Triángulo de las tres virtudes teológicas
Pedro Sánchez
Triángulo de las tres virtudes teológicas
[ Preliminares ]
[ Licencia del Rey - 10 septiembre 1594. · Aprobación de Fray Marcos Salazar, ministro del Monasterio de la Santísima Trinidad, de esta villa de Madrid - 1 septiembre 1594. · Licencia del Doctor don Alonso de Añaya Pereyra, Canónigo en la Santa Iglesia de Toledo, Vicario general en la dicha ciudad, y su arzobispado - 23 septiembre 1594. · El doctor Francisco de Pisa, al piadoso Lector. En Toledo, en fin de enero de 1595. · Dedicación del libro que se intitula, Triángulo de Virtudes teológicas, y Cuadrángulo de Virtudes cardinales, dedicado al bienaventurado Apóstol, y Príncipe de la Iglesia San Pedro. · Prohemio del Triángulo de las tres virtudes Teológicas, Fe, Esperanza, y Caridad. · El Maestro Pedro Sánchez, al piadoso Lector. Tasa, 4 abril 1595. · ]
portada, i recto
Triángulo de las tres virtudes teológicas
Fe, Esperanza y Caridad. Y Cuadrángulo de las cuatro cardinales, Prudencia, Templanza, Justicia, y Fortaleza. En que se tocan algunas de sus propiedades y excelencias, e historias muy provechosas: y alguna doctrina de todas facultades: dedicado al glorioso Apóstol S. Pedro. Compuesto por el Maestro Pedro Sánchez Racionero en la Santa Iglesia de Toledo. Impreso por Tomás de Guzmán. Año de 1595.
Con privilegio.
Está tasado cada pliego a maravedís..
ii r
El Rey.

Por cuanto, por parte de vos el Maestro Pedro Sánchez Racionero en la Santa Iglesia de la ciudad de Toledo, nos fue hecha relación, que vos habíades compuesto un libro en romance, intitulado Triángulo de las tres virtudes Teologales, y cuadrángulo de las cuatro Cardinales, y nos suplicastes os mandásemos dar licencia para le imprimir, y privilegio por diez años, o como la nuestra merced fuese. Lo cual, visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hizo la diligencia que la Pragmática por nos últimamente sobre ello hecha dispone, fue acordado, que debíamos mandar dar esta nuestra cédula en la dicha razón, e nos tuvímoslo por bien. Por la cual damos, licencia, y facultad, a vos, el dicho maestro Pedro Sánchez, para que por tiempo, y espacio de diez años cumplidos, primeros siguientes, que corran y se cuenten, desde el día de la data de esta nuestra cédula en adelante, vos, o la persona que para ello vuestro poder hubiere, y no otra alguna, podáis imprimir, y vender el dicho libro, que de suso se hace mención, y por la presente, damos licencia y facultad a cualquier impresor de estos nuestros reinos, que nombráredes, para que durante el dicho tiempo lo pueda imprimir por el original que en el nuestro Consejo se vio, que todo ello va rubricado y firmado al fin, de Alonso de Vallejo nuestro Escribano de Cámara, y uno de los que en el nuestro consejo residen. Con que, antes que se venda le traigáis ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea, si la dicha impresión está conforme a él, y traigáis fe en pública forma, como por Corrector por nos nombrado se vio, y corrigió la dicha impresión por el dicho original. E mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro, no imprima el principio y primer pliego del, ni entregue más de un solo libro con el original, al autor, o persona a cuya costa lo imprimiere, ni a otra alguna, para efecto de la dicha corrección y tasa, hasta que antes, y primero, el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo, y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual inmediatamente ponga esta nuestra licencia, y la aprobación, tasa, y erratas: ni lo podáis vender, ni vendáis, vos, ni otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma susodicha, sopena, de caer, e incurrir en las penas contenidas en la dicha Pragmática y leyes de nuestros reinos que sobre ello disponen. Y mandamos, que durante el dicho tiempo, persona alguna sin vuestra licencia, no lo pueda imprimir, ni vender, sopena, que el que lo imprimiere, y vendiere, haya perdido, y pierda cualesquier libros, moldes, y aparejos que de él tuviere, y más, incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere. De la cual dicha pena sea la tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte, para el que lo denunciare, y la otra tercia parte, para la nuestra Cámara. Y mandamos a los del nuestro Consejo, Presidente, y Oidores de las nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles, de la nuestra casa, y Corte, y Chancillerías, y a otras cualesquier justicias de todas las ciudades, villas, y lugares de estos nuestros reinos e señoríos, a cada uno en su jurisdicción, así a los que ahora son, como a los que serán de aquí adelante, que os guarden, y cumplan esta nuestra cédula y merced que así os hacemos, y contra ella no os vayan, ni pasen, ni consientan ir, ni pasar en manera alguna, sopena de la nuestra merced, y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara. Dada en San Lorenzo a diez días del mes de Septiembre, de mil y quinientos e noventa y cuatro años.
Yo el Rey.
Por mandado del Rey nuestro señor,
don Luys de Salazar.
ii vuelto
Aprobación.

Fray Marcos de Salazar, Ministro del Monasterio de la Santísima Trinidad, de esta villa de Madrid. Digo, que por mandato del Consejo Real, vi este libro, que compuso el Maestro Pedro Sánchez, Racionero de la Santa Iglesia de Toledo, intitulado, Triángulo de virtudes Teologales, Fe, Esperanza, y Caridad: y Cuadrángulo de las cuatro virtudes Cardinales, Prudencia, Templanza, Justicia, y Fortaleza, y no hallo que haya en él, cosa que sea contra nuestra Santa Fe, ni contra buenas costumbres: antes, muy buena y sana doctrina, y de mucha variedad, de donde se puede sacar mucho provecho. Y así me parece que se puede dar licencia para que se imprima. Hecha en este dicho Monasterio de la Santísima Trinidad, en primero de Septiembre, de mil y quinientos, y noventa y cuatro años.
Fray Marcos de Salazar
Licencia.

El Doctor don Alonso de Añaya Pereyra, Canónigo en la Santa Iglesia de Toledo, Vicario general en la dicha ciudad, y su arzobispado. Habiendo visto una cédula del Rey nuestro señor, en que por ella da licencia al Maestro Pedro Sánchez Racionero en esta Santa Iglesia, para poder imprimir un libro, llamado, Triángulo de las tres virtudes Teológicas: y Cuadrángulo de las cuatro Cardinales, en Romance. Dice, que a si mismo, él daba, y dio licencia a cualquier de los impresores de este arzobispado, para que pueda imprimir el dicho libro, sin incurrir en alguna censura: y así lo proveyó, y mandó, y firmó de su nombre. En la ciudad de Toledo, a veintitrés de Septiembre, de mil quinientos noventa y cuatro. Siendo presentes por testigos, Juan Díaz, y Luis Díaz Suelto, vecinos de Toledo.
Doctor Alonso de Añaya Pereyra
Ante mi
Juan Urquiza
Notario público.
iii r
El doctor Francisco de Pisa,
al piadoso Lector.

Una de las cosas más necesarias en la vida cristiana, y para alcanzar la eterna que esperamos, y deseamos, es el ejercicio y uso de las virtudes, así de las cuatro Cardinales y Morales, como de las tres Teologales y divinas. Las virtudes Morales, como es la Justicia, la Templanza, y las demás, hacen a un hombre moralmente bueno, y virtuoso, y puesto en razón. Las Teologales, le hacen cristiano, y le levantan a un fin sobrenatural. Las virtudes morales, bien que las alcanzaron los Filósofos de la gentilidad, sin lumbre de Fe, y dijeron de ellas grandes sentencias y dejaron escritos libros y doctrinas excelentes, de que se ayudan los doctores eclesiásticos, y disputaron de ellas sutilmente, mas también en parte las ejercitaron, y con cuidado las pusieron en obra los Filósofos (que es no pequeña confusión para el cristiano que en esta parte faltare). Mas no eran aquellas perfectas, y cabales virtudes, pues faltaba en ellas el resplandor de la Fe, y el calor de la Caridad, la cual es cumplimiento y consumación de todas las que con propiedad merecen este nombre. La Fe es propia de los cristianos. La Caridad, con la Esperanza, es de los buenos cristianos, y de aquellos que son hijos de Dios, y herederos legítimos del reino de los cielos. Estos son los carismas mejores {I corint. 12}, y más aventajados que nos iba enseñando San Pablo, y el camino más excelente que nos iba descubriendo en una carta a los Corintios, y la misma doctrina que Jesucristo nuestro señor y principal maestro nos enseña en su Evangelio, y nos trajo del cielo. Estas dos suertes de virtudes del Ternario de las Teologales, y del Cuaternario de las Cardinales trata este libro, y el autor de él, es el Maestro Pedro Sánchez, Racionero de la Santa Iglesia de Toledo, cuya erudición es muy conocida, por otras obras suyas que andan impresas, y en esta, y en las otras, va dando doctrina de varia lección, mezclada con apacibles digresiones, con las cuales, propone al lector el manjar del alma de que tiene necesidad, para que con apetito le busque, y con gusto le coma: porque como los hombres mundanos tienen el gusto estragado, y habituado a las cosas sensibles, es necesario darles a comer este manjar de las virtudes, con alguna salsa, esto es, con mezcla de varia lección, y con ejemplos traídos de historia divina y humana, y autoridades y persuasiones de Santos doctores. Y como yo he gustado, de él habiéndole leído, convido al cristiano lector a que goce de esta lectura, que leída no enfada, y puesta en obra, aprovecha para reformación de la vida y costumbres. En Toledo, en fin de Enero de mil quinientos y noventa y cinco años.
El Doctor Francisco de Pisa
iii v
Dedicación del libro que se intitula, Triángulo
de Virtudes teológicas, y Cuadrángulo de
Virtudes cardinales, dedicado al
bienaventurado Apóstol,
y Príncipe de la Iglesia
San Pedro.
Petrus ad Sanctum Petrum Apostolorum Principem.

Es tanta la fuerza de la costumbre, beatísimo padre, que tiene fuerza de ley (como se contiene en el Derecho). {Distin. I} Lo cual se ha de entender de la buena costumbre, porque si es mala, como lo es la que es contraria a ley divina, o natural, no se ha de guardar (por muy antigua que sea) porque es determinación del Papa Nicolao*. La mala costumbre se ha de evitar, no menos que la perniciosa corruptela. Pues como sea costumbre, y no mala, de los escritores, así antiguos como modernos, y así Gentiles como católicos, dedicar sus obras a Príncipes, y Monarcas, para que arrimándolas a tan fijos árboles, y poniéndolas debajo de tal sombra, lleven fruto de autoridad, y buena opinión, acerca de los hombres. Pareciome a mí, no violar esta tan antigua, y loable costumbre. Y así después que hube dado fin a esta mi obrilla, estuve suspenso, y cuidadoso algunos días, no pudiéndome resolver, a quién de los Príncipes terrenos la debería dedicar, para que tuviese alguna autoridad, y estimación. Y lo que a ella le falta de erudición, y buen estilo, lo supliese la autoridad de aquel a quien se dedicase.
¶ Y después de varios discursos se me ofreció esta consideración, que si la dedicaba a algún Príncipe de la tierra (por grande que fuese) corría mucho riesgo, porque como se hubiese de morir, como en este año se han muerto cuatro Pontífices, que son, Sixto Quinto, Urbano Séptimo, Gregorio Cuarto, e Inocencio Nono, y está electo Clemente que Dios guarde, faltando él, faltaría el favor, y autoridad, de que la flaqueza de mi libro a él dedicado, tiene extrema necesidad :porque claro está, que cayendo un edificio no se podría tener lo que a él estuviese arrimado.
¶ Pues, como yo no hallase remedio en la tierra que me satisficiese, para esta necesidad, acordé de buscar en el cielo, lo que en la tierra no podía hallar, y aunque pudiera dedicarle a otro de los celestiales cortesanos, parece, que tenía obligación particular, de ponerle a los pies de vuestra santidad, beatísimo padre, y Príncipe de la Iglesia San Pedro, lo uno, por haberme hecho Dios merced, de que me llamase de vuestro nombre, y alcanzase oficio sacerdotal, y lo otro, porque, ¿a quién podía yo con más razón fiar mi libro, y ofrecérsele, que aquel a quien el mismo Dios [iv r] confió a su amantísima esposa, la santa madre Iglesia, y a quien fió los tesoros del cielo, y le dio las llaves, para que le abriese a los fieles, con la colación de las Indulgencias y Sacramentos, que manaron de su costado?
¶ Y ¿qué otro más firme fundamento podía yo hallar, que aquel sobre cuya confesión de verdadera Fe, como sobre piedra firmísima, edificó Cristo su Iglesia? {Mat. 16.} ¿Y quién con tanto brío defenderá mi obra como tú, oh excelente Príncipe de la Iglesia San Pedro, pues tuviste ánimo, para querer estorbar al Redentor del mundo el lavatorio de los pies, que él quería hacer, a ti, y a tus condiscípulos? Lo cual, manó de la suma reverencia que tenías a tu maestro.
¶ Y no es tanto esto, como la valentía que mostraste, cuando le venían aquellos sayones a prender {Mat.26} en echar mano al alfanje, para defenderle de aquella turba multa, y cortaste la oreja al que pudiste alcanzar. Y exagera San Crisóstomo {Chrisos. Disti. 50. fidelior.}y lo trae el Arzobispo de Florencia, que (como dijese el Redentor en la última cena, que uno de los que estaba a la mesa le había de vender) anduviste tú haciendo pesquisa, e inquiriendo, quién fuese aquel mal discípulo, para quitarle la vida.
¶ Y aunque es verdad que después de estas valentías, le negaste, permitiéndolo Dios, para que nosotros no fiemos de nuestras fuerzas, siendo tan flacos {Mat. 26}: y para que con el ejemplo de este solo pecado que de ti sabemos, aprendamos nosotros a hacer penitencia, de tantos como hemos cometido contra Dios, y tomemos doctrina de llorar nuestros pecados, como tú lloraste esta negación, los que tantas, y tantas veces le hemos negado, de cuyas lágrimas, dice San Ambrosio {*Dist. l. Fidelior}: Más fiel se mostró San Pedro, cuando lloró tan agramente su negación, que infiel se había mostrado primero. Y así recibió más gracia que perdió, y el que antes se había mostrado flaco, y enfermo, después se mostró firme fundamento para todos. Estas son palabras de S. Ambrosio, que se contienen en el Derecho. {ubisupra}
¶ Y lo que es mucho de estimar, apenas habías negado al Maestro, cuando tus ojos se mostraron fuentes de lágrimas, cuando como dice el Evangelista, confuso, y compungido, te saliste fuera, y lloraste amargamente, aun no estando confirmado en gracia, ni habiendo gozado de la venida del Espíritu Santo, cuando vino sobre los Apóstoles. {Mat. 26}
¶ Y aunque hiciste esta ofensa a Dios, de negarle, la recompensaste, con otros muchos, y muy grandes servicios que le hiciste, cuando él te encargó el oficio de mayoral de sus ovejas, siendo vigilantísimo pastor de su rebaño veinticinco años, y fuiste muy fuerte pastor, habiéndote primero mostrado, flaco discípulo, cuando le negaste.
¶ Y también le hiciste grandes servicios en Antioquía, predicando, y leyendo la Cátedra de prima de la ley Evangélica: y merece este nombre, porque fue la primera, donde predicaste siete años la ley Evangélica, en casa del príncipe Petrofilo. En memoria de lo cual, se instituyó después a veintidós de Febrero, la fiesta tan solemnizada, de la Cátedra de San Pedro. En la cual casa, en siete días, bautizaste más de diez mil hombres. Y después, [iv v] viniste a Jerusalén, donde predicaste otros cuatro años: y pasados estos once años, después de la pasión del Redentor, viniste a Roma, donde hallaste a Simón Mago, hechicero, y que tenía pacto con el Demonio, y con su ayuda hacía muchos milagros falsos, que en realidad de verdad no eran milagros, sino en la apariencia, antes eran embelecos, prestigios, y encantamentos, hechos por arte del demonio, los cuales se podrán ver en el Arzobispo de Florencia {I. Pars histo. tit. 6.c.5.§2}: y el último fue que para que le tuviesen por Dios, dijo que se quería subir al cielo, y se hizo subir muy alto, volando en el aire, subiéndole un demonio, de donde (por la oración de San Pedro) cayó en tierra, y se hizo pedazos, y así perdió el crédito que la gente vulgar daba a sus embelecos.
¶ Otros infinitos milagros hizo el bienaventurado Apóstol San Pedro, y muchas obras heroicas, y sobre todo fue muy gran penitente, que traías los ojos hechos fuentes de lágrimas, con la recordación de haber negado a Cristo.
¶ Fue casado San Pedro y tuvo una hija llamada Petronila. Y como viese llevar a su mujer al martirio, no cabía en sí de gozo. Así lo dice la historia Eclesiástica {Histor. Ecclesia. & Flor. Ubisupra}
¶ Y no es inconveniente que tuviese mujer, antes que fuese sumo Pontífice, y aun fue posible, si la tenía entonces, que de común consentimiento, hubiesen los dos hecho voto de castidad, antes del Pontificado, pues el que tiene mujer (prestando ella consentimiento) puede hacer voto de castidad, y ordenarse, y entrar en religión, utroque in castitatis voto permanente: y la mujer tiene la misma libertad de entrar en religión, con consentimiento del marido. Así lo dice el Florentino {* I. par. histo. tit. 6. c. 4. §1}, y que es cosa creíble, que cuando entró en el Pontificado San Pedro, hubiesen los dos hecho voto de castidad, cuanto más que no estaba restringida la potestad de Dios (como dice este doctor) para que no pudiese dispensar con ellos en este caso, pues el Legislador puede dispensar en la ley que estableció, como (aunque estableció Dios en el Éxodo {Exo. 20}, esta ley, no matarás, mandó a Abraham que degollase a Isaac su hijo, y no pecó en quererle matar, antes pecara no queriéndole matar, mandándoselo Dios.
¶ También recompensó su pecado el Príncipe de la Iglesia, cuando siendo preso por mandato del crudelísimo Nerón, convirtió en la cárcel, y bautizó infinito número de gente, y salió de ella después de haber convertido a Proceso, y Martiniano, carceleros, los cuales le abrieron las puertas de la cárcel de par en par, y se salió de ella el Apóstol. Lo cual pudo muy bien hacer, porque según Santo Tomás, y otros Doctores, el preso, aunque sea por delito que merezca muerte, cuanto más el varón justo, se puede salir de la cárcel, y aun limando los grillos, con que no haga violencia a los oficiales. {2.2. q 69. ar.4 ad.2; Cayet ibi Navarro c 17. nu. 102. del Manual.} Y salido de la cárcel el Apóstol, vio al redentor que se le puso delante, en un lugar que se dice Santa María ad passum, y le dijo: Domine, quo vadis? Señor a dónde váis? Y respondió el Redentor: Vado Romam, iterum crucifixi: Voy a Roma, para ser otra vez crucificado. Lo cual se verificó, no en Jesucristo, que no había de morir otra vez, sino en un miembro tan principal suyo, como era la cabeza de su Iglesia, San Pedro. [v r]
¶ De cuya muerte, y de la del Apóstol San Pablo su compañero, pronunció juntamente sentencia, el crudelísimo Nerón, mandando, que a San Pedro, porque predicaba siempre a Jesucristo crucificado, le crucificasen, y a Paulo le degollasen : y así los boyas, satélites y verdugos, engarrafaron de aquellas dos columnas tan insignes de la Iglesia, y como los apartasen al uno del otro, el Apóstol San Pablo saludó al Apóstol San Pedro, diciendo: La paz de Jesucristo vaya contigo, fundamento de las Iglesias, y pastor de las ovejas de Cristo. Y luego respondió el vicario de Cristo: Anda en paz, predicador, y capitán de los justos.
¶ Y como llegase el bienaventurado Apóstol San Pedro al lugar del tormento, y viese la cruz derecha en que se había de hacer el sacrificio, rogó a los ministros, como dice el Florentino, que la volviese lo de arriba abajo, y le crucificasen la cabeza abajo, y los pies arriba, alegando, que no era digno de ser crucificado la cabeza arriba, como el Redentor. {Antoni. I. p. hist. tit. 6. c 5. §. 4.}Y en esto, (porque fuese más penosa su muerte) condescendieron con él, y le pusieron en la cruz, la cabeza abajo, donde dio el espíritu al Padre soberano, después de treinta y siete años, que desde la Ascensión del Redentor, había vivido, como dice San Jerónimo, {* De viris illustrib. } con tan austera penitencia, que no comía sino pan, y algunas aceitunas, o cosas de mantenimiento muy tenue, hechos sus ojos (como dijimos) fuentes de lágrimas, que como goteras hacían señales en su rostro, como dice Jacobo de Vorágine {* Sermo. 3. de Petro & Paulo}y todo por un solo pecado, de haber negado a Jesucristo. Confusión grande para nosotros, y mayormente para los que somos sacerdotes, que no una, sino trescientas mil veces le hemos negado, y aun renegado en la costumbre, y reiteración de tantos pecados.
¶ Pues como tú, beatísimo padre, y primero Pontífice, seas tan gran santo, y pilar firmísimo de la Iglesia, a quien la confió su amantísimo esposo. {Cantic. 2} No sin gran razón, he yo tenido tan generosos pensamientos, de dedicar esta pobre obrecilla a tu excelencia, forjada en el taller de mi flaco entendimiento, y confiarla de tu favor, protección, y amparo, para que fundada ella sobre tan firme, y tan válido fundamento, no tema las mordeduras de los maldicientes, que suelen hacer rigurosa anatomía en los sudores ajenos, ni los bocados de los murmuradores, que son aquellas raposillas, que deseaba la esposa desterrar de su viña, porque la destruían.
¶ Recibe pues, benignísimo padre, este pequeño servicio, que te ofrece este tu indignísimo hijo. Para gloria de Dios nuestro señor, y de su benditísima Madre. Vale santissime princeps Apostolorum
v v
Prohemio del Triángulo de las
tres virtudes Teológicas, Fe, Esperanza, y Caridad.

Queriendo yo continuar el común curso de mis estudios (aunque menos aprovechados que yo quisiera) no pudiendo acabar conmigo estar ocioso, mano sobre mano, porque no se me pueda aplicar aquella reprehensión del Redentor {Mat.20}, a los holgazanes trabajadores, que estaban ociosos en la plaza, siendo ya muy tarde: y aunque el tiempo de mi edad es muy tardío, y gastados los aceros de la mocedad, he venido a las heces de la vejez. Mas no por eso puedo acabar conmigo, de volver las espaldas al honesto trabajo, y al deseo que siempre he tenido, de aprovechar a otros, si pudiese, con el pobre talento de mi boto ingenio, no obstante, que se haya pasado lo más, y mejor del día de mi vida, y me amenace ya, con continuas enfermedades, la venida de la noche de la muerte.
¶ De la cual, tendría yo muy gran consuelo, si me hallase bien ocupado, escribiendo, como mejor pudiere, y Dios me diere a entender, no ficciones poéticas, ni historias profanas, y fabulosas, ni deshonestos libros de amores, que habían de estar desterrados del mundo, por el estrago que hacen en las ánimas, sino cosas morales, provechosas para los profesores de la vida cristiana, que carecen de letras, cuales confío en la divina misericordia, que lo han sido, el Árbol de Consideración, y varia doctrina, y la Historia Moral y Filosófica, que estos años pasados (con no pequeño temor de mi ignorancia) en confianza de Dios eché a volar, y este Ternario de las tres virtudes Teológicas, y el Cuadrángulo de las cuatro virtudes Cardinales, que ha sido Dios servido que ahora salga a la luz: y pues los dos primeros han sido aceptos (sin que lo mereciesen) a los buenos, también espero en Dios, lo será este.
¶ Y ya que estaba determinado, de tornarme a ocupar en escribir, de industria busqué materia y fundamento, en que pudiese satisfacer a la afición que (con sobra de razón) yo siempre he tenido al número de tres, y ofrecióseme a la imaginación este Triángulo muy perfecto, que tiene tres ángulos de virtudes Teológicas de gran dignidad, y perfección, que son Fe, Esperanza, y Caridad. Las cuales, son tan heroicas, y tan necesarias, que el que de ellas, y de cualquiera de ellas careciere al partir de esta vida, se puede dar por despedido del reino de los cielos, y de ver a Dios.
¶ De la Fe, dice San Pablo {Hebr. 6}: Sin Fe, es imposible agradar a Dios. Y de la Esperanza, dice el santo Rey {Psal.83}: Bienaventurado será el hombre que tiene esperanza en ti: Pues la Caridad, cuán necesaria sea para nuestra salvación, [vi r] dígalo el Apóstol san Pablo {I. Cor. 13}: Aunque yo hable con lenguas de hombres, y de Ángeles, y tuviere espíritu de profecía, y si entregare mi cuerpo al fuego, &c. si no tengo caridad, ninguna cosa me aprovecha.
¶ Luego pues estas ilustres virtudes teológicas, son tales, y tan buenas, y tan necesarias, no sin gran razón yo me he querido emplear, en servicio de este triángulo, mayormente, siendo yo particularmente aficionado a este número de tres, por los muchos y muy grandes misterios que en él se comprehenden en las divinas letras, como veremos adelante.
¶ Y para entender la perfección de este número, es de notar, que no adornó el divino artífice, y criador universal a su trasunto e imagen, y hermoseó a su amada esposa, el ánima racional, cuando la crió, con otra joya más preciosa que este terno de las potencias infusas, que son, memoria, entendimiento, y voluntad, con el cual terno de potencias, la hizo semejante a sí mismo. Porque así como él es uno en esencia, y trino en personas, así en su manera, formó, a esta su imagen, de suerte que fuese trina, y una: porque no siendo ella más que una sustancia espiritual, y no dos, tiene estas tres potencias excelentísimas, de quien trata Aristóteles en los libros de anima, y Santo Tomás en la primera parte. {Arist. 2 de Ani.; I part. q. 77. art. I & ultra; Arist. Lib. De anima} Las cuales no se distinguen de la misma ánima, antes son una cosa con ella, según Aristóteles defiende contra Platón. Y no solamente dotó el soberano artífice a su imagen, que es el ánima racional, de este terno de virtudes naturales que hemos dicho, sino también la dotó, cuando la recibió por esposa en el bautismo, de otro ternario más excelente de virtudes, que son las Teológicas de que habemos de tratar, que son, (como hemos dicho, Fe, Esperanza, y Caridad: a las cuales llama el Sabio, {Eccles. 4} cordel de tres ramales, que no se puede romper, porque están tan unidas y hermanadas estas tres hermanas, que no se puede hallar bien la una sin las dos, ni las dos sin la tercera. Porque aunque uno crea todo lo que dicta la fe, si no tiene otro ramal de caridad, y otro de firme esperanza en Dios, ninguna cosa le aprovecha su fe, pues también tienen fe de Dios los Demonios, como dice Santiago, {Iaco.2} y no les aprovecha, porque por razón de su obstinación, no tienen amor ni caridad con Dios, antes le destruirían si pudiesen: ni tampoco pueden tener esperanza de alcanzar el reino de los cielos, porque están obstinados, y son incapaces de remedio de cobrar lo que en un punto, por su culpa perdieron: y la misma esperanza les falta a los hombres que están en el infierno, porque es un lugar (que como dijo muy bien aquel Poeta) tiene fácil la descendida, mas no hay puerta por donde poder salir de él. Facilis est descensus Averni, sed revocare gradum, hic opus, hic labor est. {Virgi.}
¶ Luego, pues es tan maravilloso, y excelente (como hemos visto, y veremos adelante) este número ternario, y pues son tantos, y tan grandes los misterios que encierra en sí, no sin gran razón yo me he aficionado a él, y buscado materia que tratar, que esté debajo de tan ilustre número. De la cual espero [vi v] en aquel que es la fuente de donde mana todo bien, cogeremos algunas goticas de agua dulce, de doctrina provechosa, que destilará sobre la sequedad de nuestros corazones, para que se enternezcan, y aficionen, y aun se abrasen en el amor del Ternario de estas tres virtudes, que tan necesarias son para la salud de nuestras ánimas, como veremos, si con atención quisiéramos advertir la doctrina que en este libro se contiene, al cual me pareció, poner nombre de Triángulo de virtudes, porque, así como la figura triangular tiene tres ángulos, en los cuales se ayuntan tres líneas, como dicen los Geómetras, que son iguales a dos ángulos rectos, así se ayuntan con este libro, tres líneas rectas, de tres virtudes heroicas, en quien consiste la rectitud de la vida cristiana. Las cuales, tiene igualdad con los dos ángulos rectos, que son la vida, activa, y contemplativa, porque así como estas dos vidas son camino derecho para la bienaventuranza, así lo son estas tres virtudes, Fe, Esperanza, y Caridad, como lo fueron para aquellas tres santas vírgenes hijas de santa Sofía, llamadas de estos mismos nombres, la una, Fe, y la otra Esperanza, y la otra Caridad, cuyas vidas, y martirio, dieron verdadero testimonio, de que les convenían estos nombres, y que resplandecían en ellas las tres virtudes que profesaban en sus nombres, como se podrá ver en Surio {*tomo 4 fo. 446}, que escribió sus vidas admirables, y sus gloriosas muertes y martirios, que yo dejo de tratar, por dar comienzo a mi obra.
Fin
vii r
El Maestro Pedro Sánchez,
al piadoso Lector.

Aunque por irse ya a poner el sol de mi vida, por mi madura edad, fuera cosa honesta, poner fin a mis estudios (amantísimo lector), y en especial, por no tener certidumbre de haber aprovechado algo a los pequeñitos, y faltos de letras, para quien yo he trabajado como he podido, en otros dos tratadillos, que con celo de aprovecharles he sacado a luz. No obstante todo eso, acordé de echar otro lance, y en nombre de la santísima Trinidad, tratar en él, de las tres virtudes Teológicas, Fe, Esperanza, y Caridad, que tan necesarias son para la vida Cristiana: aunque por estar tan gastados los aceros, y el pábilo de mi vida, pudiera con justa causa alzar la mano del trabajo de escribir. Mas es el honesto trabajo cosa tan natural para el hombre, mientras vive en este destierro, que no me parece que hay tiempo en la vida, en que con buena conciencia, pueda un hombre huir de él, mayormente, el que está acostumbrado a trabajar, aunque no sea, sino por no perder el tiempo, cuya pérdida no se puede jamás cobrar, como lo significaba la figura del tiempo*, que pintaban los antiguos, calva y rasa en la parte posterior, dando en esto a entender, que el tiempo que dejamos atrás, no queda un pelo de él, de que le podamos asir para detenerle. Y lo mismo significaba, otra antigua figura del tiempo, que era un hombre anciano con alas, que volaba tanto, que era imposible poderle alcanzar, como lo es alcanzar al tiempo ya pasado.
¶ Y por ser tanta la velocidad del tiempo, tenemos grande obligación a espenderle, no en ociosidad, ni en perniciosos, sino en buenos, y loables ejercicios, conforme a la doctrina del Apóstol {Gala.6}: Mientras tenemos tiempo, expendámosle en buenas obras, cuales me parece a mi, que son escribir, componer, y leer libros, no de amores, y vanidades, ni de caballerías y ficciones poéticas, sino libros de sana y buena doctrina, que nos edifiquen y despierten a vivir cristianamente, y que ocupándonos en escribirlos, y leerlos, no se pierda la joya irrecuperable y preciosísima del tiempo. La cual habíamos de estimar en tanto, como la estimaría cualquiera de los condenados, si se les concediese volver a este mundo, a desquitar con buenas obras, las malas por que se condenaron.
¶ Mas ay de aquellos hombres holgazanes, que habiendo nacido para trabajar, como dice Job, {Iob. 5} se dan a la ociosidad (madre de todos los vicios, y enemiga de todas las virtudes) y en lugar de trabajar en santos y loables [vii v] ejercicios, buscan el falso descanso, con el cual se hacen infructuosos, y desaprovechados, como la tierra que no se labra, ni anda encima de ella la reja, ni el azadón, la cual, no lleva otra mejor cosecha, que cardos, y espinas, que es la maldición que echó Dios a la tierra, por el pecado del primer hombre, avisándole, que si no la labrase, y trabajase en ella, no llevaría sino este fruto. {Gene. 3}
¶ Es tan necesario, trabajar en loables ejercicios, que los que están ociosos, mano, sobre mano, jamás hacen cosa en que dejen de sí memoria. Así como es necesario, el fuego, y el crisol, y el martillo, para perficionar una imagen de oro, y sacarla muy perfecta, así es necesario fundir nuestras vidas en el crisol del trabajo, y de los buenos ejercicios, para que salga de ellos una imagen muy perfecta, de virtud y de buena fama, para provecho del prójimo, y honra de Dios, la cual, después de nuestra muerte, dé testimonio de nuestra vida: pues es muy verdadera la sentencia de Eurípides*, que el trabajo es padre de la buena fama.
¶ Es tan perniciosa la ociosidad, que dice Augustino {* I. de Civi.}, que perdió mucho la ciudad de Roma en destruir a Cartago, porque quedaron los romanos tan ociosos, después de la victoria, que los vicios que les causó la ociosidad, fueron causa de la destrucción de Roma. Porque es cosa cierta, que el honesto trabajo, es una mina de bienes, y la ociosidad, es un abismo de males. Y lo que es más de condenar en los ociosos es, que piensan que ganan el tiempo, cuando le pierden, y habiendo de buscar tiempo para pasar las cosas, buscan cosas para pasar el tiempo, como si él no se pasase.
¶ Platón* tenía en tanto la pérdida de tiempo, que aborrecía las visitaciones de los amigos, y decía, que eran ladrones del tiempo. El cual es tan breve, que con razón decía Séneca en una epístola {*ad Lucilum}, que es tan breve como un punto, y lo mismo dice Plutarco en el libro de la crianza de los niños {*de educa.filio.}. Y pues el tiempo es tan breve, razón sería que le espendiésemos en obras tan virtuosas, que los que son amigos de honra, no degenerasen del nombre cristiano, ni de la honra y provecho que trae consigo el ejercicio de las virtudes, la cual honra se adquiere, con la lectura, y escritura de los buenos libros, porque la virtud, y la honra son tan buenas hermanas, que no puede haber honra, donde no hay virtud, como lo prueba Fulvio en el libro de la Antigüedad Romana. {* de antiqui. Ro.} Y lo mismo dice Augustino en su ciudad de Dios, como lo veremos adelante. {* 5. de civi.}
¶ Demetrio Falero *, fue varón muy virtuoso, y tan benemérito de los Atenienses, que le levantaron muchas estatuas, en representación de sus excelentes obras: mas volteó tan bien con él el mundo, como lo tiene de costumbre, porque el amor que le tenían, se volvió en aborrecimiento, y tanto, que le derribaron las estatuas, y las hicieron polvos. Lo cual (como viniese a su noticia) dijo, con animoso semblante: No se me da nada que me [viii r] derriben, y deshagan las estatuas, pues no me podrán consumir la honra y la virtud, porque me las erigieron.
¶ Tenían en tanto la honra, y la fama de las obras virtuosas los antiguos, que decía Eurípides*, que aunque la tierra cubría los cuerpos de los varones heroicos, la fama que vuela sobre sus obras, no dejaba cubrir sus excelentes virtudes. Las cuales, nacen de la fuente del trabajo. Es el virtuoso trabajo, el empleo y mercadería de esta tierra, cuya paga se libra para el banco del cielo, como lo enseña el divino Paulo, por esta sentencia: Cada uno recibirá la paga en el cielo, como acá hubiere trabajado. {I. Cor. 3.}Por manera, que el virtuoso trabajo, es el tanteo, y la vara de medir, con que se mide el premio.
¶ Tenía Dracón *, aquel gran legislador de los atenienses, en tanta estima el trabajo, y la ociosidad por tan perniciosa en la república, que estableció por ley, que el hombre ocioso fuese condenado a pena de muerte.
¶ Pues conociendo yo, cuán necesario, y cuán provechoso es el honesto trabajo, y la ociosidad, cuán detestable, tengo por acertado, trabajar hasta la muerte (aunque pese a mi madura edad) y gastar el tiempo estudiando, y escribiendo, conformándome con Turbo*, un capitán del Emperador Adriano. El cual siendo reprehendido por el Emperador, porque trabajaba tanto que le podría costar la vida, respondió Turbo: Señor el buen criado del Emperador, en pie, y trabajando ha de vivir, y morir. Y por tanto yo, todo el resto de mi breve vida, pienso (piadoso lector) espender en tu servicio, procurando, según la pobreza de mi ingenio, aprovecharte, trabajando en el estudio, con mi pequeño talento, y espero en la divina Majestad me favorecerá, para que yo pueda salir con mi intención. Y todo lo que en esta pequeña obra se contiene, someto a la censura y corrección de la santa madre Iglesia, y al parecer de mejor juicio.
Vale candidissime lector. Vale amantísimo lector.
viii v: en blanco
ix r
Tasa.
Yo Alonso de Vallejo escrivano de cámara del Rey nuestro señor. Uno de los que en el su Consejo residen, doy fe que habiéndose visto por los señores del un libro que compuso el Maestro Pedro Sánchez, intitulado Triángulo de las Virtudes Teológicas, y Cuadrángulo de las virtudes Cardinales, que, con licencia de su Majestad fue impreso, le tasaron a seis blancas cada pliego en papel. Y mandaron que a este precio se venda y no más, y que esta tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa lo que por él se ha de llevar. Y para que de ello conste de mandamiento de los dichos señores del consejo, y pedimiento de la parte, del dicho Maestro Pedro Sánchez di esta fe, que es hecha en la Villa de Madrid, a cuatro días del mes de Abril de mil y quinientos y noventa y cinco años.
Alonso de Vallejo.
Erratas.
[ … ]
Juan Vázquez del Mármol.
ix v: en blanco
[ Texto de las nueve hojas preliminares sin numerar. ]