Historia de los heterodoxos españoles Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912)

<< libro primero · capítulo primero
Cuadro general de la vida religiosa en la Península antes de Prisciliano
>>

 
VI. Los donatistas: Lucila

He hablado incidentalmente de los Donatistas. Aquí conviene añadir unos renglones sobre el cisma que promovieron. Vivía en Cartago una española{67} rica, llamada Lucila, mujer altiva y devota, pero no muy escrupulosa en sus devociones. Aborrecía de muerte a Ceciliano, Obispo de Cartago, porque éste le había reprendido el culto casi idolátrico que tributaba a las reliquias de un mártir no canonizado. Enojada Lucila, potens et factiosa femina, como la llama Optato Milevitano, unióse al bando de Donato de las Casas Negras y otros descontentos por la elección de Ceciliano, compró gran número de partidarios prodigando su dinero a manos llenas, y produjo un cisma que por muchos años dividió la Iglesia africana.

Juntos los cismáticos en número de unos setenta, celebraron conciliábulo en Cartago, depusieron a Ceciliano, y nombraron en su lugar a Mayorino, criado de Lucila, acusando a Ceciliano de traditor, para cohonestar su atropello. Al cisma unieron algunos errores dogmáticos, como el de afirmar que sólo en su partido y secta estaba la verdadera Iglesia, de lo cual deducían que debía ser rebautizado todo el que viniese a ellos, porque fuera de la Iglesia no es válido el bautismo. En lo de los rebautizantes no hacían más que convertir en sustancia la antigua decisión de los Obispos africanos, que sostuvieron tenazmente la misma opinión respecto a los apóstatas y herejes. La Iglesia donatista, levantada contra Roma, fue una de las infinitas formas del espíritu de rebeldía en todos tiempos, pero dogmáticamente influyó poco. Ya hemos hecho mérito de los primeros Concilios que la condenaron y de las voces que los cismáticos esparcieron contra Osio. Entre los impugnadores de su temeridad distinguióse Olimpio, Obispo de Barcelona, que en compañía de Eunomio pasó al África, comisionado por el emperador para apaciguar aquellos escándalos. En los cuarenta días que estuvieron en Cartago, dieron audiencia a entrambas partes y sentenciaron contra los Donatistas. Ni con esto cesó la contienda. A Mayorino había sucedido un segundo Donato, hombre de agudo ingenio, que esparció doctrinas arrianas. San Agustín tuvo [79] aún no poco que hacer para acabar con los restos de esta herejía. Recuérdese su curiosísimo salmo Contra Donatistas:

Omnes qui gaudetis pace, modo verum judicate:
Homines multum superbi, qui justos se dicunt esse,
Sic fecerunt scissuram et altare contra altare:
Diabolo se tradiderunt, cum pugnant de traditione
Et crimen quod conmisserunt in alios volunt transferre,
Ipsi tradiderunt libros et nos audent accussare,
Ut pejus committant scelus quam commisserunt ante.

Esta especie de salmodia, que es muy larga, y debía recitarse en el tono de los cantos de iglesia, hubo de contribuir mucho a arruinar el crédito de los últimos Donatistas entre el pueblo de Hipona, de Tagaste y de Cartago.

Con varias alternativas duró el Donatismo en África cerca de siglo y medio, y es muy curiosa la historia de aquella polémica teológica, que a veces degeneró en lucha sangrienta y a mano armada en los campos y en las plazas. Lidióse con toda la vehemencia del carácter africano; pero no me incumbe proseguir tal historia, contentándome con señalar de pasada el papel de Lucila en tales disturbios. Al pié van los pasajes de Optato Milevitano que se refieren a ella{68}.

———

{67} Véanse acerca de Lucila las epístolas de San Agustín, y especialmente las que llevan los números 43, 47, 57, 58, 60, 61, 70, 108, 109, 110, 111, 112, 120, &c., en la ed. maurina.

{68} «Hoc apud Carthaginem post ordinationem Caeciliani factum esse, nemo est qui nesciat: per Lucillam scilicet, nescio quam, feminam factiosam, quae ante concussam persecutionis turbinibus pacem, dum adhuc in tranquillo esset Ecclesia, cum correctionem Archidiaconi Caeciliani ferre non posset, quae ante spiritualem cibum et potum, os nescio cujus Martyris, si tamen Martyris, libare dicebatur, et cum praeponeret calici salutari o nescio cujus hominis mortui, etsi Martyris sed necdum vindicati, correpta, cum confusione, irata discessit. Irascenti et dolenti, ne disciplinae succumberet, occurrit subito persecutionis irata tempestas...» Sigue contando la eleccion de Ceciliano, y añade: «Convocantur supra memorati seniores qui faucibus avaritiae commendatam ebiberant praedam. Cum reddere cogerentur, subduxerunt communioni plebem. Non minus et ambitores quibus et ordinari non contigit, necnon et Lucilla... cum omnibus suis, potens et factiosa femina, communioni miscere noluit... Schisma [80] igitur illo tempore confusae mulieris iracundia peperit, ambitus nutrivit, avaritia roboravit... Sic exitum est foras et altare contra altare erectum est, et ordinatio illicite celebrata, et Maiorinus qui Lector in Diaconio Caeciliani fuerat, domesticus Lucillae, ipsa suffragante, Episcopus ordinatus est a traditoribus qui in Concilio Numidiae...» &c. (S. Optati Afri.. De Schimate Donatistaturum, lib. I. en el tomo IV, pág. 344, col. 2ª de la Max. Coll, Vet. Pat., Lugd., 1677.)

<< >>

filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2006 filosofia.org
Marcelino Menéndez Pelayo
Historia de los heterodoxos españoles
Librería Católica de San José
Madrid 1880, tomo 1:78-79