Con motivo de la entrega a S. E. de los álbumes de firmas de los ex combatientes
(El Pardo –Madrid–, 6 de abril de 1946.)
Señor: En nombre de los ex combatientes de la Patria, venimos a reafirmaros su adhesión y su fe más encendida, más caliente que nunca, en estos momentos en que una banda de sicarios de las fuerzas del mal trata de cruzarse, temeraria, en la ruta intangible del camino español. Es que ignoran que no se puede enjaular a las águilas, que para apresarlas es forzoso abatir el empuje de sus alas intrépidas y enfrentarse con los puñales curvos de sus garras. Olvidan que mientras ellos, esclavizados por dominaciones tenebrosas, están viviendo una noche de hambre y rencores maldicientes y desesperados, España, que volvió a encontrarse a sí misma en la grieta abierta de las trincheras para no perderse más, tiene siempre a la vista los hitos sagrados de las cruces de su millón de muertos y, serena y altiva, vigila y espera.
Que se entere la tozudez de su inconsciencia de que nosotros los supervivientes, todos los ex combatientes de la Patria, hermanos en el ideal y en el riesgo durante aquellos amaneceres inolvidables de sangre y de gloria, seguimos firmes como un solo hombre, con la misma unidad apasionada de ayer, con el mismo coraje, con la misma fe, pendientes de una misma voz, Vuestra Orden, porque sois el único Jefe que tiene derecho a mandarnos y el único español a quien contra todo y contra todos estamos dispuestos en toda hora a obedecer.
Tenemos el orgullo de haber servido bajo la mejor bandera, en las filas del mejor ejército a las órdenes del mejor Caudillo, y no alberga nuestro pecho otro afán que trabajar y crear, y, cuando nos llaméis, vestir el viejo uniforme de los frentes para marchar a combatir. Así quedará cumplido el juramento que llevamos grabado en el alma, clavado en nuestra vida, de ser los centinelas eternos de la victoria, la más completa, pero la más cara también, de la Historia de España.
Y si llega ese día de nuestro nuevo partir marcial no olvidaremos que por los que caen por Cristo y por la Patria con las cinco rosas ensangrentadas que brotan de las flechas de su haz suelen labrar las manos ingrávidas de los ángeles un trono de rubíes muy cerca de Dios. Y nada más: A vuestras órdenes, mi General.