espacios, o vacuos interpuestos; pero estas mismas varias figuraciones tenían los átomos: luego tenían su forma específica, que los distinguía entre sí, y de los demás Entes; y así, aun antes de haber compuestos, eran ellos compuestos substanciales.

Todas esas opiniones las han inventado espíritus sutiles, pero ociosos, e inútilmente, porque no puede servir para nada de los usos humanos; pues si algo sirve para esto, sólo es inquirir las materias inmediatas de las cosas, no la primera, y más remota. Esto se inventó, como la esgrima con espada negra, para jugar, y ensayarse los ingenios a reñir Escolásticamente. Cada uno lo dice como quiere, alegando razones, y discursos de que el otro se escurre con otros tantos; y lo peor es, que en llegando a presentarse estos Esgrimidores burlescos en el verdadero Teatro de las Artes Físicas seriamente, y con espada blanca, no sólo no les sirven esas doctrinas, si no suelen salir los primeros concluidos, y escarmentados.

La definición de los Aristotélicos es justa, y verdadera: justa, porque define metafísicamente un Ente, que sólo es metafísico: verdadera, porque el ser primer sujeto de la generación substancial, conviene tanto a la materia Cartesiana, como a los átomos Gasendistas; sólo parece obscura, pues debiendo dar positiva especie de lo que es absolutamente la materia, no explica sino la relación [31] de la primacía, que tiene en la composición. La materia de Cartesio tiene contra sí la infinitud. La de Gasendo tiene, que donde hay magnitud, y solidez, parece se debe concebir divisibilidad; es verdad, no obstante, que muchas cosas persuade la razón necesarias, que la naturaleza demuestra imposibles: pues por más sutil, que sea la naturaleza, es más delicada nuestra mente. En un gran peso equilibrado convence la razón, que si de un lado en la balanza se pone una mosca, se ha de perder por allí el equilibrio; pero la experiencia enseña lo contrario. Los Matemáticos, con modo metafísico, consideran a la cantidad abstraída de la materia; fingen puntos matemáticamente indivisibles, y sin extensión; línea sin latitud, y otras semejantes cantidades: con que de ellas, como separadas, conciben consecuencias, que de ellas, como unidas a la materia, salen imposibles. Estas abstracciones son la causa de las implicaciones, con que solemos encontrar, cuando espiritualizamos las cosas, sacándolas del quicio de materiales, y corpóreas, porque las divisiones, que hace el concepto, no siempre las puede hacer la naturaleza: y otras, que hace la naturaleza, se le ocultan al entendimiento. Por lo cual, en cuestión tan inútil, podéis seguir la opinión, que quisiereis, como que nadie os podrá convencer con experiencia; haciendoos cargo, de que para conseguir la verdad ninguna alcanza; pero para gritar cualquiera sobra. Esto baste, hasta mañana, pues divertidos en el dulce coloquio:

Luna cadens medio, volucri pede, volvitur Axe.


filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2001 filosofia.org
Martín Martínez | Filosofía escéptica
Madrid 1750, páginas 17-31