Filosofía en español 
Filosofía en español


Hogar de Ex Combatientes

(Madrid, 1 de abril de 1944.)


Contra todos los interesados olvidos de la guerra, contra toda la vieja moral de paz que quiere hacerse dueña de los ambientes, en un intento de inmovilizar nuestras formaciones, los que combatimos juntos en la misma trinchera debemos imponer el estado de guerra en los espíritus.

«La paz, camaradas –como ha dicho Franco–, es sólo un accidente.» Porque la guerra no podemos entenderla como un castigo que le impuso a nuestra generación el capricho de la mala fortuna, sino como un medio elegido, por nosotros, de conquistar un mañana mejor. De la medida en que seamos capaces de lograrlo depende que la tragedia española pueda ser estéril e incomprendida o pueda ser fructífera y gloriosa; pueda aparecer mañana como una traición o como un heroísmo. Limitarse a cumplir el servicio de las armas y abandonar después cómodamente la empresa que nos hizo empuñarlas es sencillamente desertar, es renunciar a toda la gloria del sacrificio y hacer de la sangre de nuestros compañeros muertos en combate objeto de desprecio y de escarnio.

Vosotros sabéis que no fuimos a la guerra para defender regímenes injustos, y que no atacamos en el ejército rojo su deseo de avance social, sino su sentido antiespañol. Que no fuimos a defender el orden, sino a imponer el nuestro, y que no nos animó en nuestras horas de trinchera la tranquilidad de una Patria sin huelgas, sino la libertad de una Patria sin injusticias. Por eso, un Hogar de Ex Combatientes no puede entenderse como un Círculo de recreo, de disipación y de crítica, sino como lugar de meditación, donde en contacto diario con nuestros camaradas de ayer y de hoy adquiera nuestro espíritu la fortaleza necesaria para la continuación de la lucha.

Camaradas: Pueden venir días muy difíciles o muy fáciles, podemos asistir a derrotas y a triunfos imprevistos. Lo que es seguro es que las grandes victorias no contemplan nunca los uniformes flamantes y los estandartes planchados y las vistosas formaciones completas, sino los soldados con las guerreras mordidas de fuego, las banderas desgarradas y los claros en las filas. Con ciega fe en sus órdenes, cuadrados militarmente ante el Caudillo, único Jefe de nuestras tres batallas, ésta es la composición de lugar que altivamente, despreciativamente, debe hacerse frente al enemigo nuestra moral: Habría de hacérsenos retroceder, habríamos de ir perdiendo uno a uno nuestros más firmes trincherones, habríamos de vivir de nuevo una época trágica de catacumbas, habría de quedar una escuadra sola perseguida a hierro y fuego..., ¿y qué? Sólo se habría conseguido que estuviéramos, en el tiempo, que es el que cuenta, no en la apariencia, que es la que engaña, mucho más cerca de la victoria.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Madrid, 1 de abril de 1944.)