Martín Martínez (1684-1734)
Filosofía escéptica (1730)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2001
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De la Física general.
Diálogo primero proemial.

De la Historia de la Filosofía.

Aristotélico. Cartesiano. Gasendista. Escéptico.

Aristotélico. Ya parece, que vuesas mercedes se han olvidado de su antiguo Amigo.

Escéptico. Mas parece, que vos os habéis olvidado de los vuestros, pues tanto tiempo nos habéis hecho carecer de vuestra amable compañía.

Aristotélico. La precisión de seguir las Escuelas me sacó de mi Patria; y lo que fue más sensible, me divorció de vuestras dulces, y eruditas conversaciones.

Escéptico. ¿Y en qué habéis empleado el tiempo?

Aristotélico. En las materias Filosóficas, que acabo de estudiar por uno de los Autores Aristotélicos; si bien no sé qué rumores he oído, de que en el siglo pasado se movió sedición en el imperio de las Letras, atropellando el respeto, y turbando el pacífico dominio, que sobre ellas, por muchos años, había obtenido Aristóteles.

Escéptico.Es verdad; pues reparando algunos más generosos ingenios, que la Física de vuestro Aristóteles no era [2] más, que un diccionario de términos vagos, y confusos, ineptos para explicar sensiblemente los efectos de la naturaleza; o que no tanto es Filosofía, cuanto una especial lengua, que no entiende el Vulgo, han alterado tanto vuestro sistema Filosófico, que apenas hay doctrina, que no haya padecido impugnación, y novedad: Y aquí tenéis dos Amigos (y a fe bien noticiosos) que siguen contrarias opiniones a la vuestra.

Aristotélico. Me admira lo que me decís, pues a Aristóteles le he oído llamar siempre por antonomasia el Filósofo.

Cartesiano. Estos a quienes lo habéis oído, lo oyeron también ellos, pues por la mayor parte no le han leído, sino citado, o salpicado: y de los más que le han leído hay vehemente sospecha, de que no le hayan entendido, porque (según él confiesa en su Carta a Alejandro) afectó no dejarse entender; y si algunos le han entendido, los más dicen, que nada dice: ¡con que no sé, por qué título le viene esa soberbia Antonomasia! Logró Aristóteles ser feliz tirano de los entendimientos, como Alejandro, su Discípulo, de las Provincias. Tocó a ruina, y saqueó contra las opiniones de sus hermanos los Filósofos. Recalcitró contra su Maestro Platón. Compró, y obscureció las Obras de Espeusipo. Ocultó la memoria del Grande Hipócrates, de quien robó sus más celebradas doctrinas: (como la del número, y esencia de los Elementos) en fin, ayudado de los tesoros, y autoridad de su Discípulo el Grande Alejandro, recogió, y sepultó en el olvido las Obras, y nombre de sus predecesores los Sabios; y por estos, y otros malos artes, impugnando a unos, y ocultando, o menospreciando a otros, con el sufragio de aquel Gran Príncipe, fácilmente se usurpó el arrogante título de Filósofo.

Gasendista. Ayudó no poco a su fortuna, que auxiliado del grosero gusto, y genio cavilador, y supersticioso de los Árabes, logró introducirse, y subyugar todas las Escuelas de Europa (no obstante que padeció varios infortunios, y condenaciones en la de París, como saben los Eruditos, y lo trae Juan Launoi de varia Arist. in Academ. Parisiens. fortun.) [3] hasta que con sabia, y cristiana política, viendo que con él se hacía la más cruda guerra al Cristianismo, y que era laudable estratagema dar a beber a aquellos Bárbaros el purísimo néctar de nuestros Sacros Dogmas en el inmundo vaso de su Filosofía, quedó su corrección a cargo del Angélico Maestro Santo Tomás, (empresa sólo digna de sus soberanos talentos) y así purificado, o por mejor decir desfigurado, fue traído como siervo violento a servir a nuestra Religión Católica, despidiendo a Platón, que tan fiel, y gloriosamente había servido a la Iglesia en sus primeros siglos.

Cartesiano. Pero como no hay fortuna constante en este mundo, en los siglos pasados algunos genios más desembarazados, como Gómez Pereira, Campanella, y otros, insultaron la venerable reputación de este Filósofo, impugnando algunas particulares conclusiones suyas. Finalmente, el famosísimo Renato Descartes fabricó un entero sistema Filosófico, (y otro el Rmo. P. Maignan) sacudiendo del todo el yugo Peripatético, y restituyendo la razón a su debida libertad.

Gasendista. Y casi al mismo tiempo el Eruditísimo Pedro Gassendo, resucitando, y cristianizando la antigua Filosofía de Epicuro, recopilada por Lucrecio (como Santo Tomás lo hizo con la de Aristóteles) estableció otro diferente sistema, plausible en toda Europa, permitido por la Iglesia, y no menos opuesto a Descartes, que al Aristotelismo.

Escéptico. Pero viendo la falibilidad de los silogismos, y discursos humanos, ha habido otros, que en todo han puesto duda, y sólo se han dejado convencer de la revelación Divina en los Dogmas de Fe, de la experiencia en las cosas naturales, y de los primeros principios de la razón en las consideraciones metafísicas, a los cuales llamamos Escépticos reformados. A esta opinión vivo inclinado, como lo viven aquellos más ingenuos, que profesan las Artes prudenciales, y han probado los escarmientos de la conjetura.

Aristotélico. ¡Cosas extrañas me decís! Y pues lo largo, y frío [4] de estas noches de Invierno convida a concurrir, y conversar, estimaré que la Filosofía sea el asunto de nuestros coloquios. Yo escucharé con el mayor desinterés vuestras razones, no sólo por la docilidad de mi genio, sino porque habiendo tan poco tiempo que estudio mis doctrinas, no estoy tan tenazmente asido a ellas, que la casualidad, o la facción hayan pasado a empeño.

Gasendista. Contribuiré muy gustoso con las especies que me ocurran: que aunque no sirvan de ilustrar la disputa, darán ocasión por lo menos a vuestros singulares ingenios, para afinar más los discursos.

Cartesiano. Vos propondréis primero la materia de que se ha de tratar; y en cada conclusión, os diré en breve el pensamiento de Descartes, para que justificadamente sintáis la fuerza de los fundamentos ajenos; y sin la pasión de Sectarios conozcáis la debilidad de los vuestros.

Escéptico. No obstante, señor Aristotélico, si vuestro intento es seguir los estudios Teológicos, cultivad la Filosofía de Aristóteles, como se estudia en nuestras Escuelas, no sólo por la armonía, con que mutuamente se dan la mano el sistema Filosófico con el Teológico, sino porque como el Aristotélico se funda en ideas abstractas, parece más proporcionado para explicar las cosas sobrenaturales, ajenas de toda materialidad; pero si queréis seguir las Ciencias naturales, parece que hallaréis más claras, y útiles ideas en los Filósofos corpusculares (que sobre principios Geométricos, y sensibles han interpretado la naturaleza) que en vuestros Autores, que no cuidando en los Cursos que han escrito de adelantar la Física, sólo han tomado por intento hacer unos Proemiales para su Teología.

Aristotélico. No es mi ánimo ser Teólogo; pero aunque lo fuese, oiría con gran gusto noticias tan curiosas.

Escéptico. Pues siendo así, demás de decir yo mi parecer sobre los vuestros, tomaré el trabajo de escribir los Diálogos, aunque ocupe en esto gran parte de la noche [5] sobre las tareas del día; y aunque seamos murmurados de aquellos, que ineptamente gastan mucho más tiempo en novedades, juegos, y diversiones.

Gasendista. Por eso decía un Discreto, que los Médicos estudiosos eran muy parecidos a Plauto, de quien se cuenta, que de día daba vueltas, atado como mulo a una Tahona, para ganar la vida; y de noche escribía las celebradas Obras, que de él nos han quedado.

Escéptico. Pues antes que empecemos las cuestiones, será bien en vez de Proemio hacer una sucinta descripción Histórica de la Filosofía, y su objeto; contar su origen, y progresos; y dar noticia de los principales Autores, que la cultivaron.

Gasendista. Sea muy en hora buena; todos oiremos gustosos esas noticias, que aunque tan comunes, no será común el modo fluido, y agradable, con que nos la dirá vuestra elocuencia.

Escéptico. Filosofía, pues, es palabra Griega, que significa amor a la sabiduría, voz modesta de que usaron los antiguos Sabios, para explicar con humildad desengañada su poca ciencia, y su mucha afición.

La Filosofía, generalísimamente hablando, es Ciencia de las cosas Divinas, y Humanas: en el cual concepto se incluye la Teología, Metafísica, Física, Ética, Jurisprudencia, y Lógica; pero dejando las demás, que no son de nuestro instituto, la Filosofía Física es una Ciencia, o por mejor decir, es una probable noticia de los efectos naturales por sus causas. Dije probable noticia, porque habiéndonos Dios dejado en este mundo sólo cierto el uso de las verdades, pero no la comprehensión científica de ellas, por más que investiguemos las causas de las cosas, nos es fácil su probable noticia, pero imposible la evidencia: Esto para mí, no sólo es de Fe humana, sino aun de Divina: pues la Sacra Escritura enseña, que de todas las obras de Dios, que están debajo del Sol, no puede hallar razón el hombre; y que cuanto más trabaje para inquirirlo, tanto menos hallará.

No obstante esta Ciencia, o probable noticia, se distingue del conocimiento vulgar, porque el Vulgo ve [6] los efectos, y no sólo no conoce las causas, y razones, por las cuales las cosas son así; pero ni aun prudentemente las investiga, ni trabaja para conocerlas, que es la pésima ocupación, que dio Dios a los hijos de los hombres, esto es, a los Filósofos.

Entre estas obscurísimas sombras dejó la Filosofía nuestro primer Padre Adán, desde que el borrón de la primera culpa afeó la Naturaleza, y malogró la hermosa luz de Ciencia, que le infundió su Criador, quedándole sólo por piedad divina la luz de la razón, o primeros principios, que adelantados con repetidas experiencias en el dilatado curso de su vida, le constituyeron en la Ciencia adquirida consumado Filósofo, y Maestro de su posteridad.

De Adán descendieron todas esta adquiridas noticias a los primeros Patriarcas ante, y postdiluvianos hasta Moisés, que las comunicó a sus Israelitas, de quienes pasaron a los Egipcios, Asirios, Caldeos, Fenicios, Griegos, Latinos, Árabes, y de estos a nosotros; pero así como los que caminan muchas tierras suelen mudarse tanto en facciones, y modos, que de nadie son conocidos, así la anciana sólida Filosofía ha desfigurado tanto de su primitivo aspecto, y traje, que si hoy resucitaran aquellos antiquísimos Sabios, no sabemos cuál de las que hoy corren abrazáran; ni aun si a alguna de ellas reconocieran.

Volviendo a la Historia, Tales Milesio (uno de los Siete Sabios de Grecia) fue el primero, que habiendo aprendido la Filosofía entre los Egipcios, la participó a los Griegos, quienes por su ingenio sutil, originado del benigno Clima, que habitaban, y su infatigable aplicación, (fundada en la estimación, que de ellos, y sus Obras se hacía) hicieron tales progresos, que llegaron a tener la presunción (como nota Bacon de Verulamio) de que con ellos habían nacido las Ietras, y con ellos habían de perecer.

Suscitáronse en la Grecia dos principales Sectas de Filósofos, que fueron como matrices de las demas; [7] es a saber, la Dogmática, y la Académica. La Dogmática aseguraba, que había encontrado la verdad de las cosas (si con temeridad, o sin ella, júzguelo quien fuese versado en los fenómenos naturales) y ésta se dividió en dos partidos, el primero se llamó Jónico, y el otro Itálico.

Del partido Jónico fue Autor el mismo Tales, el cual no sólo trabajó en inquirir los efectos Sublunares, sino se dedicó tanto a la contemplación de las Estrellas, que llegó a pronosticar los Eclipses de Sol, y Luna (efectos, que son los solo demostrables necesarios, y naturales, como que sabida la ley de sus movimientos, es preciso saber, cuando un opaco interpuesto delante de Lucido causara opacidad, o sombra; pues los demás pronósticos, que el ignorante Vulgo cree, son vanos, y ridículos.) El primer Discípulo de Tales fue Anaximandro; a éste se siguieron Anaxímenes, Anaxágoras, Arquelao, Jenofantes, Heráclito, Demócrito, y otros, hasta que Sócrates abandonando con el partido el Dogma, instituyó la Secta Académica, llamada Antigua Academia, de que después hablaré.

De la Secta Itálica fue Caudillo Pitágoras, Discípulo de Ferécides Siro, que habiendo pasado a Babilonia, y Egipto (donde entonces florecían más los Artes) volvió a establecer su Escuela en Italia, de donde tomó el nombre de la Secta. Este fue el primero, que se puso el título de Filósofo, porque preguntándole Leonte el Tirano, cuál era su profesión, respondió, que Filósofo (esto es, amante de la sabiduría) por no usar el vano apellido de los demás Griegos, que se llamaban Sabios: de éste fueron Discípulos Timeo Locrense, Arquitas Tarentino, Filolao, Parménides, Zenón, y Meliso, con otros celebérrimos.

La Secta Académica (llamada así de Academo, un Ciudadano rico, que dejó un Lugar ameno cerca de Atenas para fundar la Escuela) fue instituida por su Príncipe Sócrates, natural de Ática. Éste después de investiguar cuidadosamente la naturaleza, se dedicó [8] todo a la Filosofía Moral, estudiando en corregir, y enderezar sus costumbres a lo justo, y honesto; o porque enfadado de la incertidumbre de las opiniones, buscó lo cierto en la bondad de las costumbres; o porque purificando sus procederes de los apetitos terrenos, creyó poder llegar más desembarazado a contemplar las perfecciones del mismo Criador, donde virtualmente están contenidas las criaturas. Su fin fue trágico, porque como se oponía al Vulgo, impugnando con su natural gracia, y donaire las opiniones de su entendimiento, y reprehendiendo los defectos de su voluntad, fue acusado por algunos falsarios, y envidiosos, e injustamente condenado a muerte; si bien después el mismo Magistrado de Atenas lloró su pérdida, no sólo lastimado de su inocencia, sino codicioso de su pericia.

Los Sectarios de esta Doctrina (al contrario de los Dogmáticos) decían, que nada se sabía con certeza, y así jamás defendían con tenacidad opinión alguna: investigaban, pero nada decidían. Los principales, que la siguieron, fueron Crito, Aristipo, Cebes, Jenofonte, Eurípides, pero el más eminente de todos fue Platón (si no contamos al expertísimo Hipócrates Coo, que en muchos lugares se declara, y en todos se insinúa enemigo del Dogma) y por eso los de este sentir se llamaron Platónicos, y también Escépticos, que quiere decir inquiridores de la verdad.

Otra Academia hubo moderna, cuyo Maestro fue Arcesilas, a quien siguieron Evandro, y más agudamente Carnéades, que con singular elocuencia leyó en Roma, teniendo por Discípulos a Clitomaco, Filón, Antíoco, y mucho después a Cicerón. Estos hiperbólicamente llevaron la duda hasta el extremo, por lo cual fueron llamados Acatalépticos (esto es, insensibles) porque decían, que no sólo nada se sabía, sino que ni aún podía saberse; negándose del todo al informe de los sentidos, sin duda hiperbólicamente, por rebatir el demasiado orgullo de los Dogmáticos, que confiaban sobradamente, no sólo en la falibilidad de sus sentidos, sino en la ceguedad de sus potencias, y aserciones. [9]

De los muchos Discípulos de Platón, el más ilustre fue Aristóteles, natural de Estagira, Villa de Macedonia, por lo cual fue llamado el Estagirita, hombre de agudo ingenio, y elevado espíritu: éste, muerto Platón, y Espeusipo (cuyas Obras compró por tres talentos, que le dio Alejandro Magno, para disfrutarlas, y borrarlas de la memoria de los hombres) vanaglorioso con la protección de este gran Monarca, su Discípulo, e hinchado con la creencia, o la ficción de que había penetrado los arcanos de la naturaleza, se desdeñó de seguir a Platón, su Maestro, y corrompiendo la leche, que había mamado de la Academia, desertó de la duda, y volvió al errado dictámen de afirmar como ciertas sus sentencias; y por su maña, o apoyo, reducidos a Dogmáticos todos los Filósofos de aquel tiempo, se dividieron en tres bandos: uno de Estoicos, cuya Aula era un Pórtico: otro de Epicúreos, del nombre de Epicuro, su Maestro: y otro de Peripatéticos, llamados así de la voz Peripato, que significaba un Patio, donde paseando alrededor disputaban, la cual costumbre, y genio ambulativo conservan aún los Peripatéticos modernos.

De los Peripatéticos fue cabeza Aristóteles: de los Estoicos, Zenón: y de los Epicúreos, Epicuro (como ya dije) cuya vulgar, y falsa fama de sensual, y delicioso vindicaron nuestro Don Francisco de Quevedo Villegas, y Pedro Gassendo, probando ambos nerviosamente, que fue de los Filósofos más sobrios; pues aunque se le imputa, que tuvo su Escuela en lugares amenos, y Jardines, éste no es argumento contra la moderación de sus costumbres; y aunque acabó sus días metido en un baño, y bebiendo un vaso de vino, que le trajeron sus Discípulos, consta, que esto no fue por delicia, sino por remedio del mal de piedra, de que adolecía, y de que murió: pues por otro lado se sabe, que su común alimento era agua, y harina, o cuando más, por extraordinario, un plato de higos, siendo tal su templanza, que como no le faltase una puche, solía decir, que era tan feliz como Júpiter.

La doctrina de Platón, no obstante, tuvo los mayores [10] créditos en la Iglesia, hasta los ocho primeros siglos. Siguiéronla de los Padres Griegos San Justino, el Gran Basilio, San Gregorio Nazianceno, Clemente Alejandrino, Orígenes, y otros; de la Iglesia Latina bastará nombrar uno por diez mil, y sea el Grande Agustino, que ilustrándola con su soberano ingenio, la hizo servir de prueba a nuestra Sagrada Religión contra los Heresiarcas de aquel tiempo. Pero viendo después, que con las doctrinas de Aristóteles (que entonces servían de fomento a los Herejes, como prueba históricamente Launoy, ya citado) se hacía la más cruel guerra a nuestra Fe, se encargó, y dedicó el Angélico Maestro Santo Tomás a castigarlas, y arreglarlas a las verdades cristianas, para desarmar a los contrarios. ¡Acendrada política del celo Católico! Excluir a Platón, como más seguro, y conforme, teniendo por esta parte mejor guardadas las espaldas, y admitir a Aristóteles, como menos fiel siervo, haciendo como solemos decir, del ladrón fiel.

Los que más se señalaron (vuelvo a decir) en extender la doctrina de Aristóteles fueron los Árabes, que aunque hoy Bárbaros, tuvieron por casi cinco siglos la Regencia de las Letras, y principalmente Averroes, y Avicena, Intérpretes tan apasionados de este Filósofo, que el primero se atrevió sacrílegamente a afirmar, que lo que Aristóteles decía era la suma verdad, y que su entendimiento era el fin del humano entendimiento. Estos, con las varias inundaciones, que hicieron en Europa, introdujeron, y acreditaron a Aristóteles en nuestras Universidades, de donde se ha derivado esta Filosofía contenciosa, y vociferante, que llamamos Escolástica, a diferencia de la Experimental; si bien aún no están convenidos todos, pues se han dividido en tres Escuelas, tan acérrimamente entre sí opuestas, que lo explica bien en sus congresos, y disputas el colérico alboroto de patadas, y gritos.

Yo os confieso ingenuamente, señores, lo que ya se ha dicho; esto es, que para la Teología me persuado es más acomodada la Filosofía Aristótelica, por la bien [11] examinada concordancia, que tiene un sistema con otro: pues aunque los Insignes Maignan, y Sagüens, de la Orden de los Mínimos, trabajaron otro sistema Filosófico (que corre con aceptación por toda Italia, y Francia) sobre que fundaron el Teológico, ninguno parece que está con más firme armonía, que el Aristotélico (a lo menos ninguno suena mejor a nuestros Teólogos Españoles) pero en las cosas físicas, y materiales, así como los que ven por vidrio verde, todo lo miran verde, así los que ven por anteojos Aristotélicos, todo lo ven con formalidades, abstracciones, reduplicaciones, y virtualidades: de donde se sigue, que como la naturaleza, para las Ciencias naturales, no quiere ser abstraída, sino desmenuzada (como reparó Verulamio) de ahí es, que la Filosofía de Aristóteles es menos conducente para las Ciencias Físicas, cuales son la Medicina, Espagírica, Matemática, Agricultura, Náutica, y demás Artes, que materialmente sirven para los usos humanos, y que no contemplan a los Entes como universales (supremos, subalternos, o ínfimos) sino como corpóreos, y analíticamente divisibles: ni consideran las hecceidades, petreidades, reduplicaciones, precisiones, connotaciones, causalidades, subsistencias, ubicaciones, relaciones, facultades, cualidades ocultas, y otros conceptos, que parece no sirven para adelantamiento de la Física; antes inquieren las verdaderas causas, y principios sensibles de las cosas.

Estas razones movieron en el penúltimo siglo a Galileo Galilei, famoso Matemático, y Físico de Florencia, a redimir la servidumbre de su entendimiento, buscando otros más sensatos principios: y dejando respetuosamente para los Claustros (en donde parecen precisos) aquella multiplicidad de Entes, y palabras, que para el fin de investigar la naturaleza, más juzgo le confundían, que le ilustraban.

A su ejemplo Renato Descartes inventó (como ya habéis oído) su sistema mecánico, el cual siguen Rohault, Purchot, Bayle, y casi todos los modernos Franceses. Al mismo tiempo Pedro Gasendo, Canónigo Diniense, y [12] Maestro de Matemáticas en las Escuelas de París, resucitó los ya olvidados átomos de Demócrito, y Epicuro; a la cual opinión se arrima Edmundo Dikinson en su Física vetus, & vera, intentando esforzar, que ésta fue la Filosofía, y mente de aquellos antiquísimos Sabios, y Patriarcas de antes, y después del Diluvio.

Yo, considerando tantas diferentes, y encontradas sentencias, por la misma oposición de sus principios saco la más eficaz prueba, de que aún no está ocupada la verdad: y que sólo se sabe lo que se experimenta, no lo que se opina: pues por revelación natural de los sentidos nos ha enseñado Dios, que el fuego quema; pero nos ha ocultado el cómo. Bastó concedernos lo útil, sin descubrirnos lo curioso: y así sin cautivar mi asenso en las cuestiones, que propongáis, expondré mis reparos. Inclinaréme tal vez a lo más verosímil; pero nunca creeré, lo que no atestigüe la experiencia, que es el propósito, e instituto de los Escépticos, Secta que no desmerece contarse entre las demás, así porque las especula todas, como porque tiene por Patronos, fuera de los Antiguos; a los hombres de más desembarazado juicio de este tiempo, como Sidenham, Gasendo (que siempre inclina a lo dubitativo, y propone con débil asenso sus opiniones) y entre nuestros Españoles (fuera del Doctor Don Miguel Boix, mi suspirado amigo, y otros muchos doctos Médicos) al que vale por muchos, el eruditísimo Don Diego de Saavedra, Carnéades de nuestro siglo, que en su República Literaria, habiéndose antes declarado a favor de la duda, satiriza tantos libros, como hay escritos inútilmente, y que no sirven para descubrir la verdad, diciendo con su acostumbrado donaire en el expurgatorio que hace de ellos, que a los que llegaban con materias de Astrología, Nigromancia, sortilegios, adivinaciones, y Alquimia, los enviaban para hacer cohetes, e invenciones de fuego: a los Satíricos, para papeles de agujas, y alfileres, para envolver pimienta, dar humo a narices, y hacer libramientos: a los que traían materias Médicas, para tacos de arcabuces; y a los de Filosofías imaginarias, para florones, gatos, y perros de cartón. El juiciosísimo [13] Verulamio fue de sentir también, que cuantas Filosofías había inventadas, y recibidas, eran otras tantas fábulas, y Escenas Cómicas, haciendo cada uno el mundo a su gusto, convocando, y amasando los Elementos a medida de su paladar, y estableciendo arbitrariamente hipótesis tan difíciles de probar, como de creer.

Verdaderamente la razón desapasionada dicta, que para proceder con rectitud en estas materias naturales, sólo debe darse crédito a la observación, y experiencia, recusando los meros discursos, y los Autores, y sus Escritos desnudos de ella: ¿pues quién será tan necio que no crea que hay Indias habitadas, porque gravísimos Autores escribieron, que no había más tierra que el Continente, entonces descubierto? ¿Ni crea, que se puede vivir (y más cómodamente) en Quito, y Lima, porque otros discurrieron, que la Línea, y toda la Tórrida Zona era inhabitable por los grandes ardores? ¿Quién se negará a que circula la sangre en nuestro cuerpo, porque Galeno, y Avicena no lo dejaron claramente prevenido? Sólo la autoridad de Dios, y la Iglesia es infalible; las demás pueden engañarse, y engañarnos.

Tampoco es racionalidad mantener tercamente una opinión, sólo porque la aprendimos, y nos hemos hecho faccionarios de ella; más razón será examinarla con reflexión, y dar indiferente oído, escuchando todas las partes, para hacer más recta justicia. Yo supongo, señores, que vosotros no seréis de estos espíritus obstinados, y en particular el señor Aristotélico; mas si acaso lo fuéreis, dejemos los coloquios, y no prosigamos adelante, que es perder el tiempo, y la paciencia discurrir con los tercamente preocupados.

Aristotélico. Yo ofrezco escucharos con la mayor docilidad: pues los Aristotélicos, aunque reputados por tenaces de sus opiniones, no pueden negarse a la razón, ni yo es razón me niegue a ella, y más oyéndola con el realce de vuestra explicación.

Gasendista. Es así; yo he conocido muchos Aristotélicos ingenuos, y dóciles, que aunque para la vida común, y en el fuero exterior, defendían sus principios, en el interior, [14] y privadamente bien conocían, y confesaban la insuficiencia de ellos, para explicar con claridad los efectos de la naturaleza. Y así para pasar a otras conversaciones, concluid vuestro discurso Proemial.

§.

Escéptico.Prosigo. Esta voz Física es Griega, y significa Ciencia de la naturaleza, o conocimiento del cuerpo natural, en cuanto natural. Por naturaleza, tal vez se suele entender la esencia de una cosa, y así en Dios concebimos naturaleza, porque concebimos esencia, o ser Divino.

Otros por naturaleza entienden la materia; y la forma; otros, lo que se contrapone al arte, o industria; tal vez llamamos natural a aquello que se opone a lo violento; pero más propiamente, y a nuestro asunto: Naturaleza en general, es el conjunto de todas las causas criadas, y destinadas a obrar, según las leyes, que las impuso su Dueño, y Criador: y por eso llamamos a Dios Autor de la Naturaleza, o Naturaleza naturante, porque crió, y ordenó estas causas segundas con determinadas leyes, y destinos para la composición, y armonía del Universo.

Aristóteles dijo, que la naturaleza era principio de movimiento, y quietud de aquella cosa en que está primariamente por sí, y no por accidente. Pero omitiendo lo prolijo, y obscuro de esta definición, si se reparan con cuidado todos los efectos de la naturaleza, se hallará, que lo que se mueve (como enseñó el mismo Aristóteles) por otro se mueve: pues cualquier cuerpo de suyo es indiferente al movimiento, o la quietud, si otro de fuera no le determina: con que si los Aristotélicos no tienen su definición por infalible, nos permitirán, que la tengamos por sospechosa. Fuera de que no nos explican, siendo la naturaleza principio indiferente de movimiento, y quietud, quien la determina a uno, u otro, pues ambas cosas a un tiempo son incompatibles. Ni nos reveló Aristóteles, cómo, y cuándo la naturaleza era causa de movimiento; [15] o cómo, y cuándo lo era de quietud. Y así, mientras no nos lo aclaren, no deben llevar a mal, que les embarguemos la tal definición.

Sólo Dios es el único, y verdadero principio del movimiento, pues fue quien dio el primer impulso a la materia, el cual hasta hoy se conserva comunicado de unos cuerpos a otros, y repartido variamente en toda la naturaleza, hasta que lo mande aquietar el mismo Dios, que es también verdadero principio de quietud. Este mismo movimiento, según sus varias remisiones, concursos, participaciones, y modos, origina todas las alteraciones, generaciones, y corrupciones, que en el Mundo observamos.

Mucho mejor definió Platón a la Naturaleza, cuando dijo, que era Arte de Dios en la materia, pues todas las cosas naturales no son más que unas máquinas de la idea Divina. Y así como el Reloj entre las cosas artificiales no se mueve por sí, sino conserva por razón de la conexión de sus ruedas, y la opresión del muelle, aquel primer movimiento a que le destinó el Artífice: así las cosas naturales, que son fábricas de su Criador, hechas con Matemática Divina en número, peso, y medida, no son principio de su movimiento, sino habiéndole recibido, o le mantienen, o le participan, según las leyes, y potencias, con que fueron criadas.

De aquí se infiere contra el vulgar sentir, que la naturaleza no debe entenderse por cada cuerpo singular, como principio, y causa de los movimientos, y mutaciones, que en sí tiene (pues si quedara un solo cuerpo, destruidos todos los demás del Universo, no fuera por sí capaz de moverse, o mudarse de aquel estado, o sitio en que Dios le dejase, ahora fuese quieto, ahora movido) entiéndese por naturaleza la colección de todas las causas, que concurren a las tales mutaciones; v.gr. cuando el Árbol crece, no es él solo principio de su movimiento vegetativo, sino el Sol, el Aire, el jugo de la tierra, y las demás causas, que influyen, y contribuyen activamente a la preparación, cocción, introducción, y circulación por sus fibras del [16] humor, que sirve de nutrirle. Con que la voz naturaleza es una palabra compendiosa para explicarnos brevemente, aunque contiene en sí muchas ideas, y no quiere decir una sola cosa singular. Los imperitos Filósofos usan de ella, para disimular su ignorancia, pues con el corto socorro de esta voz desatan fácilmente los más arduos fenómenos, diciendo de cualquiera de ellos, que es obra de la naturaleza; así echando obscuridad sobre la pregunta, quedan satisfechos, aunque malamente, de su respuesta. Dicen de la naturaleza, que es Autora de cosas estupendas: Maestra, sin Maestro: que nada hace en vano: que aborrece lo superfluo, y otras iguales expresiones; pero después de todas ellas, el que pregunta se queda con su curiosidad, y el que responde con su remordimiento de conciencia. Pregúntase, ¿por qué la pólvora causa estruendo? ¡Pronta, y fácil respuesta! Por su naturaleza. ¿Por qué del retozo de los gatos inferimos la lluvia? Por su naturaleza; y así de lo demás. ¡Por cierto descansada clave! A esta cosa en muy breve está uno hecho consumado Filósofo.

Vuelvo al intento: el objeto material de cualquier Facultad es la materia de que trata; y el objeto formal es la razón, o modo, debajo del cual la trata; y de los dos resulta el objeto total, o de atribución; v. gr. el objeto material de la Matemática es la cantidad; el formal es la mensurabilidad, porque la Matemática trata de la cantidad en cuanto mensurable, y éste es su objeto total: así el objeto material de la Física es la naturaleza, o el cuerpo natural: el formal es la razón, debajo de la cual trata de él; esto es, en cuanto natural, o en cuanto es una substancia impenetrable extendida, capaz de moverse, aquietarse, dividirse, figurarse, y las demás cualidades, o afecciones, que de aquesto nacen: y del conjunto de ambas cosas resulta el objeto total, que las Escuelas llaman de atribución; esto es, el cuerpo natural, en cuanto natural.

Diferénciase la Física de otras Ciencias, y disciplinas, que tratan también del Ente natural, porque tratan de él debajo de distinta consideración; v.gr. la [17] Medicina trata del Ente natural, sólo en cuanto sanable, o en cuanto conducente para la sanidad: la Química trata de él, en cuanto resoluble en sus principios, mediante el fuego: la Maquinaria, en cuanto figurable, elástico, y moble: la Óptica, en cuanto visible; y así de las demás, que pueden llamarse Físicas particulares, y que han servido de mucho a los Filósofos modernos para el adelantamiento de la Física general.

Dividiremos toda la Física general en diez Conversaciones: La primera es ésta, que sirve como de Prolegómeno. La 2 será de la materia prima. La 3 de la forma substancial. La 4 de la esencia, y existencia del cuerpo natural. La 5 de los principios perceptibles (llamados Elementos) de los mixtos. La 6 de las primeras, y comunes afecciones del cuerpo natural, como la magnitud, movimiento, quietud, figura, y sitio. La 7 de las cualidades particulares. La 8 del sistema del Mundo. La 9 de los cuerpos Celestes, y Meteoros. La 10 disputa, si los Brutos tienen alma sensitiva, o son meras máquinas corpóreas. Y baste por hoy, pues divertidos en la dulce conversación:

Iam condit radios Orizon: iam candida lucem
Luna negat: splendent tremulo sub lumine Campi.


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Martín Martínez | Filosofía escéptica
Madrid 1750, páginas 1-17