Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo octavo

Aprobación
de Don Gaspar de Urquizu Ibañez, del Consejo de su Majestad, Fiscal Protector de la Real Audiencia de la Plata, &c.

Por comisión del Lic. Don Diego Moreno Ortiz, Presbítero, Abogado de los Reales Consejos, y Teniente Vicario de esta Villa de Madrid, y su Partido, &c. se ha fiado a mi cortedad la Censura del Tomo octavo del Teatro Crítico, escrito por el Rmo. P. Mro. Fr. Benito Feijoo, Maestro General de la Religión de San Benito, Catedrático de Prima de la Universidad de Oviedo, Abad del colegio de San Vicente de aquella Ciudad, &c. Y habiéndolo leído con la más prolija atención de mi cuidado, hallo, que es una obra acertada en todas sus partes; a todas luces perfecta, útil, y aún necesaria a todo género de Lectores; acreedora, no sólo a la pública luz, sino a la inmortalidad misma; digna en fin del sabio Autor, que la ha formado.

......... Nihil ultra laudibus addi
Iudiciove potest...........
{(a) Claud. Epit. Pallad.}

La Crítica más circunspecta, si lo reconoce exactamente, habrá de transformarse en Panegírico; y el juicio más severo no tendrá otro sufragio, que dar acerca de él, sino el aplauso. Solamente un elogio, el más sublime, puede ser justa censura de su acierto. En otras ocasiones suele ser el encomio gracia, que liberalmente conceden los Aprobantes a los Escritores; aquí para cumplir el oficio [XXVIII] de Censor, es preciso tomar el carácter del Elogiante. Confieso, que admitiría gustoso este apreciabilísimo honor, si hallase en mis talentos bastante caudal para su desempeño; porque lograría de esa suerte una oportunidad en que aplaudir a este Sabio, y desahogar en alguna parte el amor, y la veneración que le profeso. Pero

......... Non meus audet
Rem tentare pudor, qua vires ferre recusant
{(a) Horat. lib 2 epist. I}

Es mi voz instrumento muy desproporcionado a tanta gloria. Un mérito ilustre, quem dicere digno, non datur eloquio {(b) Sydon. Carm. 2.}, que entre los doctos de mejor voto.

Prima tenet, plausuque volat, fremituque secundo {(c) Virg. Aeneid. lib. 5}

Un ingenio excelente, cuyas felices producciones, cuyas obras,

.......... Ad sidera raptim
Vi propia nituntur, opis haud indigna nostrae
{(d) Id. Georg. lib. 2};

¿Cómo ha de estrecharse, cómo ha de permitirse a la débil facultad de mi expresión? Así no da lugar a aquel afecto mi propio conocimiento; antes me induce precisamente el dolor, de quien ve conspirar en su aplauso todo el Orbe literario,

Attolique suum laetis ad sidera nomen
{(e) Luc. de Bello Civil. lib. 7}; [XXIX]

Haya de tolerar su mismo nombre, desfigurado en los groseros rasgos de mi pluma. Pero puede servirme de disculpa aquella protesta de Quintiliano, de que para aceptar este honor: Non tam me vicit praestandi, quod exigebatur fiducia, quam negandi verecundia.

Lucano, para celebrar a Pisón más dignamente, solicitaba derivar el elogio de su fama:

...........Sublimior ibo
Si famae mihi pandis iter
{(a) Poemata ad Pison}.

Aquí la fama es tan grande, y dice tanto, que es ya otro embarazo del elogio. Desde que empezó a salir a luz el Teatro Crítico, ingenti sonuerunt omnia plausa {(b) Virg. Aeneid. lib. 5}, parece que Apolo no ha tenido más cuidado desde entonces, que inspirar Panegíricos de esta Obra. Tanto se ha repetido el culto, que es de temer sea ya molestia al mismo Numen: Summo plausu omnium, cultuque receptus, tanto honore celebratur, ut iam gravetur officiis {(c): Symmach. lib I. epist. 3.} siempre es tributo debido a aquel mérito ese aplauso, y nunca puede llegar a ser exceso: Neque enim periculum, en sit nimium, quod esse maximum debet {(d) Plin. lib. 8. epist. fin.}. Justo es, que el mundo celebre a quien con tal ardor cuida del bien común, que parece:

Non sibi, sed toti genitum se crede mundo {(e) Lucan. lib. 2}.

Digno es del mayor aprecio de los hombres el que [XXX] liberta sus entendimientos de la posesión injusta del engaño, el que ilustra sus espíritus, y les hace distinguir el error de la verdad. Esto es lo que nuestro Sabio ha intentado; y esto es lo que ha conseguido en su famoso Teatro.

Lastimado vivamente de la vana credulidad de los hombres, ha dado a conocer cuanto desprecio merecen en el examen de la verdad los sufragios de la multitud, que regularmente se alimenta de fábulas, y se complace en el error: Gaudet monstris metisque tumultu {(a) Luc. lib. 7}; porque este es de ordinario el único fundamento de su engaño. Animado de su celo, ha tenido el noble arrojo de oponerse a todo el Vulgo: Ne qua de parte relinquat Barbariem {(b) Claud. in Rufin. lib. 2}; y ha sabido sujetarlo, y ponerlo en razón, sin más armas, que su ingenio, y su doctrina. Parece que se ha convertido su pluma en aquella prodigiosa vara, que recibió Mercurio de Apolo en cambio de su Lira: pues goza de no sé qué oculta virtud de reprimir desórdenes de la ignorancia: Virgaque levem coerces aurea turbam {(c) Horat. Carm. lib. I. od. I0 }.

Ninguno de tantos Sabios, que le precedieron, tomó a su cargo este Proyecto en toda su extensión; de suerte, que cuando emprendió desengañar al mundo de todos sus errores, era esta una Provincia inmensa, cubierta de obscuridad, y confusión, poblada de escollos, y de espinas.

Nulla erat ante via, praerupta, atque aspera saxa;
Es densi late obducebant omnia vepres
{(d) Vid. Hymn. de Deo}. [XXXI]

Sin duda reservaba la suerte de este honor para su pluma: Soli tibi contulit uni, hoc fortuna decus {(a) Sydon. Carm. 2}. Si se contempla el asunto a buena luz, si se considera su amplitud, su arduidad, y su importancia, se creerá superior a las fuerzas del más elevado Ingenio; y sólo proporcionado a una insigne Academia de muchos, y excelentes Sabios. Pero sólo de esa suerte pudiera ser ocupación digna de aquel, en quien se unieron todas las luces del Orbe Literario: Quid enim aliud est, quam ex omni bonarum Artium ingenio collecta perfectio? {(b): Simmac. lib. I . epist. 32}. Los errores comunes son innumerables. Por todas las Ciencias andan esparcidos, y tan enredados con las mismas verdades, que es menester para distinguirlos una penetración de ingenio prodigiosa, y un conocimiento perfecto de todas las Facultades. Tan arraigados están en los espíritus, que se necesita una elocuencia casi divina para privarles de su tirano imperio.

Estas ilustres prendas goza en grado eminente nuestro Reverendísimo, y así era el más proporcionado a este empeño en su talento. Díganlo todas sus obras; pero dígalo principalmente este nuevo Tomo, en el cual sólo, aún sin el auxilio de los antecedentes, tengo una evidente demostración de la justicia, y de la realidad de estos elogios.

Su ingenio tiene todas las felices cualidades de perfecto: Excelsum, subtile, dulce, facile, eruditum {(c) Plin. lib. 2. epist. I3}. La delicadeza, la extensión, la rectitud de su espíritu son verdaderamente incomparables. Averigua con exactitud, descubre con puntualidad los errores comunes. Halla sin [XXXII] fatiga, y con abundancia todo lo mejor que puede decirse acerca del asunto, que se propone. La materia más árida, entre sus manos, fertilísima. No hay para su pluma punto estéril: Quacumque propincuat incesu facunda iter {(a): Sydon. Carm. 2}. No se detiene en la superficie de las cosas: desde el principio las profunda, y de un golpe de atención ilustra los más reiterados, y obscuros senos de la dificultad. Mil confusas nieblas, en que están envueltas las máximas, que impugna, no suspenden un punto el rápido vuelo de su pluma. Todas las desvanece su clarísimo ingenio.

No da paso a su doctrina, que no sea ganando tierra a la razón. De una parte está toda la inmensa multitud del Vulgo Literario, y de la opuesta no hay otro condimicante, que su pluma: Teque omnibus unum Obiicis {(b) Claud. Paneg. Stil.}; ¿pero qué importa, si a un solo rasgo de su pluma, ruit irrevocabile Vulgus? {(c) Lucan. de Bello, lib. 2}. Tal es la sutileza, tal es la solidez, tal la eficacia de sus pensamientos. Muchos de sus asuntos parecen improbables a la primera vista; y son, aún para los doctos, Paradojas; pero luego, que se examinan sus pruebas, se convierte aquella desconfianza en positivo asenso a sus proposiciones. Así podrán decir no pocos, leyendo algunos Discursos de este Tomo, lo que Hierón, discípulo de Arquímedes, dijo, lleno de asombro, en ocasión de ver, que con suma facilidad resolvía su Maestro un Problema Mecánico, que parecía de imposible ejecución: Profecto ab hac die; de quocumque dixerit Archimedes, illi credendum est {(d): Apud Bettidum Apiar. I, Proleg. I} [XXXIII]

Mas si tan laudables son la viveza, y la fertilidad de su ingenio, creo que lo es más la rectitud de su espíritu. Entre todas las preciosas dotes del ánimo, es, sin contestación, la más digna de aprecio el recto juicio. Pero esta cualidad parece que es el carácter del Autor. A ella principalmente se debe todo el acierto de sus obras. Ha formado en ellas un Tribunal severo, en que a la luz de la razón, y la experiencia, examina todas las máximas vulgares:

Scit etenim iustum gemina suspendere lance
Ancipitis librae
{(a) Persius Satyr. 4}:

En que descubre la falsedad, o incertidumbre de innumerables opiniones, que cree el Vulgo como Axiomas.

........Rectum discernit, ubi iter
Curba subit, vel cum fallit pede regula varo
{(b) Idem ibid.}.

Y en todas sus decisiones se hace admirar principalmente una Crítica exacta, justa, benigna, de suerte, que él es quien merece aquel alto elogio, que habla Theodorico a Casiodoro: Egisti te per cuncta Iudicem, totius erroris expertem {(c) Casiodor. lib. I, Var. epist. I}. Regla la fe humana con una prudencia consumada. Prescribe máximas de grande utilidad, para que se eviten los errores, y sólo se fíe el asenso a las verdades. No se contenta con hacer manifiesta la falsedad de los que impugna; toma desde más alto el empeño. Inquiere con sutileza, y solidez lo que ha dado motivo a los engaños, y del mismo fondo del asunto [XXXIV] saca documentos admirables, que sirven a un tiempo de reglas constantes para distinguir lo cierto de lo falso; y de seguros medios, para inspirar en el Vulgo una justa desconfianza de todas sus preocupaciones: Rectoque metu producere Vulgus {(a) Lucan. lib. I, epist.32}. En todo resplandece su ingenio; pero mucho más su juicio, y su prudencia. A esta prenda se debe aquella libertad Socrática, digna de un Filósofo tan sabio, con que se desembaraza de todos los perjuicios comunes: aquella prudentísima reserva, con que evita toda anticipación, y toda precipitación en el dictamen, que hace de las cosas: aquel espíritu gemétrico, que reina en cuanto escribe: aquel orden naturalísimo, con que propone sus pensamientos: aquella vigilantísima atención, con que da a conocer todo lo que es necesario para la perfecta inteligencia del asunto: aquel cuidado importantísimo, con que hermana en sus Discursos, según la materia lo permite, la evidencia con la certidumbre; de suerte, que ilustra al mismo tiempo, que convence, los entendimientos: aquel acierto con que esparce en sus escritos la más preciosa erudición, siempre con oportunidad, siempre con crítica: Quis ita affectet singula, ut tu imples omnia? {(b) Symmach. lib. I, epist. 32}

Sólo es comparable a su ingenio su noticia. Es esta como el cetro de Jupiter, que describió Pausanias {(c) Paus. Eliaz. prior.}, formado de todos los metales, o como aquella célebre piedra de los Trogloditas, que brillaba con el esplendor de sesenta piedras preciosas diferentes {(d) Plin. lib.37, cap. 10}. ¿Qué ciencia hay en todo el dilatadísimo campo de la erudición, que este Autor no posea perfectamente? El más irrefragable [XXXV] testimonio de esta verdad nos dan sus mismas Obras. En ellas vemos, que si se presenta la ocasión, tenere non abnuit cum Aesculapio, Baculum::: cum Archimede, Radium: cum Euphrate, Horoscopium: cum Perdice, Circinum: cum Virtrubio, Perpendiculum: {(a) Sydon. lib.4, epist. 3} que según lo pide el asunto, que trata, investiga: cum Thalete, Tempora: cum Atlante, Sidera: cum Zeto, Pondera: cum Chrysippo, Numeros: cum Euclide, Mensuras {(b) Idem ibid.}. Dejando aparte el consumado Magisterio, que goza en la Sagrada Teología; pues siendo esta Facultad el cimiento principal, sobre que estriba el sublime edificio de toda su sabiduría, es superflua su celebración. Allí se reconoce el acierto con que trata lo más importante de la Jurisprudencia, y la Política: lo más arduo, y más exquisito de la Filosofía antigua, y moderna: lo más agudo, y más enredoso de todas las Ciencias Matemáticas: lo más difícil, y lo más útil de la Medicina, Anatomía, y Botánica. Allí se manifiesta, que no hay punto de Historia, sea Sagrada, sea Eclesiástica, sea Profana, sea Literaria, sea Poética, que no tenga exactísimamente comprendido: Non isto quisqum viro est in omni artium genere praestantior {(c) Idem lib. I, epist.9}. El modo con que se explica en cada una de estas Facultades, la claridad, la facilidad, la precisión, la propiedad, arguye, que no es superficial, sino muy profundo el conocimiento, que tiene de ellas. Así puede decirse de este Sabio lo que de Cicerón dijo Plutarco: Ad omnes natus Artes complectendas, nec ad ullum doctrinae, aut eruditioni genus praetereundum {(d) Plutarch. Vit. Ic.}. Él es el primero, que ha [XXXVI] publicado en nuestro idioma los más recónditos arcanos de las Ciencias Él ha conseguido encender en casi todos sus Lectores amor, y aplicación a la verdadera, y sólida erudición. Ha extendido en España el buen gusto por las Matemáticas: por los nuevos sistemas de la Física, y por todas las curiosas, y útiles invenciones que pertenecen a la Medicina. Ha dado a conocer clarísimamente la insuficiencia de la Filosofía Aristotélica; lastimado de que en su estudio consuman todo el tiempo tantos primorosos ingenios, que aplicados a otras Ciencias, no menos sólidas, que útiles, harían grandes progresos: queja, que se ha hecho ya común entre los doctos:

Poenituit multus vanae, sterilisque Cathedrae {(a) Juv. satyr. 7}.

Ha convencido de abusos perniciosos al adelantamiento Literario muchas prácticas, que se observan religiosamente en la Aulas. Ha descubierto todos los vicios, que tiene la Didáctica de la Filosofía, y de la Medicina de las Escuelas (ojalá hiciese lo mismo acerca de los que se cometen en la enseñanza de la Jurisprudencia {(b): Dicere vix posset, quam multi talia plorent. Juv. satyr. I4}) proponiendo reglamentos de gran juicio, y de conocida importancia para la más pronta, y más perfecta instrucción en estas Facultades. Todo acredita igualmente su doctrina, que su celo. Así es innegable ser deudora a su pluma de un gran beneficio nuestra España; y así no puedo dejar de decir con Claudiano:

Communi pro luce, decet.........
........... Docti iussis parere Magistri
{(c) De Bello Getico}[XXXVII]

Observación fue de Séneca, que en cada siglo florece algún Autor de grande reputación, cuyo estilo es el modelo de todos los que escriben; y en consecuencia de ella, juzgo, que en nuestro siglo, y en nuestro idioma, debe gozar esta prerrogativa el estilo del Autor; y que puede decirse por él a los amantes de la elocuencia española lo que decía Quintiliano por el de Cicerón a los de la Latina: Huc igitur expectemus hoc propositum nobis sit exemplum. Ille se profecisse sciat cui Cicero valde placuerit {(a) Quint. lib. 10. cap. 1.}. Todos los más exquisitos primores de la elocuencia brillan en sus libros. En este Tomo admiro principalmente la claridad, la dulzura, y la viveza del estilo. Los pensamientos más agudos, las especies más obscuras, los puntos más intrincados, los propone con tanta limpieza, con tal distinción, con tan buen orden, que los hace perceptibles aún de los vulgares. Nada hay tan sublime, tan elevado, que no pueda, mediante su clarísima explicación, hacerse comprender aún a los más cortos espíritus. Parece que ha hallado este Autor el medio de hacer en su voz visible a todos su ingenio. En cada Discurso de sus Obras: Si tanquam toto coeat de lumine Caeli arctatur collecta dies {(b) Sydon.}. De esto nace en gran parte la dulzura de su estilo. Cualquiera que lee sus obras, no acierta a dejarlas de la mano:

................Tanta dulcedine captos
Afficit ille animos, tantaque libidine Vulgi
Auditur...........
{(c) Juv. satyr.7}[XXXVIII]

Acerca tanto la luz de su doctrina: tan grata, y apacible la propone, que precisa los entendimientos, no sólo al conocimiento, sino al amor de la verdad. Convence juntamente, y enamora: Interserit tempestivam censura dulcedinem {(a) D. Hierón}. Sus Discursos son desengaños; pero unos desengaños tan amables, que parecen en el efecto adulaciones. Este es el mayor primor del ingenio, el más alto punto de la elocuencia, hacer agradable la corrección, y bien vista al amor propio la censura. Pero esta felicidad se debe también a su rectísimo juicio. Conoce que es muy desabrida la verdad a los que son por largo tiempo poseídos del engaño; y que en esta situación,

Et praemitur ratione animus, vincique laborat {(b) Persius satyr. 5}.

Y así convence con tal prudencia, corrige con tal moderación, dispone de suerte su triunfo, que se complacen los vencidos en su ruina. Esto es lo que encanta a todos los que pasan los ojos por sus libros. Este es el No sé qué de aquel dulce embeleso, que se siente en su lectura. Todo en ella es placer, todo es agrado: Nihil erit ex quo non capias voluptaten {(c): Plin. epist. 8. lib. 8.}. La novedad de los asuntos, la variedad de las pruebas, la delicadeza de las expresiones, la estructura hermosísima de los Discursos, la gratísima suspensión en que tiene a los Lectores, todo pica extremamente en la curiosidad, y alaga la razón. Así conquista, y tiene siempre pendiente de su pluma la atención de los que instruye. Así consigue, que sus obras sean leídas muchas veces, y que parezcan cada día nuevas, y mejores. [XXXIX]

Con esta suavidad sabe amistar su ingenio la fuerza, y la valentía de la expresión. Cualquiera que reconozca este Libro, fácilmente convendrá, en que posee su Autor perfectamente la ciencia de ganar con su voz los corazones. El contrasta los ingenios, y persuade siempre cuanto quiere. Pero principalmente se evidencia el poder de su pluma en los Discursos Eticos, y en los Políticos.

Todas las claúsulas están allí animadas de un vivísimo espíritu, que excita, y enciende a los Lectores. Su celo ardiente, su fervoroso amor a la virtud, y al bien común, le hace prorrumpir en bien sentidas exclamaciones. ¡Qué vehemencia, qué fuego, y que naturalidad reina en semejantes expresiones! En fin, tal es su eficacia en conmover, y en persuadir, que parece que su elocuencia es el resorte de las almas; y que su ingenio es el dueño de las pasiones de los hombres. Mas entre tantas perfecciones de su estilo, lo más digno de admiración es que haec omnia, quae vix singula quisquam intensissima cura consequi posset, fluunt illaborata, & illa, qua nihil pulchrius auditu est oratio, praeseferet tamen felicissimam facilitatem {(a): Quintil. lib. 10. cap. 1.}.

Otros deben la elocuencia a la preparación. Nuestro Autor sólo a su genio feliz. Es este como aquella decantada Agatha de Pyhrro, en la cual naturalmente, y sin artificio alguno, estaba impreso Apolo con todo el Coro de las Musas. Así es tan discreta su voz, como su pluma. Así enriquece al Público con tanta abundancia, y con tanta frecuencia de los más preciosos tesoros de las Ciencias; pero sucede con sus escritos a los Lectores de buen gusto lo que decía Simmacho: Sint quamquam [XL] illa crebra, & continuis similia, semper tamen tu rara, & diu desiderata sumuntur. {(a): Lib. 3. epist. 61.}.

Sería infinito referir prolijamente todas las perfecciones, todos los aciertos, que conozco en cada uno de los Discursos, que componen este Libro; y ya parece, que excrescit amplitudo proloqui angustias regulares {(b): Casiodor.}. Concluyo , pues, diciendo, que no hallo en todo él cosa alguna, que se oponga a los sagrados Dogmas, ni a las buenas costumbres. Así lo siento, &c. Madrid, y Noviembre 16 de 1738 años.

D. Gaspar de Urquizu Ibañez


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo octavo (1739). Texto según la edición de Madrid 1779 (por D. Pedro Marí, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo octavo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas XXVII-XL.}