Filosofía en español 
Filosofía en español

Dos discursos de José Antonio Girón, en Mioño y Moreda
(29 de septiembre y 9 de diciembre de 1947)

El sábado 27 de septiembre de 1947 llega Girón por la noche a Bilbao, para presidir al día siguiente, como Ministro de Trabajo, el acto de homenaje que ciudad y provincia rendían al presidente de las Cortes, el tradicionalista Esteban Bilbao. El lunes 29 se desplaza Girón desde Bilbao hasta Castro Urdiales, provincia de Santander, poco más de treinta kilómetros, para presidir una concentración de mineros de la Compañía Minera de Dícido, suministradora de mineral de hierro a la sociedad metalúrgica Altos Hornos de Vizcaya, propietaria además desde 1929 de esas minas. “Fue interesante lo que el Ministro dijo a millares de obreros, sin la menor concesión a la fácil adulación”, en un discurso que la edición de Escritos y discursos titula “En Mioño (Santander)”, pronunciado ante “millares de obreros [que] se amparaban en el fondo de la mina Anita”. Poco más de dos meses después, el martes 9 de diciembre (y no el día 12, como por error figura en la edición de Escritos y discursos) “llegó a Moreda a las nueve de la noche y se encaminó al Teatro Sindical que se encontraba completamente repleto de productores, los cuales tributaron al ministro calurosos aplausos y le obligaron a dirigirles la palabra; se habilitó una mesa, en la que el ministro se instaló con sus acompañantes para recibir, lo mismo que en El Entrego, a las comisiones sindicales obreras”: el ministro se sirvió del mismo discurso ya representado en la santanderina Mina Anita. No se puede pedir originalidad en cada discurso a quien tiene que dirigirse a público similar, fragmentado por distancias y entornos, pero no deja de sorprender su edición cuasi dúplice en una recopilación de textos.




En Mioño (Santander)
Escritos y discursos, Madrid 1952, tomo II, páginas 211-215

En Moreda de Aller (Asturias)
Escritos y discursos, Madrid 1952, tomo II, páginas 231-235

Trabajadores, camaradas: En la dura lucha por la justicia, la palabra cumple solamente una misión orientadora, jamás constituye por sí misma fundamento bastante para determinar una actitud. La palabra se avala exclusivamente por la conducta, y la nuestra, a lo largo del tiempo, ha sido siempre ésta: despreciar el sistema de hablar por hablar y sostener el principio de hablar para hacer, porque entre nosotros la única palabra eficaz es la que aparece escrita en el Boletín Oficial y la que usamos para dar la orden tajante de hacer cumplir la ley a rajatabla.

Comprenderéis que entendidas así las cosas no hemos venido a tomar contacto con vosotros para recrearnos, con aire sonriente, en victorias que si facilitan la marcha general del avance, por sí mismas no representan nada. Su valor no es digno de mención sino en cuanto indican una trayectoria y en tanto esa trayectoria se siga con honradez, con constancia y con energía. Se acabaron los tiempos mitinescos en los que el latiguillo sustituía a las realidades, las censuras fáciles a las obras fecundas y las palabras ingeniosas y oportunas y las promesas falaces a la autenticidad de los hechos consumados. Todo eso puede ser admisible y aceptarse como elemento de distracción, como espectáculo para admirar el ingenio y la habilidad cuando la justicia está cumplida, el bienestar logrado y la alegría preside todos los hogares. Pero cuando falta tanto camino por recorrer para llegar a esas metas, semejantes procedimientos constituyen un escarnio, cuando no un delito, contra la verdad, contra la dignidad de los hombres e incluso contra la propia estimación. Por eso, si despreciamos las palabras jactanciosas con las que pudieran pasear su ridículo orgullo seres pequeños engreídos por menguadas conquistas, condenamos con la máxima dureza a los que desde fuera, en plena euforia de digestión feliz, retrepados en los butacones de grandes hoteles cuyas minutas se pagan con oro robado a la Patria, hablan a los trabajadores españoles intentando justificar posturas que tuvieron millares de ocasiones para ser contrastadas con hechos y que todavía tienen oportunidad de subrayar con realidades de restitución.

Porque es muy cómodo hablar de las dificultades del obrero español y vivir saturado de bienestar administrando el caudal –valga el eufemismo– que en buena parte consiguió la Patria mediante el esfuerzo de los obreros, sus hijos predilectos. Resulta muy conmovedor hablar de las torturas que produce la ausencia de España y altamente poético manifestar como única ambición personal el deseo de recibir eterno descanso en la tierra que los vio nacer para que sus restos hagan brotar, humildemente, el musgo que recubra las piedras milenarias de la Patria; pero resulta también altamente grotesco que estos sublimes pensamientos no animasen sus conciencias ocho años antes, impulsándoles a adoptar un gesto con el que habrían conseguido el eterno descanso en la Patria, la lealtad a todos los que por ellos murieron y el respeto de todos los hombres que se precien de tales. Pero nada de esto hicieron en el momento oportuno, y, conscientes de su error, tratan ahora de subsanarlo creyendo que llegan a tiempo, por aquello de que más vale tarde que nunca, sin darse cuenta de que en la vida, muchas veces, despreciar la ocasión constituye el desprecio de uno mismo. Lamentamos por ello este retraso y como no es de buen gusto ensañarse con los ausentes, vamos a abandonar su recuerdo para ocuparnos de temas más importantes. Porque aunque no caigamos en la equivocación de considerar muy importante a la Cámara Minera, sí que le damos algo más de categoría que a los graznidos más o menos armónicos lanzados, sin esperanza y sin fe, por unos cuantos profesionales de la calumnia. Pero a pesar de dar alguna importancia al citado Organismo y venir advirtiendo desde hace tiempo su extraño proceder, no vamos a perder demasiado tiempo en considerar el espíritu clasista que le anima. Nos limitaremos a aconsejarle que siga el camino recto de una leal colaboración integrándose en el Sindicato. Porque nosotros, que venimos estimulados exclusivamente por un espíritu de justicia, aconsejamos primero para corregir después.

Trabajadores, camaradas: En la dura lucha por la justicia, la palabra cumple solamente una misión orientadora; jamás constituye por sí misma fundamento bastante para determinar una actitud. La palabra se avala exclusivamente por la conducta, y la nuestra, a lo largo del tiempo, ha sido siempre ésta: despreciar el sistema de hablar por hablar y sostener el principio de hablar para hacer, porque entre nosotros la única palabra eficaz es la que aparece escrita en el Boletín Oficial y la que usamos para dar la orden tajante de hacer cumplir la ley a rajatabla.

Comprenderéis que entendidas así las cosas no hemos venido a tomar contacto con vosotros para recrearnos, con aire sonriente, en victorias que si facilitan la marcha general del avance, por sí mismas no representan nada. Su valor no es digno de mención sino en cuanto indican una trayectoria, y en tanto esa trayectoria se siga con honradez, con constancia y con energía. Se acabaron los tiempos mitinescos en los que el latiguillo sustituía a las realidades, las censuras fáciles a las obras fecundas y las palabras ingeniosas y oportunas y las promesas falaces a la autenticidad de los hechos consumados. Todo eso puede ser admisible y aceptarse como elemento de distracción, como espectáculo para admirar el ingenio y la habilidad cuando la justicia está cumplida, el bienestar logrado y la alegría preside todos los hogares. Pero cuando falta tanto camino por recorrer para llegar a esas metas, semejantes procedimientos constituyen un escarnio, cuando no un delito, contra la verdad, contra la dignidad de los hombres e incluso contra la propia estimación. Por eso, si despreciamos las palabras jactanciosas con las que pudieran pasear su ridículo orgullo seres pequeños engreídos por menguadas conquistas, condenamos con la máxima dureza a los que desde fuera, en plena euforia de digestión feliz, retrepados en los butacones de grandes hoteles cuyas minutas se pagan con oro robado a la Patria, hablan a los trabajadores españoles intentando justificar posturas que tuvieron millares de ocasiones para ser contrastadas con hechos y que todavía tienen oportunidad de subrayar con realidades de restitución.

Porque es muy cómodo hablar de las dificultades del obrero español y vivir saturado de bienestar administrando el caudal –valga el eufemismo– que en buena parte consiguió la Patria mediante el esfuerzo de los obreros, sus hijos predilectos. Resulta muy conmovedor hablar de las torturas que produce la ausencia de España y altamente poético manifestar como única ambición personal el deseo de recibir eterno descanso en la tierra que los vio nacer para que sus restos hagan brotar, humildemente, el musgo que recubra las piedras milenarias de la Patria; pero resulta también altamente grotesco que estos sublimes pensamientos no animasen sus conciencias ocho años antes, impulsándoles a adoptar un gesto con el que por lo menos habrían tenido la posibilidad de conseguir el eterno descanso en la Patria, la lealtad a todos los que por ellos murieron y el respeto de todos los hombres que se precien de tales. Pero nada de esto hicieron en el momento oportuno, y, conscientes de su error, tratan ahora de subsanarlo creyendo que llegan a tiempo por ello de que más vale tarde que nunca, sin darse cuenta de que en la vida, muchas veces, despreciar la ocasión constituye el desprecio de uno mismo. Lamentamos por ellos este retraso, y como no es de buen gusto ensañarse con los ausentes, vamos a abandonar su recuerdo para ocuparnos de temas más importantes. Porque aunque no caigamos en la equivocación de considerar muy importante la Cámara Minera, sí que le damos algo más de categoría que a los graznidos más o menos armónicos lanzados, sin esperanza y sin fe, por unos cuantos profesionales de la calumnia. Pero a pesar de dar alguna importancia al citado Organismo y venir advirtiendo desde hace tiempo su extraño proceder, no vamos a entretenernos demasiado en considerar el espíritu clasista que le anima. Nos limitaremos a aconsejarle que siga el camino recto de una leal colaboración integrándose en el Sindicato. Porque nosotros, que venimos estimulados exclusivamente por un espíritu de justicia, aconsejamos primero para corregir después.

 

Más importante que todas estas consideraciones, por ser una idea que llevamos clavada en el alma, es dejar al descubierto, ante vosotros, nuestro pensamiento revolucionario y nuestra rebeldía española contra los enemigos de la unidad en la justicia y en la Patria.

En vuestra presencia, trabajadores laureados por el constante esfuerzo y el permanente cumplimiento del deber, nos parece como si tocásemos con las manos la posibilidad de un futuro alegre en el que los hombres, abiertos los ojos a la verdad de nuestra fe, se dividiesen exclusivamente por su capacidad de honradez, de trabajo y de patriotismo. Porque si todos los que forman, se mueven y actúan en la Patria fuesen dignos acreedores a esa consideración, el problema social sería pronto el primer escalón español de la victoria. Con hombres conscientes de su obligación puede uno entenderse, porque ellos no tienen nada que temer de las transformaciones justas, porque ellos tienen que ser precisamente los primeros interesados en deshacer la gran mentira, la gran injusticia que enfrenta en la gran unidad económica a los oficiales y a los soldados, mantenida por todos los que se aprovechan del rendimiento de su esfuerzo.

Somos tan torpes que andamos todavía inventando habilidades para resolver cómodamente el problema social, insistiendo en esa sobada teoría del arbitraje paternal entre las clases, que viene a ser como buscar la justicia en la superficie, y con ese volver a las andadas no saldremos del paso jamás. Porque todos esos enfoques parciales de la cuestión social que intentan buscar la armonía entre el trabajador empresario y el trabajador obrero sin modificar el orden social y económico han sido propugnados hace muchos años por los charlatanes de la política, tan a sabiendas como ahora de su inutilidad. Cuantos entienden como meta exclusiva en lo social los sistemas de protección a que la actualidad nos fuerza y hablan mucho y bien del salario mínimo, de la hermandad de las clases, de la elevación necesaria del nivel de vida del obrero, pero no hacen la menor referencia a la necesidad de crear un orden económico-social diferente que nos permita hacer posibles en el grado necesario estos anhelos, están intentando clavar una bandera en el agua.

Porque es verdad que se han logrado en lo social, dentro de este orden provisional que las circunstancias nos imponen, avances positivos, Seguros Sociales, Montepíos y otras Instituciones de Previsión; estabilidad y mejora en las condiciones de vida de los trabajadores; pero no es menos cierto que antes de llegar a alcanzar una remuneración holgada del servicio laboral, que no puede ser sólo económica porque ha de atender a dignificar el trabajo transformando el salario, vil compra de hombres, por el justo dividendo que, como al capital y a la técnica corresponde, en justicia a la participación creadora de riqueza del esfuerzo del trabajador, es preciso modificar hondamente la organización actual del trabajo si no queremos que nos detenga definitivamente esa línea de peligro para la armonía del empresario, sumando de la de la Nación, que en este estadio el más elemental sentido común le señala como tope a nuestra previsión redentora. Las realidades no se moldean a la medida de las palabras. Cuando un sistema económico-social, que estamos intentando sustituir, divide a los hombres en clases y contrapone sus intereses, porque en él un hombre gana cuando el otro pierde, esas clases existen por muchas habilidades dialécticas que despleguemos para negarlo. Y esas clases luchan y esas clases se odian porque no existen términos hábiles para poner de acuerdo las voluntades cuando se marcan casi exactamente a las vidas objetivos contrarios. Se puede ganar la simpatía de unos a costa del rencor de los otros, pero no se puede establecer entre todos ninguna duradera hermandad si no es en la esperanza y en la persecución de un sistema que la haga posible. Lo demás es perder el tiempo o ganarlo, según los objetivos de cada cual. Franco vio claro en este problema y eligió la solución revolucionaria y completa que con gran esfuerzo vamos desarrollando en metas sucesivas y para la cual se precisa fe, unidad y disciplina. Para todos los españoles honrados que amen a su Patria, en su transformación espiritual y material está la clave de la sincera unidad española y ningún trabajador de la Nación podría ni debería seguirnos si nuestro empeño no fuese más allá de los regateos mezquinos que no hacen sino atizar la discordia clasista en su corazón y en su pensamiento.

Estas pocas palabras sólo han querido subrayar, insistir en una orientación española y ortodoxa contra el falseamiento de las posibles visiones sociales a la antigua. En el momento actual de la Patria sobre este extremo nadie tiene nada que teorizar y mucho menos discutir. Hay una doctrina que se nos ordena seguir por el único español que puede presumir de no haberse equivocado nunca mandando la Patria. Esta doctrina propugna la modificación del orden social y económico porque la entiende como necesaria para hacer posible la hermandad de todos en el empeño de una común tarea, que es la destrucción de los objetivos contrarios.

Más importante que todas estas consideraciones, por ser una idea que llevamos clavada en el alma, es dejar al descubierto, ante vosotros, nuestro pensamiento revolucionario y nuestra rebeldía española contra los enemigos de la unidad en la justicia y en la Patria.

En vuestra presencia, trabajadores laureados por el constante esfuerzo y el permanente cumplimiento del deber, nos parece como si tocásemos con las manos la posibilidad de un futuro alegre en el que los hombres, abiertos los ojos a la verdad de nuestra fe, se dividiesen exclusivamente por su capacidad de honradez, de trabajo y de patriotismo. Porque si todos los que forman, se mueven y actúan en la Patria fuesen dignos acreedores a esa consideración, el problema social sería pronto el primer escalón español de la victoria. Con hombres conscientes de su obligación puede uno entenderse, porque ellos no tienen nada que temer de las transformaciones justas, porque ellos tienen que ser precisamente los primeros interesados en deshacer la gran mentira, la gran injusticia que enfrenta en la gran unidad económica a los oficiales y a los soldados, mantenida por todos los que se aprovechan del rendimiento de su esfuerzo.

Somos tan torpes que andamos todavía inventando habilidades para resolver cómodamente el problema social, insistiendo en esa sobada teoría del arbitraje paternal entre las clases, que viene a ser como buscar la justicia en la superficie, y con ese volver a las andadas no saldríamos del paso jamás. Porque todos esos enfoques parciales de la cuestión social que intentan buscar la armonía entre el trabajador empresario y el trabajador obrero sin modificar el orden social y económico, han sido propugnados hace muchos años por los charlatanes de la política tan a sabiendas como ahora de su inutilidad. Cuantos entienden como meta exclusiva en lo social los sistemas de protección a que la actualidad nos fuerza y hablan mucho y bien del salario mínimo, de la hermandad de las clases, de la elevación necesaria del nivel de vida obrero, pero no hacen la menor referencia a la necesidad de crear un orden económico-social diferente que nos permita hacer posibles en el grado necesario estos anhelos, están intentando clavar una bandera en el agua.

Porque es verdad que se han logrado en lo social, dentro de este orden provisional que las circunstancias nos imponen, avances positivos, Seguros Sociales, Montepíos y otras Instituciones de previsión; estabilidad y mejora en las condiciones de vida de los trabajadores; pero no es menos cierto que antes de llegar a alcanzar una remuneración holgada del servicio laboral, que no puede ser sólo económica porque ha de atender a dignificar el trabajo transformando el salario, vil compra de hombres, en el justo dividendo que, como al capital y a la técnica, corresponde a la participación creadora del esfuerzo del trabajador, es preciso modificar hondamente la organización actual del trabajo si no queremos que nos detenga definitivamente esa línea de peligro para la economía del empresario, sumando de la de la Nación, que en este estadio el más elemental sentido común le señala como tope a nuestra previsión redentora. Las realidades no se moldean a la medida de las palabras. Cuando un sistema económico-social, que estamos intentando sustituir, divide a los hombres en clases y contrapone sus intereses, porque en él un hombre gana cuando otro pierde, esas clases existen por muchas habilidades dialécticas que despleguemos para negarlo. Y esas clases luchan y esas clases se odian porque no existen términos hábiles para poner de acuerdo las voluntades cuando se marcan casi exactamente a las vidas objetivos contrarios. Se puede ganar la simpatía de unos a costa del rencor de los otros, pero no se puede establecer entre todos ninguna duradera hermandad si no es en la esperanza y en la persecución de un sistema que la haga posible. Lo demás es perder el tiempo o ganarlo según los objetivos de cada cual. Franco vio claro en este problema y eligió la solución revolucionaria y completa que con gran esfuerzo vamos desarrollando en metas sucesivas y para la cual se precisa fe, unidad y disciplina. Para todos los españoles honrados que amen a su Patria, en su transformación espiritual y material está la clave de la sincera unidad española, y ningún trabajador de la Nación podría ni debería seguirnos si nuestro empeño no fuese más allá de los regateos mezquinos que no hacen sino atizar la discordia clasista en su corazón y en su pensamiento.

Estas pocas palabras sólo han querido subrayar, insistir en una orientación española y ortodoxa contra el falseamiento de las posibles visiones sociales a la antigua. En el momento actual de la Patria sobre este extremo, nadie tiene nada que teorizar y mucho menos discutir. Hay una doctrina que se nos ordena seguir por el único español que puede presumir de no haberse equivocado nunca mandando la Patria. Y esta doctrina propugna la modificación del orden social y económico porque la entiende como necesaria para hacer posible la hermandad de todos en el empeño de una común tarea, que es la destrucción de los objetivos contrarios. Él nos ha dado hace poco otra victoria, que tampoco entendemos como definitiva, con la implantación de los Jurados de Empresa. No es mi propósito explicar el alcance de esta importante disposición. Sólo he de advertir que constituye la primera etapa dentro del fin que en ella se persigue. La posibilidad de avances más profundos depende mucho de vuestra actuación. No olvidéis que es el primer paso hacia una verdadera transformación. Si vuestra presencia y colaboración faltan habrá quedado reducido a un ensayo intrascendente; pero si sabéis secundar con coraje y constancia y disciplina la orden del Caudillo, pronto se abrirán las fronteras de nuevos campos a la penetración de nuestra doctrina.

 

Vosotros, trabajadores de la Patria, sois testigos de mayor excepción. Vosotros sabéis que aun alcanzando el límite de liberalidad que la economía de vuestras Empresas pudiera permitir no está resuelto el problema social. Es necesaria una organización diferente, y quien no esté dispuesto a seguir el camino revolucionario del Caudillo no quiere a su Patria. Pero estad seguros de que este camino se sigue y aquella meta se alcanzará. Y todos los que esta mañana nos dais la razón en el pensamiento, pero dudáis de su victoria en la realidad, habréis de creer, no importa después de qué batallas, en la gran Patria trabajadora y libre, que no clava sus banderas en el agua, sino en la playa firme de lo real en la que como Dios enseña se estrechen las manos de los hombres.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Mioño –Santander–, 29 de septiembre de 1947.)

Vosotros, trabajadores de la Patria, sois testigos de mayor excepción. Vosotros sabéis que aun alcanzando el límite de liberalidad que la economía de vuestras Empresas pudiera permitir, no está resuelto el problema social. Es necesaria una organización diferente, y quien no esté dispuesto a seguir el camino revolucionario del Caudillo no quiere a su Patria. Pero estad seguros de que este camino se sigue y aquella meta se alcanzará. Y todos los que esta mañana nos dais la razón en el pensamiento, pero dudáis de su victoria en la realidad, habréis de creer, no importa después de qué batallas, en la gran Patria trabajadora y libre, que no clava sus banderas en el agua, sino en la playa firme de lo real, en la que, como Dios enseña, se estrechen las manos de los hombres.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Moreda de Aller –Asturias–, 12 [sic] de diciembre de 1947.)

 



José Antonio Girón por Bilbao y Castro Urdiales (27-30 de septiembre de 1947)

«El ministro de Trabajo, en Bilbao. Bilbao 27.– Esta noche ha llegado el ministro de Trabajo, camarada José Antonio Girón. Permanecerá en Bilbao hasta el lunes. En el hotel donde se hospeda ha sido cumplimentado por las autoridades.– Cifra.» (Libertad, diario nacional-sindicalista, Valladolid, domingo, 28 septiembre 1947, pág. 3.)

«Homenaje en Bilbao al presidente de las Cortes. Le fueron entregados la medalla de oro de la ciudad y el título de hijo predilecto. Tomaron parte en el acto, que presidió el ministro de Trabajo, el alcalde y el presidente de la Diputación.  [Foto: Don Esteban Bilbao. Presidente de las Cortes Españolas.– Foto Cifra.] Bilbao, 28. En el salón árabe del Ayuntamiento se ha celebrado esta mañana, a las doce, la entrega de la medalla de oro de la villa y el nombramiento de hijo predilecto a don Esteban Bilbao, presidente de las Cortes Españolas. Rindió honores una compañía de Infantería con bandera y música. Ocuparon la presidencia el señor Bilbao, el ministro de trabajo, el obispo de Vitoria, doctor Ballester; el obispo de Eresso, monseñor Vizcarra; el ex ministro y ex alcalde de Bilbao, señor Lequerica, autoridades locales y diversas representaciones. Hizo el ofrecimiento el alcalde actual, señor Zuazagoitia, quien exaltó la figura de don Esteban Bilbao y acto seguido le impuso la medalla y le entregó una placa de plata con el acuerdo del Ayuntamiento por el que se le nombra hijo predilecto. El señor Bilbao dio las gracias, diciendo que sería para él un honor llevar sobre su pecho la medalla de oro de su pueblo. Añadió que Bilbao, que participó en las grandes empresas de España, es hoy uno de los puntales de su economía y tiene aún mucho que hacer en el conjunto de la comunidad española. A la una y media de la tarde se celebró otro acto similar en la Diputación Provincial, para hacer entrega esta Corporación al señor Bilbao del título de hijo benemérito de la provincia de Vizcaya. El señor Ibarra, presidente de la Diputación, ofreció el título que sólo dos vizcaínos tienen hasta este momento, y el señor Bilbao agradeció la distinción en breves palabras, en las que recordó su paso por la presidencia de la Diputación durante la época de la Dictadura del general Primo de Rivera. Después hizo un canto a la españolísima Vizcaya, y dijo que esperaba de la provincia su ayuda para lograr la regularización de la administración provincial y municipal, que tiene en proyecto el Caudillo, con el fin de dotar a las provincias y a los municipios de una vida propia. Se le hizo entrega a continuación al señor Bilbao de una placa de plata repujada, que lleva en un extremo el escudo de España, en otro el de Vizcaya y en el centro un extracto del acuerdo de la Diputación por el que se le nombra hijo benemérito. El señor Bilbao fue ovacionado en ambos actos, y finalmente fue obsequiado por la Diputación y por el Ayuntamiento con un almuerzo.– Cifra.» (Hoja del Lunes, Madrid, lunes 29 septiembre 1947, pág. 1.)

«Homenaje al Presidente de las Cortes en Bilbao. Le fue entregado el título de hijo predilecto y la medalla de oro de la ciudad. Asistió al acto el Ministro de Trabajo.
Bilbao 28. (De nuestro corresponsal.) Hoy ha recibido el Presidente de las Cortes Españolas el fervoroso homenaje de sus paisanos, solemnemente, ante destacadas presencias, encabezadas por el Ministro de Trabajo, el inspector de Embajadas, señor Lequerica; los obispos Ballester y Vizcarra, todas las autoridades de la provincia y numerosos invitados. En la calle, haciendo guardia a la enseña nacional, una compañía de Infantería, que rendía honores. Y en su torno, muchos bilbaínos. Y en el salón árabe del Ayuntamiento, como luego en el salón de trono de la Diputación, algo que se nos ha de creer por mucho que recuerde al tópico: el todo Bilbao con todo su corazón. Cualquiera que sea el contenido ideológico de los convocados, centenares, una cosa es verdad. Todos convienen en reconocer el carácter excepcional de la persona y de los servicios prestados por don Esteban. Los viejos casilleros no sirven, y si algo ha quedado patente, primero en nuestra guerra, después en la situación del mundo, es el bizantinismo de ciertos criterios dispares, que sólo por coincidir en el denominador de una Patria y una fe tenían eliminada toda posibilidad de discordia. Don Esteban Bilbao, en la línea del tradicionalismo, sin merma de la ortodoxia, supo amoldar su conducta a las necesidades del momento 1923 o del momento 1936, del mismo modo que otros, por vía distinta, coincidían en igual baluarte. Y es que el ataque disgregador y ateo convocaba a la defensa de los principios, y ser buen español y buen católico bastaba para que la beligerancia fuera inexcusable. Esto es lo que nos parece que resplandeció en los discursos pronunciados durante la ceremonia. Primero, en el estupendo de Zuazagoitia, el Alcalde de Bilbao, poco antes de colocar la Medalla de Oro de la villa y hacerle entrega del título de hijo predilecto al Presidente de las Cortes. Luego, en la argumental erudición, llena de cariño reverente, con que Javier de Ibarra, el Presidente de la Diputación, glosaba el acuerdo provincial, no un acuerdo, como dijo, sino la cristalización de un clamor. Y antes y después, en los dos discursos de don Esteban Bilbao, que por suyos dicho está que fueron magníficos. Tal vez con un suplemento de aceptación, con esa no fingida reacción cordial que se tiene para las cosas hogareñas, íntimas, y que en vano buscaríamos en la más sonada intervención tribunicia. Delicada fiesta, con un simpático colofón, libre y obligado protocolo amparado en la vieja amistad. Porque era de ver a don Esteban Bilbao rodeado de incontables amigos, que lo son desde la cuna, desde los bancos universitarios, gentes rurales un poco aturdidas en el oropel de los salones, tan estrepitoso, tan relevante por los uniformes. Hombres de las Siete Calles, cuna de don Esteban Bilbao, todavía con un poco del espíritu fin de siglo, cuando no se tenía conciencia de ciertas concepciones. Si no temiéramos ser mal interpretados, diríamos que abrazo simbólico, pero es la verdad que ha sido la de ahora otra página de expresiva significación. Don Esteban Bilbao ha congregado como hombre bueno y ha congregado como hombre clarividente. Que nos perdone el posponer lo personal, tan gratamente personal, en gracia al interés nacional. Y se nos permita decir que al abrazar las gentes todas le abrazaban en un homenaje de mayor trascendencia: en la adhesión al Caudillo y su política. Fermín GARCIA EZPELETA.» (Arriba. Órgano de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., Madrid, martes 30 de septiembre de 1947, pág. 1.)

«Girón hablará hoy en Mioño (Santander). Presidirá una concentración de mineros. Bilbao, 28.– El Ministro de Trabajo, que llegó anoche a Bilbao, presidirá mañana, en Mioño, de la provincia de Santander, una concentración de productores mineros y pronunciará un discurso.– Cifra.» (El Diario Palentino - El Día de Palencia, Palencia, lunes 29 septiembre 1947, pág. 6.)

«El Ministro de Trabajo preside una concentración minera en Castro Urdiales. “Nada lograremos en lo social –dice– si no vamos a una previa transformación en lo económico”. [Dibujo: Excmo. Sr. D. José Antonio Girón, Ministro de Trabajo.]
Santander.– El Ministro de Trabajo ha presidido una concentración de obreos en las minas de Dícido, en Castro Urdiales. El Ministro llegó a las cuatro de la tarde al límite de la provincia, donde le esperaban el Gobernador Civil, Alcalde de Castro Urdiales, jefe comarcal y otras autoridades. Tras de los saludos de rigor, el Ministro y demás autoridades se trasladaron a las minas de Dícido, donde aguardaban todos los mineros, que le tributaron un gran recibimiento. El Sr. Girón pronunció un discurso, en el que dijo que la solución de la justicia social, que algunas gentes preconizan dentro de un sistema patriarcal, no puede ser. “La justicia social revolucionaria –dijo– hemos de hacerla sintiendo profundamente su razón y conquistándola con palabras de decreto; pero nada lograremos en lo social si no vamos a una previa transformación en lo económico.” Terminó diciendo: “De vuestra colaboración disciplinada dependen nuestros avances.” El ministro fue muy aplaudido al final y en distintos pasajes de su discurso. Terminado el acto el Ministro continuó viaje a Bilbao.– Cifra.» (El Diario Palentino – El Día de Palencia, martes 30 de septiembre de 1947, pág. 1.)

«El ministro de Trabajo preside una concentración minera en Castro Urdiales. Santander, 30.– El ministro de Trabajo, señor Girón, presidió ayer una concentración de mineros en las minas de Dícido, en Castro Urdiales. El ministro llegó a las cuatro de la tarde al límite de la provincia, donde le esperaba el gobernador civil, alcalde de Castro Urdiales, jefe comarcal y otras autoridades. Tras de los saludos de rigor, el ministro y demás autoridades se trasladaron a las minas, donde aguardaban todos los mineros, que le tributaron un gran recibimiento. El señor Girón pronunció un discurso, en el que dijo que la solución de la justicia social que algunas gentes preconizan dentro de un sistema patriarcal no puede ser. El ministro fue muy aplaudido al final y en distintos pasajes de su discurso. Terminado el acto, el ministro continuó viaje a Bilbao.– Cifra.» (La Prensa, Barcelona, martes 30 de septiembre de 1947, pág. 3.)

«El Ministro de Trabajo visita la zona minera. Hemos seguido unas horas al Ministro de Trabajo, camarada Girón, en su fecundo recorrido por la zona minera, acariciados por un sol forastero, frente a la escenografía natural del mar y de la mina, azul intenso allí y ocre arcilloso en un cráter abierto por millones de golpes de pico en muchos años, en incontables días de incomprendido esfuerzo. Un muro de casi cien metros de altura circunda el cráter, que se comunica con el exterior, con la tierra vegetal y sólida, por un ferrocarril minero. Queremos decir desprovisto de los más rudimentarios asientos, porque no está hecho para los hombres, sino para el producto del trabajo de los hombres. En este ferrocarril han hecho hace unas horas un pintoresco viaje el Ministro y sus acompañantes. Incómodo, trepidante, manchoso y, digámoslo ya, felicísimo por el objeto y por la compañía. Medio kilómetro de túnel minero es cosa perfectamente seria cuando la bóveda destila agua, el humo lo envuelve todo y una débil lámpara quiere ser un remedo de infierno.
Al final del recorrido, una decoración fantástica. Millares de obreros se amparaban en el fondo de la mina “Anita”, una de las más nutridas, de las que se van comiendo el suelo de estas tierras para hacer verdad los versos: “Lucha y no implores. | Sobre la tierra encontrarás las flores. | El oro hay que arrancarlo de su seno.…”
Y también el hierro, que es una modalidad nada despreciable del oro, auténtico oro, para sustituir al que nos fue arrebatado por quienes desde su comodidad extraña echan en cara imperfecciones sociales que ellos pudieron y no acertaron a subsanar. Fue interesante lo que el Ministro dijo a millares de obreros, sin la menor concesión a la fácil adulación. Recio e interesante fue, como encuadrado en el recio escenario de las galerías y las vagonetas. Pero hoy no nos solicita el discurso del Ministro. Hoy preferimos seguirle a pie a través del túnel, metido en agua de barro, en fila india, sobre el raíl, hasta dar cara al sol en simbólico viaje de tinieblas y luz. O rodeado de mineros que le plantean problemas de trabajo al amparo de una campechanía poco ministerial. Después, a la hora del retorno, todos a laborar por que sea posible el mandato de nuestros muertos. Girón sabe que una de sus tardes más felices ha sido la de hoy en la mina, rodeado de cinco mil hombres que tienen derecho a ver dignificada su vida. Fermín GARCIA EZPELETA.» (Arriba. Órgano de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., Madrid, martes 30 de septiembre de 1947, pág. 3.)

«Regresa a Madrid el ministro de Trabajo. Bilbao, 30.– El ministro de Trabajo don José Antonio Girón, ha emprendido esta mañana el viaje de regreso a Madrid. El señor Girón en Burgos. Burgos, 30.– A mediodía de hoy, y procedente de Bilbao, llegó el ministro de Trabajo don José Antonio Girón, que almorzó en unión del capitán general señor Yagüe, continuando después viaje a Madrid.» (El Adelantado de Segovia, martes 30 de septiembre de 1947, pág. 1.)

José Antonio Girón en Moreda (9 de diciembre de 1947)

«El Ministro de Trabajo visita la cuenca minera asturiana. Los productores le recibieron entre entusiastas vítores y aclamaciones.
Oviedo, 9.– El Ministro de Trabajo despachó esta mañana varios asuntos, recibió distintas Comisiones y conferenció con el Delegado Provincial de Sindicatos, informándose de todo lo relacionado con este organismo.
A última hora de la tarde salió con dirección a Langreo, donde recibirá a Comisiones de obreros y representaciones sindicales, para cambiar impresiones sobre asuntos relacionados con el trabajo en las minas. (Cifra.)
Visita a El Entrego
Oviedo, 9.– A las cinco de la tarde llegó el Ministro de Trabajo, don José Antonio Girón, a El Entrego, acompañado del Delegado Provincial de Sindicatos, secretario particular y funcionarios de la Delegación de Trabajo.
El Ministro fue recibido con disparos de cohetes y dinamita. En la Casa Sindical recibió a diversas Comisiones de obreros, que le expusieron sus problemas, y el Ministro les prometió estudiarlos con todo cariño.
Después se dirigió a Moreda, adonde llegó a las nueve y media de la noche. También, como en El Entrego, recibió en la Casa Sindical a Comisiones de obreros que le expusieron los problemas que tienen pendientes y sus aspiraciones, que el Ministro prometió estudiar. (Cifra.)
Caluroso recibimiento al camarada Girón en Moreda
Moreda, 9.– El Ministro de Trabajo, don José Antonio Girón, que ha llegado esta noche procedente de Langreo, fue recibido por los productores entre vítores y aclamaciones. En el teatro de la población presidió un acto, y ante los incesantes aplausos tuvo que dirigir la palabra a los reunidos.
Después recibió a distintas Comisiones de obreros y de las Hermandades de Ganaderos y Labradores, que le expusieron sus problemas y aspiraciones, y a las que el Ministro prometió estudiar cada caso con el máximo interés. El señor Girón, emprenderá mañana el viaje de regreso a Madrid. (Cifra.)» (Arriba. Órgano de la Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., Madrid, miércoles 10 diciembre de 1947, pág. 1.)

«Entusiástico recibimiento de los mineros asturianos al ministro de Trabajo. Durante su viaje departió con numerosas comisiones de productores. Oviedo, 9.– El ministro de Trabajo pasó la mañana de hoy en Oviedo despachando con las jerarquías sindicales provinciales. Por la tarde llegó el ministro a El Entrego, acompañado del delegado provincial de trabajo, delegado provincial de Sindicatos y su secretario particular. Fueron también con el ministro a dicha zona minera varios funcionarios de la Delegación provincial de Trabajo, de la Delegación provincial de la Subsecretaría de Educación Popular y Secretaría provincial de Sindicatos. La presencia del ministro en El Entrego fue acogida con disparos de cohetes y cargas de dinamita, que hacían explotar los mineros en las montañas próximas. El ministro se dirigió a la Casa Sindical, donde fue calurosamente aplaudido por los numerosos productores que se congregaban en los alrededores. Recibió a las comisiones obreras y sindicales de los distintos pueblos y villas de la cuenca de Langreo, desde Pola de Laviana hasta La Felguera.
El ministro departió con cada una de las comisiones y recibió también a algunos mutilados, víctimas de accidentes del trabajo, a los cuales dirigió afectuosas palabras. Seguidamente, el ministro con sus acompañantes, se dirigió a la zona de Aller y llegó a Moreda a las nueve de la noche. Se encaminó al Teatro Sindical que se encontraba completamente repleto de productores, los cuales tributaron al ministro calurosos aplausos y le obligaron a dirigirles la palabra. Se habilitó una mesa, en la que el ministro se instaló con sus acompañantes para recibir, lo mismo que en El Entrego, a las comisiones sindicales obreras. El señor Girón dirigió breves palabras de saludo a todos los concurrentes, y seguidamente comenzó a recibir a las comisiones de Mieres, Santa Cruz, Lena, Moreda y la Hermandad de Labradores de Aller. Para todos tuvo el ministro las máximas atenciones, preocupándose con interés y cariño por los distintos problemas laborales que le expusieron los trabajadores. Todos estos actos resultaron muy lucidos, a pesar de la persistente lluvia.– Logos.» (Imperio, Zamora, miércoles 10 de diciembre de 1947, pág. 1.)

«El ministro de trabajo visita pueblos mineros de Asturias. Recibió incesantes aclamaciones de miles de productores.
Oviedo, 9.– El ministro de Trabajo despachó esta mañana varios asuntos, recibió distintas Comisiones y conferenció con el Delegado provincial de Sindicatos, informándose de todo lo relacionado con este Organismo. A última hora de la tarde salió con dirección a Langreo, donde recibirá a Comisiones de obreros y representaciones sindicales para cambiar impresiones sobre asuntos relacionados con el trabajo en las minas.
Oviedo, 9.– A las cinco de la tarde llegó el ministro de Trabajo, don José Antonio Girón, a El Entrego, acompañado del delegado provincial de Sindicatos, secretario particular y funcionarios de la Delegación de Trabajo. El ministro fue recibido con disparos de cohetes y dinamita. En la Casa Sindical recibió diversas Comisiones de obreros, que le expusieron sus problemas, y el ministro les prometió resolverlos.
Después se dirigió a Moreda, a donde llegó a las nueve y media de la noche. También, como en El Entrego, recibió en la Casa Sindical a Comisiones de obreros que le expusieron los problemas que tienen pendientes y sus aspiraciones, que el ministro prometió estudiar.
Moreda, 9.– El ministro de Trabajo, don José Antonio Girón, que ha llegado esta noche procedente de Langreo, fue recibido por los productores entre vítores y aclamaciones. En el teatro de la población presidió un acto, y ante los incesantes aplausos tuvo que dirigir la palabra a los reunidos. Después recibió a distintas Comisiones de obreros y de las Hermandades de Ganaderos y Labradores, que le expusieron sus problemas y aspiraciones, a las que el ministro prometió estudiar cada caso con el máximo interés. El señor Girón, emprenderá mañana el viaje de regreso a Madrid.– Cifra.» (Libertad, diario nacional-sindicalista, Valladolid, miércoles 10 diciembre de 1947, pág. 1.)

«El señor Girón en Moreda. Moreda, 9.– El ministro de Trabajo, don José Antonio Girón, que ha llegado esta noche procedente de Langreo, fue recibido por los productores entre vítores y aclamaciones. En el teatro de la población presidió un acto y ante los incesantes aplausos tuvo que dirigir la palabra a los reunidos. Después recibió a distintas Comisiones de obreros y de las Hermandades de Ganaderos y Labradores, que le expusieron sus problemas y aspiraciones y a las que el ministro prometió estudiar cada caso con el máximo interés. El señor Girón emprenderá mañana el viaje de regreso a Madrid.– Cifra.» (El Diario Palentino - El Día de Palencia, Palencia, miércoles 10 diciembre 1947, pág. 4.)

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