Fernando Garrido (1821-1883)
¡Pobres jesuitas! (1881)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2000
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Capítulo XX

Sumario. Menos el español todos los gobiernos del mundo están en contra de los jesuitas. –Unión de las corporaciones religiosas bajo la dirección de los jesuitas, para realizar especulaciones lucrativas, y revelación de algunos grandes negocios de las Congregaciones. –Número de jesuitas en varias épocas, desde su origen hasta hoy.

I.

Los gobiernos más reaccionarios y autoritarios, excluyendo acaso únicamente los de la restauración borbónica en España, han acabado por comprender, después de la triste experiencia de los pasados tiempos, que la Compañía de Jesús, lejos de ser para ellos eficaz sostén, es un gravísimo peligro, no sólo por su política egoísta, sí que también por la animadversión, por la repulsiva antipatía que a la opinión pública inspira, y que recae sobre los gobiernos que la patrocinan.

Persuadidos estamos de que la Compañía [250] de Jesús intervino calurosamente en la terminación de la guerra carlista, en 1875, contribuyendo a las traiciones que desorganizaron las ordas carlistas, a trueque de que el gobierno de la restauración protegiera su restablecimiento en España, saltando en provecho de ella por encima del Concordato, y sin perjuicio de restablecer este, en todo aquello que debía redundar en beneficio de la Iglesia romana. No de otro modo puede explicarse que un ministro que nada tiene de fanático, haya ido más adelante que sus predecesores en amparar y dar alas a una institución políticoreligiosa, esencialmente industrial, mercantil, solapadamente acaparadora de la riqueza, aun a riesgo de perder las simpatías de cuantos hombres hay en España animados de espíritu liberal y progresivo. ¡Fatalidad terrible para la restauración, que lejos de poder identificarse con las tendencias antijesuíticas, dominantes en todos los países civilizados, se ha visto obligada a hacer causa común con los jesuitas, gusanos roedores de todo árbol que bajo su sombra los cobija!

Lastre carlista llama la prensa de oposición liberal y republicana, a los carlistas a quienes da posiciones oficiales el gobierno; pero con más razón debiera llamarles lastre [251] jesuítico, puesto que por los intereses de la Compañía fueron carlistas, como antes habían sido isabelinos, y son alfonsinos ahora.

Los que cambian la casaca siempre que conviene a la secta jesuítica, no sirven más que a ésta, cualquiera que sea el bando en que militen.

II.

Las demás órdenes religiosas, en otros tiempos rivales de la Compañía de Jesús, han concluido, como la misma curia romana, por someterse pasivamente a su influencia. La necesidad de la unión de todas las legiones teocráticoromanas, contra la invasión de las nuevas ideas características de la civilización moderna, ha sido diestramente explotada por la Compañía de Jesús, por ser la más despóticamente organizada, la más militante y cosmopolita de todas ellas, al mismo tiempo que la más propia para resistir los ataques de los adversarios, por la elasticidad de sus reglas, que permite a sus miembros prestar juramentos falsos, cambiar de trajes, ocultar, en fin, su personalidad, representando todos los papeles exigidos por las circunstancias, sin excluir el de aceptar cargos públicos, y el ser confesores [252] de los confesores de los reyes, o de los mancebos cuando de ellos no pueden serlo.

A propósito del mercantilismo de los jesuitas, y en general de todas las congregaciones católicas, reproducimos aquí una nota que hallamos en estos, las Instrucciones secretas de los jesuitas, publicada en París en 1865, y que dice así:

«En estos como en otros negocios, no procede ya directamente y al descubierto; recurre a terceros, que dan la cara, y que la Compañía ayuda con su influencia.

»La Compañía de Jesús tiene numerosos establecimientos comerciales en ambos mundos; sola o como principal asociada tiene una verdadera flota de buques que sirven la línea de Brasil, y cuyo punto de partida es Burdeos. Tiene intereses no menos considerables en el Havre, donde maneja el transporte de los emigrantes, y los talleres de construcción.

»Las principales fundiciones de hierro en Francia, son suyas, como las de Vesseger y Haisote. En California tiene minas de oro, y se ha hecho propietaria de una de las principales calles de San Francisco. Allí realiza sus más importantes operaciones de crédito, prestando al 30, 40, 50, 100, y hasta 200 por 100. Barrios enteros de Nueva Orleans son suyos, [253] y en Nueva York posee soberbias fincas.

»Conviene dar aquí algunos pormenores sobre el negocio del patronato de los emigrantes. A la vista tenemos el prospecto de esta clerical y mercantil empresa, impreso en París y que contiene:

«1º El acta de una reunión tenida en Roma el 7 de Diciembre de 1855, en una de las salas de la Sagrada Congregación de la Propaganda Fide, cuyo objeto era oír las comunicaciones referentes a la obra ya organizada en Francia, para el patronato de los emigrantes que van a América o a otros países de Ultramar. De esta obra católica, romana, jesuítica, es presidente S. E. el Cardenal Gusset.

2º El acta de otra asamblea precedente en la que la obra quedó constituida, y que tuvo lugar el 6 de Noviembre del mismo año en París, en el convento de los Lazaristas, y en la habitación de Monseñor Amat, obispo de Monterrey en Méjico, y con el concurso de varios miembros del alto clero de París, del reverendo padre Schwindenhammer, superior general de la congregación del Santo Espíritu y del Sagrado Corazón de María; de Mr. Salvayre, procurador general de los Lazaristas; del reverendo padre Laghier, provincial de los Maristas; de otros padres y [254] superiores de congregaciones; de tres miembros seglares del Consejo central de la obra de la propagación de la fe; los Sres. Amadeo Thayer, Choiselar y Beaudon; éste era ya presidente del Consejo general de la Sociedad de San Vicente de Paul, y Mr. Coppinger, miembro del Consejo de la misma Sociedad.

«El proyecto sometido a la asamblea y por ésta adoptado, comprendía la emisión de 30.000 obligaciones de 100 francos, con interés de 6 por 100 anual. La masa de este capital debía emplearse en California, y se esperaba que no produciría el 6, sino el 20 por 100 y más.

»La mitad del beneficio se destinaba a la caja del Patronato de los emigrantes, o sean 300.000 francos anuales. Además de estos beneficios materiales ofrecidos, el proyecto contenía un breve del Papa Pío IX, fechado en 13 de Enero de 1855, concediendo su bendición apostólica a todos los socios. Como esta bendición lleva consigo indulgencia plenaria, según los cánones, todo accionista estaba seguro de recibir en este pícaro mundo el 20 por 100 de interés de su dinero, y el Paraíso en el otro...

»Lo que procede no necesita comentarios; sin embargo, conviene observar el común acuerdo de las corporaciones religiosas, [255] antes rivales, del que nos ofrece una prueba la composición del Consejo de la Obra del patronato de los emigrantes. Esta perfecta unión es sobre todo sorprendente respecto a la Compañía de Jesús, que antes luchaba sola entre las enemistades y celos de las otras corporaciones, y que hoy reina sin oposición hasta sobre los hijos de San Francisco, en otros tiempos orgullosos de su pobreza independiente, y que hoy se humillan bajo la alta influencia de los hijos de San Ignacio.»

III.

En 1861, según las declaraciones de los mismos jesuitas, su número ascendía en Europa a 8.000; pero como en muchos países tenían interés en ocultar la verdad, puede suponerse que no bajaban de 12.000. En Francia resultó del censo de 1861, que había 1.135 jesuitas, de los que 103 se dedicaban a la enseñanza; pero según la Civitta Cattolica de Roma, el número verdadero era de 2.283.

La misma católica publicación afirmaba, que en España había 742 jesuitas, a pesar de no haber sido restablecida su Institución. En Inglaterra, de donde están proscritos, había 265, y 207 en Holanda, país del que hacía [256] tiempo estaban expulsados. Agregando a los de Europa los repartidos en las otras cuatro partes del mundo, su número excedería de los 22.787 existentes en 1762; pero como desde 1860 la prosperidad de la Compañía ha sido creciente, a pesar de su expulsión de Alemania hace siete años, y la reciente de Francia, hoy no deben bajar de 30.000 los pobres jesuitas que andan sueltos por esos mundos.

En cuanto a los colegios, seminarios y escuelas de todos géneros, abiertos simuladamente, dependientes de los jesuitas, ni sabemos, ni creemos fácil saber a ningún profano, los que existen; pero deben ser muchos, porque los jesuitas, así se aprovechan de la libertad de enseñanza, en los países en que existe como un derecho de los ciudadanos, aunque ellos no lo sean, como de la protección que les dispensan los gobiernos reaccionarios, deseosos de ver inculcados a la juventud los principios de obediencia ciega, fundamento de la organización jesuítica y de su enseñanza. Pero los que es bueno para los opresores de los pueblos, no puede serlo para éstos; si la educación de los jesuitas sirve para predisponer el ánimo a la esclavitud, no debe servir para preparar a los hombres al ejercicio de la libertad, a la independencia, a la dignidad, al amor a la patria y a la justicia, [257] sentimientos inseparables, términos correlativos de un mismo principio; el más simple buen sentido basta para comprender que el esclavo, que abdica su razón y su voluntad, ante la razón y la voluntad del que le manda, no puede menos de perder el sentimiento del amor patrio, la dignidad, y con ésta la noción de la justicia. Los jesuitas, pues, ni por su objeto ni por sus tendencias, ni por sus instituciones y doctrinas, pueden preparar la juventud para cumplir con sus deberes, y ejercer los derechos de ciudadanía en una nación libre.

No falta, a pesar de esto, quienes recomienden a los jesuitas como preceptores, diciendo que, si no por las ideas que inculcan a la juventud, por su sistema de enseñanza, sus discípulos aprenden en sus colegios más y mejor que en los públicos o privados. A la vista salta lo ridículo de esta pretensión, por los agentes de la Compañía propalada. Los países católicos, en los que durante siglos predominó la Compañía de Jesús, ejerciendo el monopolio de la instrucción, tales como España, el reino de Nápoles y casi toda Italia, Francia, los cantones italianos de la República Helvética, y las vastas posesiones hispanoamericanas, quedaron los más atrasados e ignorantes, mientras que [258] Inglaterra, Holanda y Alemania, de donde habían sido expulsados en el siglo XVI y principios del XVII, se adelantaron a aquéllos en toda clase de conocimientos humanos, y especialmente en las ciencias de aplicación a la industria y a las artes, en las que todas las naciones de la Europa Meridional, principalmente España e Italia, habían sobrepujado a los pueblos del Norte y Noroeste de Europa en la Edad Media, y en a época del Renacimiento, en las que no existía la Compañía de Jesús. Si a pesar de estos hechos fuera cierto que los jesuitas aventajan a los que no lo son en la enseñanza, tanto peor, porque redundaría en beneficio de ideas inhumanas y antisociales, y sería una razón más contra esa peligrosa Institución.

No podemos menos de insistir sobre los perniciosos efectos de la educación jesuítica, aunque concretándonos a España.

Desde la expulsión de los jesuitas empezó este país a salir del letargo en que el fanatismo lo tuvo durante siglos sumergido.

V.

Al fundarse la Compañía de Jesús en 1540, eran nueve los jesuitas.

En 1668 eran ya 3.500, con 130 casas, [259] divididas en 18 provincias: en 1762, cuando empezó contra ellos la famosa persecución de reyes y de papas, ascendía a 22.587, de los que 1.110 eran profesos, con un total de 1.506 establecimientos, que se repartía en cinco asistencias, 39 provincias, 24 casas de profesos, 669 colegios, 71 noviciados, 166 seminarios, 335 residencias y 223 misiones.

Los bienes confiscados a la Compañía en aquella época ascendieron a más de 1.200 millones de reales, cantidad enorme que, teniendo en cuenta la diferencia del valor de la moneda de aquellos a estos tiempos, sería hoy de 1.500 millones de pesetas.

¿A cuánto asciende hoy la fortuna de la Compañía ? Sólo su General lo sabe; pero no puede dudarse que sobrepuja en mucho a la que tenía hace 120 años, porque lanzada a todo vapor en las vías del industrialismo, aprovechando sus medios religiosos para crear grandes empresas y establecimientos, descubiertamente, como en América, buscando testaferros como en Europa, la tal Compañía muestra una actividad febril.


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Fernando Garrido
¡Pobres jesuitas!
Madrid 1881, páginas 249-259