Al gran aniversario de hoy, grande en la historia de la humanidad por ser el día que la esfera del mundo se manifestó a la inteligencia del hombre en toda su magnitud, le faltaba algo sustancial y espiritual, le faltaba el calor de la raza. Pero la raza no podía dárselo hasta no sentirse formada, hasta no convencerse de que sus proyecciones de espíritu hacia el futuro, eran continuación de su historia originaria.
Y hoy que ya se siente con personalidad hecha, que tiene sus órganos peculiares, trabajados por sus esfuerzos, que es entidad definida en la historia, en la política, en las artes y en las ciencias, hoy es cuando celebra su día, que es la celebración de sus afanes y de sus aspiraciones a vivir, a crecer, a continuar y a desarrollarse. El día de la raza es un precioso complemento en el día del descubrimiento de América. Cada pensador, en su época, puede definirlo de un modo distinto, pues que en ese complemento se esconde la fuente inagotable de inspiraciones infinitas, como pueden cantarlo los poetas y otros artistas pueden simbolizarlo en el bronce o en el mármol.
El día de la raza es, pues, un día múltiple. Para nosotros, miembros de tan vasto y pletórico organismo, creemos que es el día que recuerda que ya terminaron los recelos, los temores y las inquietudes de la debilidad y de la impersonalidad. Somos una nación formada a base de propias energías, que hemos llevado nuestro conocimiento a todas partes; pero como nación sentimos el orgullo de nuestra raza y de nuestro idioma, presente y hablado por otras muchas naciones que como nosotros se desprendieron del añoso tronco común. Es el día de nuestra edad viril, y a tal altura, hemos querido que el contento de nuestra joven existencia se comunique a todos los demás pueblos hermanos, a todos los que en su arteria llevan sangre hispana, y sobre todo, a los que como nosotros hablan el idioma de Castilla.
Así definimos el día de la raza: lo definimos como aniversario que recuerda el más luminoso de los descubrimientos y como el día de la civilización de un conglomerado de naciones que tienen unos mismos orígenes, una misma historia, una misma literatura y un propio idioma.
¡Día de la raza, día del hispano americanismo!
La conciencia de la raza
Nada tan difícil que precisar cuáles son los pueblos o las agrupaciones humanas que actualmente conforman la raza latina. Las corrientes etnológicas han sido tantas a través de los siglos y tan encontradas, que evidentemente ha habido fusiones esenciales, generadoras de diversas categorías y de tipos de pueblos y de hombres diferenciados. Sin embargo, el latinismo existe, es una realidad histórica; existe como el germanismo, el eslavismo, &c. Existe, más que como raza propiamente dicha, como espíritu de civilización, como entendimiento de cultura, como positivismo de idiomas perfectamente afines o desprendidos de un tronco común.
La raza latina, pues, al cabo de los tiempos y sobre el radio de abarcación de la época que vivimos, es un ideal; bello ideal que los pueblos sostienen y se esfuerzan en reducir a un sentimiento de cultura, para recordarse, recíprocamente, comunidades de origen. La raza hay necesidad de buscarla hoy por hoy sobre otras circunstancias que la definen, hay que buscarla, en efecto, en el idioma. Las naciones que hablan una misma lengua, los pueblos que tienen un solo instrumento de expresión, espiritualizan, por esta sola realidad, sus caracteres raciales.
En el idioma se halla, sin duda alguna, el espíritu de la raza y no en ninguna otra parte. Por el idioma los pueblos expresan su conciencia, trabajan su historia y tejen las concepciones de sus ideales de cultura y los hechos de su existencia.
El día de hoy es el día del hispanismo: y si por extensión se le ha querido llamar el día de la raza, ésta no es otra cosa que la idea manifiesta de un espíritu de familia. La madre de la raza, es decir, la madre del hispanismo es España, la que el decreto que declara día de fiesta al de hoy, califica de «progenitora de naciones». El gobierno argentino supo sintetizar en una bella frase el alto significado del hispanismo.
La raza que hoy se yergue sobre su espíritu idiomático en magna celebración histórica, es la raza hispánica, la raza a quien le cupo en suerte descubrir mundos, como si los hubiera sacado del fondo de los océanos; la raza que sobre la inmensa extensión de esos mundos descubiertos, está elaborando una nueva civilización conjuntamente con un nuevo tipo de hombre.
El solo nombre de América es una esperanza ideológica. Su porvenir etnológico y cultural calma las inquietudes que soplan del viejo mundo, donde en una larga carrera de siglos, los pueblos que contiene no han sabido entenderse, no han encontrado la fórmula que los aproxime en un solo espíritu de fraternidad. El hispanismo americano lleva en la génesis de sus conformaciones y de sus desarrollos, el germen bendito de un amor desinteresado hacia la humanidad, por sus amalgamas universales. Y si hoy es retorta oscura, en que se mezclan todos los tipos de hombres, de pueblos y de razas, mañana que la retorta se haya transformado en una segura y continuada evolución, América ofrecerá al mundo el tipo más perfecto de humanidad, el tipo de hombre a quien no le sean desconocidas ninguna de [...]
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