Monita Secreta
o Instrucciones Reservadas de la Compañía de Jesús

Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2000
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Capítulo II

De qué manera los padres de la Sociedad podrán adquirir y conservar familiaridad con los Príncipes, los grandes y personajes importantes.

1. Es preciso consagrar nuestros esfuerzos a ganar la simpatía y el ánimo de los príncipes y de las personas más importantes, a fin de que nadie se atreva con nosotros, sino que al contrario todos se vean obligados a depender de nosotros.

2. Como la experiencia nos enseña, que los príncipes y grandes señores son particularmente aficionados a los eclesiásticos, cuando estos ocultan sus acciones odiosas, y las interpretan favorablemente, como se ve en los casamientos que contraen con sus parientas o aliadas, o en cosas semejantes, es preciso alentarles a contraer esas alianzas, haciéndoles esperar que por nuestra [282] mediación obtendrán del Papa las licencias o perdones necesarios, si se le explican los motivos, si les presentan casos análogos, y si le hacen presentes los sentimientos que los recomiendan, bajo pretexto del bien común, y de la mayor gloria de Dios, objeto principal de la Sociedad.

Lo mismo debe hacerse si el príncipe emprende algo que no sea agradable a todos los grandes señores. Debe animársele, empujarle, e inducir a los otros a convenirse con el príncipe y a no contradecirle; pero sin llegar nunca a singularizarse, porque si no sale bien el negocio no se lo imputen a la Sociedad; y que si el propósito del príncipe fuese desaprobado, y la Sociedad acusada de instigadora, pueda emplearse la autoridad de algunos padres que no conozcan estas instrucciones, a fin de que puedan afirmar con juramento que calumnian a la Sociedad, a propósito de lo que le imputan.

4. Para hacerse dueños del espíritu de los príncipes, será útil que los nuestros se insinúen diestramente, y por medio de otras personas, para desempeñar por ellos embajadas honrosas cerca de los otros príncipes y reyes, y sobre todo, con el Papa los grandes monarcas. Con tal ocasión podrán recomendarse a sí propios y a la Sociedad, por lo cual no deberán destinarse a esto más que personas llenas de celo, y muy enteradas en las cosas de nuestro Instituto.

5. La experiencia nos ha enseñado cuántas ventajas ha sacado la Sociedad de mezclarse en los casamientos de los príncipes de [283] la casa de Austria, y de los que se han hecho en otros reinos en Francia, en Polonia, &c., y en diversos ducados; por eso hay que proponer partidos ventajosos, escogidos, que se admitan, y que sean familiares a los parientes, y a nosotros y a nuestros amigos.

7. A las princesas se las ganará fácilmente por sus doncellas; y para esto es preciso ganar la amistad de éstas, que es el medio de entrar en todas partes, y de conocer los asuntos más secretos de las familias.

8. En la dirección de la conciencia de los grandes señores, nuestros confesores seguirán las máximas de los autores que dejan más libertad a la conciencia, contra las de los otros religiosos, a fin de que los abandonen, prefiriendo nuestra dirección y consejo.

9. Es precio dar a conocer los méritos de nuestra Sociedad a príncipes y prelados, y a todos los que puedan favorecerla extraordinariamente, después de mostrarles la importancia de este gran privilegio.

10. También hay que insinuar, con habilidad y prudencia, el amplísimo poder que tiene la Sociedad para absolver hasta los casos reservados, tan superior al de los otros pastores y religiosos; y para conceder a los jóvenes dispensas de los deberes que deben dar o pedir, de los impedimentos de matrimonio y otros. Esto hará que muchos recurran a nosotros y nos queden obligados.

11. Es preciso invitarles a los sermones, a las conferencias, arengas y declamaciones, &c., y honrarlos con tesis y con poesías, y si es útil, darles banquetes y adularlos. [284]

12. Será necesario procurar la reconciliación de los grandes en sus enemistades y disensiones, porque así, poco a poco, conoceremos a los que les son familiares, y sus secretos, y unos u otros nos servirán.

13. Que si alguno que no ame nuestra Sociedad sirve a príncipe o monarca, se trabaje por los nuestros, o mejor, por medio de otros, en que se haga nuestro amigo y familiar de la Sociedad, con promesas y favores, y procurando que el príncipe o monarca a quien sirve mejore su Estado.

14. Que todos se guarden de recomendar a nadie, o de procurar ventajas a los que salieron de la Sociedad, por cualquiera causa, y principalmente, a los que salieron por su voluntad, porque, digan lo que quieran, alimentan contra ésta un odio irreconciliable.

15. Por último, que cada uno haga cuanto pueda para obtener el favor de los príncipes, grandes y magistrados, a fin de que, cuando la ocasión se presente, obren vigorosa y fielmente por nosotros, aunque sea contra sus parientes, aliados y amigos.


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Fernando Garrido
¡Pobres jesuitas!
Madrid 1881, páginas 281-284