Filosofía en español 
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La cuestión del cinematógrafo y la de la moral de la calle

Emilio H. del Villar

Contestación al cuestionario sobre la moral del Cinematógrafo

Sr. Director de Cataluña.

Mi distinguido compañero:

Muchas gracias por el honor de pedirme parecer. Responderé a tal honor con la sinceridad.

No creo que el problema tenga esa importancia de primer término que muchos le dan. Hay en España otros cien mil que están pidiendo a voces la intervención de la gente culta y honrada con más urgencia.

Empezamos porque todavía no tenemos el mapa topográfico de España terminado; y, si se continúa con la lentitud que hasta hoy, tardaremos unos tres siglos en tenerlo. La inmensa mayoría de las escuelas son zaquizamíes inmundos. La mayor parte de los españoles no comen lo necesario para alimentarse. Nuestras instituciones científicas vegetan con dotaciones ridículas. El derecho constitucional de ejercer cada cual la profesión que quiera y aprenderla como le parezca, está destruido por las leyes y decretos. Las elecciones son una falsificación constante de la verdad. Estamos a merced de cualquier invasor. Nuestros ministros y alto personal administrativo son gente en su mayoría inepta e inmoral. Las libertades políticas son una farsa, porque el Parlamento lo forman a su gusto los gobiernos, los gobiernos los nombra el rey, y cuando, a pesar de esto, el Parlamento no hace lo que quieren los gobiernos, estos, en nombre del rey, lo disuelven. La tributación pesa duramente sobre el trabajo en vez de pesar sobre el dominio de las fuerzas naturales. Hay en la territorial una tercera parte de la ocultación, y las obras del catastro son otra de tantas farsas. Los partidos dinásticos son servidores de la monarquía pero no de la patria, y los antidinásticos carecen de sentido nacional.

Cuando todos estos problemas pesan sobre nuestras cabezas, ¿vamos a perder el tiempo en preocuparnos por si las mujeres se levantan la falda hasta el muslo en lugar de levantársela hasta la rodilla?

Esto es precisamente lo que quieren nuestros charlatanes de la política, nuestros usureros más o menos disimulados, y los industriales que viven de la protección arancelaria, manteniendo la vida cara y la producción sin fuerzas para luchar en los mercados neutrales: esto es lo que quieren: que hagamos consistir la moralidad en una tontería, para que no paremos mientes en otras inmoralidades mucho más graves, que mantienen al pueblo español ignorante hambriento y débil.

Esta es la opinión, acaso disonante, pero sincera, de su afmo. y s. s. q. b. s. m.

Emilio H. del Villar

Madrid.