Filosofía en español 
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Tomo sexto Discurso quinto

Consectario del discurso antecedente sobre la producción de nuevas especies

§. I

1. Aunque los que pretenden, que se han extinguido algunas especies de compuestos naturales, que Dios crió al principio, miran como consecuencia de su opinión el que la naturaleza perdió mucho de su vigor primitivo, y el mundo de su antigua variedad, y hermosura; creo, que bien reflexionada la materia, de su opinión misma se sigue todo lo contrario; esto es, que hoy la Naturaleza está más vigorosa, y el mundo más vistosamente adornado. Lo cual demuestro de este modo.

2. No fundan la pretendida extinción de algunas especies, sino en que no vemos hoy algunas, cuya existencia en otro tiempo consta de los antiguos Escritores. Digo, que si esta prueba es buena, infiere, que desde aquellos tiempos a los nuestros se han producido muchas especies, que antes no existían, pues hay muchas conocidas ahora, de las cuales no tuvieron conocimiento los antiguos; y el número de éstas es sin comparación mayor que las que dicen se perdieron. Nótese en el género vegetable el enorme exceso, que en el Discurso pasado notamos de las especies, que conocen los Botanistas modernos, a las que conocieron los antiguos. [218] No es menor el que hay en el Reino Animal. No tuvieron los antiguos noticia de la vigésima parte de los insectos, que han explorado los Físicos modernos; y cada día van descubriendo más, y más. Luego si de no conocerse hoy algunas especies conocidas en otros tiempos, se infiere, que en un tiempo existieron, y ahora no; de no conocerse en los tiempos antiguos muchísimas, que hoy se conocen, se inferirá que existen ahora, y no existieron entonces. Por consiguiente será hoy la Naturaleza más fecunda, y el mundo gozará mucho mayor variedad.

3. Este argumento solo tiene fuerza por vía de retorsión, y así en nuestra sentencia, y según la verdad, solo prueba la mayor aplicación en examinar la Naturaleza, y dar noticia de ella en este siglo, que en los pasados; así como propuesto por la opinión contraria tampoco prueba lo que ella pretende, sí solo lo que latamente expusimos en el Discurso pasado.

§. II

4. Dos cosas sin embargo me ocurren, que pueden hacer alguna dificultad en esta materia. La primera toca al Reino Animal, la segunda al Vegetable. Apenas hay en España quien no tenga noticia del cadáver del Aguila de dos cabezas, que vino de la América el año de veinte y tres, y se conserva en el Real Monasterio del Escorial. Este raro pájaro, si no se gradúa de monstruo, o se discurre, que una de las dos cabezas fue con arte añadida al cadáver, se puede tener por una nueva especie entre los volátiles por no haber parecido otro semejante en el mundo en todo el discurso de los siglos.

5. Muchos sospechan la adición artificiosa de una de las dos cabezas, y aun yo estuve inclinado a lo mismo, hasta que me desengañó el señor Don Alexo Antonio Gutiérrez de Rubalcava, Intendente de Marina del Mediterráneo, y sus Islas, quien me aseguró haber examinado con sus propias manos y con toda exactitud [219] todas las partes del pájaro inmediatamente a su arribo a España, y reconocido, sin la menor ambigüedad, ser natural la unión de las dos cabezas. Que tampoco es monstruo, sino individuo de especie perfecta, se colige de la relación del que le hirió, y cogió, el cual dijo le había visto en compañía de otros tres en todo semejantes, los dos grandes, que discurrió ser los padres, el otro menor, y del mismo tamaño del herido.

6. Si es verdad lo que comúnmente se dice, que los monstruos son infecundos, se infiere bien, que no eran monstruos los cuatro pájaros bicipites; pues su multitud no deja duda que habían provenido por generación regular. Mas como la esterilidad de los monstruos, a lo que yo entiendo, no conste bastantemente por experiencia, ni alguna razón física lo persuada, lugar queda para decir que dichos pájaros eran monstruosos.

7. Mas aun en caso que se crean individuos de especie perfecta, no por eso hay necesidad de conceder, que esa especie es nueva en la tierra. El que haya sido ignorada de toda la antigüedad, no prueba que no existiese desde el principio del mundo. No todo lo que había en el mundo vieron los antiguos, como ni tampoco los modernos, aunque más aplicados, y proporcionados a registrar el mundo, ven todo lo que hay en él. Es verdad, que según la Relación que vino de la América acompañando a la Aguila de dos cabezas, por todas las asperezas de la Provincia de Guaxaca, donde se halló este pájaro, y sus compañeros, no se pudo descubrir después otro alguno, por más diligencias, que se hicieron. Pero tampoco esto prueba. Acaso tienen su habitación en parajes totalmente inaccesibles. Acaso se mudaron a otra parte todos los individuos de aquella especie, por evitar la desgracia, que padeció el compañero. Acaso es especie de limitadísima fecundidad, y que por consiguiente subsiste en cortísimo número de individuos.

8. Posible es, que algunos juzguen que esta especie no fue incógnita a los antiguos, discurriendo, que la insignia [220] de las Aguilas Imperiales, donde se unen sobre un cuerpo dos cabezas, fue ocasionada de haber visto alguna, o algunas Aguilas con duplicada cabeza. Pero esta conjetura está mal tejida, por la desemejanza manifiesta, que hay entre la Aguila Imperial, y la Americana. Aquella tiene las dos cabezas encontradas, y que miran a lados opuestos; ésta las tiene mirándose una a otra, como consta de la descripción, y dibujo, que me remitió el citado Don Alexo. Fuera de que, según varios Eruditos, el uso de aquella insignia se introdujo, y ejerció privativamente cuando estaban dos Emperadores sobre el Trono, gobernando de común acuerdo el Imperio, como símbolo oportuno para significar esa unión. El uso del Aguila con una cabeza sola, como insignia del Imperio, es muy antiguo. Practicáronle los primeros los Persas; después poco a poco se fue comunicando a los Romanos, los cuales al principio variaban, tomando por Blasón en sus Estandartes, ya Lobos, ya Leopardos, ya Aguilas, según placía a cada General; hasta que en el segundo año del Consulado de Mario se estableció el Aguila, como insignia constante del Imperio, y Armas Romanas: Supuesto este uso, se ve claro, que sin que la Naturaleza presentase a los ojos alguna Aguila de dos cabezas, era naturalísimo elegir este símbolo para significar la unión de dos Emperadores en el gobierno del Imperio. Muchos siglos después se hizo, no se sabe con qué ocasión, la Aguila bicipite Blasón general de todos los Emperadores Romanos.

§. III

9. El segundo argumento, en prueba de que se engendran especies nuevas, se puede tomar de un hecho, que se refiere en la Historia de la Academia Real de las Ciencias al año de 1719. En el mes de Julio de 1715 reapareció en el Jardín de Mr. Marchant, Botanista de la Academia, una pequeña planta, incógnita a él, y a otros Botanistas. Desecóse, y pereció a los fines [221] de Diciembre: pero al mes de Abril del año siguiente nacieron cuatro plantas semejantes a la primera, y dos de tal modo diferentes, que podían constituir diversa especie, aunque no colocarse debajo de diverso género; hablo según el idioma de los Botanistas. Desecáronse estas seis plantas al fin de Diciembre, como la primera, pero los años siguientes se fueron multiplicando sucesivamente en el espacio de siete, u ocho pies de terreno. Lo más notable a nuestro intento es, que jamás se les pudo descubrir simiente alguna; cuya circunstancia, junta con la certeza de que nadie había hecho allí tal plantío, parece prueba haber sido producción nueva de aquel terreno, cuya radical fecundidad se explicase en virtud de alguna insólita concurrencia de otras causas.

10. No obstante esto, se debe creer, que dichas plantas tienen semilla, y nacen de ella. La prueba está clara en su sucesiva producción, y multiplicación en el mismo espacio de terreno; lo que verisimilmente no se puede atribuir a otro principio, sino a que habiendo caído en tierra la semilla de la primera, de ella se produjeron las plantas del siguiente año, y de las semillas de éstas se fueron multiplicando en los siguientes. El que la semilla no haya podido descubrirse, no obsta, pues se sabe, que muchas plantas la tienen menudísima; y como no se sabe hasta qué término puede llegar esta disminución, no hay fundamento alguno para negar que haya semillas tan pequeñas, que sean totalmente imperceptibles, mayormente cuando hay gravísimos fundamentos para creer, que todas las plantas nacen de semilla.

11. Supuesta la expresada pequeñez de la semilla, no hay dificultad en que el viento la transportase de otra parte a aquel sitio donde nació la planta. Y esto es lo que generalmente se debe discurrir que sucede siempre que, sin previa diligencia humana, se ve nacer cualquier género de hierbas en terreno donde antes no las había. Así como en la imprevista producción, que muchas veces [222] acaece, de plantas de mayor semilla, es naturalísima la conjetura de que algunos pájaros condujeron las semillas en el pico.

12. No obsta tampoco, que Mr. Marchant, u otros Botanistas de París no conociesen aquellas hierbas, pues ni hubo, ni hay, ni puede esperarse que haya jamás Botanista alguno, que conozca todas las especies de plantas que hay en el Universo.

§. IV

13. No tenemos a la verdad certeza de que todos los vivientes se producen de semilla; pero esta es la opinión valida entre los Físicos modernos; los cuales han mostrado con evidencia, que en algunas generaciones, que la vulgar Filosofía atribuía únicamente a la putrefacción de algunas materias con el concurso de las causas generales, interviene verdadera semilla; y esto funda una prudente persuasión de que en todas sucede lo mismo.

14. Así muchos Filósofos de estos tiempos desprecian como patrañas de los antiguos, la generación de las Abejas de la carne corrompida del Buey, la de las Avispas de la del Caballo, &c. Sperlingio observó, que en una gran mortandad de Bueyes, que hubo en Witemberga, de ninguno de tantos cadáveres podridos de aquella especie se engendraron Abejas. El Doctor Don Joseph Ortiz Barroso, sabio Médico de la Ciudad de Utrera, observó lo mismo en dos temporadas de gran mortandad de esta especie de ganados, que hubo en el territorio de Sevilla. Con lo que evidentemente se rebate la solución, que quiso dar Francisco Sachs a la experiencia de Sperlingio, atribuyendo la falta de generación de Abejas a la frialdad del País de Witemberga, habiendo sucedido lo mismo en la Andalucía, que es País caliente. Fuera de que en la Rusia, Podolia, y otras Regiones Septentrionales frigidísimas hay gran copia de Abejas, por lo que en aquellas partes se venden cera, y miel a muy bajos precios. [223]

15. Ni obstan las generaciones de gusanos, y otros insectos, que frecuentemente se ven en carnes, plantas, y frutos corrompidos; pues éstas vienen de otros insectos, que depusieron en ellos su semilla; a cuyo propósito son oportunísimos los experimentos del célebre Francisco Redi. Este diligentísimo Físico puso a pudrirse a un mismo tiempo tres pedazos de carne recién cortados; mas con esta diferencia: uno en un vaso totalmente cerrado, otro en un vaso cubierto con un transparente velillo de Nápoles, otro totalmente descubierto. Lo que sucedió fue de todos tres pedazos se pudrieron; pero en el que estaba totalmente cubierto, no había gusano alguno; en el que estaba totalmente descubierto, muchos; tampoco había gusanos en el cubierto con el velillo; pero en el velillo mismo por la superficie exterior se vieron muchos menudísimos huevecillos depositados por las moscas, y moscardas, que allí acudían a hacer fuerza para penetrar la carne. Esto hace creer, que la putrefacción por sí sola nada hace para la generación de los gusanos, sino que estos nacen de los huevecillos, que en las carnes ponen las moscas. Y de aquí sale una presunción bien fundada de que en las demás generaciones, que se ven en materias corrompidas, sucede cosa equivalente.

16. Supuesta esta opinión, consiguientemente se debe decir, que no puede hoy resultar en el Reino vegetable alguna nueva especie; pues la semilla de que se forma cualquiera planta, necesariamente vino de otra planta de la especie misma; y procediendo de este modo, sale por consiguiente fijo, que todas las especies de plantas, que hay hoy, fueron criadas en el principio del mundo.

§. V

17. He limitado la aserción al Reino vegetable, porque en el Reino animal, no obstante que todas las generaciones se hagan de semilla, queda lugar a la producción de nuevas especies. ¿Pero qué especies? [224] No primarias, sino secundarias. Llamo especies primarias aquellas, que se propagan por la concurrencia de los dos sexos de la misma especie, v. gr. el León, y Caballo, &c. secundarias, las que resultan de la conmixtión de dos sexos de especie diferente, (v. gr. el Mulo) a quienes comúnmente se da el nombre de especies terceras.

18. En estas, pues, especies secundarias es innegable, que puede haber muchas novedades, por las varias combinaciones, que en la conmixtión de los dos sexos pueden intervenir entre diferentes bestias, como en efecto se dice que las hay en aquellos adustos territorios del Africa, donde por la grande escasez de agua acuden a una misma fuente, o arroyo muchos brutos de diversas especies; y conciliándose algún efecto, o perdiendo su nativa oposición con la frecuencia del trato, promiscuamente se mezclan, de que resultan nuevas especies secundarias a cada paso, conforme al proloquio antiguo: Siempre la Africa produce algo de nuevo.

19. Estas combinaciones se deben considerar innumerables, porque puede ir aumentándose su número sin término. La razón es, porque aunque las que se pueden hacer entre veinte especies de brutos (pongo por ejemplo) que se suponga congregarse a una fuente, no pasan de ciento y ochenta; debe hacerse cuenta de las nuevas especies, que por aquellas conmixtiones van resultando, las cuales pueden ir multiplicándose sin término, pues el individuo de una especie secundaria puede mezclarse con otro de cualquiera especie primaria, en cuyo caso de la generación resultará otra especie secundaria, diversa de la que suponemos existente. El individuo de esta nueva especie ya añade tantas combinaciones, cuantas son las especies, que antes existían; y de este modo se van multiplicando sin límite. Es verdad, que de las combinaciones expresadas habrán de rebajarse muchas para el efecto de la generación activa, porque no entre cualesquiera especies podrá haber conmixtión, por la inadaptabilidad de los miembros; y aunque la haya, podrá no seguirse [225] la generación, por carecer de proporción activa los dos temperamentos.

20. Creo que muchos están en la inteligencia de que todas la terceras especies, que yo llamo secundarias, son infecundas, y por consiguiente negarán el proceso infinito de nuevas especies secundarias. Acaso la experiencia de que los Mulos son infecundos indujo el mismo concepto hacia todas la terceras especies; pero esto es contra doctrina clara de Aristóteles, el cual generalmente pone por fecundas las terceras especies, haciendo únicamente excepción de la mular: (si bien aun contra esta excepción se pudieran oponer algunos casos raros) Sed cùm caetera sic orta (habla de los partos de especies diferentes) rursus ipsa inter se coeant, generareque possint, genus unum Mulorum sterile est; quippe quod neque secum, neque cum aliis junctum generet. (de Gener. Anim. lib. 2. capit. 5.)


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo sexto (1734). Texto según la edición de Madrid 1778 (por Andrés Ortega, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo sexto (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 217-225.}