Filosofía en español 
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Idea

Desde cuatro puntos de vista se suele realizar el análisis del término «idea» en casi todos los tratados: lógico, ontológico, trascendental y psicológico. Las ideas son entendidas en un sentido lógico cuando se las equipara a un concepto. Adquieren sin embargo un significado ontológico cuando se las equipara a cierta realidad o materialidad. En este sentido tradicionalmente se suelen hacer sinónimos los términos ontología y metafísica. Pero a pesar de que la propensión a identificar los dos términos está muy arraigada en nuestra tradición cultural, presumimos, sin embargo, que tal identificación es insostenible, pues ambas transitan en dimensiones distintas, aunque combinables entre sí. El término metafísica puede ser entendido como el modo sustancialista e inmovilista de entender la realidad como un todo. En este sentido podría hablarse de una ontología metafísica, pero sin que el término quede privatizado por este adjetivo. El sentido trascendental se suele aplicar a las ideas cuando se las sobreentiende como posibilidad del conocimiento. Por último, cuando se aplica el término «psicológico» a las ideas se las suele equiparar con cierta entidad o representación mental.

Pero decir que las ideas adquieren un sentido lógico cuando se las equipara a los conceptos presumimos que no es decir prácticamente nada, dado que la naturaleza de estos conceptos o ideas puede ser interpretada de mil maneras distintas. Entre estas maneras distintas de interpretar los conceptos lógicos nos detendremos principalmente en dos: epistemológica (psicologismo, sociologismo, objetivismo, &c.) y ontológica.

1. La interpretación epistemológica de los conceptos lógicos en cuanto equiparables a las ideas hace residir la naturaleza de los mismos en el pensamiento (lógica es la ciencia que estudia el pensamiento). Señalaremos tres subdivisiones, entre otras posibles de la interpretación epistemológica:

a) Psicologismo. En esta interpretación habría que encasillar tanto a la escuela escolástico-suarista que reduce el concepto, juicio y raciocinio a los actos psicológicos del pensar (acto de conceptuar, acto de juzgar y acto de razonar), como al empirismo inglés (Locke, Hume, Stuart Mill, &c.). La reducción de la lógica y de las ideas a una serie de percepciones y representaciones mentales pasaría del empirismo inglés al sensismo francés a través de la metodología de Condillac y cristalizaría en el grupo de los que Napoleón (a pesar de haber pertenecido a él) denominó peyorativamente «ideólogos» y cuyo principal representante es Destutt de Tracy (ideología).

b) Sociologismo. Las ideas en cuanto equivalentes a los conceptos lógico-abstractos no brotarán ya de la intrasubjetividad psicológica, sino más bien de la intersubjetividad, la persona individual es sustituida por la sociedad de personas. En esta perspectiva es necesario señalar a Durkheim y su escuela, a la sociología del conocimiento que propende a establecer una serie de correlaciones entre cierta clase de ideas y cierto tipo de sociedades o de clases sociales (Gurvitch, Werner Stark, Goodmann, &c.) y a Piaget para quien las categorías del pensamiento «varían según los cambios que la organización social sufre».{1}.

e) Objetivismo. Entre los autores soviéticos se ha acusado una fuerte reacción tanto contra el psicologismo como contra el sociologismo dando una interpretación, por así decir, objetivista de los conceptos lógico-ideales aunque, de hecho, dentro aún de los cánones de lo que hemos dado en llamar interpretación epistemológica.{2}. Las líneas maestras de este objetivismo podría reducirse a los tres puntos siguientes: 1) epistemológicamente los conceptos ideales (los conceptos «genérico-abstractos») que constituyen el objeto de la lógica son un resultado del pensar; 2) sin embargo, estos conceptos son objetivos pues son el reflejo de la realidad objetiva en el plano del pensamiento dado que 3) espacialmente el sujeto pensante no es sino un objeto más entre múltiples objetos y, por tanto, el conocimiento es entendido al modo de una imagen física especular.

2. Ahora bien, las ideas, aun cuando se las equipare generalmente a los conceptos lógico-abstractos, pueden ser entendidas de un modo ontológico cuando se hace residir su naturaleza no ya en el pensamiento sino en cierta realidad o «materialidad» por encima incluso de los pensamientos individuales. El punto de referencia inmediato de esta concepción es Platón, pero éste es también el significado etimológico del término idea. ἰδέα significa visión, pero no ya tanto el acto o hecho de ver los objetos cuanto el aspecto o «figura» de los mismos. El ἄτομος ἰδέα de Demócrito se aproxima mucho a la idea platónica en tanto en cuanto aquella ἰδέα se refiere a la forma geométrica del átomo. Las ideas de Platón tienen un sentido diferencial y un sentido valorativo. Por una parte las ideas se diferencian de las realidades sensibles y pasan a ser sus paradigmas o modelos inteligibles. Pero inteligibles no significa ya resultado de un entendimiento o pensamiento puro, sino la presencia de una realidad o materialidad no sensible. En el plano valorativo este nivel inteligible es como el de las cosas en su estado de perfección, de suprema realidad, del cual reciben por participación su ser los objetos del mundo sensible (apariencia). Pero lo esencial de Platón en este epígrafe es que su teoría de las ideas instaura una lógica y una dialéctica. Por ejemplo, Platón usa en El sofista procedimientos (análisis y división de las ideas en géneros hasta llegar a los géneros supremos) que evocan ya el álgebra de Boole y anticipan el silogismo aristotélico que, en el fondo, no es más que un procedimiento de clasificación: el término menor está incluido en el medio y éste en el mayor. Los géneros se combinan diversamente: los hay composibles (reposo y movimiento), pero existen otros que no se comunican entre sí. Pero en cualquier caso las ideas están entretejidas entre sí, aunque no todas con todas, y no tienen ningún sentido en sí mismas (symploké dialéctica).

Si las ideas tienen un sentido lógico entonces tienen un sentido ontológico en tanto en cuanto la lógica no es reducible al pensamiento. Las estructuras lógicas son estructuras de la realidad (los τα λεκτα de los estoicos), aunque una realidad que se mueve a un nivel distinto de las partes extra partes de los objetos de la naturaleza o de los contenidos psicológicos internos.

Frente a esta interpretación de las ideas ontológico-platónica cabe oponer una interpretación ontológico-materialista. Esta ontología materialista ha cristalizado en el círculo de Oviedo en torno al profesor G. Bueno. Las líneas principales de este materialismo podrían exponerse en los siguientes puntos:

1) Las ideas no son tan sólo los resultados del pensamiento ya sea entendido éste en un sentido psicofisiológico, sociológico o metafísico, sino que poseen una realidad ontológica en cuanto se están realizando en objetos materiales.

2) El término «idea» sólo puede ser entendido en relación con el término «categoría». Ideas y categorías tienen ambas un estatuto ontológico, pues en ambas se presupone una realidad material. Ahora bien, mientras que las categorías ordenan internamente una parcela de la realidad (cierre categorial), las ideas ontológicas en cambio se refieren a aquellos términos de la realidad que trascienden el ámbito de cada categoría particular.

3) La oposición categorías/ideas nos retrotrae a la oposición ciencia/filosofía en tanto que a) las ciencias son consideradas como un episodio intercalado en el desarrollo interno de una categoría y b) la filosofía es considerada como una actividad racional que tiene como objeto el trato con las ideas.

4) Las ideas filosóficas implican necesariamente conceptos científico-categoriales (o precientíficos), pero no todo concepto científico está atravesado por una idea. Esta tesis conlleva por tanto a una reducción del número de ideas por referencia a la concepción platónica puesto que se establecen los dos criterios siguientes para que los conceptos científicos puedan ser considerados como ideas:

a) que los conceptos científicos versen sobre materiales que pertenezcan también a otros ámbitos categoriales. Llamaremos ideas genérico-materiales a las así constituidas (por ejemplo, las ideas de estructura, reflejo, evolución, reacción, etcétera). Uno de los hilos conductores que nos ponen en el camino de estas ideas pluricategoriales es el fenómeno de los términos lingüísticos comunes a diferentes ciencias o el fenómeno de las reducciones o acercamiento de los métodos científicos de unas ciencias a otras (darwinismo social, organicismo sociológico, modelos hidráulicos de las motivaciones, &c.);

b) que los propios conceptos científico-categoriales no agoten ellos mismos el campo material de su categoría y en este sentido cabrá hablar de ideas específico-formales (por ejemplo, las ideas de metáfora o de signo en las ciencias lingüísticas) (lingüística).

En uno u otro caso las ideas ontológicas como objeto del taller filosófico no serán ya ni el lugar de los residuos (aquello de lo cual las ciencias «aún» no se han ocupado) ni el lugar de las tinieblas o de las sombras (aquello que las ciencias «aún» no han esclarecido) tal como se propende a interpretar según el esquema de la filosofía como venerable madre de las ciencias (esquema del árbol de las ciencias). Por una parte la filosofía no es un saber residual puesto que las ideas están realizándose en las propias categorías y no fuera de ellas. Hoy en día se puede hablar con mayor riqueza de la idea de tiempo después de la teoría de la relatividad de Einstein que desde los supuestos de la mecánica clásica de Newton o de la física de Aristóteles. Por la otra no es un saber acerca de aquello que, aun quedando dentro del campo científico, no ha sido esclarecido aún totalmente por la ciencia respectiva puesto que la reflexión filosófica se realiza en forma de ideas muchas veces en aquellos conceptos de mayor claridad científica (la idea de signo se construye quizá sobre el concepto más claro y central de la ciencia lingüística en torno al cual se produce el cierre categorial lingüístico). Por ello, muchas veces, la reflexión filosófica viene a oscurecer críticamente los conceptos sobre los cuales la ciencia ha sembrado mayor claridad.

5) No existe ningún criterio para establecer una deducción sistemática y universal de las ideas, entre otras razones, porque la realidad de las ideas transcurre paralela del desarrollo de las categorías (postulado de la no cancelación del mundo) de tal modo que unas ideas se modifican, otra desaparece y una tercera aparecerá. No obstante se puede proponer una lista no exclusiva ni cerrada de algunas de las ideas de relevancia filosófica actual. A título de ejemplo podríamos ensayar la siguiente: identidad, estructura, categoría, evolución, naturaleza, justicia, igualdad, espacio, tiempo, hombre, materia, mundo, signo, producción, revolución, reacción, teoría, material / forma, parte / todo, causalidad, etcétera.

6) Las ideas ontológicas entendidas como materialidades realizadas en la symploké de las categorías culturales, implican como condición necesaria para su constitución una actividad racional (definida a la escala corporal humana) al margen de la cual las propias ideas permanecerían incógnitas.

La remoción de esta cuestión conduce directamente al planteamiento de las relaciones existentes entre los términos del dualismo clásico «ser/conocer» (plano del conocimiento/plano de la realidad). Entre uno y otro plano el materialismo establece una relación de determinación: «No es la conciencia de los hombres –afirma Marx– la que determina su ser, sino su ser social lo que determina su conciencia.» Las ideas en este sentido «reflejarían» en el plano del conocimiento las ideas ontológicas reales (conocemos las ideas). Los contenidos ideales del conocimiento podrían ser definidos en esta función de determinación como variables dependientes de los valores que van adquiriendo las ideas ontológicas en el desarrollo ontológico del mundo.

Pero el plano del conocimiento hace referencia en este momento no ya a una conciencia psicológica subjetiva que en su inspección de la realidad reflejaría las ideas ontológicas, sino más bien objetiva, a una dimensión objetiva de las ideas que cuenta entre sus condiciones de posibilidad con la consolidación de conciencias objetivas categoriales (científicas o precientíficas). Este plano objetivo de las ideas es la propia realidad histórico-cultural de la filosofía (mundano/académica). Denominamos a estas ideas cristalizadas en la actividad filosófica como «ideas en sentido trascendental» en tanto en cuanto son las condiciones de posibilidad de las ideas en sentido psicológico individual (conocemos a través de las ideas).

Resumiendo, podríamos decir que es el propio desarrollo ontológico material del mundo (del cual forman parte los propios cuerpos humanos) quien determina la formación de las ideas trascendentales a partir precisamente de actividades racionales categoriales (científicas o precientíficas) y que a su vez estas ideas determinan trascendentalmente las representaciones mentales de la conciencia en sentido psicológico. Los dos momentos de la determinación forman una circularidad dialéctica dado que al constituir las ideas trascendentales el término medio de esta determinación concluimos que es el propio desarrollo ontológico del mundo que cuenta con las propias conciencias subjetivas como determinantes suyos el que determina estas propias conciencias.

7) Si bien una deducción sistemática de las ideas ontológicas no es posible según se afirmó en 5), sin embargo, el estatuto trascendental de las ideas nos da pie para efectuar una deducción trascendental (en terminología kantiana) de las mismas. La situación de facto de la cual se parte es la existencia de una tradición filosófica (mundano/académica) que trabaja con ideas: podremos –por lo tanto– hablar de ideas en sentido ontológico en tanto en cuanto estas ideas se nos presenten en la tradición filosófica. Es esta evidencia trascendental la que nos permite establecer las ideas ejes del materialismo filosófico ejercitado explícita o implícitamente en el propio desarrollo histórico de la filosofía. Estas ideas ejes han sido expuestas por Gustavo Bueno en Ensayos materialistas y nos remitimos en este punto al término ontología.

J. M. Fernández Cepedal

En nuestra exposición se siguen principalmente los siguientes textos: G. Bueno, El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Madrid 1970; Id., Ensayo sobre las categorías de la economía política, Madrid 1972; Id., Ensayos materialistas, Madrid 1972; Id., Lógica de las ciencias humanas, cuadernos fotocopiados «ad usum privatum».

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{1} Piaget, Relaciones entre la lógica formal y el pensamiento real, Madrid 1968, § 62.

{2} Cf. por ejemplo Rubenstein, El ser y la conciencia II, México 1963, 36-48.)