Filosofía en español 
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Symploké

Con el término πλοκή se designa en griego la acción trenzar, y también a los resultados de aquélla: un tejido, una urdimbre, un ensortijamiento. Por extensión se aplica al nudo de una tragedia y a cualquier complicación, maquinación o enredo.

Platón utilizó en varias ocasiones el término συμπλοκή para caracterizar el tipo de conexión que subsiste entre las letras (El sofista, 252 e) o para referirse a la combinación de palabras o de sílabas que forman el discurso, el λογος. Así, por ejemplo, en El sofista (259c, 260b) se presenta al pensamiento como una symploké de nombres y verbos; en El político (278b) se alude a la symploké de las sílabas. En realidad Platón, como otros filósofos griegos –entre ellos el propio Aristóteles–, prestó una especial atención a la escritura alfabética (arte novísimo en su tiempo, puesto que el alfabeto fenicio había entrado en Grecia pocos siglos antes), reflexionó sobre su estructura e incluso se sirvió del alfabeto para pensar la relación entre las ideas. Es, seguramente, en El sofista donde aparece de modo más claro la comparación entre el comportamiento de las letras y el de los seres, así como la analogía entre el arte de la gramática y el de la dialéctica. La correspondencia entre ambos planos descansa en el hecho de que, según Platón, las ideas, como las letras, no son compatibles todas con todas, ni ninguna con ninguna, sino que ciertas de entre ellas lo son con ciertas otras, sin menoscabo de la existencia de algunas privilegiadas –las letras vocales que se corresponderían con los cinco géneros mayores– capaces de entrar en comunicación con todas las restantes.

La tesis platónica de la symploké de las ideas se ofrecía como una alternativa, tanto al continuismo mitológico –del cual el monismo presocrático que Platón tenía in mente no constituye sino una determinación– como al megarismo o al atomismo, que postulaban la pluralidad y discontinuidad radical entre los seres. El primero tenía como límite el misticismo; los segundos el escepticismo. La razón filosófica tal y como la entendió Platón soslayaba ambos extremos, por cuanto que reconocía, por una parte, la comunicación parcial entre los géneros –que no están todos separados de todos– y por otra su parcial irreductibilidad –porque tampoco puede afirmarse, de acuerdo con las concepciones monistas, que todos se resuelvan en la unidad o que, como en las homeomerías de Anaxágoras, cada uno comprenda internamente a todos los demás. Platón reconoció que las ideas –y con ellas los propios seres– son múltiples, y que se comunican en parte y en parte permanecen incomunicadas.

En nuestros días G. Bueno ha tratado de reivindicar el concepto platónico de symploké como el fundamento mismo de la racionalidad filosófica (cf. El papel de la filosofía en el conjunto del saber, p. 151 y pp. 230 y ss.), es decir, de la racionalidad crítica y materialista. En el concepto de Bueno la consideración filosófica de la realidad rompe la concepción unitaria y monista del ser propia de la mitología, del espiritualismo y, en general, de la metafísica, para subrayar, en cambio, el carácter múltiple de los objetos del mundo. Con todo, dichos objetos, que son necesariamente diversos y plurales existen siempre, empero, enclasados, «asomados» a las clases, a las ideas. Su diversidad es, por tanto, sólo relativa, como también es sólo relativa su unidad.

Pero la concepción de la filosofía como presidida por el «postulado de symploké» supone la asunción del carácter materialista y dialéctico de la racionalidad específicamente filosófica. La razón filosófica, como contradistinta de la razón científica, o política, o tecnológica… se ejercerá en las ideas. Estas son múltiples, porque no están nunca dadas al margen de la multiplicidad efectiva de los seres del mundo, sino realizadas en los objetos y consistiendo en una suerte de funciones, la determinación de cuyos valores depende, en cada momento histórico, de tales objetos. La multiplicidad de las ideas no es, sin embargo, una multiplicidad absoluta. Aun cuando en el proceso de regressus a partir de lo dado (de los objetos mismos) se llega a alcanzar, como límite, la idea de pluralidad radical (M) y en esta idea hunde sus raíces la ontología general ocurre, sin embargo, que la filosofía, en tanto constituye una réplica al nihilismo, no puede quedar prisionera de aquella idea, sino progresar a partir de ella y de nuevo hacia las realidades mundanas. Pues bien, es en el progressus donde los seres del mundo aparecen organizados en géneros, en tres géneros ontológico-especiales de materialidad (M₁ o conjunto de objetos corpóreos, de «bultos», de objetividades extensivas; M₂ o conjunto de materialidades de naturaleza subjetiva –dolores de apendicitis, vivencias, &c.–, dadas en el «fuero interno» y M₃ o conjunto de relaciones materiales de naturaleza «ideal» o «esencial», no propiamente subjetivas, aunque tampoco corpóreas, pero sí objetivas) géneros cuyo fundamento es trascendental.

Pues bien, las relaciones entre los géneros ontológico-especiales a los que pertenecen los seres de nuestro mundo sólo pueden ser descritas con propiedad por mediación del concepto de symploké. En efecto: por un lado hay que reconocer conexiones, analogías, semejanzas y correspondencias entre las realidades materiales. Sin estas analogías que permiten «enclasar» a los objetos no sería posible el pensamiento («Conocer –dice G. Bueno en Ensayos materialistas– es, en su mayor parte, no ya aprehender las esencias de la realidad cuanto determinar los paralelismos o analogías entre entidades diversas»). Pero, además, entre las realidades existen también incompatibilidades, inconmensurabilidades parciales o totales que hacen a los seres irreductibles, en mayor o menor grado, unos a otros. El enfrentamiento mutuo de las entidades mundanas es, también, una condición de posibilidad para el pensamiento (pues si todo se resolviera en «lo mismo» no habría lugar para pensar) y es este enfrentamiento –que la filosofía no puede menos que constatar– el que preside la naturaleza dialéctica del hacerse, del destruirse y del reemplazarse de lo real.

En resolución; de acuerdo con los análisis de G. Bueno, la idea platónica de symploké es indisociable de la racionalidad filosófica, ante cuyo tribunal las entidades mundanas aparecen enclasadas en esferas múltiples –en categorías diferentes, y parcialmente inconmensurables unas con otras (cierre categorial)– y «realizando» a la vez ideas cuyo entretejimiento es el objeto mismo de la reflexión filosófica.

Pilar Palop Jonqueres

Una exposición de las cuestiones más relevantes en torno al concepto platónico de symploké en J. M. E. Noravcsik, ΣΥΜΠΛΟΚΗ ΕΙΔΩΝ: Archiv für Geschichte der Philosophie, 42/2 (1960); G. Bueno, El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Madrid 1970, especialmente 230 y ss.; Id., Ensayos materialistas, Madrid 1972, especialmente el cap. III del ensayo I y los caps. III y V del ensayo II.