Filosofía en español 
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Historia moral y filosófica... doce filósofos y príncipes antiguos

Primera parte de la Historia Moral y Filosófica.
En que se tratan las vidas de Aristóteles, y de Platón,
y de Cicerón, y Demóstenes.

La vida de Aristóteles, príncipe de los Filósofos Peripatéticos.
En que se trata [demás de sus sentencias] cómo los oficios se han de dar por la virtud, que vale más que el linaje. Y la materia de Testamentos. Y del año climatérico.

Aristoteles praecipitat se in mare
Aristoteles praecipitat se in mare

Introducción.

U

Uno de los más ilustres, más loables, y provechosos ejercicios en que se puede ocupar el hombre verdaderamente Cristiano, es, leer las vidas de los Santos, que tanto resplandor de virtudes, y tan grande ejemplo de vida Cristiana nos dejaron: porque es su vida y perfección de costumbres, como un dechado, o una materia, de donde podemos sacar labores de grande aprovechamiento. Y así les debemos mucho, porque nos descubrieron el camino por donde ellos fueron al cielo: y nos le dejaron como amojonado, para que (siguiendo nosotros sus pisadas) podamos ir a gozar de lo que ellos gozan. Y (después de la estrecha obligación que les tenemos) no se puede negar, sino que también debemos mucho a los inventores de las ciencias naturales, que nos dejaron [1v] doctrina para que especulemos y contemplemos los altos secretos de naturaleza: y que (estando tan lejos) tengamos noticia y conocimiento de los cielos, y de los Planetas, y de sus movimientos & influencias, y de sus condiciones y propiedades de ellos: y de los elementos, y elementados, y de los otros secretos naturales, para que (especulando y rastreando el ser y naturaleza de las criaturas) vengamos en noticia y conocimiento del autor y criador de todas ellas {Invisibi. Dei. Ro. 1}. Conforme a la doctrina del Apóstol. Las cosas invisibles de Dios, por las criaturas que él hizo se nos manifiestan. Y San Basilio {Basi. In exam.} dice en su Hexameron, que la fábrica del mundo, y la máquina del universo, es como un libro, que predica, y nos declara la gloria de Dios. Cuenta a este propósito Nicéforo Calixto {Nicefo. Calixt.}, que preguntado San Antonio, cómo podía vivir en el desierto sin tener libros, respondió, que los cielos, y la máquina del mundo, le servían de libros, y que en ellos leía cosas maravillosas. Y con este parecer se conforma el de Agustín {Aug. Super Psal.}. Dos cosas nos llevan al conocimiento de Dios, la escritura, y la criatura. Por manera que debemos usar de las criaturas como de medio, para que del uso y contemplación de ellas pasemos a la contemplación del criador. Y por tanto debemos mucho a los sabios y filósofos, que nos alumbraron y descubrieron el camino del conocimiento de las cosas naturales, y los maravillosos secretos y propiedades de las criaturas, para que de allí podamos volar con la especulación de las ciencias naturales que ellos nos enseñan, a la ciencia verdadera, y a la especulación de las cosas sobrenaturales.

¶ Y entre todos los filósofos que mejor y con más alto estilo nos significaron, y dieron a entender la ciencia de los elementos, y de los cielos, y las propiedades de los animales, y de las plantas, y hierbas, y de las otras cosas naturales, cosa llana es, que fue aquel gran filósofo, y príncipe de los filósofos, nunca bastantemente, y como él merece alabado, Aristóteles: cuyo singular ingenio y doctrina, fue tan raro, y admirable, que ninguna cosa le faltara para poderle alabar de hombre perspicacísimo, muy cabal, y perfecto varón, si no fuera infiel, y si hubiera vivido en todo y por todo conforme al dictamen de la razón, y de la ley natural, que es aquella lumbre, que (conforme al testimonio del Salmista) plantó Dios en el humano entendimiento {Psal. 4}. Y es de pensar, que si con esta lumbre natural le hiciera Dios merced de darle lumbre de Fe (como por su divina misericordia nos la dio a nosotros) que se aprovechara mejor de ella (según su buen natural) que nos aprovechamos muchos (según nuestras malas costumbres).

¶ Fue tan extraña su doctrina, que podemos coger de ella, como de fertilísimo huerto, flores hermosísimas de ciencia de diversas facultades, y fruto muy abundante de virtudes moralmente buenas, y de instrucción de vida política, para sabernos gobernar, y grandes documentos de doctrina, que nos den la mano para bien vivir.

¶ Y aunque dice la Sabiduría (como es manifiesta verdad) que son vanos los hombres en quien no mora la sabiduría de Dios {Sapi. 13}, y ésta no la alcanzó Aristóteles, mas no dejó de ir en su alcance, rastreando con su perspicacísimo entendimiento grandes secretos de la primera causa, y del primer movedor, y de la inmortalidad del ánima, y otros misterios tan altos, que es cosa maravillosa poder atinar a ellos con sólo entendimiento natural, no informado con Fe. Y si algunos errores afirmó (como consta de sus obras) otras muchas cosas dijo muy acertadas. Y no porque haya en sus escritos (que son tantos) algunas falsedades, habemos de menospreciar lo bueno que dijo, y que no es contrario a nuestra Santa Fe católica. Lo cual se podría autorizar, con que mandó Dios a los Hebreos en el Éxodo, que tomasen los vasos de oro y de plata de los Egipcios, que eran idólatras, y que aderezasen con ellos sus hijos e hijas {Exo. 3}. En lo cual se nos da a entender (según Graciano) que el oro de la sabiduría, y la plata de la elocuencia, la podemos tomar de los infieles, y convertirlas en usos provechosos {Dist. 37 legibus. §. sed econtra. }. [2r] Como también es sentencia de Agustín, y se contiene en el Derecho. {I q. I diis declaravit.}

¶ Pues para haber de tratar de vidas, hechos, hazañas, y sentencias de Filósofos, y sabios antiguos, ¿de quién con más justo título haremos principio, y a quién pondremos en el primer lugar, como guía y capitán de todos los demás, sino al más valeroso, más sabio, y más principal y príncipe de todos ellos, que es Aristóteles? Cuanto más que si yo tuviera algunos principios de su filosofía, y hubiera aprovechado algo en sus escuelas, esto sólo me obligara a anteponerle a todos los demás (por ser yo su discípulo, y muy aficionado) pues conforme a la sentencia del mismo Aristóteles, a los padres, y a los maestros tenemos estrecha obligación {Paren. & magis}.

§ primero, en que se trata quién, y de dónde fue Aristóteles:
y lo mucho que en su tiempo se estimaban las letras.

P

Por guardar la antigua y muy usada costumbre de los historiadores, quiero (ante todas cosas) decir, que este gran varón, y padre de la natural y moral filosofía Aristóteles, fue natural de un pueblo llamado Estagira. Fue hijo de Nicómaco, y estudió en Atenas. Fue discípulo de Platón (como dice Agustín en su Ciudad de Dios {Aug. de civi. 8 li. ca. 12). Y dice Besarión en un libro que hizo en defensa de Platón, que puso escuela contra él {Besario. li pro Plato.}, con determinación de contradecirle en cuanto pudiese. Por lo cual dice Eliano en su libro de varia historia, que Platón (teniendo por ingrato y calumniador a Aristóteles) le llamaba Mulita, porque dicen de este animal, que cuando ha mamado las tetas a su madre, le tira de coces {Helia. Li. 4 de va. hist.}. Y (si esto es verdad) se verificó de la sentencia de Diógenes {Dioge.}. El cual preguntado, cuál era la cosa que más presto se envejece, respondió: la memoria de las buenas obras. Dice de nuestro filósofo Agustín, que fue varón de excelente ingenio {ubi supra}. Y Valerio Máximo le alaba de muy piadoso, porque lo fue con Estagira su patria {Val. M. lib. 5 c. 6.}, que estando casi destruida por los Macedonios (como fuese viejo, y muy enfermo) se hizo llevar en un lecho ante el Rey Filipo (como dice Plutarco) {Plu. In Arist.} y tantas cosas hizo en su defensa, que mandó por su respecto, cesar la furia de los soldados, y restituyó la ciudad a Aristóteles. Fue autor de la secta de los Peripatéticos, y siempre leía y disputaba paseándose. Y de él hace mención Séneca en sus epístolas, y alaba su doctrina {Sene. ep. 65}.

¶ Y es de considerar, antes que pasemos adelante, la gran estima, y veneración en que eran tenidas antiguamente las letras, pues por las que este príncipe conocía en Aristóteles mitigó su indignación, y le concedió perdón general para su patria, teniéndola casi destruida. Y no es de maravillar que Filipo hiciese esta merced tan grande por sus letras a Aristóteles, a quien (si damos crédito a Ateneo en el lib. 9 y lo trae Pedro Mexía en su Silva {Ateneo Sil. 2 p. cap. 9.}) le dio el Magno Alejandro ochocientos talentos (que es una gran suma) porque (a su instancia) escribió el libro de los animales (como afirma Plinio en el lib. 3. {Pli. 3 li.}) Y (aunque por parecer cosa increíble, le quitemos algo) arguye el gran valor en que se estimaban las letras, y los que las tenían. Lo cual se confirma, con que el gran Pompeyo, después de haber alcanzado aquella valerosa victoria de Mitrídates, entró a visitar por su persona al filósofo Posidonio, en un pobre albergue donde estaba enfermo. Lo que no hiciera al mayor príncipe del mundo. Y Dionisio Rey de Sicilia viniéndole a ver (a ruego suyo) el filósofo Platón, le salió a recibir, y le metió en la ciudad en un carro de caballos blancos, como si entrara triunfando. Y Plinio dice en el libro 7 {Pli. Lib. 7.} que cuando entraba Virgilio en el teatro [2v] a recitar algunos versos, se levantaba todo el Senado, y le hacía el mismo acatamiento que al Emperador: y le daban tan magníficos presentes, que dice Juvenal, que de lo mucho que le daban se hizo de los más ricos de aquel tiempo {Iuve Sat. 7}. Y el grande Alejandro tenía en tanto las obras de Homero, que como le trajesen (después que venció a Darío) un cofre que tenía su enemigo de inestimable valor, en que solía guardar cosas muy preciosas, le recibió con gran contento, diciendo, que era digno de que en él se guardasen las obras de Homero, y las puso en él con gran veneración. Y aun el mismo Homero fue tan estimado por sus grandes letras, de Ptolomeo rey de Egipto, que le mandó hacer un Templo, y en él una estatua, como a los Dioses. Y así los de Estagira estimaron tanto a Aristóteles, que le hicieron juegos públicos, y fiesta cada año, y la llamaban la fiesta de Aristóteles, por haber sido restituida su patria por su respecto. La cual fue (por la claridad y resplandor que él le dio) de ahí en adelante muy nombrada.

¶ Fue su padre de Aristóteles (como dijimos) Nicómaco, médico famoso del Rey Aminata de Macedonia, padre del Rey Filipo: y fue muy querido y favorecido de él: y fue muy rico. Y su madre de Aristóteles, mujer de este Nicómaco, se llamaba Festiada, de noble linaje. Crióse en Macedonia hasta que hubo diecisiete años, que se fue a Atenas a oír filosofía de Platón, cuya doctrina florecía grandemente en aquella Academia. Y dice Plutarco {Plutarc. In vita Arist.}, que no era menor la vigilancia de su estudio, que la perspicacidad y viveza de su ingenio: y que aprovechó tanto en las letras, que ningún género de disciplina dejó de alcanzar: y que en la Dialéctica, Filosofía, natural y moral, ni en Matemáticas, que ninguno le alcanzó: y que en Poesía, y en historia, era muy curioso. Y que en los cielos, ni en la tierra, ni en el mar, no hubo cosa que no escudriñase, y procurase de saber sus secretos, naturalezas, y propiedades: como lo mostró claramente en el libro de los animales, cuyos secretos, condiciones, y naturalezas, escribió tan particularmente, como si hubiera visto con sus ojos lo interior y escondido, y también lo público y exterior de todos ellos. Y así describe y deslinda las propiedades de los animales que vuelan por el aire, y que están escondidos en las cavernas de la tierra, y en el profundo del mar, como si las hubiera visto, y la misma naturaleza le hubiera enseñado las propiedades e inclinaciones que ella les dio.

¶ Después que falleció Platón su maestro, estuvo tres años en compañía de un tirano, por nombre Hermia: donde dicen, y se lo levantan (si creemos a Plutarco) que se detuvo tanto tiempo, porque estaba como loco, de amores de una dama {Plutar.}. Porque este Alacrán del amor tan poco perdona a los sabios, como a los que no lo son. Y si esto fue verdad (como cayese en la cuenta de aquella vanidad) alzóse a su mano, por ocasión de ser llamado por el Rey Filipo de Macedonia, para maestro de su hijo Alejandro: y le envió una epístola, cuyo tenor en substancia es este. Muchas gracias hago a los Dioses, no tanto porque me han dado este hijo que me ha nacido, como porque haya nacido en tu tiempo. Tengo esperanza que siendo doctrinado por ti, será digno de llamarse nuestro hijo, y de heredar nuestro Reino {Plutar.}.

¶ Enseñó diez años a Alejandro: y después dio vuelta para Atenas, donde leyó filosofía trece años. Y siempre leía, no sentado, sino paseándose en un portal, que se llamaba en Griego Peripatum: y quiere decir, paseo. De donde él y sus discípulos se llamaron Peripatéticos: tomando esta denominación del lugar en que enseñaba. Donde ahora le dejaremos leyendo su filosofía, por sacar alguna buena moralidad de lo que de él hallamos escrito. [3r]

§ 2. De algunas sentencias que dijo Aristóteles en sus obras.

Y

Y porque lo principal que se puede decir de este príncipe de los Filósofos Aristóteles, y el principal intento mío en tratar de su vida, y de las demás que tengo de tratar, es, sacar algunas flores de moralidades, y doctrina provechosa para nuestras costumbres, antes que procedamos más adelante en la vida y en los hechos de este Filósofo, me parece precio de la obra, referir algunas de las muchas y muy notables sentencias que hallamos en sus libros. De los cuales muchos se han perdido. Y los que comúnmente andan, son, los Predicamentos, Peri Hermeneias, Priores, Posteriores, Tópicos, Elencos. Compuso ocho libros de los Físicos, los libros de Generatione et Corruptione, los libros de Anima, de Sensu et Sensato, de Memoria y Reminiscencia, los libros de Caelo, de Somno et Vigilia, de Morte, et Vita, de Vegetabilibus, de Animalibus, de los cuatro Elementos, los Meteoros, la Metafísica. Escribió de Perspectiva, de Retórica, y de Filosofía moral, las Éticas, la Política, la Económica, y otros muchos que refiere Plutarco {Plutarc. In vita Arist.}. Y finalmente es tanto lo que escribió, que es maravilla haber bastado para ello la vida de un hombre (por larga que fuera). Y aunque en algunas partes de sus libros sintió mal en algunas cosas tocantes a nuestra santa Fe, como hombre infiel, y que no estaba alumbrado su entendimiento por el Espíritu Santo: pero el que menos errores escribió de los Filósofos antiguos que yo he visto, fue Aristóteles, y el que más acertadamente habló en cosas naturales. De cuyas sentencias contenidas en las obras que hizo, pudiéramos hacer un gran catálogo, pero (porque esto fuera cosa importuna) tocaré algunas de las más notables y más provechosas y morales que he colegido de sus obras. En el libro de las Éticas profirió esta notable sentencia. Bonum est quod omnia appetunt {I. Ethi.}. Y hace esta sentencia. El bien es el que todas cosas apetecen. Y es lo mismo que dijo el gran Filósofo moral Boecio por otras palabras {Boe. Lib. 3 pro. 2}. Está en las ánimas de los hombres naturalmente inserta la codicia del bien verdadero. Y este bien verdadero inserto en las ánimas es, el que llama el Salmista lumbre del rostro de Dios, que está señalado sobre nosotros {Psalm. 4.}, del cual procede la natural inclinación que tenemos al bien, el cual todos apetecen, como en esta sentencia dijo Aristóteles. Y (aunque algunos apetecen y desean algunas cosas malas) no es en razón de malas, sino debajo de muestras y apariencia de bienes.

¶ En el mismo libro se halla esta muy verdadera sentencia. Operationes secundum virtutem habent delectationem. Y es decir, que las obras virtuosas causan delectación, y dan contento. Y es cosa cierta en contrario sentido, que los vicios (aunque los mundanos los tienen por deleite) que no son sino tormento, como se ve en los temores y desasosiegos que causan. Si no ejemplifiquemos en una mujer que ha ofendido a su marido; y veréis cómo la atormenta el gusano de la conciencia, y qué rescoldo hay en su corazón, si lo ha entendido la vecindad, si lo ha de saber el marido, si la ha de matar cuando esté más segura. Y un ladrón, y un homicida, cuán temeroso está siempre, cómo anda huyendo el cuerpo a la justicia, a sombra de tejados, y temiendo la horca, que sabe él que tiene bien merecida: no topa alguacil que no piensa que le viene a prender. Mirad qué deleite y qué contento puede dar el vicio, que tiene tantas zozobras por anexas. Mas la virtud es cosa deleitable, y que da contento y gusto al que sigue su bandera. Tiene un ánimo libre, y no tiene a quién temer, trae su cara descubierta en todas partes. Y por eso es gran locura dejar de militar debajo de la bandera de la virtud: cuyo premio (entre otros muchos) es vivir sin temor, y con gran reposo y seguridad. Lo que tienen [3v] los malos al revés. De los cuales dice Agustín: No hay más terrible cruz en esta vida, que la mala conciencia {Aug. Lib. de Vera inno.} y en el libro de las Confesiones dice: Tú, señor, lo ordenaste, y es así, que todo ánimo desordenado sea tormento para sí mismo {Idem confessio.}. Conociendo Boecio ser esto así, dice, que son tristes y malos los fines de los deleites {Boecio}. Lo cual tiene la virtud muy al contrario: porque (aunque son dificultosos los principios) los fines son muy gloriosos y deleitables.

¶ Estimaban tanto la virtud algunos de los antiguos, que dice Agustín en su Ciudad de Dios, que la tenían por Diosa, y tenía Templo en Roma {August. de civit lib 4 c 20}. Y los Estoicos decían, que no hay otro bien en el mundo sino la virtud {Idem lib. 60 cap. 4}. Y también tiene otro privilegio la virtud, que es el medio, y muy cierto camino para la honra. Y por eso dijo Platón {Plato}, que la honra es una dignidad adquirida por virtud. Y así donde no hay virtud no se puede hallar honra. En el libro de la antigüedad Romana dice Fulvio {Fulvius}, que antiguamente había un templo en Roma, dedicado a la Virtud, y a la Honra: hecho con tal artificio, que no se podía llegar al sitio de la Honra, sino entrando por donde estaba la diosa de la Virtud. En lo cual daban estos infieles a entender, que el camino cierto y verdadero para llegar al alcázar de la honra, es el mismo de la virtud. Y quien no la tuviere, bien se puede despedir de tener honra. Como tampoco puede tener contento ni delectación, el que no es virtuoso: (como en la sobredicha proposición nos enseñó Aristóteles).

¶ Otra proposición dijo nuestro Filósofo en el mismo libro, digna de notar: In his quae nobis insunt a natura, nec laudamur, nec vituperamur {2. Ethi.}. Y hace este sentido. No merecemos ser alabados, ni vituperados, por las gracias que nos concedió naturaleza. Y luego añade. La virtud de cada uno perfecciona al que la tiene, y hace buena su obra. En lo cual engrandece mucho el valor de la virtud, y anima a los hombres, y les da alas para seguir su bandera. No era de este parecer el Poeta Horacio, el cual estimaba en tan poco a la virtud, que decía, que el dinero se había de buscar primero, y después la virtud {Horatius, li. serm.}. De lo cual sentía tan al revés Plutarco {Plutar.}, que decía, que en tres cosas tenían ventaja los dioses a los hombres: en el poder, en la inmortalidad, y en la virtud. Y por eso condena él la locura y frenesí de los hombres, que querían vivir para siempre, sabiendo que son mortales: y a los que desean gran poderío, sabiendo cuán poco les puede durar: y a la virtud sabiendo que se pueden perpetuar en ella, no la quieren, ni la buscan. Esta locura condena el glorioso Agustín en un Sermón, diciendo: Di hombre, ¿qué mal te ha hecho la virtud que huyes de ella, y la aborreces? Y queriendo tener todas las cosas buenas, a sola la virtud (que es la mejor de todas) no la puedes ver, y la despides de tu casa {Aug. in sermo. de Verbis dñi.}.

¶ El mismo Aristóteles estimaba en tanto la virtud, que pronunció en su favor esta sentencia. Virtuti non sit condignus honor {2 Ethi.}. A la virtud no se le puede hacer tanta honra como ella merece. Y el premio de la virtud es la honra.

¶ De esta doctrina se sigue, que las dignidades, oficios, y preeminencias, no se han de dar tanto por la nobleza del linaje, ni por otros respectos humanos, como por la virtud: la cual es la verdadera nobleza. Y esto parece ser así. Porque cuando eligió Dios a Saúl por Rey de Israel, en el primero de los Reyes, no tuvo respecto a calidades {1 Reg. 9.}: antes era un hombre de tan bajos pensamientos, que andaba en busca de unas asnas. ¿Pues de dónde le vino ser Rey? ¿Por ventura heredó el Reino de sus padres? ¿Por qué mandó Dios al Profeta Samuel que le ungiese por Rey, más que a sus hermanos? La divina escritura da la razón de esto, diciendo. Tenía Cis un hijo, llamado Saúl, muy escogido: y no había otro mejor en todos los hijos de Israel. Y por eso fue elegido por Dios para caudillo y capitán del pueblo de Israel, por ser bueno (aunque después [4r] desdijo de la bondad que antes tenía) y por eso le privó Dios del Reino, y se le dio a David, que era mejor, y más virtuoso: el cual era un pastorcillo, y un zagalejo que guardaba el ganado, y por ser bueno, le invistió Dios (que conocía bien su valor) en el reino, y desechó a sus hermanos, que eran mayores, y de mejor disposición. En las cuales elecciones no tuvo Dios cuenta con otra calidad, sino con la virtud: pues cuando Saúl era bueno le eligió por Rey, y cuando lo dejó de ser, le privó del Reino, y constituyó en él a David, porque era mejor que él: no en linaje, sino en bondad, y en virtud: y desechó a los otros sus hermanos, que eran mayores de cuerpo, y más altivos, y aceptó a David: el cual (siendo pequeñuelo y despreciado) sabía Dios el valor y virtud que había en él: y por eso fue preferido a los demás.

¶ Luego con gran razón dijo nuestro Aristóteles, que merece tanto la virtud, que no se le puede hacer tanta honra como merece. Y por eso la mayor alabanza que yo puedo decir de él, es, que estimó en tanto la virtud, y haber encarecido tanto su valor. Y porque en esta proposición se nos descubre gran campo de doctrina, haremos por ahora pausa en sus Sentencias, y dichos notables de nuestro Filósofo; por tratar, a propósito de que dijo, que a la virtud no se le puede hacer bastante honra, si los beneficios, oficios, y dignidades, se deben dar por preeminencia de linajes, o por otras semejantes calidades y respectos: o por solos los merecimientos y virtud. Lo cual veremos en el siguiente Párrafo.

[ Hojas 1r-4r. ]