Filosofía en español 
Filosofía en español


En el V Aniversario de la Liberación de Tarrasa, en ferviente recuerdo a sus hijos muertos por la Fe, por la Patria y por la Justicia

(Tarrasa, 24 de enero de 1944.)


Camaradas: Clavadas con todas las cruces de los que murieron por el Arriba español, están sujetas las tierras de la Patria sobre el ara enrojecida de la victoria. Y como en el destino divino de los hombres manda el sacrificio infinito de la pasión de Dios, sobre el destino humano de los pueblos actúa como fuerza suprema de determinación el hito de la espada rota del héroe y la majestad de la corona de espinas del mártir.

Cuando la humanidad no obedece a estas riendas del espíritu, manejadas desde fuera de la vida, hay una subversión de los órdenes justos, un desbocamiento de lo material que vuelve a enfrenar con sus bárbaros hierros la tragedia. Por eso tiene extraordinaria trascendencia para nosotros que uno de los pueblos más laboriosos de Cataluña sepa rendir armas a sus héroes esta mañana de paz, precisamente cuando tantos seudotrabajadores pretenden que se olvide la guerra en lo que tiene de fuerza evocativa y en lo que tiene de fuerza de obligar.

Con frecuencia se establecen equivocadamente zanjas de diferenciación entre la accidentalidad de los servicios; porque como guerra y paz no son escalas cerradas con metas distintas, sino etapas de un camino común, trabajadores y combatientes no pueden entenderse separados por la tentación de dos banderas, sino unidos en la conquista de una cumbre.

Centinelas silenciosos de vuestros afanes de hoy, como trabajadores, están de guardia los que os precedieron en su heroísmo de ayer como soldados. A lo largo de nuestros cruceros fatigosos la evocación de sus presencias es como una hoguera que templa los cuerpos, los espíritus, las herramientas y las armas. Es como si nos guardase la espalda el cerco de sus filas invisibles. Más allá de todas las razonadas trabazones de la lógica sabemos que es verdadera nuestra fe, porque el camino más corto para llegar a Dios fue para muchos sucumbir por ella. Y por encima de todas las advertencias del deber, estamos ciertos de no abandonar sus banderines para que no caiga sobre nosotros la sangre de los que murieron con ellos en las manos.

Para quien lleve golpeando en su pecho español un corazón de hombre, su recuerdo debe punzar el espíritu y la carne como el desgarro de una espuela de fuego. Por eso la meditación sobre la muerte de los que supieron morir bien es el mejor remedio para desterrar el desaliento y la cobardía en la vida de los que podemos vivir mal. En ellos hay que buscar esa gracia humana del valor, de la firmeza y la rectitud para defender nuestros fortines contra la avalancha de las tentaciones y de las amenazas que los cercan. Cuando la inquietud de los mañanas inciertos nos empuje a la comodidad y a la inacción, la lección de sus vidas debe convencer a nuestra esperanza de que podemos esclavizar, como ellos, a nuestro capricho la Historia. Por ellos han de pisar con rabia nuestros caballos de combate sobre la frivolidad decadente de los falsos jardines. Por ellos hemos de amar el riesgo de los ataques de frente y hemos de despreciar las desenfiladas. Cuando nos muerda el dolor de las heridas o la amargura de las derrotas, por ellos hemos de permanecer serenos e impasibles en la vieja avanzada. Y por ellos hemos de recordar, cuando la envidia, la ambición o el rencor cierren nuestros corazones a la hermandad, por qué la Cruz tiene los brazos abiertos.

En estos gigantescos embalses del espíritu hay que buscar la energía para las grandes singladuras de los pueblos. Porque hay una fuerza de milagro que hace posibles las más duras jornadas cuando un sentido de solidaridad y de promesa con nuestros muertos nos alienta para andar el camino sin pesar el esfuerzo de las pendientes ni el riesgo de las balas perdidas.

Por eso hoy, a los cinco años de su liberación, sobre esta tierra española de Tarrasa, campamento del nuevo combate de la paz que Franco dirige, queda prendido este monumento a los Caídos con toda la gloria de una condecoración de guerra. ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Tarrasa, 24 de enero de 1944.)