Filosofía en español 
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Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

II. Fin de la Educación

D) Fin de la Educación
por Rednas (Bélgica)


TESIS

El estudio de los fines de la educación es uno de los que la I.T.E. debe profundizar más, en razón del papel preponderante que representa nuestra organización en el movimiento de renovación de la escuela y del cual las Jornadas Pedagógicas de Leipzig constituyen la primera manifestación verdaderamente importante. Ese estudio ha sido abordado, tal como debía serlo, desde el punto de vista científico y socio-marxista. Los resultados obtenidos no son despreciables. Nos encaminamos por sucesivas etapas hacia una concepción, mucho más exacta y más precisa, del papel social de la educación. Lo que sabemos ya de eso, condiciona, en gran parte, los medios que la I.T.E. pone en juego para realizar sus aspiraciones pedagógicas y determina igualmente su posición frente al movimiento internacional en favor de las escuelas nuevas.

Estas tesis no tienen otro objeto que el estudio de la posición actual del problema de los fines de la educación. Estimamos indispensable hacer punto antes de llevar más adelante el examen del problema, si queremos guardarnos de toda desviación, de todo error en la orientación que haya de darse a los trabajos ulteriores. Los conocimientos adquiridos hasta el presente determinarán los objetivos precisos hacia los cuales se dirigirán mañana nuestros esfuerzos conjugados.

Predominio de lo social sobre lo individual

El hecho más saliente que la experiencia y trabajos de los socio-psicólogos han puesto en evidencia estos últimos años, es, a nuestro juicio, el predominio de “lo social” sobre “lo individual”, es decir, el predominio de la acción que ejercen los factores sociales sobre los seres humanos en el curso de su desarrollo, en comparación con la influencia de los factores puramente individuales. Ese predominio, por mucho tiempo ignorado de los hombres, todavía desconocido por la mayor parte de ellos, podemos firmemente considerarle como científicamente demostrado. El descubrimiento de esa verdad es un hecho capital en la historia del pensamiento humano. La creciente acumulación de los conocimientos en ese dominio permitirá definir los procesos socio-psicológicos, según los cuales los factores económicos de la infraestructura social y los diversos elementos de la superestructura se influencian recíprocamente y actúan sobre la marcha de la historia. ¿Se llegará por ello a utilizar sistemáticamente el medio como agente determinante en el crecimiento y evolución del ser humano? Es probable, y esa probabilidad resalta claramente en los trabajos de la primera conferencia pedológica pansoviética (Moscú, Abril 1927), acerca de la cual no tenemos, desgraciadamente, más que informaciones muy generales.

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En la lucha por la existencia, el hombre ha sido llevado por las necesidades contingentes a ejercer su inteligencia superior en un sentido favorable a su conservación personal y a la de su especie. “Ha creado de esa manera, y con toda clase de piezas, un medio artificial” que le permite, “si no sustraer su organismo a la acción de medio natural, al menos atenuarlo considerablemente”. (P. Lafargue.) “El medio artificial o social está formado desde el período histórico por las instituciones económicas, sociales, políticas y jurídicas; por tradiciones, usos, costumbres, morales; por un sentido común y una opinión pública; por religiones, literaturas, artes, filosofías, ciencias, modos de producción y de cambio, &c., y por los hombres que en él viven.” (P. L.)

En resumen, nos movemos simultáneamente en dos mundos que, aunque sólo son diferenciados por la inteligencia, no dejan de ser esencialmente distintos: la naturaleza y la sociedad; somos elementos integrantes de dos medios que se compenetran íntimamente: el medio natural y el medio artificial.

“El ser humano –escribe A. Loisy (Moral humana)– no se realiza más que en la sociedad, por la sociedad y para la sociedad.” “Sin embargo, no se podría afirmar que el desenvolvimiento de nuestra personalidad sea debido exclusivamente a ésta. La herencia y los instintos que no son factores sociales, sino puramente biológicos, tienen un papel importantísimo en el desenvolvimiento del individuo. La transformación del hombre desde su origen, la selección natural, hasta la formación de la familia por la atracción sexual, son factores biológicos. El individuo se ha desenvuelto, primero, bajo la influencia preponderante de los factores biológicos y luego es cuando las influencias sociales le han arrastrado. El hombre es un fenómeno de origen bio-social.” (Dr. Paulino Blanc.)

E. Durkheim hace prudentemente notar que si se le quitara al hombre todo lo que tiene de la sociedad, descendería al rango de un animal. Según la frase de A. Thierry, “el maniquí social se ha rellenado sobre el cuerpo del mono”.

Únicamente por una abstracción del espíritu podemos considerar al hombre en sí, al individuo. Estamos de acuerdo con H. Barbusse en pedir que eso sea claramente definido y firmemente planteado. El gran escritor lo intenta en su Manifiesto a los Intelectuales.

“El individuo no es una ficción. Al contrario, es la célula real de la humanidad. No discutimos la importancia central del individuo. Carlos Marx no la ha discutido tampoco, como le reprochan con ligereza los que le conocen mal. Cada uno de nosotros es, por decirlo así, doble: es unidad, es individuo por su bagaje específico, su crisis personal, su posición particular en el eterno drama de la felicidad, del deseo, de la muerte.

“Cada uno de nosotros es también parte integrante del todo social, gota de muchedumbre, cifra en la colectividad, y la colectividad en si misma, un organismo. Hay, como decían los antiguos, el hombre interior y el hombre exterior.

“No se resuelve esta profunda antinomia humana suprimiendo –o más bien aparentando que se suprime– uno de los elementos en pugna, puesto que los dos existen en la verdad práctica. Si se escinden artificialmente el individualismo y el objetivismo social, el primero se desconcierta y el segundo se momifica, y no quedan más que dos de estas abstracciones nebulosas, de que tanto gustan los poetas, esos dictadores de la fantasía.”

E. Durkheim se expresa como sigue: “En cada uno de nosotros puede decirse que existen dos seres, que, por ser inseparables, a no ser por abstracción, no dejan de ser distintos. El uno está hecho de todos los estados mentales relacionados únicamente con nosotros mismos y con los acontecimientos de nuestra vida personal. Lo que se podía denominar el ser individual. El otro es un sistema de ideas, de sentimientos, de hábitos que expresan en nosotros, no nuestra personalidad, sino el grupo los grupos de que formamos parte; tales son, por ejemplo, las creencias religiosas, las creencias y prácticas morales, las tradiciones nacionales o profesionales, las opiniones de todas las clases. Su conjunto forma el ser social.”

La adaptación al medio social realizada por la educación

Vivir es adaptarse. “La adaptación es la ley soberana de la vida.” (R. Jadot.)

La existencia de los seres humanos se encuentra adicionada imperiosamente por su adaptación al medio natural por un lado, al medio social de otro.

La herencia de las tendencias específicas asegura, hasta cierto punto, la adaptación del ser humano al mundo físico, la conservación de los individuos y la continuidad de la especie. Por la herencia se encuentra asegurada la transmisión de los atributos esenciales de la especie. En el hombre, como en las especies animales superiores, ciertas particularidades, sin importancia para la perpetuación de la especie, son transmitidas de generación a generación por simple imitación.

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“En el hombre, las aptitudes de toda clase que supone la vida social son demasiado complejas para poder encarnarse, de algún modo, en nuestros tejidos y materializarse bajo la forma de predisposiciones orgánicas. De donde se deduce que no pueden transmitirse de una generación a otra por la vía hereditaria.” (E. Durkheim).

Esa formación se opera de modo complemente deficiente: La constitución en cada uno de nosotros del ser social se realiza bajo la influencia de agentes nuevos.

La acción ejercida sobre el individuo por el conjunto de las influencias, engendrando su adaptación al medio social, eso es precisamente lo que hay que entender por educación.

“Formarse para una generación naciente, es penetrarse poco a poco de la civilización ambiente, y al paso que se opera esta penetración, el hombre se va constituyendo dentro del animal que somos al nacer.” (E. D.)

E. Waxweiler, el sabio director del Instituto de Sociología de Bruselas, hace notar que “lo que nos distingue fundamentalmente (en cuanto a la transmisión de nuestras adquisiciones de generación en generación) de las especies animales, es el lenguaje abstracto, la facultad de poder forjar palabras, símbolos verbales”.

En las sociedades humanas primitivas, “es necesario que los jóvenes acojan de boca de los viejos la tradición de todo lo que éstos saben, de todo lo que cada uno debe saber... porque es esencial que todos conozcan los usos y las tradiciones del grupo... así se forma el niño primitivo, por la imitación y la tradición”. (E. W.)

Si nosotros no estamos todavía así, es porque hemos aprendido a escribir y luego nos hemos cuidado de constituir los archivos. “Había un momento en que cada nueva generación podía añadir nuevos conocimientos a los de las generaciones precedentes, y esa acumulación iba constituyendo la ciencia de la humanidad, cuya marcha no se detendrá jamás. ¡La inmensa economía de las repeticiones y del tiempo estaba hecha en lo sucesivo! De suerte que podemos decir esto: el hijo del hombre civilizado se forma por la imitación, por la instrucción. También el niño tiene el “derecho de recibir el conocimiento de todas las cosas, las más verdaderas, las mejores y las más necesarias para la adaptación a su medio, indispensables para que pueda cumplir la misión que le corresponda en la colectividad”. (E. W.)

Volvemos a encontrar el mismo pensamiento en E. Durkheim. “La verdadera educación no comienza hasta que la cultura mental y moral, adquirida por la humanidad, llega a ser demasiado compleja y representa un papel excesivamente importante en la totalidad de la vida común para que se pudiera dejar al acaso de las circunstancias el cuidado de asegurar su transmisión de una generación a la siguiente.

Entonces, los mayores de cada generación sienten la necesidad de intervenir, de efectuar por sí mismos esa transmisión indispensable, por caminos más cortos, haciendo pasar directamente las ideas, los sentimientos, los conocimientos de su conciencia a la conciencia de los jóvenes. En lugar de dejar que éstos se instruyan por sí mismos, espontáneamente, bajo las sugestiones de la vida, se les instruye.

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Las influencias que engendran la adaptación del individuo a la sociedad son de dos clases: Unas que ejercemos nosotros conscientemente, ya sea aisladamente, ya sea en grupo, directa o indirectamente; otras que se ejercen fuera de toda intervención consciente por nuestra parte.

La acción de éstas últimas es siempre la más constante.

Los pedagogos han dado hasta aquí una importancia considerable a la influencia personal de los educadores y han ignorado o desconocido la existencia de ese segundo grupo de factores educativos.

La socio-psicología ha puesto en evidencia este error descubriendo todo “lo que la sociedad introduce o crea en nosotros” (F. Pécaut) poniendo de relieve el predominio de las “influencias mudas” (Ribot) sobre los demás. Por su parte, Piaget hace observar que “el desenvolvimiento del niño aparece, se quiera o no y cualquiera que sea la idea que se tenga de la sociedad, como una socialización progresiva.

“Ese problema está lejos de haberse resuelto. No se ha hecho más que rozarlo. Hay en él todo un dominio que explorar, toda una serie de problemas científicos que profundizar, que resolver.”

Estas investigaciones tendrán por resultado cierto, por consecuencia inevitable una incorporación progresiva de las influencias inmediatas al grupo de las que ejercemos a sabiendas, una ampliación continua del campo de las influencias mediatas a costa de las demás, una regresión gradual de las acciones inconscientes y su sumisión a la razón.

No se puede intentar el sustraer al individuo a la acción tan potente y tan formadora del medio social que le rodea. Muy al contrario. Pero se puede examinar desde ahora la posibilidad de inspeccionarla, de dirigirla, reforzarla en caso necesario, por un conocimiento cada vez mayor y más preciso de los procesos socio-psicológicos por los cuales se llega a la constitución de la conciencia social en el ser humano.

Fácilmente se imagina qué elementos útiles pueden aportar los trabajos de los grandes psicólogos y reflexólogos (como los Bechterer, los Paolor, los Decroly, &c.). Porque no puede lograrse en educación más que cuando los hábitos que supone la vida social y los conocimientos que exige la sociedad estén íntimamente unidos a esas tendencias innatas y se injerten en los instintos primarios.

Los progresos de la pedagogía resultarán, sobre todo, de los que realicen la sociología y la psicología (reflexología) asociadas.

Realizados esos progresos, la educación revestirá una importancia que difícilmente podemos suponer.

La escuela está llamada a tomar un vuelo no menos grande, porque es incontestable que le ha sido devuelta una gran parte de la acción educativa.

Las influencias, llamadas mediatas, y llamadas así porque se ejercen por nuestro intermedio, son de tres clases, según que se trate de la acción ejercida:

1. por las generaciones adultas sobre las jóvenes generaciones;

2. por los individuos sobre sí mismos (educación personal, autodidaxia, &c.);

3. por las generaciones adultas sobre las generaciones adultas (propaganda política y religiosa, discusión filosófica y científica, controversias de toda naturaleza), &c.

Dada la influencia determinada de la primera educación sobre la formación del individuo, es lógico que toda nuestra vigilancia se lleve sobre la acción ejercida o a ejercer por los adultos sobre los jóvenes.

También, llevando más a fondo nuestro análisis, determinaremos, groso modo, tres series de agentes, considerando bajo la primera: la familia, la escuela, los grupos sociales extrafamiliares y extraescolares.

Examinados en el seno de una sociedad dada, esos agentes, esos medios son cada vez más diversos en razón misma de la multiplicidad de las clases que se afronten. Las educaciones particulares que de ellas se derivan son, pues, igualmente diversas y diferentes.

La Educación, instrumento del poder político

Sin embargo, la misma resistencia de una sociedad está estrechamente ligada al mantenimiento de una cierta unidad entre las diversas clases que la componen; esa base común, religiosa o simplemente moral, constituye la expresión ideológica de tal o cual sistema económico y social. Se confía al educador el crear en cada uno de sus miembros un conjunto de ideas y de sentimientos, una complejidad de hábitos de todas clases comunes a todos. Esa es, en realidad, su función.

Se restringe considerablemente el sentido del término educación, no considerándolo como “la socialización metódica de las jóvenes generaciones” según la define E. Durkheim.

Ello lleva consigo que esa “educación” está siempre de acuerdo con el ideal social de las clases dirigentes; no nos sorprende de ningún modo que eso sea así.

Toda la historia de la educación está ahí; lo que prueba que esta última no es, en fin de cuentas, más que uno de los medios que tiene el poder público para mantener su autoridad y defender Su propia existencia.

El Estado, en razón de su función, que consiste en “la conservación, la consolidación y el desenvolvimiento de la sociedad de la cual es la expresión soberana” (N. Boukkarine), el Estado ha tenido necesariamente que irse ocupando cada vez más de la “educación”, vista la complejidad creciente de la vida social y la necesidad de proveer a la organización económica de trabajadores instruidos y especializados.

En nuestros días, se organiza la Escuela como un servicio público. La instrucción es obligatoria. Los maestros quedan convertidos en funcionarios públicos. Se impone un programa común a todos los alumnos.

“La escuela primaria obligatoria, escribe F. Delaisi, ha enseñado a todas los futuros ciudadanos la geografía del “suelo sagrado” y sus límites fijados por la naturaleza y la historia; les ha descrito los esfuerzos que hicieron sus antepasados para cultivarlo, defenderlo y engrandecerlo; les ha demostrado que una larga serie de ascendientes les ha dado a todos una misma sangre, la misma lengua, las mismas aptitudes y la misma cultura. Hasta a aquellos que no tienen ningún patrimonio material, les atribuye un patrimonio moral tanto más preciso cuanto que es todo él ideal y se identifica con la conciencia de cada ciudadano... Hay ahí un verdadero sentimiento místico que lleva al individuo a los más grandes sacrificios en favor de fines superiores. Y ese sentimiento es mucho más poderoso en las multitudes que la consideración de los intereses puramente materiales. En estos, se puede transigir; un ideal, no se discute.”

La influencia del Estado sobre el espíritu de la Escuela actual es “en este punto tan considerable, que no es exagerado decir que la Escuela es un microcosmos capitalista” (R. Jadot).

“Que se la considere ya como institución, ya como personal activo, la escuela tiene determinismos que actúan más allá del radio de acción de los educadores. Es el medio, el medio económico, político social, lo que determina también a los hombres que le prestan su concurso.” (B. Bouché.)

Renovación pedagógica y renovación social

“Cada sociedad tiene, pues, la escuela que corresponde a los intereses de la parte dirigente. En cada sociedad, la clase dirigente, la clase que está en el poder, es la que se sirve de la Escuela para trasmitir de la manera más eficaz a la joven generación sus pensamientos, su filosofía.” (Extracto de la ponencia de la Sección del Ródano.)

Digamos, en una palabra, que “cada Sociedad tiene su Escuela adecuada”.

Lo que escribíamos en el nº 10 de la revista de la Centrale nacionale du Personnel enseignant socialiste de Belgique a propósito del Congreso de Locarno (congreso de escuelas nuevas), puede ser fielmente repetido aquí: “Según el escritor Granjonan, “hay por el mundo, en este momento, una investigación intensa de métodos nuevos de pedagogía, pero sucede como con esas plantas que crecen en los invernaderos y en macetas pequeñas: mueren al aire libre, mueren faltas de raíces capaces de penetrar en la tierra, mueren en cuanto se trasplantan a la sociedad real y dura.” En efecto, es verdad que “lo que necesita la Escuela es el impulso de la masa”, como “lo que necesita la masa, es el impulso de vida que da el niño”. (Angelo Patri.)

En los países conmovidos, a raíz de la guerra, por profundos trastornos sociales, es donde se han intentado las experiencias más notables, aunque a veces muy extremistas, renovadoras de la educación.

“Ese fenómeno, del cual es fácil seguir paso a paso la génesis y el desarrollo, ¿no aboga elocuentemente en favor de la tesis que sostiene la conexión entre el problema escolar y las cuestiones políticas y sociales que siempre ha defendido I.T.E.? Alemania, Austria, Rusia han orientado un cierto número de escuelas populares por unos derroteros que, mirado solamente desde el punto de vista pedagógico, son netamente revolucionarios por lo que se separan de los que se seguían ordinariamente. Hamburgo, Viena, Moscú son, en la hora actual, centros vivos de experimentación pedagógica.

* * *

Y porque tenemos la convicción de que “la escuela sufre inevitablemente las tendencias dominantes de su época”, asociamos íntimamente nuestra acción pedagógica a nuestra acción social.

Para nosotros, una renovación profunda de la escuela implica una renovación previa y no menos profunda de la sociedad.

Lugar de la Escuela en la Educación

esquema

N. B. En el gráfico arriba expuesto gen significa generaciones.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 108-116]