Filosofía en español 
Filosofía en español


Acto de imponer la Cruz de Caballero de la Orden de Cisneros al Reverendo Padre Indalecio Hernández Collantes

(Madrid, 27 de enero de 1946.)

Camaradas: El público reconocimiento de los méritos contraídos por los camaradas que, sorteando los peligros y esquivando las ocasiones, supieron mantenerse en la línea difícil del sacrificio, es uno de los motivos más señalados para romper el silencio los hombres de acción. Por eso, al encontrarnos con el sacerdote y el camarada que, a lo largo de su vida de lucha permanente, supo convencer con la elocuencia de las obras, prescindiendo de consideraciones estériles sobre determinadas situaciones, usamos la palabra para acallar argumentos enemigos y para propagar una consigna como el mejor homenaje que podemos tributar a quien con su ejemplo demostró que la vida oficial y privada deben ser un combate constante por la idea. En este momento de alegre camaradería él nos señala el mejor tema: la acción. De todas las consignas permanentes que aprendéis de vuestros oficiales quiero insistir en una: la acción. La mejor definición de la acción es el paso al frente; movimiento dirigido, disciplinado, resuelto. Pero hablar de la acción en abstracto sería educaros en la teorización y en la ineficacia; la acción se mueve en una concreta dirección como el paso al frente se da sobre una determinada tierra.

Vosotros sois soldados puesto que vuestra vida es milicia, pero no soldados exclusivamente en lo militar sino en todos los frentes que en cada instante constituyen vuestro quehacer. Soldados de Cristo en lo religioso, soldados de España en el Ejército, soldados de Franco en la Patria, soldados de la Revolución en lo social, que todo esto es ser soldados en la Falange. Sois combatientes en todos los campos, bajo todos los cielos y en todas las horas. Practicantes de la acción; cumpliendo un mandamiento de Dios, defendiendo una trinchera de España, batiendo un enemigo de vuestro Capitán o sirviendo activamente una consigna de la Revolución.

De esta última clase de acción y de combate quiero hablaros hoy porque vosotros no sólo sois la gran reserva para el relevo de mañana; vosotros hoy mismo, ahora mismo debéis colaborar desde vuestra aspillera en esa unidad conectada, sin círculos cerrados que es la Falange, para abrir brecha con vuestro fuego en los bastiones enemigos.

Hay gentes que se pasan la vida entre dimes y diretes, sobre cómo es nuestro barco, sobre cuál debe ser nuestro rumbo, sobre quiénes deben ser los timoneles, cuando en esta bárbara corriente que vamos dominando lo que hacen falta son golpes de remo. Vosotros no podéis jamás inutilizaros así; es la acción lo que importa y cada uno en su banda debe consagrarle el máximum de esfuerzo.

Puede parecer que en la acción social revolucionaria vosotros aún no estéis capacitados para intervenir y hasta muchos espíritus timoratos podrían estimar inoportuno haceros participar tan temprano en una lucha de hombres. Contra toda esa pazguata miopía, afirmamos en la Falange que debéis educaros desde ahora en la pelea y que en vuestro servicio presente hay un sector concreto en el que es interesante para el mañana y para el hoy vuestro concurso.

Sentiros soldados no quiere significar entenderos duros de corazón, porque combatir no quiere decir odiar. Se puede luchar por la Cruz con el amor, se puede pelear por la hermandad contra los odios, se pueden conjurar los hombres para destruir las alambradas del interés que los separan, para ahogar en un abrazo de hermanos la amargura de un rencor que los enfrenta. Esta es la tierra de vuestro paso al frente. Vosotros tenéis una consigna que se llama unidad entre las clases de España y la servís. En vuestros campamentos y en vuestros cuarteles la camisa azul iguala con su sobriedad militar todos los hombros, la disciplina encuadra en un mismo sentido todas las diferencias y la fe en una doctrina y en un Jefe une las voluntades y las vidas en la camaradería y la hermandad. El camarada que hace guardia en aquella garita no es el hijo del banquero, ni el hijo del oficinista, ni el hijo del minero; es un muchacho español que se siente hermano de sus hermanos, libre contra la injusticia de las clases, rebelde contra el convencionalismo de las castas, cristiano y que sabe que él y su compañero tienen razón contra todos cuando se estrechan la mano con la alegría de sentirse unidos en la Patria, en la Falange y en la vida. Esta es vuestra acción revolucionaria en el presente. La transformación, la destrucción de ese viejo sentido de agresividad permanente entre las clases. La formación de una línea imbatible contra las tentaciones del egoísmo.

Que no os separe nadie, camaradas. Nosotros encontramos la Patria partida por el interés en dos bandos; por su culpa acaso vuestros hermanos cayeron en trincheras distintas. Que no os separe nadie. Aquí ninguno puede tener mejor orgullo que el de ser español y el de llevar sobre su pecho las flechas con bizarría. Cada vez que selláis vuestro juramento de hermandad, aquí delante de la misma bandera, aprendices, estudiantes, trabajadores todos, estáis alumbrando la amanecida de una revolución, estáis en acción positiva, real, combatiendo tan eficazmente por la Patria como si la defendieseis a tiros. Cada vez que exteriorizáis con un gesto o con una palabra el sentimiento de vuestra camaradería inconmovible, claváis en la tierra de España los pilares de una fortaleza futura contra la que ha de estrellarse el ayer. Porque entended bien que no es una tímida simpatía, una bondadosa comprensión la que os acerca en la Falange, sino una verdadera compenetración en la que las categorías sociales no se perciben; una ardiente fraternidad que obliga a pelear hombro con hombro y en la que más allá de compartir la merienda hay que compartir la fe, el riesgo, la amargura, la vida.

Os han de intentar dividir, han de poner el mundo a vuestros pies como en la tentación del Evangelio, os han de querer cegar los ojos con oro y con poder, han de sembrar en vosotros la cizaña del odio, han de presentaros a vuestro camarada como a vuestro enemigo. No los escuchéis; firmes, unidos, en frente cerrado, que jamás vuestras manos unidas se manchen con la traición. Tened el orgullo de ser mejores, más nobles, más hermanos, de hablar un lenguaje sincero de campamento y despreciar la jerga engañosa del mercader. Debe formarse en vosotros la conciencia de sentiros una generación diferente. De que la Falange no es sólo para vosotros un uniforme y una disciplina, el duro contraste que os hace sentiros hombres entre tanto monigote como anda por ahí sin más ley que el capricho de sus vicios y de su inutilidad. De que la Falange no es una asociación provisional, política, deportiva o militar, sino una hermandad forjada para toda la vida, venga lo que viniere, en la que os habéis juramentado ricos y pobres hoy, militares, médicos, obreros, comerciantes mañana, españoles siempre, para el Arriba de España. Y para el Arriba de España, camaradas, hay que empezar por echar abajo toda esa vieja trabazón podrida de intereses, de castas, de prejuicios injustos que enfrentan a los hombres. En cada hogar vosotros debéis ser los misioneros de esta doctrina, las avanzadillas de la nueva Patria y si alguna vez por ella se os discute, con todo el respeto y toda la disciplina militar que aquí se os inculca y es primera norma de las vidas honradas decid que sois cristianos y queréis cumplir de verdad el mandamiento de amar al prójimo como a vosotros mismos.

Este es el paso al frente que ya ahora mismo, como escuadristas del Frente de Juventudes, os exige la revolución roja y negra. Sólo me resta repetiros lo que tantas veces habéis oído de labios de vuestros instructores. Para estas empresas se requieren hombres honrados, libres y audaces, y no sirven de nada los muñecos viciosos, esclavos y cobardes. La vida vale en cuanto puede quemarse alegremente en servicio de una fe, pero no es digna de ser vivida para gastarla en la frivolidad. Recordad que no se es falangista sin una rigurosa disciplina moral. Esa carroña social del mequetrefe aprendiz de parásito, desertor del trabajo y del estudio ha de ser barrida de la Patria por una juventud limpia de alma y de cuerpo, disciplinada, trabajadora, con un sentido serio y español de la vida y una concepción falangista y alegre de la muerte.

Por vosotros. Por vosotros, que cuando todos los que hablamos aquí vayamos quedando como es nuestro deber caídos sobre la última tierra ganada habéis de recoger de nuestras manos las viejas banderas para batiros en las avanzadas de España, y en el combate como en la paz, todos los españoles que luchan, todos los españoles que sufren, todos los españoles que trabajan, unidos por la Revolución.

Con Franco, camaradas. ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Madrid, 27 de enero de 1946.)