φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 63. Crítica

Por lo dicho se echa de ver que Escoto puede apellidarse el Kant de la Filosofía escolástica. Si el filósofo de Königsberg sólo descubría antinomias y paralogismos allí donde los demás filósofos veían armonías reales y demostraciones científicas, el Doctor Sutil sólo descubre contradicciones y sofismas en los raciocinios y demostraciones de sus predecesores y contemporáneos. Como el filósofo alemán, Escoto somete a una crítica implacable y desoladora las teorías, las demostraciones, las pruebas y las opiniones, siquiera sean aceptadas por todo el mundo y posean la autoridad de cosa juzgada. [304]

La escuela de San Víctor, Alejandro de Hales, Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura, Egidio Romano, Enrique de Gante, en todo descubre materia de crítica, y cuando las exigencias de la evidencia o de la fe divina le impiden apartarse de su sentencia, esfuérzase en desvirtuar la fuerza de sus razones y se complace en triturar sus argumentaciones, y en esparcir dudas y sombras sobre la legitimidad y el valor de las pruebas alegadas.

Al exponer y analizar la doctrina de Escoto, hemos visto que éste tiende a sobreponer el orden práctico al especulativo, y que para él la voluntad y sus manifestaciones o funciones son superiores a los actos y manifestaciones del entendimiento; y no hay para qué recordar que esto constituye precisamente uno de los caracteres fundamentales de la doctrina de Kant, en la cual el orden práctico y las manifestaciones de la voluntad tienen una importancia superior al orden especulativo y a las manifestaciones de la razón como facultad de conocer.

El escepticismo, término espontáneo y necesario del criticismo exagerado, hállase representado en Kant por la negación del valor nouménico de los conceptos y demostraciones de la razón pura: en Escoto hállase representado por la negación del valor real y objetivo de las demostraciones que se refieren a algunos atributos de Dios y a la inmortalidad del alma humana, y si no fue más lejos en este terreno, fue debido, sin duda, a la fe católica que animaba su corazón e iluminaba su inteligencia. El filósofo racionalista, que carecía de esta luz superior, llevó el escepticismo hasta tocar y entrar en el terreno de lo absurdo, mientras que el [305] filósofo cristiano pudo y supo contener sus pasos antes de franquear completamente estos límites.

Por lo demás, el procedimiento, las tendencias, la marcha y el pensamiento que informan y caracterizan una y otra Filosofía, coinciden en el fondo y tienen perfecta afinidad, salvas las diferencias consiguientes al racionalismo del uno y al catolicismo del otro.

En suma: Escoto es el Kant del siglo XIII: su escepticismo es el escepticismo posible en el filósofo cristiano; el criticismo del Doctor Sutil es el criticismo del autor de la Crítica de la razón pura, sin el racionalismo que informa la doctrina toda del filósofo alemán, y salvas también las diferencias consiguientes a la situación de los espíritus y a las condiciones de civilización en dos momentos históricos separados por cinco siglos de distancia.

Como alguien ha creído o afirmado que esta crítica o juicio de la obra y de las tendencias doctrinales de Escoto carece de fundamento,{1} bueno será [306] recordar que coincide en el fondo con el nuestro el juicio emitido por un historiador muy reciente y católico de la Filosofía, cuya obra no había llegado a [307] nuestras manos al publicar la primera edición de este libro. «Duns Escoto, escribe Stäckl,{2} se distingue sobre todo por su penetración y fuerza para distinguir, que llega no pocas veces hasta la sutileza; razón por la cual [308] recibió también de sus contemporáneos el nombre de Doctor Sutil. Por razón de esta sutileza, era sin duda a propósito, cual ninguno, para socavar las opiniones de sus predecesores escolásticos, y principalmente las de Santo Tomás, que le parecían erróneas, emprendiendo una crítica o examen riguroso sobre toda materia de enseñanza tradicional en Filosofía y Teología; y en esto consiste precisamente su fuerza principal. Más feliz es en la refutación que en la demostración positiva; más en la crítica negativa de doctrinas extrañas que en la perfecta organización de las suyas. Justamente por esta razón, su sistema doctrinal está muy lejos de ser tan perfecto como el tomista.

»Las refutaciones interminables que abundan en cada una de sus cuestiones, hacen que sea muy difícil seguir el curso de sus ideas, y el lenguaje duro y descuidado con que expresa sus pensamientos, tampoco contribuye a hacer grata la lectura de sus escritos.»

Este historiador expone a continuación, como lo hacemos nosotros, las opiniones principales en que Escoto se aparta de Santo Tomás.

Por lo que hace al fondo mismo de sus opiniones y teorías especiales y propias, la que se refiere a la distinción formal ex natura rei, que ni es real ni de razón, sino como un medio entre las dos, es acaso la más importante, no ya sólo por lo que tiene de original, sino por la universalidad de sus aplicaciones. Esta distinción juega en el problema de los atributos divinos en relación con la esencia, en los problemas de la subsistencia, de la existencia respecto de las substancias finitas, en varios problemas psicológicos, y principalmente en el que se refiere a la distinción de las [309] potencias o facultades del alma, y juega, sobre todo, en el problema del principio de individuación, uno de los más difíciles de resolver, y uno de los que más preocupaban a la Filosofía en aquella época.

Sabido es, en efecto, que Escoto, abandonando las soluciones anteriores y aplicando a este problema la distinción formal indicada, afirma que el principio de individuación es una entidad positiva, que, sin ser una cosa o realidad distinta de la esencia específica, ni tampoco identificarse con ésta, comunica, sin embargo, la singularidad a la naturaleza (per aliquam entitatem positivam per se determinantem naturam ad singularitatem) o esencia substancial y específica. Esta entidad sui generis, a la cual los sucesores de Escoto denominaron heceidad, debe concebirse como la última realidad del ser, o sea de la substancia material, de la cual se distingue con la distinción formal ex natura rei, de manera que, siendo como es una entidad positiva, una realidad del ente material, no es ni la materia, ni la forma de éste, ni el compuesto que resulta de su unión: Ista entitas non est materia, vel forma, nec compositum, in quantum quodlibet istorum est natura, sed est ultima realitas entis.

——

{1} Nuestra critica de Escoto fue censurada por el P. Malo en un folleto publicado con este objeto. Cuando llegó a nuestras manos, después de algunos momentos de duda sobre la conveniencia de contestar o no al mismo, nos decidimos por la negativa, porque consideramos, no solamente innecesaria, sino inoportuna e inconveniente una controversia entre sacerdotes católicos, tratándose de un punto de escasa importancia para la generalidad de los lectores, y en que cada cual es libre para opinar lo que le parezca más verdadero.

A esto se añadía otra razón no menos poderosa, y es que el folleto, en lugar de contener una refutación, contenía en realidad de verdad una confirmación de lo que habíamos escrito acerca de Escoto y de los fundamentos de nuestra crítica. Porque, en efecto, aunque no tenemos hoy a mano el citado folleto, recordamos perfectamente que su contenido, aparte de algunas frases de dudoso gusto y de algunas palabras de conveniencia más que dudosa, se reduce a lo siguiente:

a) Elogios de Escoto por Papas y diferentes autores.

b) Quejas y declamaciones por haber comparado a Escoto con Kant, siendo así que la doctrina del primero es tan diferente de la del segundo.

c) Aprobación de las opiniones en que Escoto se aparta de las de Santo Tomás.

A esto debemos contestar sencillamente:

a) Que al exponer la Filosofía de Escoto y su crítica, no debíamos ni podíamos ocuparnos en los elogios tributados al mismo, como tampoco nos ocupamos en elogios al exponer la doctrina de otros autores.

b) Que, a pesar de todas esas quejas y declamaciones, siempre resultará, no que la doctrina y las conclusiones de Escoto y de Kant sean las mismas acerca de muchos problemas en concreto, diferencia reconocida y consignada en nuestra crítica, sino que hay grandes analogías entre ciertas tendencias y direcciones generales de los dos escritores. Así, por ejemplo, si Kant somete a su crítica las tesis de los representantes del dogmatismo filosófico, Escoto somete a la suya las tesis filosófico-dogmáticas de sus antecesores. Si Kant considera como paralogismos las demostraciones alegadas por los filósofos en favor de ciertas verdades, como la existencia de Dios, la espiritualidad e inmortalidad del alma, etc., Escoto considera como sofísticas muchas de las pruebas alegadas por sus antecesores, y principalmente por Santo Tomás, en favor de muchas tesis, ora psicológicas, ora físicas, ora metafísicas, ora teológicas y morales.

Si para Kant el alcance y poder de la voluntad libre es superior al alcance o fuerza de la razón, puesto que entraña la demostración de Dios, de la ley moral y de la inmortalidad, a que no alcanza la razón humana, para Escoto la voluntad es también superior a la razón, no sólo con relación a la vida presente, sino a la vida eterna, cuya esencia consiste en un acto de la voluntad y no del entendimiento.

Este parangón, que pudiera llevarse más lejos, prueba que entre el Doctor Sutil y el filósofo de Königsberg, existe realmente cierta comunidad de tendencias o direcciones generales, que es precisamente lo que se afirma en nuestra crítica de la doctrina del primero, critica que quedará en pie mientras no desaparezcan las obras de Escoto que contienen sus fundamentos.

c) Que el autor del folleto, al decir que las opiniones en que Escoto se aparta de Santo Tomás, son más fundadas que las de éste, confiesa implícitamente que anduvimos acertados y fuimos exactos al exponer la doctrina del Doctor Sutil, de manera que su folleto, en vez de refutar, viene a confirmar nuestros juicios acerca de la doctrina de Escoto. Porque excusado parece recordar que la misión del historiador de la Filosofía es exponer con fidelidad la doctrina de cada autor, juntamente con sus tendencias y relaciones con otros sistemas, pero no discutir si la opinión del filósofo A es más probable o más aceptable que la opinión del filósofo B. Libre es el autor del folleto para preferir las opiniones de Escoto; pero esta preferencia suya no constituirá nunca una refutación, ni siquiera un argumento probable, en contra de la exactitud de la exposición y critica que hago de la doctrina de su maestro.

Si la memoria no me es infiel, el autor del folleto aludido me censuraba también por no haber fijado mejor las fechas y sucesos referentes al nacimiento, vida y muerte de Escoto. Esto me obliga a recordar otra vez que el deber del historiador de la Filosofía es indicar las fechas y vicisitudes principales de la vida del filósofo cuando son ciertas, y cuando son dudosas indicar las diferentes opiniones, pero no discutirlas ni decidir entre éstas ¡Medrado estaría el historiador de la Filosofía que hubiera de discutir y averiguar con certeza la patria, las fechas y las vicisitudes de la vida de cada filósofo!

Por esta razón, al hablar de Escoto, lo mismo que al hablar de otros que se hallan en el mismo caso, me limito a indicar las diversas opiniones acerca de su patria, nacimiento y vicisitudes de su vida. Y en verdad que no se concibe que nadie, y menos un hijo de San Francisco, me censure en este terreno, cuando precisamente puse especial cuidado en no mencionar siquiera las opiniones que pudieran prestarse a comentarios, como es la que se refiere a las circunstancias trágicas que intervinieron en su muerte, si hubiéramos de dar crédito a algunos historiadores.

{2} Lehrbuch der Geschichte der Philosophie, edic. 2.ª, pág 515.