φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:90919293949596979899100Imprima esta página

§ 98. Resultados y aplicaciones de la Filosofía teorética de Kant

Vese, por lo dicho en el párrafo anterior, que el resultado final y concreto de la Crítica de la razón pura es una tesis escéptico-idealista, tesis que aparece iniciada y delineada en la primera parte de la Crítica o sea en la Estética trascendental, y que se desarrolla completa y sistemática en la Lógica trascendental (analítica trascendental, dialéctica trascendental), a la vez que en la Crítica del juicio y en los Prolegómenos a la metafísica. Por lo demás, si pudiera caber alguna duda sobre el sentido idealista y escéptico que palpita en el fondo del criticismo kantiano, bastaría, para disiparla, fijarla atención en las explicaciones concretas y lógicas del mismo. [461]

En efecto: el autor de la Crítica de la razón pura, después de afirmar que no es dado a esta razón conocer la existencia y naturaleza real de las cosas, y sí sólo sus fenómenos, o, mejor dicho, la aplicación a éstos de determinadas categorías e ideas a priori preexistentes en el sujeto; después de afirmar que nuestros juicios y raciocinios son en definitiva combinaciones más o menos lógicas y ordenadas, pero internas y puramente subjetivas de nociones e ideas, cuyo objeto y materia no son las cosas externas, sino sus fenómenos internos, y aun éstos transformados mediante las formas a priori de espacio y tiempo; después de sentar, en fin, como tesis general, la incompetencia absoluta y radical de la razón humana para conocer la naturaleza, atributos y hasta la existencia de las cosas suprasensibles o colocadas fuera de la experiencia posible, Kant pretende corroborar su teoría, aplicándola a los tres grandes objetos o ideas de la razón pura, Dios, el alma humana y el mundo.

Para el filósofo del criticismo, las demostraciones y pruebas de la antigua metafísica, referentes a la existencia y naturaleza de Dios, del alma y del mundo, son ilegítimas, y se resuelven en un conjunto de paralogismos y antinomias. Kant, después de rechazar el valor y la legitimidad de la prueba ontológica, fundándose en la misma razón en que se fundaba Santo Tomás, o sea en la confusión que entraña del orden ideal con el orden real, considera igualmente como ilegítima y de ningún valor la prueba o demostración cosmológica, basada en la contingencia del mundo. Esta contingencia, según Kant, no conduce lógicamente a la existencia de una primera causa necesaria, porque es posible [462] una serie indefinida de causas y efectos sin llegar nunca a una primera. Por otra parte, puesto que el mundo es un conjunto de cosas contingentes, no exige una causa necesaria. Añádase a esto que, aun en la hipótesis de que se salve el abismo que existe entre lo contingente y lo necesario, de la existencia el mundo podrá inferirse la existencia de una causa necesaria, pero no la existencia de Dios, o sea de un ser personal distinto del mundo, inteligente y creador libre del universo.

La prueba físico-teológica de la existencia de Dios como ser inteligente, libre, trascendente y creador ex nihilo del mundo, es también una prueba paralogística y carece de valor. Cierto que, a primera vista, la finalidad, el orden y la armonía que reina en el mundo y sus partes, parece que exigen la existencia de un ser con los atributos indicados; pero no sucede lo mismo cuando, mirando de cerca las cosas, reconoce la razón que de fenómenos sensibles no puede inferirse lógicamente la existencia de una causa suprasensible, cual se supone a Dios, y que de la existencia del orden y armonía de los seres podremos deducir la existencia de un ordenador o arquitecto del universo, a la manera de Platón, pero no la existencia de un creador ex nihilo. Por otra parte, ¿quién nos asegura que el orden, armonía y la finalidad real o aparente del universo, son la obra de una causa trascendente y no de una fuerza inmanente? ¿Por qué el Cosmos habrá de ser la obra de un obrero extracósmico, y no una realidad eterna, una substancia existente a se y necesaria?

Las pruebas en que se apoya la existencia del alma humana, como substancia distinta del cuerpo, lo [463] mismo que su inmaterialidad e inmortalidad, son igualmente paralogísticas. Cuando digo: la luna es un cuerpo opaco, hay aquí dos sujetos, el sujeto lógico, o sea el yo que afirma el predicado del sujeto, y el sujeto físico, o sea la luna, a la cual se refiere y conviene el predicado. Cuando la psicología antigua, y especialmente la cartesiana, pretende probar la existencia del alma como substancia y como ser distinto del cuerpo, comete un verdadero paralogismo; porque cuando dice: yo pienso, luego soy (substancia), confunde el yo como sujeto lógico, con el yo como sujeto físico, y atribuye a éste lo que sólo se verifica del primero. La afirmación yo pienso, es un juicio a priori, que precede y acompaña a todo acto del entendimiento como condición sine qua non de su ejercicio, a la manera que las intuiciones del espacio y del tiempo son condiciones sine quibus non del ejercicio de la sensibilidad; y así como esto no nos da derecho para decir que corresponden a objetos reales, así tampoco el cogito nos da derecho para afirmar el yo físico y psicológico, ni, por consiguiente, podemos deducir del mismo la substancialidad, la simplicidad, la inmortalidad y demás atributos, que en el caso de serlo, lo son del yo como sujeto psicológico-físico, y no del yo como sujeto lógico, único que conocemos y que va envuelto en el apotegma: cogito, ergo sum.

Añádase a lo dicho que, si bien la conciencia manifiesta en nosotros la existencia de sensaciones, de juicios, y, en general, del pensamiento, no nos revela ni prueba que estos actos pertenecen a una substancia distinta del cuerpo, independiente de éste y con atributos diferentes. No contento con esto, Kant hasta [464] admite la posibilidad de que el sujeto del pensamiento sea el mundo material y externo, el Etwas exterior y desconocido que obra sobre los sentidos corporales y del cual proceden las impresiones y representaciones sensibles (dieses Etwas känte doch wohl zugleich das Subject der Gedanken sein), idea que entraña el ser del materialismo contemporáneo, y que se halla muy en armonía con sus pretensiones.

Después de afirmar la impotencia de la razón humana para conocer con certeza y demostrar la existencia, naturaleza y los atributos de Dios y del alma, el fundador del criticismo nos presenta a esa razón sumida en contradicciones, al tratar de conocer y fijar la naturaleza y atributos del universo. De aquí sus cuatro antinomias fundamentales acerca del mundo, en relación con las cuatro categorías primitivas kantianas, cantidad, cualidad, relación, modalidad. Indicaremos algunas de ellas, para que sirvan de ejemplo.

a) Primera antinomia

La razón nos dice, por un lado, que la duración del universo es finita, porque el momento o instante presente es imposible, si se le supone precedido por una serie infinita, sin contar que en esta última hipótesis habría una duración infinita (la de hoy) menor que otra también infinita, cual sería la de mañana. Por otro lado, la misma razón nos dice que la duración del universo debe ser infinita; porque, de lo contrario, sería preciso concebir con anterioridad al mundo una duración vacía o sin cosa que dure, lo cual es imposible, y además supone que la nada precedió al mundo, cosa no menos contradictoria e imposible, porque, como decían los antiguos, ex nihilo nihil. [465]

Igual antinomia encontramos en el universo considerado en el espacio, o sea por parte de su extensión continua. Por una parte, esta extensión debe ser limitada, porque el universo es un todo compuesto de partes con extensión determinada y finita, y claro es que extensiones determinadas y partes finitas no pueden componer un todo infinito. Por otro lado, la extensión del mundo, o al menos el espacio que ocupa, debe ser infinito, porque, de lo contrario, habría un espacio vacío, puesto que fuera y al lado del mundo concebimos siempre espacio sin límites.

b) Antinomia segunda

El universo, considerado por parte de la cualidad, presenta también tesis contradictorias. Los primeros elementos de un todo deben ser simples e indivisibles, porque, de no serlo, no serían los primeros elementos: siendo, pues, el universo un todo, debe constar de átomos simples. Pero a esta tesis se opone la divisibilidad infinita de la materia; porque si esta es divisible in infinitum, el universo lo es a fortiori, y, en todo caso, nunca se podrá llegar a elementos absolutamente simples y verdaderamente primitivos.

c) Antinomia tercera

La razón nos dice que todos los fenómenos del universo se realizan con sujeción a leyes necesarias y fatales, de manera que el fenómeno A es resultado necesario del fenómeno B, éste del fenómeno o causa C, etc.

Si se supone infinita la serie de causas necesarias para la producción del fenómeno A, éste no tendría lugar (infinitum non potest pertransiri): luego es preciso llegar en esta serie a una causa primera que no sea [466] determinada o necesitada por otra, o, lo que es lo mismo, a una causa libre, superior e independiente de la colección de causas necesarias. Pero esta tesis es anulada por la antítesis siguiente: la existencia de una causa libre implica contradicción. Esta causa libre que se supone y admite para explicar la serie de los fenómenos necesarios del universo, debe preexistir a sus efectos, y entraña, por consiguiente, dos momentos, dos estados; el momento A, en que no produce el efecto primero, y el momento B, en que comienza a producir: luego es necesario, o suponer otra causa que determine la transición del estado A al estado B, o admitir dos estados sucesivos, sin señalar causa de su existencia y diferencia.

Tanto en estas antinomias como en la cuarta, que se refiere a la categoría de modalidad, el autor de la Crítica de la razón pura revela escaso conocimiento de las leyes del raciocinio, y no escasa inexactitud de ideas. No se necesita reflexionar mucho para descubrir que sus famosas antinomias se fundan, en su mayor parte, ya en la confusión del pensamiento puro con las representaciones de la imaginación (antinomia de la cantidad), ya en la amalgama y confusión de las partes físicas con las partes matemáticas, y de la divisibilidad indefinida con la infinita (antinomia de la cualidad), ya finalmente en la inexactitud de ideas acerca de Dios como acto puro, y de sus atributos, y acerca también de la creación como acción libre ad extra (antinomias de relación y modalidad) en sus relaciones con el universo, como ser finito y contingente. En realidad, las antinomias de Kant desdicen de la profundidad y penetración de su genio, y sólo se conciben [467] y explican por el afán de establecer a posteriori y corroborar con ejemplos su gran tesis escéptico-idealista.