Marxista, los marxistas, marxismo
El nombre de Marx (1818-1883) comienza a circular por España a principios de los años cincuenta (el 30 de marzo de 1852, por ejemplo, le mencionan dos periódicos de Madrid, al ser detenidos en París unos refugiados alemanes de “la triste escuela del sectario Marx”, “fundada por el demagogo Marx”). En 1855 varios periódicos españoles reproducen una relación de quince organizaciones que por la Europa se dedican a “preparar la revolución”, donde la segunda es “la sociedad secreta socialista, bajo la dirección de Marx”. Pero siguen quince años de ignorancia y olvido hasta que, derrotada Francia en su guerra con Alemania, disuelto el imperio de Napoleón III, proclamada y reprimida la efímera Comuna de París, se produjo tal interés, curiosidad y preocupación por lo sucedido que, en el verano de 1871, el apellido Marx se dota de nombre en la prensa española, y tanto “Carlos Marx” como “Karl Marx” se van haciendo cada vez más populares. Seis meses después, el primero de febrero de 1872, La Ilustración Española y Americana, de Madrid, pone rostro, en primera página, al “doctor Carlos Marx, jefe de la Internacional”, grabado por Tomás Carlos Capúz, acompañando un esbozo biográfico que firma “J. M. y L.”, es decir, el tipógrafo José Mesa y Leompart.
En 1881 el apéndice del Diccionario Universal, publicado en Madrid por Astort Hermanos, ya dedica tres columnas (tomo XV, págs. 1708-1709) a “Carlos Marx”. Poco después el adjetivo “marxista”, unos años después “los marxistas”, y algo más tarde el abstracto “marxismo”, se irán incorporando a la lengua española. El Diccionario de Montaner registra “marxista” y “marxismo” en 1910, y la Enciclopedia de Espasa en 1917. El diccionario que elaboran los individuos académicos de la lengua ignora esos términos hasta su décimo sexta edición, la republicano burguesa de 1936, donde quedan definidos, por cierto, con evidente sesgo negativo: «Doctrina de Carlos Marx y sus secuaces…» (ver el análisis «Marxismo y marxista en los diccionarios de la Academia de la Lengua española»).
«marxista»
1882 «Considerando: Que en provecho de la misma denominación Marxista, que desorganizó la Internacional, han tratado de imponer al partido el programa particular y el modo de organización y de acción de una pandilla…» (se transcriben los acuerdos del VI Congreso nacional obrero de Saint-Etienne, La Iberia, diario liberal, Madrid, sábado 30 de setiembre de 1882, pág. 2, col. 4.)
1883 «Todo fue inútil: la Internacional creció y vino a caer en manos de Bakounine. Antes era marxista o centralizadora. Marx quería la subordinación pasiva de los Consejos federales y de las secciones al Consejo Central, dueño de la suprema dirección del movimiento. Desechaba las revoluciones parciales para preparar la ruina total e instantánea del órden existente en Europa.» (“Las sociedades secretas en España”, Lau-Buru. Diario de Pamplona. Dios y fueros, miércoles 5 septiembre 1883, pág. 1, col. 3.)
1885 «He aquí reproducidas las conclusiones de Schäffles sobre la teoría socialista, que copiamos porque compendian la obra y la dan a conocer: (…) 'Hemos probado –III y VII– que el colectivismo democrático marxista, la democracia socialista, defiende un programa absolutamente impracticable que conduce al caos económico; porque tiene hasta ahora por base la teoría de Marx, que considera el trabajo como fuente única del valor, excluyendo de él el valor en uso y desconociendo su influencia en el precio del trabajo económico, términos que la práctica impone'.» (reseña de A. E. Schäffles, La quinta esencia del socialismo, traducción y notas de Adolfo Buylla y Adolfo Posada, Madrid 1885, en Revista de España, tomo CV, julio y agosto de 1885, pág. 314.)
1887 «Los editores de la versión española de El Capital, de Carlos Marx, compendiado por Gabriel Deville, prestan un buen servicio, no sólo a los que buscan en la obra del célebre comunista alemán armas para combatir a favor de la transformación social a que aquel aspira y por la que lucha la clase trabajadora, sino también a los que sinceramente se consagran al estudio de los problemas sociales. Deville expone en un luminoso prefacio la doctrina de Marx: en esta exposición rápida de la teoría marxista, lo mismo que en el compendio de El Capital y en sus apreciaciones acerca de la evolución económica y de su influencia, Deville se ha ajustado estrictamente al pensamiento de la obra que trata de dar a conocer…» (reseña de Carlos Marx, El Capital, Ricardo Fe, Madrid 1887, en Revista Contemporánea, tomo LXVIII, vol. IV, 30 de noviembre de 1887, pág. 444.)
1889 «Desde luego no puede pasar como cosa insignificante el progreso extraordinario que el partido socialista alemán, organizado en Gotha en Mayo de 1875, sobre los grupos marxista y lassalista, ha logrado, a despecho de las leyes de persecución dictadas por el Canciller Bismarck en 1878 y prorrogadas en 1884.» (Extracto de la conferencia sobre la La Cuestión obrera pronunciada en la noche del 28 de octubre de 1888, por el presidente de la Sociedad del Fomento de las Artes, D. Rafael M. de Labra, en Revista de España, tomo CXXV, enero y febrero de 1889, pág. 247.)
«los marxistas»
En España la prensa comenzó a hablar de los marxistas cuando la Exposición Universal de París de 1889, la de la Torre Eiffel, que tuvo lugar del 6 de mayo [en que se cumplía el centenario de la primera deliberación en los Estados Generales de 1789] al 31 de octubre de 1889, exposición conmemorativa del primer centenario de la Gran Revolución. El 14 de julio de 1889, aprovechando la Expo y para celebrar el centenario de la toma de la Bastilla, dieron comienzo en París dos famosos congresos internacionales obreros que pretendían ambos apropiarse del rótulo socialista, uno posibilista (cuyo adalid era Juan Jaurés y que se reunió en el Hôtel des Chambres syndicales de la calle Lancry) y el otro marxista (cuyo adalid era Pablo Lafargue y que se reunió en la Sala Petrelle y luego en la de las Fantasies parisiennes, más amplia). Al congreso posibilista asistieron al menos cuatro sindicalistas españoles de Barcelona: Antonio Fernández Felgueroso (delegado por la Sociedad de Obreros Mecánicos), Baldomero Oller (por la Sociedad de Ebanistas), Eudaldo Xuriguera (por la Sociedad Tres Clases de Vapor) y José Campis (por la Sociedad de Barberos y Peluqueros). Al congreso marxista (el Congreso Internacional Obrero Socialista, celebrado del 14 al 21 de julio, que pasaría a ser considerado el primero de la Segunda Internacional y cristalización simbólica de la cuarta generación de la izquierda, la socialdemócrata) asistieron dos españoles de Madrid, Pablo Iglesias (representando al Comité Nacional del Partido Socialista Obrero, que él había fundado en 1879) y José Mesa (el primer traductor de Marx al español, que vivía en París y representó al órgano de ese partido, El Socialista, que se había fundado en 1886), que se codearon con Pablo Lafargue, Eleonora Marx, Eduardo Vaillant, Julio Guesde, Jorge Plejanov, Eduardo Bernstein, Augusto Bebel, Guillermo Liebknecht, &c.
1889 «Dos congresos obreros en París. El Congreso internacional obrero, organizado por el partido obrero francés, inauguró sus tareas el martes último. Asistían a la reunión numerosos delegados de los otros países, especialmente ingleses y alemanes. El Congreso celebra sus sesiones en un local de la calle de Lancry. Al mismo tiempo se está celebrando otro Congreso de trabajadores, de significación distinta de la del que se inauguró el martes. Este es un Congreso posibilista; el otro es un Congreso marxista. En el primero, el secretario dio cuenta desde luego, apenas abierta la sesión inaugural, de que los esfuerzos hechos por los organizadores para ponerse de acuerdo con los marxistas habían sido inútiles, resultando por consiguiente inevitable la dualidad de Congresos. El secretario atribuye la culpa de ese fracaso a los delegados alemanes, que se han mostrado intransigentes, y que al parecer entienden el principio de la fraternidad social como fórmula para hacer e imponer su santa voluntad. Un delegado italiano, que se llama Costa, anuncia que ha recibido poderes para asistir a los dos Congresos, y exhorta a los socialistas a que se unan y acaben de vivir unos con otros como perros y gatos. El presidente de los posibilistas, dice que la dualidad de Congresos es cosa que le importa poco. —Lo que debemos hacer, en lugar de tirarnos piedras de uno a otro Congreso, es trabajar cada cual por su lado con buena gana, y sacar labor fina. Como las resoluciones que en ambas partes se tomen serán, a no dudarlo, iguales, de ahí vendrá que en el momento de la lucha pelearemos todos en común. Por la noche, el Comité francés posibilista obsequió a los delegados extranjeros, con un vin d'honneur, en la sala Wagram. Asistieron ochocientos convidados, entre extranjeros y nacionales. El Ayuntamiento de París, que había recibido billete de convite, estaba representado por uno de los presidentes, M. Joffrin. Se pronunciaron muchos discursos, como era natural, pues para eso se dan esos banquetes. Un orador, sin andarse en cumplidos, descargó a boca de jarro un brindis furioso contra Boulanger y su partido. El representante del Municipio parisién no quiso ser menos, y también tiro contra el boulangerismo. —Pese a quien pese –dijo– París es la tierra de las revoluciones. Y París está dispuesto a hacer otra, si los tunantes que conspiran contra la república se atreviesen a ponerle mano. Como se ve, el boulangerismo está bien entre los obreros. El congreso marxista comenzó también tratando el punto de su fusión con el otro Congreso. Pero se votó por gran mayoría que se abandonara el intento. Quedan, pues, las dos agrupaciones discutiendo cada una por su lado.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, viernes 19 de julio de 1889, pág. 2.)
«De la Exposición Universal. Han empezado a funcionar de noche la exposición panorámica y el pabellón del petróleo, junto al puente de Jena. —Los individuos de los congresos marxista y posibilista han terminado sus trabajos con los banquetes de rigor, después de haber asistido unos y otros al muro de los federales, donde han pronunciado grandes discursos y repetido sus acostumbrados vítores a la Commune y a los mártires de 1871.» (La Correspondencia de España, Madrid, jueves 25 de julio de 1889, pág. 4.)
«Crónicas de la Exposición de París. […] Con el espectáculo de ciertas recepciones invitan mucho a reflexionar sobre las consecuencias de la Exposición el de los Congresos revolucionarios internacionales de marxistas y posibilistas, que desde hace ocho días celebran sus sesiones, el posibilista en el Hotel de las Cámaras sindicales de la calle Lancry, y el marxista, habiendo encontrado pequeña, después de su segunda reunión, la sala Petrelle, donde se congregaba, en la de las Fantasies parisiennes de la calle Rochechouart. Al Congreso marxista asisten 81 delegados por París, 108 por los departamentos de Francia y 189 de diversos países extranjeros. Los extranjeros son 83 alemanes, de los cuales 11 son diputados del Reischstag; 6 rusos, 14 belgas, 4 polacos, 3 suecos, un noruego, 2 daneses, 4 holandeses, 3 húngaros, 2 españoles, 3 austríacos, 21 ingleses, un americano, un brasileño, un búlgaro, un griego, un bohemio, un alsaciano, un portugués, 11 italianos, 6 suizos y 4 rumanos. Además de los diputados del Reichstag Bebel, Dietz, Frohme, Geillemberger, Harm, Kuhn, Liebknecht, Meister, Sabor, Schumacher y Singer, son diputados en Francia Camelinat, Boyer y Ferroul; en Italia, Costa, y en la Cámara de los Comunes de Inglaterra, Cunningham-Graham. En uno y otro Congreso los temas de que se trata y las propuestas que se hacen para las conclusiones finales son unas mismas. La aspiración suprema del socialismo en este momento de su historia es la de una legislación internacional para el trabajo, y la de una reglamentación legal de la duración del trabajo diario; por último, la vigilancia de los talleres. El Congreso posibilista se compone de 42 delegados ingleses, en representación de 274.643 obreros; 8 belgas, representando 150 grupos y 200.000 obreros; 3 portugueses, con una representación de 28.847; 2 daneses, por 71 cámaras sindicales y 20.200 miembros; 4 norteamericanos, por 48.000 obreros; 2 holandeses, por 73 sindicatos y 45 sociedades; 7 austro-húngaros, por 76 sindicatos y 18 círculos; 12 italianos, 5 españoles, un polaco y un suizo. El número de delegados parisienses es de 389, representando 92 cámaras sindicales y 49 grupos y circulos, y el de los departamentos, 114 por 46 cámaras sindicales y 30 grupos o círculos. Los representantes de Bélgica, Dinamarca e Italia presentaron mociones de fusión entre los dos Congresos socialistas; pero, aunque se discutió mucho, no se llegó a un acuerdo. […] III. A otros Congresos no tan sospechosos ha dado lugar la Exposición centenaria de 1889, cuyas sesiones se han estado celebrando al mismo tiempo que las de los socialistas divididos por sus disensiones profundas: una de estas es de la asistencia á los heridos de la guerra.» (La ilustración española y americana, Madrid, 30 de julio de 1889, pág. 6)
1890 «Extranjero. Federación Internacional del trabajo. En los momentos en que la conferencia del trabajo se reune en Berlín y en donde, a instancias de diversos gobiernos, se ha descartado del programa de sus deliberaciones la reducción de las horas de trabajo, los socialistas de los países de Europa, estimulados por los recientes rescriptos de Guillermo II, se proponen poner en ejecución una resolución que tomaron el año pasado en el Congreso marxista de París. Esta consiste en organizar para el 1.º de mayo próximo, en todos los países y ciudades a la vez, una gran manifestación, con objeto de poder conseguir de los poderes públicos que se limite legalmente a ocho horas diarias la duración del trabajo. Desde hace meses, los marxistas de Europa, en particular los de la capital de Francia, preparan el movimiento proyectado. En una de las últimas sesiones del Ayuntamiento de París uno de sus miembros M. Daumas, presentó un proyecto invitando a la asamblea a asociarse a la manifestación socialista. Ha pedido a sus colegas que se disponga que los talleres, arsenales y oficinas de París se cierren el 1.º de mayo y que se celebre una gran fiesta del trabajo este día en el Campo de Marte. La proposición de M. Daumas ha pasado a manos de la Comisión correspondiente, y después de todo lo que ya ha hecho el consejo municipal de la Ville-Lumiére, es muy posible que se adopte.» (La Dinastía, Barcelona, lunes 24 de marzo de 1890, pág. 2.)
«marxismo»
El sustantivo genérico y abstracto marxismo no lo encontramos en español hasta diez años después de la introducción en la lengua del adjetivo marxista. En 1897 el periódico católico La Dinastía, de Barcelona, se apresura a traducir la buena nueva que Jorge Goyau pregona: en Alemania al marxismo ya no le queda más recurso que echarse en brazos de la doctrina salvadora de Jesús (prueba interesante, por otra parte, de la temprana voluntad estratégica de neutralizar el cuarto género de izquierda por parte de una incipiente derecha socialista católica y protestante). Por el marxismo se preocupan también, con prevención y a distancia, ciertos reformistas burgueses que actuaban entonces desde la Universidad de Oviedo a través de La España Moderna, ideólogos del contrarrevolucionario socialismo de cátedra: Adolfo Posada en 1896, el joven Leopoldo Palacios Morini en 1897.
1892 «Y he aquí cómo entra ya de lleno en la cuestión del destajo, objeto de todos los odios y desesperaciones de los socialistas, especialmente del marxismo, que ha provocado las declaraciones radicales del Congreso socialista obrero de Bruselas de Agosto último.» (Alfredo Brañas, «El Destajo», en El Imparcial, diario liberal, Madrid, lunes 4 de enero de 1892, pág. 1.)
1894 «Los radicales socialistas, separados del grupo radical no socialista que dirige Mr. Goblet, sostienen, casi en todas sus partes, el programa de los colectivistas de Guesde, guiados por Jaurés y Millerand. Loa blanquistas, revolucionarios también al mantener los principios del famoso Blanqui, son escépticos en todo, mixtos de posibilismo y de marxismo, y sostienen que ya que la clase media, la burguesía, está podrida y descompuesta, es preciao que la obrera acelere su redención propia antes de que también se pudra y descomponga. Es su jefe Mr. Vaillant, hombre demasiado pulcro, recto, entendido y retórico para poder dirigir como es debido la masa socialista que está a su lado, que le quiere por sus excelentes condiciones de hombre de bien, pero que no se encuentra movida con el impulso necesario para realizar lo que se propone, porque Mr. Vaillant resulta ser excesivamente mirado y moderado. Tal es el revuelto mosaico de broussistas, allemanistas, independientes, sueltos, marxistas, radicales y blanquistas que constituyen el conjunto del socialismo francés, más o menos colectivista, y en las ciudades populosas y centros industriales cuenta con numerosos partidarios, si bien en la clase rural y en el ejército, entre fourches et fusils, no ha logrado hasta ahora formar prosélitos que merezcan la pena de ser contados.» (R. Becerro de Bengoa, «Por ambos mundos. Narraciones cosmopolitas. Composición del socialismo francés…», La ilustración española y americana, Madrid, 30 de noviembre de 1894, pág. 20)
1896 «Según Garofalo, se llama hoy socialismo a muchas cosas que no lo son. Sin duda es cierto: cuando se habla de movimiento socialista, es miope y precipitado quien lo contenga en los programas, siempre incompletos, limitados, egoístas y estrechos, de clase, de los partidos socialistas organizados. El movimiento socialista, que no representan ni el marxismo, ni el guesdismo, ni el bebelismo… ni, claro está ¡Pablo Iglesias!, comprende en confusa e indeterminada amalgama, todas las aspiraciones generosas de regeneración social, de difusión del bienestar, de amor al pobre, al desvalido, y así comprendido hay que abarcar en el movimiento socialista, antes de diferenciarlo y definirlo y atacarlo, el anarquismo soñador, el tolstoismo cristiano, la misma reacción cristiana de los espíritus sinceramente religiosos, que entienden la religión como una gran fuente de amor y como un ideal de fraternidad universal, que ha de imperar sin auxilio del Estado con su función coactiva.» (Adolfo Posada, «La superstición socialista, por el barón R. Garofalo, trad. española por el Dr. Luis Marco, Madrid, La España Moderna, 1896», La España Moderna, Madrid, 1º junio 1896, tomo 90, págs. 200-201.)
1897 «La Revista de Ambos Mundos ha publicado un artículo que titula La Alemania religiosa, el protestantismo y el movimiento social, en el cual se estudian e historian los principales sucesos de la reacción religiosa protestante, que desde el 1870 hasta la fecha vienen desarrollándose en aquella nación. Muchos han sido los que han tomado parte en este movimiento; pero los principales iniciadores son: Rodolfo Todt con su obra La Sociedad radical alemana y la sociedad cristiana, Adolfo Wagner, profesor y rector de la Universidad de Berlín, Adolfo Sctoeker, pastor protestante que vino a formar una especie de partido integrista del protestantismo, aunque hoy ha decaído mucho especialmente en su parte religiosa, y Federico Naumann, pastor también de Francfort-sur-l'Main, que es hoy el manso perseverante y popular inspirador, continuador y director del movimiento evangélico social. La obra de Todt se atreve a hacer lo que nadie había hecho anteriormente: poner en frente no del fantástico socialismo del cuarenta y ocho, sino del de Marx, que es el que tiene hoy más adeptos, la acción social que se desprende del Evangelio, de los escritos de San Pablo: y, según parece, está Todt en ésto generalmente acertado, quedando el marxismo con sus argumentos tan mal parado, que no le queda otro recurso que echarse en brazos de la doctrina salvadora de Jesús, y esto es lo que los marxistas, que siguieron el movimiento social evangélico, hicieron, aunque tomando, es cierto, groseramente a Jesús, por una especie de Bebel de otras épocas. Es de todas maneras este libro lo que ha contribuido más en este primer período del movimiento a su propagación y a la constitución y solidificación de su credo religioso social. […] Pero volviendo a la obra de Todt y a la época de 1870, vemos que éste, con su audaz e imparcial exposición del marxismo, iluminó, a semejanza de lo que hizo Ketteler con los católicos, el horizonte del protestatismo y de la sociedad de Alemania, porque, a pesar de la fuerte oposición que encontró, llegó a convencerles de que el cristianismo podía proporcionar los elementos de una doctrina social. Expuesto el programa, la acción fue inaugurada por el mismo Todt, naciendo de aquí «La Asociación central para la reforma social bajo la base religioso monárquica», agrupándose a su alrededor Meyer, Wagner y Stoecker. De estos tres el que más se distinguió fue el último, aunque hoy está en desgracia. Es el tipo del teócrata y del teólogo en acción. Su divisa fue, In Christo moremur, vivimus et sumus, la frase conocida de San Pablo. Para él las ideas sodales no eran un apéndice ni un pasaporte del cristianismo, sino el cristianismo mismo.» (J. Goyau, «El movimiento evangélico social en Alemania», La Dinastía, Barcelona, jueves 4 de marzo de 1897, pág. 2.)
1898 «La doctrina de Loria oscila entre el marxismo moderno y el clasicismo de la Economía. Un escritor francés llama a su socialismo asociación mixta de capitalistas y trabajadores, y añade que parece el economista de las sutilezas y de las antítesis.» (Leopoldo Palacios, «Problèmes Sociaux contemporains, par Achille Loria», La España Moderna, Madrid, febrero 1898, 110:202.)
«Revue Internationale de Sociologie. Contiene en el número de Julio: "La evolución del darwinismo biológico", por C. Fages; "La crisis científica y filosófica del marxismo contemporáneo", por T. G. Masarik, "La economía social", por Renato Worms, &c.» (Boletín bibliográfico, Revista Contemporánea, Madrid, 30 de agosto de 1898, pág. 447.)
1899 «Revue de Revues. […] "Teoría sociológica del marxismo" […].» (Lectura de revistas, Revista Nueva, Madrid, vol. II, agosto-diciembre 1899, pág. 237.)
en diccionarios y enciclopedias
1910 «Marxismo: m. Conjunto de las teorías de Carlos Marx, fundador del socialismo moderno.
Marxista: adj. Perteneciente o relativo al marxismo. || s. com. Partidario de esta doctrina socialista.» (Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Montaner y Simón, Barcelona 1910, tomo vigésimo octavo, tercero del apéndice segundo, pág. 113.)
1917 «Marxista. adj. Partidario de las doctrinas económicas y sociales de Carlos Marx (v. Marxismo, econ. pol.).» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Hijos de J. Espasa, Barcelona 1917, tomo 33, pág. 623.)
1936 «Marxismo. m. Doctrina de Carlos Marx y sus secuaces, que se funda en la interpretación materialista de la dialéctica de Hégel aplicada al proceso histórico y económico de la humanidad, y es la base teórica del socialismo y del comunismo contemporáneos. || 2. Movimiento político y social que en nombre de esa doctrina pretende imponer en el mundo la dictadura proletaria.
Marxista. adj. Partidario de Carlos Marx o que profesa su doctrina. Ú. t. c. s. || 2. Perteneciente o relativo al marxismo.» (Academia Española, Diccionario de la lengua española, décimo sexta edición, Espasa-Calpe, Madrid 1936, pág. 823.)
→ «Marxismo y marxista en los diccionarios de la Academia de la Lengua española»