Región por los años 25 al 28
Cuando fue director Constantino Cabal
Su esposa, Mercedes Valero, nos habla de aquella época
–Región estaba entonces en días de transición. Acababa de marcharse su director Florentino Carreño, y dos consejeros del periódico, don Emilio Gutiérrez y don Donato G. Abella –los dos de imperecedera memoria en esta Casa, a la que dieron sus mejores afanes, entusiasmos e impulsos– pidieron a Cabal que les ayudara mientras encontraban una solución.
Es Mercedes Valero de Cabal, quien evoca una época de REGIÓN, cuando el periódico contaba todavía poco tiempo de nacido, cuando su esposo Constantino Cabal, lo dirigió, y ella trabajó a su lado.
–La solución –continúa– fue hacer que Cabal se quedase de director. Él entonces no quería aceptar esta responsabilidad porque la Diputación, que comenzaba sus tareas de orientación y desarrollo turístico requirió también sus servicios.
REGIÓN casi en los primeros pasos, el turismo comenzando en Asturias, a nivel de inquietud y atención provincial. Hoy el turismo es un órgano oficial de información y nuestro diario cumple medio siglo de existencia; sus bodas de oro, cara a la actualidad de todo orden.
–Para aceptar la dirección del periódico Cabal me puso a mí la condición expresa de ayudarle, como siempre. Si yo no estaba con él, renunciaba al cargo. Veníamos de Madrid, donde trabajamos juntos en la fundación de la editorial “Voluntad” y su gran revista del mismo título. En la empresa participaban ilustres nombres de las Letras y la vida madrileñas y españolas. El duque de Soto Mayor, don Luis de Oriol y su esposa doña Catalina de Urquijo, Ricardo León, Ortega Munilla y muchos altos valores literarios de aquella época figuraban entre ellos. Estábamos en Madrid porque Cabal había venido a representar en España el “Diario de la Marina” de la Habana, al que perteneció hasta su última edición.
–¿Cómo era REGION en aquel tiempo?
–En formato un poco más pequeño, páginas tenía dieciséis, pero las ideas eran las mismas que hoy mantiene aunque entonces era otra la política y el periódico se destacaba como empresa social-católica.
–¿Cuál era en aquella época el sueldo de un director?
–El de Cabal eran 600 pesetas, yo ganaba la mitad.
–Encontramos la Redacción ya hecha, en la que imperaban las más cordiales relaciones. Éramos en verdad una bien llevada familia. Teníamos por compañeros a José Fernández Buelta, que unía a los primores de su pluma los de su cámara fotográfica. Villanueva, el inolvidable “Pin”, que ponía ya entonces los puntos sobre las íes en las cuestiones municipales; Magnet, que se ocupaba de la sección social, aún en mantillas; Manuel González Hoyos, Antolín Cavada para todos, que se firmaba también alguna vez “El alguacil alguacilado” y se fue después con nosotros al “Día de Palencia”, Manolo Santos, “Jarilla”, un andaluz de chispeante ingenio. Costillas, taquígrafo entonces y entrañable compañero siempre. Cantalapiedra. “Jícara”. Más tarde Paco Arias de Velasco, Manolín Fernández, padre de Manolo Avello; y no estoy muy segura si aún estuvo con nosotros en aquel tiempo Manolo Vázquez-Prada. No quisiera olvidarme de nadie, pero como yo volví después, puedo confundir las épocas.
–Y colaboradores ¿quiénes eran?
–Colaboradores tampoco nos faltaban, entre ellos se contaba ya don Joaquín Suárez Fonseca, consejero del periódico, que continua defendiendo siempre puntos muy actuales y acertados, y nuestro hijo Juan Luis, que empezaba a entendérselas con el fútbol y era todavía un muchacho.
–¿Cómo era el trabajo de Redacción?
–Teníamos turnos, naturalmente, pero no había horas ni reloj. Todos entraban y salían a traer y buscar las noticias, la información. Una Redacción es como una colmena y hay que proporcionarle la miel. Cabal se pasaba en ella horas y horas, desde las primeras de la tarde hasta las primeras de la madrugada. Era excepcional la noche en que no había que llevarle la cena de casa. Quería supervisarlo todo, en los talleres y en la Redacción.
–En los talleres, recuerda, estaban ya Miguel, Falín –nuestro regente actual–, Ricardo, hermano de éste. Y comenzaban en el 28 dos jóvenes linotipistas, las señoritas Crisanta y Antonina Fernández de la Llana, acaso las primeras de España en su profesión.
La Redacción entonces, en el viejo solar de Melquiades Álvarez, los talleres al fondo y enfrente la Administración.
–Eran unos locales destartalados y fríos, pero les tomamos cariño y trabajamos en ellos con ilusionado ardor. Siempre recuerdo el detalle de Villanueva. Cuando regresaba de sus informaciones callejeras, en el tiempo en que florecían los “sanjuanines” me traía una ramita olorosa y la ponía en mi máquina de escribir.
–Otro de mis recuerdos –continúa– son las visitas, muy frecuentes entonces, de amigos del periódico que acudían a la Redacción como a una tertulia.
Entre ellos, de los más asiduos, el inolvidable y siempre tan querido Marqués de la Vega de Anzo, consejero también del periódico, y a quien nunca le faltaba una palabra amable para todos y cada uno de los redactores, que se sentían sus amigos. Casimiro Cienfuegos, autor de tantas y tan hermosas poesías, venía con muchísima frecuencia también. Y no faltaban tampoco los espontáneos, como el popular Carrocera...
–¿Y de sucesos, bajo la dirección de Cabal, cuáles fueron los más destacados?
–Las informaciones casi fantásticas de las luces de Forcallao, que armaron la gran revolución. Eran unas luces que se aparecían en el monte y allá se fueron Cabal, Buelta y Mena –nuestro Sierra de entonces– en una noche de truenos y relámpagos a buscar el origen del misterio que atemorizaba al vecindario. Tras una verdadera aventura entre granizo y tinieblas, se descubrió después que las famosas luces no eran otra cosa que fuegos fatuos.
–¿No hubo también un crimen que causó entonces mucho revuelo?
–Sí, desde luego, un revuelo enorme. El crimen del Bárgana. Cabal se metió en la casa del muerto sellada por la Guardia Civil y se pasó dos días y una noche encerrado. En sus informaciones desplegó un verdadero lujo de instinto policiaco y el periódico se agotaba por entero. No quedaba ni un número y se llegó a unas tiras extraordinarias.
–¿Qué periódicos había entonces?
–“La Voz de Asturias” que dirigía Onieva, con quien tuvo Cabal una sonada polémica, y “El Carbayón”.
–¿Qué tiempo dirigió Cabal el periódico?
–Unos tres años. Estaba entonces en el Consejo don Bernardo Aza, cuya pasión por el periódico se reflejaba en su constante atención, para todos los aspectos y su orientación en las campañas que consideraba justas. Don Ramón Menéndez de Luarca era el presidente, Novoa, don Alfredo y don Isaac Figaredo, señor Alvargonzález, figuraban también. Y don Modesto Pola. En el Consejo con los ya citados, no recuerdo más.
–¿Y en la Administración?
–Don Lorenzo Abruñedo, era interventor don Sabino Fernández, el gerente, Bayón, Marino y Paco, en la oficina y Cabeza como cajero.
–¿Escribían entonces muchas mujeres?
–Con nosotros colaboraba Eugenia Astur, sobre temas de Asturias. Entonces, en general, eran muy pocas las mujeres periodistas.
–¿Hasta cuando ejerció el periodismo Cabal?
–En realidad toda su vida, aunque después de REGIÓN y de “El Día de Palencia”, volvimos para dedicarse él ya por entero a su ingente labor asturianista. La Diputación le nombró Cronista de Asturias, y como tal, trabajó hasta el final de su vida.
Constantino Cabal, director unos anos de REGIÓN, su esposa Mercedes Valero regresó al periódico a instancias también de don Emilio Gutiérrez, en él cumplió sus bodas de plata profesionales, y en él se quedó hasta su jubilación.
En esta charla a grandes rasgos hay el calor del recuerdo, el cariño del trabajo, en el que se ha puesto lo mejor del sentimiento y del alma; las mejores ausencias de quienes fueron un día compañeros y formaron en verdad una bien avenida familia.
Doña Mercedes –así la llama todo el mundo– tendría, mucho que contar. Pero aquí sólo se trata de evocar una época: la de REGIÓN por los años 25 al 28, cuando su esposo la dirigió y ella trabajó a su lado.