Filosofía en español 
Filosofía en español

Rafael Saura Eimar 1813-1871

Médico español catedrático de Obstetricia en Madrid, nacido en la isla de Menorca, formado en la Universidad de Barcelona y luego en París, de la mano de su paisano el ilustre Mateo Orfila. Candidato frustrado en varias elecciones a diputado por Baleares desde listas liberales, logra asiento en el Senado de España el mismo año en el que muere en su Mahón natal. Cierto papanatismo localista le recuerda como “médico de la nobleza” a partir de una mera consulta compartida, que resultó innecesaria, cuando el tercer parto de Isabel II en 1851.

Sociedad médica de emulación. En el colegio de Medicina y Cirugía el día 22 del corriente a las 11 y media de la mañana se celebrará en público sesión literaria en la cual se leerá y discutirá una memoria del socio corresponsal D. Jose Pijoan sobre la tolerancia a dosis altas del hidroclorato de barita en el tratamiento de las escrófulas. A continuación el socio titular D. Juan Durán presentará una traducción de la tisis del Sr. D. Rafael Saura, acerca del magnetismo animal, sobre cuya discusión usarán de la palabra los socios Mendosa y Orfila y los demás concurrente que gusten.” (El Constitucional, Barcelona, sábado 21 mayo 1842, pág. 3.)

Su nombre aparece entre los colaboradores de la Enciclopedia española del siglo diez y nueve desde el tomo segundo (Madrid 1842), asociado a la “Química”, inaugurando precisamente ese segundo tomo con un artículo firmado, en el que trata del “Aborto (medicina legal)”, y que termina con este prudente consejo que ofrece al facultativo médico (contradistinto del facultativo jurista):

“Mas tenga presente, al emitir su dictamen en negocio tan grave y espinoso, cuan superiores pueden ser al beneficio los daños que produzca una aserción temeraria; y evite en lo posible, a menos de evidencia muy rara en casos de esta naturaleza, ese tono dogmático y decisivo con que se engalana comúnmente la presunción, que es propio del fanatismo, y muy rara vez permitido al verdadero filósofo. Lo ignoro, es muy a menudo la contestación más digna del sabio, y a veces la única permitida al facultativo aun en los casos más evidentes para los magistrados; porque aquel no posee más que un orden de pruebas, al paso que estos tienen a su disposición otros medios de investigación y otros elementos en que poder fundar una convicción moral.”

Catedrático de Obstetricia del Colegio de San Carlos de Madrid con antigüedad 1 de septiembre de 1843, queda incorporado en 1846 al escalafón general de catedráticos de las universidades españolas, en la Facultad de Medicina, como Rafael Saura Eimar. Sin embargo figura como “Rafael Saura y Einar” en los escalafones de 1849 (nº 150, Universidad de Madrid, “Obstetricia, enfermedades de niños y mujeres, y clínica de id.”), 1855 (nº 101, Universidad de Barcelona, “Obstetricia y males propios de los niños y del sexo femenino”), 1858 (nº 78, Universidad de Madrid), 1859 (nº 77, Universidad de Madrid), 1860 (nº 72, Universidad de Madrid), 1862 (nº 57, entrada, Universidad de Barcelona), 1863 (nº 51, ascenso, Universidad de Madrid), 1864 (nº 46, Universidad de Madrid), &c.

El 20 de diciembre de 1851, de parto la reina Isabel II por tercera vez, el que había de traer a la Corte a Isabel de Borbón y Borbón (nacida princesa de Asturias pues el resultado de los dos anteriores habían sido varones mortichuelos), fue llamado a consulta ante las dudas que atribulaban a los médicos habituales de su majestad, Juan Drument y Dionisio Solís, aunque parece que no fue necesario que metiera mano:

“Todos los señores concurrentes permanecieron en el Real Palacio durante la noche y hasta el momento que se dirá, asegurando los señores médicos, Drument y Solís que reconocían en S. M. los signos de un próximo parto. Reconocida más tarde por los mismos la posición del feto, aseguraron a SS. MM. que la criatura se presentaba de cabeza, y que todo anunciaba un parto, aunque lento, feliz. Observando después más quebrantada a S. M. a las nueve de la mañana del día de hoy, y ofreciéndoseles alguna duda acerca de la mayor o menor proximidad del parto, creyeron que su deber como profesores, y su lealtad como españoles, exigían manifestar a S. M. el Rey y demás personas de la Familia Real y al Gobierno de S. M., el deseo de consultar con otros profesores. En este caso, consultada S. M. y habiendo prestado su Real beneplácito, se acordó que fueran llamados el señor D. Rafael Saura, doctor en medicina y cirugía, catedrático de partos de la facultad de Madrid, y el Sr. D. Tomas Corral y Oña, doctor en la misma facultad y catedrático de igual asignatura; pero afortunadamente después de llegar al Real Palacio dichos señores, y al principiar la consulta, S. M. tuvo un largo dolor, con el cual se rompieron las membranas, y en seguida se verificó el parto inmediata y felizmente, asistida S. M. por sus propios profesores, dando a luz a las once y diez minutos de la mañana una robusta Princesa. […] De todo lo cual, yo el citado Notario mayor de estos reinos certifico y doy fe, en Madrid, dicho día, mes y año. En testimonio de verdad, Ventura González Romero.” (Gaceta de Madrid, domingo 21 de diciembre de 1851.)

Cuando la Revolución de 1854 se convocan en agosto elecciones constituyentes por Real Decreto y se presenta como candidato por el partido liberal en la circunscripción de Baleares. Parece que su “carta-programa” no fue suficiente y Rafael Saura y “Eymar” no resulta elegido diputado en noviembre, entre discrepancias internas en el bando liberal, pues circulaban distintas listas de esos candidatos (en los tres días de votaciones obtuvo 214 votos en Palma, mientras que el Conde de San Simón lograba 645 y Facundo Infante 635, &c.):

Carta-programa como candidato del partido liberal a diputado por Baleares

Madrid y setiembre 29 de 1854.

Sr. D. Mariano de Quintana:

Mi apreciable amigo: La buena amistad con que V. me honra, y simpatías con que me favorece, me imponen hace días el deber de recordarle la consideración y sincero afecto con que correspondo a la primera, declarándole deudor, aunque no insolvente, por las últimas. Enterado hoy de la circular que la Junta directiva de elecciones del partido liberal dirige a los electores de esa provincia, como también del natural y muy legítimo deseo manifestado por varios de esos mismos electores que me dispensan la honra de pensar en mi insignificante persona para representarles en la asamblea constituyente, cumple ya a mi buen nombre, es decir, a mi lealtad y franqueza, el poner en conocimiento de esa Junta la que con fecha 26 del corriente escribía a dichos electores, autorizándole a V. como dignísimo secretario de la Junta directiva para hacer de esta carta el uso que le parezca oportuno.

Si mis conciudadanos me dispensaran la alta honra de nombrarme representante suyo en la asamblea constituyente sepan que voy a defender la bandera desplegada en Manzanares y Zaragoza, la bandera de libertad, orden y moralidad, y que la defenderé con toda la decisión y energía de que soy capaz.

Defenderé la unión liberal mientras sea posible a la sombra de esta bandera, porque completamente extraño hasta ahora a nuestras deplorables luchas de partido, sin compromisos personales, tan independiente por mi posición como por mis ideas, sin prevenciones, odios ni antipatías de ningún género hacia las personas, puedo y quiero consagrarme únicamente a la defensa de los principios.

Deseo una ley fundamental que garantice mejor nuestros derechos, y sobre todo leyes orgánicas que garanticen mejor la inviolabilidad de la ley fundamental. Entre las últimas considero urgentísima una muy severa de responsabilidad ministerial.

Defenderé la libertad individual, es decir, la tolerancia, la seguridad personal y la propiedad, como los primeros y más preciosos de nuestros derechos.

Defenderé la libertad de imprenta y la Milicia ciudadana como los baluartes moral y material de nuestras libertades.

Amante del orden como todo hombre pensador y que solo tiene fe en las conquistas de la inteligencia, le defenderé a todo trance, y le defenderé no solo en la calle –como lo entienden los que solo le invocan para explotarle– sino en todas partes, y más especialmente en donde aun no le hemos visto, es decir, en el gobierno, en la administración, fundándole en el respeto general y profundo de la ley y del derecho. El desorden en las calles no es muy a menudo mas que un síntoma del desorden en la administración pública, y para combatirle con fruto es preciso atacarle en su origen.

Acaso la reforma económica sea más importante aun y no menos urgente que la política; cuya estabilidad depende en mi juicio de aquella, para mí, base fundamental. Desde luego es preciso nivelar a toda costa el presupuesto de gastos con el de ingresos so pena de correr al descrédito y a la bancarrota. Afortunadamente no es tan difícil esta nivelación en nuestro país, a pesar de los saqueos que ha sufrido, como lo sería en otros. Es hasta fácil el producir más sin gravar a los contribuyentes, y facilísimo el derrochar menos. Un buen sistema de hacienda que simplifique y asegure el ingreso de las fabulosas y hasta ahora desconocidas sumas con que por todos conceptos contribuye el país, y que, dando a su inversión toda la publicidad de que es susceptible, estirpe de raíz esos abusos, despilfarros y robos que a la sombra de ese caos se han cometido: este sistema combinado con otro de sabias y prudentes economías basta no solo para consolidar el crédito público colocando al erario en estado de cubrir todas sus atenciones, sí que también para suprimir algunas contribuciones injustas u odiosas, entre las cuales las de sangre y de consumos tendrán en mí un adversado decidido.

En resumen, deseo la reforma política en sentido liberal y siempre progresivo, cual la reclama el espíritu filosófico de todos los tiempos y países: la quiero pura, tolerante y fiando siempre el triunfo a la discusión. Quiero y declaro urgentísima la reforma económica, y la deseó en el sentido del orden, es decir, prudente e ilustrada con el conocimiento profundo de la riqueza y necesidades públicas, fundada en sabias y prudentes economías, y en un sistema de publicidad que garantice la más escrupulosa moralidad en la administración pública.

Concluyo rogándole a V. se sirva manifestar mi sincero agradecimiento a esos señores que me favorecen con sus simpatías, asegurándoles que, independiente y sin ambición personal, como no sea la de contribuir al bien de mi país, veré con gusto hasta el sacrificio de sus simpatías siempre que tenga por objeto, y de por resultado, el asegurar la elección de personas, que por su acendrado patriotismo, superior ilustración y completa independencia, puedan colocarse a la altura de la más gloriosa misión, cual es la de consolidar las libertades patrias.

Queda de V. siempre afectísimo amigo Q. B. S. M. – Rafael Saura.

(Diario de Palma, viernes 20 de octubre de 1854, pág. 2.)

comunicado

Se suplica al Sr. Editor del Diario de Palma se sirva insertar en su apreciable periódico la siguiente candidatura, – N.

candidatura del partido liberal

Excmo. Sr. D. Facundo Infante.
Sr. Conde de San Simón.
Sr. Conde de Ayamans.
Sr. Marqués de la Bastida.
Sr. D. José Villalonga y Aguirre.
Sr. D. Rafael Saura y Eymar, natural de Menorca.
Sr. D. Antonio Palau, natural de Ibiza.

(Diario de Palma, sábado 21 de octubre de 1854, pág. 4.)

“Ha llegado a esta ciudad el muy distinguido catedrático de la Universidad Central D. Rafael Saura con su simpática familia, habiéndose trasladado a su posesión inmediata de Son Cremat. Mucho celebramos tener la satisfacción de saludar al distinguido hijo de Mahón que tanto honra a su país natal.” (Diario de Mahón, sábado 18 julio 1868, pág. 3.)

“Congreso médico español. Sexta y última sesión celebrada el día 29 de setiembre. […] El Sr. Mata (D. Pedro) usó inmediatamente de la palabra por habérsela dado el Sr. Santucho. Este eminente orador empezó manifestando al Congreso en nombre de D. Rafael Saura, catedrático de la Facultad de Medicina, que tenía el disgusto de no poder asistir a los debates por haber recibido un telegrama, en el que se le anunciaba la muerte de su querida madre.” (La Correspondencia de España, Madrid, 29 septiembre 1864, pág. 3.)

“Pasado mañana presentará a la academia Médico-quirúrgica matritense el instrumento de su invención el doctor D. Rafael Saura, catedrático de la facultad de medicina de Madrid. Este profesor hará además una exposición sobre la aplicación de tan útil y desconocido instrumento.” (La Correspondencia de España, Madrid, 28 abril 1866, pág. 1.)

“Entre las varias candidaturas que corren impresas, llamamos la atención del público sobre las que copiamos a continuación: Candidatura de conciliación liberal. D. Rafael Saura. D. Teodoro Ládico. Candidatura republicana. Ciudadano Teodoro Ládico y Font. Ciudadano Rafael Saura y Eymar. Siempre de la discusión salio la luz; vea el público lo que saca de la comparación de esas candidaturas. – N.” (Diario de Mahón, 13 enero 1869, pág. 3.)

Cuando la Revolución de 1868 tampoco logra escaño en las Cortes: tenía seguidores mahoneses pero le faltaban votos ibicencos:

Remitidos

Se nos ha dirigido para su inserción el siguiente escrito sobre la partida del Dr. D. Rafael Saura.

El domingo salió para Barcelona y Madrid el Dr. D. Rafael Saura, candidato que en la pasada lucha electoral obtuvo más votos en Menorca, y a quien, deseosos los Mahoneses de demostrarle las simpatías de que goza entre sus paisanos y patentizar al propio tiempo del modo más ostensible, que, aunque el resultado del escrutinio general no le haya sido favorable a causa del parcial de Ibiza, es considerado sin embargo como su verdadero representante, le tributaron la despedida más entusiasta y elocuente que en esta ciudad se recuerda y que puso de relieve los sentimientos que animan a la gran mayoría de sus habitantes.

Obsequiado el Dr. Saura en la noche del sábado con una brillante serenata, para cuya realización se suspendió la función teatral anunciada indemnizando a la Empresa y costeando todos los gastos el producto de una suscripción verificada entre todas las clases de la sociedad, fue calurosamente vitoreado por la concurrencia que preludiaba ya la gran manifestación que al día siguiente había de tener lugar. En efecto: una hora antes de la salida del vapor, notábase en la calle de Anunciva ya mucha afluencia de personas de todas condiciones que se dirigían a dar el adiós de despedida al Dr. Saura; en términos de que a las siete y media. hora en que salió de su casa con su apreciable familia rodeado de sus numerosos amigos, entre los cuales se confundía la mayor parte de los individuos que componen la Corporación municipal de esta ciudad, la espaciosa calle veíase materialmente obstruida por centenares de gentes que habían acudido para saludarle y acompañarle hasta el embarcadero. Puesta en marcha la comitiva, pocos momentos antes de llegar a orillas del puerto fue saludado con el himno de Riego, tocado por una banda de música compuesta de paisanos apostada en la plaza de la Marina con aquel objeto, y que no era sino el primer anuncio del grandioso espectáculo que poco después se presenció al desembocar en el muelle. Cuajado éste de inmenso gentío como igualmente todos los miradores, cuestas y azoteas que tienen la vista al puerto, no exageramos si decimos que la población de Mahón en masa se había citado allí para evidenciar con su asistencia el público testimonio de aprecio que le merece uno de sus más distinguidos conciudadanos, que, merced a la absurda y monstruosa circunscripción electoral de que Menorca forma parte a pesar de su voluntad bien explícita, salía para la capital de España sin el carácter legal que sin aquella de hecho y de derecho le correspondía.

Una vez el Dr. Saura en el vapor y en el momento de despedirse en particular de cuantos estaban a su alcance, profundamente conmovido y con lágrimas en los ojos abrazó repetidas veces al primer alcalde Sr. D. Gerónimo Escudero, y dirigiéndose en alta voz al innumerable público en el muelle reunido, dijo: «Señores, las deudas del corazón con el corazón se pagan, y ya que no puedo abrazaros a todos individualmente, abrazo a vuestra primera autoridad popular, con lo cual os demuestro indistintamente y a todos en general, que al separarme de vosotros os quedo para siempre agradecido, llevándome grabada en mi alma gratitud para los amigos, el respeto para los indiferentes y mi consideración para mis adversarios políticos. ¡Viva Menorca!» Breves y sentidas palabras acogidas y contestadas con calurosas aclamaciones y nutridos y prolongados aplausos; que mezclados con los vibrantes sonidos de la música, formaban un conjunto armónico de entusiasmo y expansión que difícilmente podríamos describir.

En marcha ya el vapor, fue saludado tres veces por todas las embarcaciones surtas en el puerto, siendo de extrañar que un buque que ostenta en su proa el nombre de nuestra querida isla, no estuviera empavesado como los demás ni correspondiera instantáneamente, como era debido, a los espontáneos saludos de que fuera objeto, aunque en honor de la verdad sea dicho, se dirigieran mas bien que a él al ilustre viajero que conducía.

Concluiremos esta ligera reseña expresando nuestra satisfacción por haber visto que a pesar del grandísimo número de personas de todas las clases y condiciones de la sociedad que tomó parte en la espontánea manifestación que a grandes rasgos hemos descrito, ni el mas leve desorden vino a turbar la tranquilidad y común sentir de los concurrentes, aunque sus ánimos se hallaran agriamente sobrexcitados por el resultado general de las pasadas elecciones y brillaran por su ausencia la Guardia civil y demás agentes encargados de la conservación del orden público. Varios ciudadanos.

(Diario de Mahón, martes 9 de febrero de 1869, págs. 2-3.)

No todo fueron fracasos en la carrera política de Rafael Saura Eymar: en mayo de 1871 fue electo Senador por la provincia de Baleares y el 26 de junio de 1871 la comisión permanente de actas acuerda por mayoría su admisión como tal, con el voto en contra del exministro Pedro Aurioles (que argumentaba carencia de aptitud legal para desempeñar el cargo de senador pues no llevaba dos años como catedrático de término, al haber alcanzado tal categoría el 11 de mayo de ese mismo año), ingresando de hecho y siendo adscrito a la sección sexta del Senado en la sesión del martes 4 de julio de 1871, aunque sólo pudo desempeñar tal encargo senatorial poco más de cuatro meses, pues se murió en Mahón el 18 de noviembre de 1871.

Textos de Rafael Saura

1842 “Aborto” en Enciclopedia española del siglo diez y nueve (2:5-11).

gbs