Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza
Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928
I. Situación del niño proletario
A) Situación material del niño proletario
por Meta Kraus-Fessel (Berlín)
INFORME
Ayer noche, en el salón de actos del Ayuntamiento, el representante del partido socialdemócrata, al saludarnos, nos dijo que aquí, en Leipzig, nos encontrábamos en tierra de gran importancia histórica, pues aquí habían trabajado dos de los mejores campeones del movimiento obrero: Agusto Bebel y Guillermo Liebknecht. Yo quisiera avivar en vuestra memoria el recuerdo de otros dos campeones del movimiento obrero, que también en Leipzig, y como colaboradores del “Diario del pueblo”, lucharon por la emancipación del proletariado: Franz Mehring y Rosa Luxemburgo.
Cuando en el Parlamento alemán se discutía la ley de protección del trabajo de los niños, Rosa Luxemburgo escribió algunas frases que conviene reproducir íntegramente: “Cuando llegue el día en que se cierre la historia de la sociedad capitalista y se enumeren todos sus crímenes, y se sometan al juicio definitivo de una Humanidad mejor, estamos persuadidos de que, de todos sus crímenes, el que más ha de pesar en la balanza de la Historia es el largo tormento de que han sido víctimas los niños proletarios.
“Agotar todas las fuentes de vida en estos seres indefensos, suprimir la alegría del vivir en el umbral mismo de la existencia, destrozar la simiente humana en sus primeros brotes: ese es el pecado más grave que la dominación capitalista comete en la actualidad y esos son igualmente los más criminales ataques que se producen contra el porvenir”.
* * *
Determinar la situación material del niño es cosa relativamente fácil cuando ese niño es verdaderamente un elemento del conjunto de la población, como sucede en el seno de la tribu y en los pueblos de civilización primitiva. En esos casos, los niños participan de la vida y de la muerte de su tribu. Cuando la Sociedad primitiva se decide a educar al niño, el derecho de existencia se completa con el derecho a los medios de subsistencia. Por el contrario, cuando esa Sociedad primitiva teme no poder alimentar a los niños, los mata.
La situación del niño proletario moderno en esta nuestra Sociedad dividida en clases, ofrece brutales contrastes en orden a la tribu primitiva. El niño proletario, desde el punto de vista de los medios de subsistencia, sufre las mismas privaciones que padece el proletariado. Desde hace veinte años se viene escribiendo y hablando constantemente del derecho del niño a la vida. Incluso nos han dicho que vivíamos en el siglo de los niños. ¡El siglo de los niños...! Debemos preguntarnos previamente si ese derecho a la vida, tantas veces proclamado, lleva en sí el derecho a los medios de subsistencia. Y si nos hacemos esa pregunta, quien conozca el miserable vivir de los diferentes grupos proletarios tendrá que contestarse negativamente.
Hay que hacer una distinción. En los Estados capitalistas modernos, unos niños viven en sus casas –con sus familias, con sus padres– así, al menos, se dice, aunque sea inexacta esta expresión, ya que los padres, necesitando trabajar, no viven con sus hijos. Otros niños viven en los asilos, en las beneficencias, a cargo del Estado. Los primeros viven a costa de los ingresos familiares. Esos ingresos son lo que gana el padre, lo que gana la madre y lo que gana a veces el mismo niño, cuando trabaja.
El padre y los salarios: salarios bajos, vida cara y paro forzoso
Si analizamos los salarios de un padre de familia, rápidamente concluiremos que el proletariado lucha con la disminución del poder adquisitivo de su salario. Eso sucedió durante la guerra y eso ha pasado en la trasguerra. De ahí las luchas universales sostenidas para conseguir los aumentos de los salarios que compensen, en la medida de lo posible, la disminución de su poder adquisitivo. Nosotros tenemos el deber de reaccionar contra ese error tan extendido que no considera las luchas económicas como lo que son en el fondo, es decir, como luchas que los adultos sostienen por su existencia y en favor de sus hijos.
Me limitaré a señalar aquí que los índices de carestía que da el gobierno, son inferiores a la realidad. Es interesante consultar sobre esta materia uno de los cuadernos de las Publicaciones nacionales del Trabajo (Reichsarbeitsblat), editado por la “Oficina de Estadística”, en 1909, que contiene datos sobre “852 familias sin fortuna”. Estos datos han sido utilizados por Hoellein en su obra Contra la maternidad forzada (págs. 44 a 84). Fue tan cuidadoso el gobierno en el citado trabajo, que, aun hoy, es el más precioso documento para nuestro estudio, al lado de la publicación emprendida en 1909 por la Federación de Metalúrgicos de Alemania, “320 presupuestos de hogares de metalúrgicos” (Stuttgart, 1909). Hay que advertir que estos metalúrgicos son obreros altamente calificados y especialmente remunerados. Las siguientes notas probarán nuestras afirmaciones:
En un 38% de las familias, el marido ganaba, además de su jornal ordinario, otro accesorio; en un 32,6%, la misma familia participaba en la producción; y en un 13,2%, los hijos proporcionaban ingresos a la familia.
Las 852 familias se reparten en cinco categorías según sus ingresos, con gastos anuales de 1.200 a 3.000 marcos.
Se examina a continuación cómo debe cifrarse el consumo anual de medios de subsistencia, según el número de individuos que componen la familia, tomando como módulo la ración distribuida por la Marina alemana al marinero, y el mínimum de subsistencia calculado por el profesor Henningsen.
El resultado de la investigación acusaba que “ninguna de las familias, ni aun entre las más favorecidas, alcanzaba, ni siquiera se aproximaba, al nivel de consumo del marino”.
Entre las familias del primer grupo (hasta 1.200 marcos), y lo mismo en las del segundo (hasta 1.600), sólo una consumía la cantidad de carne correspondiente al mínimo de Henningsen; en el tercer grupo (de 1.600 a 2.000 marcos), se encuentran cuatro familias sin hijos que lo alcanzan, y en los grupos cuarto y quinto (2.000 a 3.000 marcos), los hogares sin hijos o con uno solo.
A consumir la ración necesaria de grasa, según la norma de Henningsen, llega una sola familia, compuesta de tres personas, en el primer grupo; ninguna, en el segundo; las formadas por dos individuos en el tercero, y de las comprendidas en los dos últimos, solamente las formadas por dos, tres o siete. Absolutamente ninguna familia llega en el consumo de leche a la ración exigida por Henningsen.
En el curso de los debates de la Dieta prusiana sobre el presupuesto del Ministerio de Previsión Social, el 9 de febrero de 1928, la baronesa Dra. Watter, miembro del partido alemán nacional, decía “¡que era preciso elevar el consumo de leche, influyendo en el pueblo por la educación!” La producción nacional pone a disposición de cada ciudadano alemán 0,80 litro de leche, según decía, y éstos no consumen más de un cuarto o un tercio, según muestran las estadísticas de Berlín.
No hay una sola familia en las categorías cuyos gastos son inferiores a 1.600 marcos, que alcance en el consumo de patatas el nivel fijado por Henningsen, ni el mínimo de 183,5 kilogramos de pan por año.
Observa más adelante Hollein: “Siempre hemos notado una tendencia, tan fuerte como regular, a la disminución de los gastos en cuidados corporales e higiénicos proporcional al aumento del efectivo familiar.”
“También disminuyen los gastos de educación al aumentar la familia.”
Sobre estos datos, por eso comunico, habré de fundar mis indicaciones ulteriores.
En efecto; habéis visto que, en las condiciones de trabajo normales, en un tiempo en que el nivel de los salarios y el coste de la vida eran relativamente estables, el jornal del obrero no alcanzaba a cubrir sus necesidades y las de su familia.
Ahora, pasada aquella época, se ha comprobado en todos los Estados un considerable decrecimiento del salario real; ha sido aumentado el salario nominal, pero queda muy por debajo del coste de la vida. Así lo prueban las estadísticas que tengo a la vista respecto a los salarios reales en Dinamarca, Noruega, Suecia, Francia, Estados Unidos, Australia, Gran Bretaña y Alemania, según la Revista Internacional del Trabajo, febrero de 1928 (Richardson, p. 190), de donde he tomado estas indicaciones.
Dejemos Alemania, para ocuparnos de la situación del niño proletario en América. Allí también se han hecho cálculos para establecer el mínimo de gastos necesarios a un matrimonio y sus hijos. En muchas ciudades, estos cálculos han servido de base a las reivindicaciones corporativas.
Según los cálculos de la Oficina del Trabajo de los Estados Unidos, este mínimo, en junio de 1927, para una familia obrera de tres hijos, era de 2.188 dólares; debía ganar el padre, durante todo el año, por lo menos 42 dólares semanales. De no ser así, sobrevenía el abandono de los hijos por la madre o la miseria de la familia.
Pero, en realidad, en lugar del promedio de 42 dólares por semana –que en los trabajos agrícolas, dado su carácter intermitente, debía reemplazarse por el de 56– el salario no llegaba más que a 35; o sea que existía un déficit del 30%. Lo que significa, desde nuestro punto de vista, que al niño le faltaba un tercio de su alimentación para cubrir el mínimo de subsistencia.
Pero ¿qué debe entenderse por mínimo de subsistencia? Alimento, vestidos y habitación, suele contestarse. A continuación, hay que agregar: educación y formación profesional.
Así consideradas las cosas, hemos de notar, que el niño en la sociedad capitalista no puede satisfacer el mínimo de sus necesidades, ni aun en el caso de que su padre sea un obrero altamente calificado.
Pero hay aún otro grupo de padres dentro del proletariado, un grupo numeroso, incapacitado para asegurar a sus hijos, no el simple mínimo de medios de existencia, sino, hablando en general, el menor apoyo, el grupo de los sin trabajo.
Según los datos publicados por Albert Thomas, Director de la Oficina Internacional del Trabajo de Ginebra, en su memoria de julio de 1927, el número de parados no baja de diez millones, sin contar las falsificaciones deliberadas y las informaciones insuficientes respecto a una serie de países.
Agrega Albert Thomas el siguiente cuadro de países que tienen establecido el seguro legal contra el paro, con indicación aproximada de los obreros a él acogidos:
Alemania | 16.500.000 |
Australia y Queesland | 150.000 |
Austria | 1.000.000 |
Bélgica | 600.000 |
Bulgaria | |
Dinamarca | 250.000 |
España | |
Finlandia | 25.000 |
Francia | 120.000 |
Estado libre de Irlanda | 240.000 |
Gran Bretaña e Irlanda del Norte | 12.000.000 |
Italia | 3.000.000 |
Luxemburgo | |
Noruega | 50.000 |
Países Bajos | 280.000 |
Polonia | 1.200.000 |
Suiza | 200.000 |
Tcheco-Eslovaquia | 1.000.000 |
Unión Soviética | 7.750.000 |
Dice después Albert Thomas, con toda honradez, que en muchos de estos países no se aplica la ley de seguro o está muy limitada. De donde deducimos, que no es sólo en Alemania donde las leyes sociales suelen limitar su eficacia a figurar tan sólo en el papel.
Alemania, con su población de cerca de 65 millones de habitantes, con su gran desarrollo industrial, ha llegado a tal situación en este año de 1928, que la cifra de parados alcanza casi el primer cuarto del segundo millón. Para la Unión Soviética, país de industria poco desarrollada, indica Albert Thomas 2.000.000 de parados, de suerte que allí, con una población de 130 millones de habitantes, apenas hay más parados que entre nosotros; téngase en cuenta, además, como diferencia, que muchas de nuestras empresas están cerradas y que el proceso de racionalización capitalista es la causa del hambre que sufren nuestros parados y sus hijos, mientras que en la Unión Soviética, todas las fuerzas van entrando en tensión para crear su industria, todavía poco importante y destruida por la guerra y las luchas civiles.
Señala Albert Thomas aumento del paro en 1926 en Chile, España, Grecia. Palestina y Portugal.
Examinemos el plan de seguro oficial propuesto en Inglaterra. La comisión creada en 10 de noviembre de 1925 por el Ministerio del Trabajo ha emitido un notable informe (London, H. M. Stationarv Office, 1927): las primas de seguro se pagan por los patronos, el Estado y los asalariados, por partes iguales. Esta distribución en partes iguales envuelve, naturalmente, una desigualdad: la suma que el obrero resta al mínimo necesario para su sostenimiento no puede, de ningún modo, representar el mismo valor que la que el patrono descuenta de sus beneficios.
La caja de seguro contra el paro tenía, en abril de 1925, un pasivo de 7.100.000 libras esterlinas. En diciembre de 1926, a causa de la huelga de mineros y de la general sostenida por los trabajadores para mejorar su propia suerte y la de sus hijos, el pasivo se elevó a 21 millones. Son dignas de mención, entre otras, las publicaciones de las asociaciones de maestros, que señalan la horrorosa miseria de los distritos mineros de Inglaterra: los alumnos de las escuelas no desayunan ni almuerzan, –dicen,– vienen cubiertos de harapos miserables, o faltan por no tener zapatos ni calcetines. Y este ha sido el momento elegido para amenazar a sus padres con una disminución del 12% en sus salarios.
La Comisión afirma que no hay medio de liquidar el pasivo de 21 millones de libras con los ingresos determinados por la ley, y propone, como solución del déficit, una elevación temporal de las cotizaciones a las tres categorías de contribuyentes; en resumen, que para cubrir el pasivo, creado por la resistencia de los patronos a las reivindicaciones obreras relativas al percibo de un justo salario, se quiere recurrir a nuevos descuentos, que deberán sufrir los trabajadores de ambos sexos comprendidos entre los 14 y los 18 años. Esto es lo que significa, en régimen capitalista, el seguro contra el paro forzoso.
En Alemania, donde ya está en vigor el seguro, es tan pequeña la indemnización del parado, que difícilmente podrá sostenerse con ella, ni aun durante pocos días.
Hay, con todo, un decreto reciente de la “Oficina nacional de Colocaciones y Seguro contra el paro”, que autoriza a los presidentes de las “Oficinas locales del Trabajo”, “en casos especiales”, es decir, “¡sólo en los casos en que el interés del parado y de su familia exijan absolutamente tan sensible intervención en el campo de la autoridad familiar!”, a descontar de la indemnización, y pagar directamente al casero el importe del alquiler. Se recomienda, naturalmente, que se cuide de “¡que las demás necesidades vitales del parado y su familia queden cubiertas!”
La madre y el salario
Después de haber indicado en este veloz resumen la situación del padre de la familia obrera, voy a examinar el trabajo del niño y de la mujer, uno de los más tristes capítulos de este estudio.
Lo mismo que el obrero lucha contra la miseria, su mujer y sus hijos tienen que defenderse contra la explotación llevada al último extremo. Pero, como la mujer y el niño, cuando van a la fábrica, lo hacen llevados por la situación angustiosa del hogar, su éxito es más difícil, no están en condiciones de poner en juego fuerzas de defensa.
En Alemania acaba de promulgarse, provocada por las decisiones de la Conferencia Internacional del Trabajo de Washington, la “Ley sobre el trabajo antes y después del parto”, que viene a unirse a la anterior legislación social. Es Alemania el primer país de la Europa capitalista que, por la ley que entró en vigor en 1º de agosto de 1927, ha ratificado dicho convenio.
El profesor Rott (Cuadernos de la Cruz Roja alemana, 6º año, nº 12) dice de esta ley, que representa un gran progreso porque, de un modo general, comprende a todas las obreras. Pero, en lo que dice a continuación, nos demuestra que, por desgracia, las mujeres que trabajan en la agricultura, silvicultura, piscicultura y ganadería, mismo que las ocupadas en la economía doméstica, están excluidas de los beneficios de esa ley. No existe, como se ve, la protección real para la madre y el recién nacido en Alemania. Sólo se hace efectiva en la Unión Soviética, donde, ocho semanas antes y otras tantas después del parto, la madre recibe el importe íntegro de su salario y no una insignificante asignación de alumbramiento o de lactancia.
Cedo la palabra a los Inspectores del Trabajo de Sajonia: estos dicen, “que el 56,3% de las mujeres en cinta, trabajan hasta el día del alumbramiento, o hasta la víspera, sean o no casadas”. Los mismos Inspectores agregan que, “todavía en 1926, a pesar de existir la indemnización de parto, a partir de la sexta semana antes del alumbramiento, no observaron las consecuencias de la mejora. Tampoco tiene efectividad el reposo de las seis semanas siguientes al parto en una gran cantidad de mujeres, “¡por razones financieras exclusivamente!” Para burlar la ley, buscan otro trabajo y ocultan su reciente maternidad.
Según Elena Simon (Cuadernos de la Cruz Roja alemana, 6º año, nº 11), el número de mujeres ocupadas en la producción alemana ha pasado, de ocho millones y cuarto, en 1907, a doces millones, en 1925, fecha del último censo; lo que supone un aumento de casi la mitad.
Teniendo en cuenta que en la agricultura encontramos ocupadas 5 millones de mujeres y en el servicio doméstico uno y medio, que hacen un total de seis millones y medio, resulta que más de la mitad de las trabajadoras, según la ley de 1º de agosto de 1927, están excluidas de la protección a la maternidad. A estas cifras hay que agregar tres millones y medio de mujeres que trabajan en el interior de la familia, en el laboreo de campos y bosques, con tarea a veces más dura que la de las asalariadas, porque, el trabajo de los hombres, bajo el peso de los impuestos, ni siquiera consigue arrancar la subsistencia de la familia a sus reducidas o pobres tierras.
La guerra ha hecho subir en Inglaterra el número de mujeres empleadas en la producción casi en 1.500.000 unidades. En julio de 1914, ocupaba la industria inglesa 2.176.000 mujeres; en abril de 1918, se encuentra aumentado el número en 537.000, dedicadas principalmente a las industrias químicas y metalúrgicas. Están excluidas de estas cifras las ocupadas en las industrias del Estado (armamentos y municiones). Las estadísticas no contienen ningún dato sobre el número de embarazadas o madres de niños de corta edad, pero se cree que es bastante elevado.
En América, las mujeres son también impelidas, por necesidades económicas, a participar en la producción fuera del hogar, a lo que se deciden muy pocas, según ha comprobado una información, por “inclinación personal”.
El número de mujeres casadas ocupadas en la producción crece regularmente: según las indicaciones conocidas, se eleva a dos millones. En seis distritos industriales de Filadelfia, por una información se ha comprobado la existencia de 728 madres de familia dedicadas a trabajos industriales, dándose la ocupación de estas mujeres como “necesariamente indispensable al sostenimiento de su hogar”; en efecto:
El 29% trabajan a causa de ser insuficiente el salario del marido;
el 22%, por haber muerto éste;
el 14%, por enfermedad del jefe de la familia;
el 13% obligadas por el abandono del marido;
el 11%, por ausencia de todo apoyo marital,
y sólo un 11% impelidas por vocación.
El resumen de lo expuesto es “que aumenta el número de niños que nacen muertos”.
Inútil creo insistir sobre los efectos de esta situación sobre la maternidad y la infancia.
El niño y el salario
En Alemania disponemos también sobre este extremo de los informes de la Inspección del Trabajo de Sajonia, que, si no hace una descripción completa, es al menos característica. En Sajonia trabajan, en números redondos, 94.000 niños comprendidos en la edad escolar, el 18% de la población escolar; muchos de ellos en trabajos prohibidos. En el trabajo a domicilio colabora el 75% de los niños, ¡a partir de los tres años! He aquí por qué mi co-informador, el Dr. Doering, puede afirmar que ¡sólo el 10% de los niños desarrollan un buen trabajo escolar!
En las empresas de más de 10 obreros, en Prusia, se han encontrado 694 niños ocupados en trabajos prohibidos, en algunos casos de noche. Han sido castigados por estos hechos 66 patronos de Hanóver, 53 de Erfurt y 34 de Francfort-sur-Oder.
Se ha comprobado la presencia de trece niños menores de 14 años en las minas. Claro que en las minas de China e India se admiten niños desde la edad de tres años, con la disculpa de que allí están bajo la protección de sus padres que trabajan en ellas (informe del gobierno inglés).
Se carece de estadísticas sobre los niños ocupados en Alemania en hospederías, cabarets, carga y descarga y en la industria; pero, en cambio, poseemos datos bastante exactos sobre la agricultura: según Elena Simon, que se basa en indicaciones oficiales, en la agricultura trabajan 1.170.000 niños asalariados, menores de 10 años 500.000 de ellos. Nadie cuida de la salud de estos niños; arrastran sacos de patatas o de remolachas de 100 kilogramos, así se lisian y se debilitan.
Pasemos al país de capitalismo más desarrollado, América.
En 1920, se contaron allí hasta un millón de niños asalariados, comprendidos entre 10 y 15 años, y como el trabajo de los niños crece regularmente en este país, es de suponer que el nivel de la vida obrera desciende también regularmente.
Una información practicada en siete distritos de Nueva Jersey ha descubierto en el trabajo niños de cinco años, un total de 1.131 niños. De los niños empleados ilegalmente, 1.013 tenían menos de 14 años, y el 14% de dicha cifra menos de 8. En dos tercios de los hogares la cocina servía también de taller.
En algunos Estados de América del Norte, está prohibido el trabajo en las fábricas a los menores de 14 años, y no pueden trabajar en las minas los que no llegan a 16; pero la Sección de la Infancia de la Oficina del Trabajo de los Estados Unidos ha comprobado, no el empleo de los niños en algunas horas de trabajo ocasional, sino que la mayoría trabaja en días de clase hasta las 8 de la noche, y una gran parte hasta las diez. Casi la mitad de los niños trabaja el sábado hasta las diez de la noche, y un número bastante considerable hasta las doce o después.
Importa considerar a parte a los niños negros: Según un informe de la Oficina de comercio, la mortalidad infantil es de un 5,5% entre los negros, no pasando del 3,4% en los blancos. Muchos sindicatos tienen en régimen de disfavor a los negros, respecto a las colocaciones, ¡porque temen que dándoles trabajo aumente en número!
Para los niños que han sufrido la miseria del hogar de sus padres desde antes de nacer, que han tenido que trabajar desde la edad de tres años, y continuar hasta los 14, la Asistencia social del Estado capitalista se manifiesta en forma de orientación profesional médica. En el Curso sobre la protección del bienestar (edición del Comité Central para la Protección del bienestar, 1927, p. 360), escribe la doctora Elena Turnau: “La orientación médica, convienen asombrados los profanos, disuade de la adopción de ciertas profesiones, pero en cambio, no recomienda otras.” Por ejemplo: a un tuberculoso hay que recomendarle que evite la profesión que le obligue a permanecer donde haya polvo, pero tampoco se le puede aconsejar que trabaje al aire libre siempre, porque allí también “compromete gravemente su salud”. Pero en vez de decir “no se puede aconsejar”, habremos de limitarnos a decir “no se debe aconsejar”, porque, exigiéndole la tensión de todas las fuerzas disponibles, el proceso de explotación capitalista no permite curarse al hombre que está enfermo de los pulmones.
La estadística alemana nos muestra, que la tuberculosis mata 7,14 individuos de cada 10.000, entre los niños de 14 a 15 años, y 14,43 entre los muchachos de 15 a 20, más en el sexo femenino. Dicho de otro modo, la tuberculosis duplica sus estragos en el momento en que el niño, ya agotado, entra a ser pasto de la explotación capitalista. Esta es la edad en que los médicos encuentran sin cesar, como consecuencia de un trabajo prematuro y excesivo, la clorosis, la deformación de la columna vertebral y otras taras.
Hay, sobre este asunto, dos informaciones científicas de gran importancia, la de Seebohn Rowntree, en Inglaterra, y la de Niceforo, que ahora vive en Nápoles.
Rowntree ha comprobado que, en la ciudad de York, el 43% de los obreros de salario regular viven pobremente. Distingue con caracteres precisos, dos grados de pobreza: el 75% de los comprendidos en la primera categoría viven en condiciones de decadencia física, ya porque su salario es corto, ya por tener más de cuatro hijos.
Niceforo ha sacado otras consecuencias del actual estado de cosas. En las escuelas primarias de Lausanne, ha sometido a medida y peso a los niños clasificados en “ricos” y “pobres” por justos motivos, comprobando un atraso notable en el desarrollo de los no pudientes. Con el mismo fin ha estudiado los registros de reclutamiento militar, los cráneos de los cadáveres inhumados en las fosas comunes de los cementerios italianos y los resultados de muchas informaciones anteriores.
Como índices, se servía del contorno del pecho, de la capacidad torácica, de la potencia pulmonar, de la fuerza muscular medida por la fuerza de presión de la mano derecha, del perímetro craneano, de la altura de la frente, de la capacidad probable del cráneo, del peso probable del cerebro, &c.
De los resultados que obtiene, dice Niceforo que “obligan a creer en la existencia de una ley, según la cual, el desarrollo físico es función directa del plano social en que se vive...”.
Estas investigaciones han sido confirmadas por las que la guerra y el período de hambre han hecho emprender en Alemania.
El proletariado sufre en su carne, pero sigue siempre fuerte por su voluntad revolucionaria
La inferioridad física de la clase proletaria es evidente, pero lo que no se mide ni se pesa es su voluntad de romper las cadenas, de elevarse a un nivel de vida digno del ser humano.
En primer lugar, el proletariado, a pesar de su “inferioridad”, a pesar de su carácter de clase, “física e intelectualmente retrasada”, ha procurado corregir las condiciones defectuosas en que el régimen de clases fuerza a vivir a sus hijos. Así lo prueban los servicios prácticos (asistencia, albergue, alimentación) prestados por el Socorro obrero internacional y el Socorro Rojo a los hijos de obreros víctimas del lock-out, huelguistas y presos políticos, ¡no comprendidos en la asistencia social de la democracia burguesa!, como enseñan las leves balcánicas “de defensa del Estado”, al prohibir, bajo pena de prisión, que se dé un pedazo de pan al hijo hambriento del preso político. ¿No es ésta la forma moderna y capitalista del asesinato, de la muerte, del abandono de los niños, que los primitivos practicaron por la ruda necesidad en la lucha por la existencia?
Volvamos la vista una vez más a la Unión Soviética, donde el proletariado como clase ha conquistado el poder político. Sus representantes, que hoy no están aquí, hubieran podido mostrarnos todas las medidas prácticas que un pueblo liberado toma en favor de sus niños desgraciados o hambrientos. Allí se garantiza a la madre trabajadora una “crèche”, un hogar de niños en la misma, donde, mientras ella trabaja, se cuida a su hijo, no viéndose expuesto, antes de los siete años el hijo de la madre obrera, a quedar sin vigilancia. Este hogar está regido por comités elegidos por los obreros de ambos sexos, no por damas que educan a los niños según las conveniencias de la clase dominante, y sostenido por el Comisariado de la Salud pública.
* * *
Si no tuviese tan limitado el tiempo, podría tratar más a fondo la historia de los esfuerzos llevados a cabo por los sindicatos y partidos para proteger a la infancia, como indicio del desarrollo político de sus organizaciones. Me limitaré a señalar que, actualmente, las principales organizaciones socialdemócratas de protección a la infancia son:
a) Los Amigos de la Infancia, organización internacional;
b) El Bienestar Obrero, organización alemana;
c) Los miembros socialdemócratas de las corporaciones municipales –oficial–, de los Parlamentos de las ciudades, de los diferentes países del Estado alemán.
Todos practican, para proteger a la infancia, una amplia cooperación con los representantes de las organizaciones de la burguesía; hasta el extremo de que las medidas adoptadas y las orientaciones que siguen no pueden considerarse como uno de los aspectos de la lucha libertadora del proletariado. Sus hogares, sus juegos de vacaciones, sus jardines de la infancia, sus campos, están llenos de espíritu burgués.
Un ejemplo: en el campo de la “República de los Niños”, en Seekamp, cerca de Kiel, en el verano de 1927, los millares de obreros que allí se encontraban acogían a Karl Severing, entonces Ministro del Interior de Prusia, y hoy Ministro, también del Interior, en la República alemana, lo mismo que a Max Winter, de Viena, fundador de las organizaciones de “Amigos de la Infancia”, con las siguientes frases sacadas de la Constitución de Weimar, pronunciadas a coro: “El Estado alemán es una República. Todo poder viene del pueblo.” Estas frases están en flagrante contradicción con los hechos; engañan a los niños y adolescentes sobre la verdadera situación de la clase obrera, los apartan de la lucha libertadora del proletariado, y desarrollan en ellos una ideología que les hace desentenderse de esta lucha. Este proceso es el síntoma de que la burguesía ha hecho la conquista ideológica de las organizaciones socialdemócratas.
Las organizaciones de asistencia, de protección de la infancia y de solidaridad que ha suscitado el partido comunista, especialmente el Socorro Obrero Internacional y el Socorro Rojo Internacional, constituyen, sin duda alguna, tanto por su fundación, como por el espíritu que las anima, un elemento de la lucha libertadora del proletariado; pero práctica e ideológicamente, contrarían su influencia el aparato de coacción y las medidas de terror del Estado capitalista.
En consecuencia, puede decirse que el Estado capitalista trata de impedir la protección del niño proletario, cuando ésta constituye un aspecto de la lucha de liberación del proletariado, ya con la conquista ideológica de las organizaciones socialdemócratas, ya con las medidas de reprensión y terror de que hace objeto a las organizaciones suscitadas por el Partido Comunista.
Tiene que representar el proletariado que lucha, por medio de sus organizaciones socialdemócratas y comunistas, en lo que se refiere a protección de la infancia, como en los demás aspectos de su actividad, un papel defensivo. En el Estado en que la victoria ha puesto en manos de la clase obrera el poder, se imponen al proletariado, con respecto a la infancia, otros deberes; allí no se puede limitar a la defensa, tiene ante sí un trabajo de edificación. Ya sabemos lo que los padres obreros hacen por sus hijos cuando han conseguido abatir el régimen que les forzaba a llevar una vida indigna del hombre.
Quiero terminar preguntando:
¿Creéis que se sirven los intereses del niño proletario limitándose a llenar fichas y contar dónde y cuántos niños trabajan, y en qué condiciones, &c...?
¿Creéis así cumplidos los deberes hacia esos “seres sin defensa” de que hablada Rosa Luxemburgo? ¿O bien, opináis, como yo, que, además de llenar fichas, hemos de combatir si queremos garantizar al niño proletario su derecho a la existencia?
TESIS
Introducción
I. — ¿Qué factores determinan la situación material del niño proletario?
a) Los medios materiales de los padres y su voluntad para hacer que el niño los aproveche.
b) Los medios materiales de la sociedad y sus decisiones para hacer que los aprovechen los padres (caso del niño dentro de la familia), o el mismo niño (caso del niño atendido directamente).
c) La interacción de estos dos factores está determinada por la organización económica y política en que viven el niño y sus padres.
II. — ¿Qué valor se atribuye al niño?
a)En los estados inferiores de la sociedad –anteriores a la división en clases–, el niño s diversamente apreciado, según constituya peso o colaboración en la lucha por la existencia que han de sostener los adultos.
b) En los estados superiores de la sociedad –ya divididos en clases dominantes o privilegiadas y clases explotadas–, los niños son apreciados según la clase a que pertenecen.
c) Los niños de la tribu, de la familia patriarcal o de la aldea, son, en conjunto, cuidados del mismo modo; los niños de la sociedad dividida en clases reciben diverso trato, y si pertenecen a la explotada, son apreciados según sean un provecho o una carga para la clase dominadora.
Es un error o una enorme hipocresía hablar de los niños, en la sociedad dividida en clases, como si fuesen “¡hijos de la nación!”
El Estado capitalista tiene dos clases de niños y les atribuye distinto valor, según la clase a que pertenecen.
III. — ¿Qué fin persigue la sociedad al educar a la nueva generación?
a) Cada sociedad se propone reglamentar la situación de los niños de tal suerte, que lleguen a ser “miembros útiles a la sociedad humana”; dicho de otro modo: de tal suerte, que lleguen a poder llenar del modo más perfecto posible las funciones sociales indispensables.
b) En la sociedad que aun no se ha dividido en clases se alcanza este fin por un proceso único.
c) La sociedad que el capitalismo ha dividido en clases, también se propone capacitar al niño para que desempeñe las funciones necesarias, desde el punto de vista de las clases.
d) Existe una oposición perpetua en el seno del Estado capitalista, respecto al objeto de la educación: 1) La clase dominante desea educar a los niños de la clase explotada de tal suerte, que puedan desempeñar, con la mayor perfección posible, las funciones que para su utilidad juzga necesarias; por otra parte, quiere educar a los suyos de modo que se capaciten para las funciones que en su clase necesitan; 2) las clases explotadas, cuando llegan a ser conscientes del régimen de clases, y conocen la situación de la suya, asignan a la educación el objeto de desarrollar a sus hijos para que cumplan, lo más perfectamente posible, las funciones que creen privativas de su clase (liberación del obrerismo, desaparición del yugo capitalista).
Primera parte
Los derechos fundamentales del niño
I. — El derecho a la vida.
a) El derecho del niño a la vida –del hijo de familia, del hijo del prójimo, del niño perteneciente a la tribu enemiga o a otra clase social– está reglado tan desigualmente, como desigual es su propio valor social. Se juzga siempre de este valor según las necesidades de la tribu o del Estado (muerte de los niños en el derecho romano, abandono de los niños practicado por los griegos, romanos, germanos e indios). El niño no goza más que de un relativo derecho a la existencia;
b) El derecho intangible del niño a la existencia, se establece por primera vez en los pueblos para quienes los niños son una necesidad para el desarrollo económico del país, y en los que se forman según concepciones religiosas que proclaman dicho derecho.
II. — ¿Lleva consigo el derecho del niño a la vida el derecho también a los medios de subsistencia?
a)Una vez que el niño ha visto reconocido su derecho a la vida –en casos particulares o como regla general–, se establece, unido a él, el derecho a los medios para conservarla, y a la educación, que debe hacerlo hombre capaz de vivir y trabajar.
He aquí los medios de subsistencia: alimentación, vestidos, albergue. Y agréguese, para los estados sociales avanzados, educación y capacitación para el trabajo.
III. — Los medios de subsistencia del niño dependen de la sociedad en que vive.
a) En los pueblos de civilización inferior –antes de la división en clases– los niños tienen las mismas posibilidades de satisfacer sus necesidades vitales que los adultos de su tribu o de su pueblo, viven y perecen con éstos;
b) En los pueblos que han alcanzado un grado superior de civilización –en los que ya está iniciado el proceso de formación de clases y el privilegio– los niños viven según las condiciones de la clase a que pertenecen:
1.º Los de la clase dominante o privilegiada, reciben suficientes, y hasta abundantes, medios de subsistencia;
2.º Los niños de la clase explotada, participan de los medios que la clase explotadora concede a la suya, del producto del trabajo de éstas. Así es que, los niños proletarios, tienen tan pocos elementos como la clase en que han nacido;
c) En los tiempos de aprovisionamiento difícil –guerras, perturbaciones económicas que siguen a los fracasos militares, contiendas civiles, trastornos políticos, crisis de la economía capitalista– los niños de la clase explotada, en el Estado capitalista, al verse privados de los medios de existencia, se encuentran, como sus familiares, en peligro de perecer.
IV. — Causas de limitación del derecho a la vida de los niños proletarios dentro del Estado capitalista.
a) En el seno de sistemas económicos que hacen consistir el valor de los explotados en el número y en la fuerza física –economía antigua fundada en la esclavitud, organización patriarcal–, el desarrollo de niños sanos capaces de producir se impone como necesidad económica;
b) En el sistema capitalista, ya en pleno desarrollo del maquinismo y de la división del trabajo, no es la fuerza física, sino el empleo precoz de la mano de obra joven, la destreza, el embrutecimiento, que se hace necesario para cumplir la tarea, lo que constituye el valor económico de los explotados, y la clase dominante se interesa porque la nueva generación responda a estas necesidades económicas. Al mismo tiempo, en el interior del sistema se observa superabundante oferta de fuerza de trabajo y la formación de un “ejército de reserva industrial”, que pueden considerarse, a la vez, como necesidades de la economía y como causa de depauperación, de proletarización.
V. — Cómo reconoce el Estado capitalista el derecho del niño a la existencia.
a) Los Estados capitalistas reconocen, teóricamente, el derecho del niño a la existencia; castigan el que se les dé muerte o se les abandone;
b) En la práctica no está reconocido el derecho de los niños a la vida, si pertenecen a la clase explotada, a la masa laboriosa, puesto que se impone a los padres el deber de sostenerlos –deber de asistencia de los ascendientes–, al mismo tiempo que, como miembros del grupo sojuzgado, se les retiene la parte que conviene del producto de su trabajo y, por consiguiente, los medios necesarios para cumplir el deber de sostener a sus hijos.
Segunda parte
Los daños que el capitalismo causa a la sociedad con su organización económica, y medios de que se vale para asegurar la vida de sus Estados
I. — Los medios materiales de atender a la subsistencia del niño en el Estado capitalista.
a) El salario del padre;
b) Lo que gana la madre;
c) Extensión y producto del trabajo asalariado de los niños: cuidados domésticos, trabajo a domicilio, agrícola, de taller y fábrica, en las minas;
d) Los hijos de las víctimas de la guerra;
e) Los hijos de los “sin trabajo”;
f) Niños asilados con fondos públicos (huérfanos y niños indigentes);
g) La habitación o albergue;
h) El vestido.
II. — Efectos físicos y psíquicos que el sistema capitalista produce en la sociedad.
a) Línea de demarcación de la pobreza;
b) Inferioridad física y fisiológica;
c) Estadística de nacimientos (el niño proletario en el seno materno; el hambre, el trabajo penoso, la prisión de la mujer embarazada);
d) Mortalidad;
e) Estadística de los niños comprendidos en la edad escolar;
f) Estadística de niños retrasados al comenzar la edad escolar;
g) Ineptitud profesional en el momento de comenzar el período de aprendizaje.
III. — El sistema capitalista pone en peligro de agotamiento a la sociedad. Condenación de la sociedad capitalista.
a) Estadística de los jóvenes en servicio militar;
b) Gran mortalidad de los niños de pecho;
c) Disminución de nacimientos;
d) Extensión de la tuberculosis y otras plagas sociales.
IV. — Investigaciones científicas (descripción de la situación social).
V. — La política social del capitalismo como función reparadora y medio de defensa contra el peligro de agotamiento producido por el sistema económico del capitalismo.
a) Los comienzos: protección de la obrera, legislación sobre el trabajo de los niños;
b) De la protección de la infancia y la juventud (obras sociales, intervención del Estado en las mismas);
c) La organización internacional de estas obras de la sociedad capitalista. — Reunión de organizaciones independientes. — Declaración de los derechos del niño hecha en Ginebra. — Coordinación en el seno de la S.D.N. — Las dos comisiones de la S.D.N. para la protección de la infancia y la juventud.
VI. — Caracteres de la política social del capitalismo.
a) Su fracaso tanto en el terreno legislativo como en el presupuestario;
b) Su fracaso en tiempos de crisis, guerras y otras circunstancias de peligro, luchas económicas (lock-out y huelgas).
Tercera parte
La clase obrera lucha para proteger el derecho de sus hijos a la vida
I. — Dentro del Estado capitalista.
a) Importancia de la organización del proletariado para esta tarea;
b) Los sindicatos. — El programa de protección de la infancia de la F.S.I. — La comisión de protección de la infancia;
c) Los partidos socialdemócratas y la protección de la infancia. “Los Amigos de la Infancia” (Kinderfreunde). El Bienestar obrero;
d) Organizaciones proletarias al margen de los partidos, con fines revolucionarios: Socorro Obrero Internacional, Socorro Rojo Internacional;
e) Medidas de lucha tomadas por el Estado capitalista contra la actividad proletaria de protección a la infancia. — Conquista ideológica de las organizaciones socialdemócratas. Medidas de terror contra las organizaciones de orientación revolucionaria.
II. — Después de la victoria de la clase obrera y su conquista del poder político.
a) La Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y su sistema de protección del derecho de los niños a la vida;
b) Todos los medios y todas las fuerzas se ponen en acción;
c) La política social de la Rusia Soviética como función reparadora, en la legislación y en las instituciones modelo de protección a la infancia.
BIBLIOGRAFÍA
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