Filosofía en español 
Filosofía en español


En su libro El día de Colón y de la paz, hizo la historia de su iniciativa

Murió en Oviedo el hombre que creó el “Día de la Raza”

José María González “Columbia” dedicó toda su vida a este noble empeño


Pobre, solo y olvidado

Ha muerto en Oviedo, a los ochenta y ocho años, José María González, que universalizó un seudónimo: “Columbia.”

Algo misterioso, algo cuya explicación es difícil conquistar debe de justificar el hecho de que haya hombres que vivan en ininterrumpido clima de popularidad, prestigio, sin que, en muchos casos, existan razones que abonen tal aureola. Ocurre, como contrapartida, que no pocos hombres dedican su vida a servir a un nobilísimo empeño de solidaridad y trabajo a favor de la consecución de una causa digna, y su vida va agotándose dentro de los límites de la soledad o el olvido. Y éste es el caso dramático de “Columbia”.

Se remonta al año 1909 la fecha en que José María González “Columbia” expuso el anhelo de que se declarara fiesta nacional el día 12 de octubre. Con el título de “Día de Colón”. América fue el sueño y la ambición que polarizó, con España, la vida y obra de este hombre que, infatigablemente, en periódicos y revistas de España e Hispanoamérica, expuso el propósito de que una fecha de trascendencia histórica tan indiscutible fuese reconocida por los titulados Poderes públicos de las dos fronteras del Atlántico.

Ese mismo día venturoso para nuestros pueblos, el 12 de octubre, quiso, y consiguió, José María González “Columbia” que fuera exaltado como de la Raza. La Fiesta de la Raza. Por eso fue invitado a visitar varios países hispánicos y los Gobiernos y organismos de tipo cultural decidieron el reconocimiento unánime de tan hermosa iniciativa.

Hoy que tanto se invoca la Hispanidad, que tanto se viaja y escribe, que tantos discursos se pronuncian, que tantas embajadas de buena amistad cruzan el océano reivindicando como perfectamente legítimo el derecho español a una conmemoración de resonancias universales, es de toda justicia exaltar el esfuerzo extraordinario, el temple insobornable de un ovetense cuya vida no obtuvo el premio a que se hizo acreedor.

“El Día de Colón y de la Paz” es su mejor libro. En él hace “Columbia” recuento de todas y cada una de las poderosas razones que le movieron a su empresa. Y siempre, en las páginas de los periódicos, con humildad, delicadeza y solicitud, nos advirtió a todos, y a lo largo de muchos años, que el 12 de octubre, Colón, Covadonga, España, América, sostenían la razón esencial de nuestro prestigio ante la historia.

Y ha muerto en silencio y soledad. Después de haber satisfecho, quizá, uno de los empeños más hermosos de crédito entre todos los que se podrían contabilizar en los últimos decenios.

Los periodistas fuimos sus amigos. Se había ganado la alegría de un homenaje nacional, de una satisfacción unánime de todos. Y ha muerto en trance de dolorosa soledad.

España, Asturias, Oviedo, donde nació y desde los ámbitos en los cuales vive la urgencia de hacer justicia, deben a este hombre sencillo, humilde, la prueba de que su esfuerzo, ejemplar esfuerzo, no quedará olvidado.

a.