A los médicos sobre el Seguro de Enfermedad
(Teatro Coliseum –Madrid–, 16 de enero de 1944.)
Excmos. e Ilmos. Señores; camaradas:
Nos dirigimos a todos los españoles de buena voluntad que sienten la justicia y la Patria, a todos los que las han de servir en la obra que nace; a todos los camisas azules que han hecho de sus vidas un combate por ellas.
Aprobado el Reglamento del Seguro de Enfermedad, a plazo fijo ha de tener lugar su puesta en marcha. Vivimos los instantes definitivos en los que se ha de afirmar para todos con la mejor palabra, la de los hechos, la más alta conquista del derecho social español. Hoy iniciamos, paralelamente a los últimos retoques de los servicios técnicos, una campaña, más de información que de propaganda, encaminada a que todos los españoles colaboren activamente en la obra presente y despierten a la inquietud de una doctrina joven, ambiciosa de bienestar para la Patria, cuyo eje de gravitación política gira sobre dos puntos: el sentido de lo español y la justicia de lo social.
Sentido de serenidad en las realizaciones
Que al contacto de estas realidades se abran todos los ojos a la nueva luz que aclara los caminos nacionales sombríos; que no se entienda ahora este nuevo avance como impuesto en lucha por una coacción agresiva de la que nos consideramos enemigos, sino por un anhelo sereno de justicia del que nos sentimos solidarios. Aspiramos a que la institución que nace sea entendida por todos aquellos a quienes afecta como favorable para el interés general y acogidas con alegría y comprensión cuantas modificaciones presupone en el estado de cosas anterior.
Hemos ganado un terreno y no es la hora del ímpetu que avanza sobre frentes rebeldes, sino la de la serenidad que construye en su propio campo su propio hogar. Entiéndanse bien nuestras palabras como ceñidas exclusivamente al objetivo concreto a que nos referimos, al Seguro Social de Enfermedad. Porque esto no quiere decir que en otros sectores toda nuestra decisión y nuestro coraje no sean esenciales para la lucha. Y cuando las más duras batallas de la Revolución no han sido libradas todavía, replegarse por sistema a la comodidad de la retaguardia nos sumaría a la bobalicona inconsciencia de los asustadizos y de los cobardes. Pero en la recortada geografía de nuestro frente hay zonas de fuego y zonas conquistadas de paz sobre las que es preciso elevar con perfección y urgencia nuestros nuevos castillos, donde la consigna de lucha y avance útil para nuestro servicio de soldados debe ser sustituida por la de hermandad y trabajo hecha para nuestra jornada de obreros.
Toda revolución de sentido nacional alcanza la victoria cuando alienta en sus rebeldías y en sus disconformidades un soplo de nuevas creaciones para el futuro; cuando sabe poner la pasión necesaria para rebasar lo que es al servicio de la serenidad precisa para edificar lo que debe ser. Porque la revolución como la guerra no se hace por regusto de pelea ni por tentación de aventura; se lleva a cabo para conquistar unas tierras a las que después hemos de imponer nuestra paz. Con cuidado y meticulosidad hemos de ordenar, a nuestro modo, las ciudades que llenó de inquietud el choque de nuestros asaltos.
El Seguro de Enfermedad no es en lo social una trinchera provisional para acampar una noche, es tierra dispuesta para nuestra labor en la que precisamente para justificar la energía de nuestras ofensivas, nos interesa demostrar a todos los que temen y a todos los que dudan cómo nuestra verdad se debe amar y se puede creer.
En este preciso instante y en este concreto sector, la perfección de nuestra línea no puede buscarse por el camino de una inflexibilidad teórica que en la realidad pudiera traducirse en bajas de eficacia, sino en un acoplamiento de servicios e intereses entre los elementos integrantes de la institución. Es el máximo de estabilidad y rendimiento nuestra meta y es el mínimo de dislocaciones y posturas forzadas lo que nos la puede acercar. El Seguro de Enfermedad viene a ser, en pequeño, una unidad semejante al cuerpo nacional que ha de ser ejemplo y lección de cómo trabajador empresario, trabajador obrero, Estado y Movimiento, principales elementos en cuya conjugación de intereses y repartición de funciones reside la clave del problema español, pueden cubrir en articulada conexión el frente de una misma inquietud. Esta victoria sólo puede lograrse cuando las colectividades, los elementos rectores, tienen delimitadas exactamente sus misiones y las cumplen en disciplinada unidad e inteligencia al servicio de las individualidades, de los elementos regidos, para los que se ha encontrado un común objetivo. Y acaso en la determinada función que al Movimiento y al Estado se les asigna en el Seguro podamos atisbar soluciones concretas, con las que en la complejidad de todo el cuerpo nacional es más difícil acertar.
Estado y Movimiento en el Seguro
Porque Estado y Movimiento, que no son dos conceptos antagónicos, pero que tampoco pueden entenderse como idénticos, son en el Seguro, como en la Nación, sectores de un ciclo con funciones específicas, no líneas paralelas sin contacto destinadas a sustituirse o a dividirse en forcejeos el acaparamiento de una misma función. El Movimiento establece la directriz doctrinal, fija el rumbo, dirige para hacer una Patria a la medida de su concepción, en una palabra, inspira, marcándole concretamente el objetivo al Estado, instrumento de ejecución. El Movimiento determina cuáles han de ser no sólo en la teoría y en la abstracción los estilos y los sentidos de la Patria, sino las instituciones y las estructuras en que aquéllos han de hacerse realidad. El Movimiento cumple su específica misión en el Seguro estableciendo en el Fuero del Trabajo «se creará el Seguro Social de Enfermedad».
El Estado legisla, ordena, organiza prácticamente la institución, en una palabra, ejecuta. Promulga la Ley del Seguro, aprueba el Reglamento y adecúa los medios de realización. Pero el Estado puede elegir para el desempeño de determinadas funciones de ejecución Organismos del Movimiento capacitados para ello y como asigna al Instituto Nacional de Previsión, que no es Estado, la gestión y administración del Seguro y la organización de los Servicios Médicos, delega en la Obra 18 de Julio la prestación sanitaria. El Movimiento no actúa a través de ella con su jerarquía rectora de orientación, sino que en funciones estatales y dentro de la concreta misión que desempeña colabora en la ejecución de la obra. No cabe así ninguna clase de pugna, ninguna cuestión de competencia, ningún problema de facultades porque no hay confusionismo, ni dualidad, ni esferas comunes de acción. Y la existencia dentro del mecanismo del Seguro de un Organismo del Movimiento, en funciones delegadas por el Estado delimitadas estrictamente, presta a la Institución una fuerza viva de sentidos jóvenes como si una nueva vena elástica y ardiente acrecentase el vigor de todo su organismo.
Viabilidad y elementos de la unidad española en el Seguro
Pero si en el Seguro de Enfermedad Estado y Movimiento se hermanan en el cumplimiento armónico de sus respectivos servicios, los grupos sociales a quienes la Institución afecta aparecen a su vez encuadrados en la persecución de ventajas prácticas comunes. Esta realidad tiene sobre su importancia social una trascendencia política que no nos resistimos a subrayar, porque muestra prácticamente, con más eficacia que todas las teorizaciones doctrinales, la viabilidad y los elementos de la unidad. Porque es de unidad, no de disgregación, nuestro signo; pero de unidad lograda no con los restos de muchas claudicaciones, sino con la entereza de una sola disciplina. Es soldadura, no es amalgama, y en esta fragua de pensamientos e intereses sólo pueden soldarse en la Patria los hombres eficaces, los hombres útiles cuyas vidas cumplen el mandamiento del trabajo.
El Seguro demuestra cómo es posible que elementos diversos de la escala social, empresarios, obreros, médicos, farmacéuticos y funcionarios, coincidan en un mismo interés y sientan como propia la empresa común a que sirven. Sólo existe esta posibilidad cuando un mismo sentido, el del esfuerzo, acerca las vidas y éste es el signo exclusivo de la unidad española.
Necesidad del objetivo común en el interés
Ahora bien, dentro de esta concepción la verdadera victoria sólo puede lograrse cuando en la realidad palpable de la vida descubrimos para estos hombres un objetivo común y adscribimos organizadamente a su consecución todas las fuerzas. Pero un objetivo común en el interés. Porque pueden, en instantes de exaltación pasional de los pueblos, en esos relámpagos de tensión espiritual que alumbran las grandes empresas o los grandes desastres, tirarse despreciativamente por la borda todas las preocupaciones personales y zarpar generosamente a la aventura tras el ideal de un buque insignia. Pero en la cotidiana prosa de las vidas vueltas al predominio del elemento humano, del elemento imperfecto; en la organización concreta de una Patria vuelta a la normalidad de la paz, sólo es estable y segura, defendida y amada, la concepción que sirve un anhelo común de bienestar. Y es que si no se puede tener una concepción materialista de la vida, no se puede discurrir en la política de lo económico con lógica de visionarios. El amor y el honor son en la Patria y en el hogar los imperativos supremos; pero en ningún hogar sensato y feliz presidido por ellos se ordenan la política ni la economía familiar con desgarrada despreocupación material de ascetas, sino con minucioso sometimiento al objetivo del interés. Por eso, cuando en la Nación hemos encontrado un objetivo común a los intereses de varios grupos, podemos asegurar el éxito de la Institución en que los integramos, porque hemos encontrado la piedra angular que la estabiliza y la perpetua. No existe entonces otra quiebra sino la de que nuestra torpeza y nuestra terquedad en deformar las realidades a nuestro arbitrio, nos creen dificultades inexistentes. En el Seguro de Enfermedad todos los elementos afectados obtienen un beneficio real.
Las Mutualidades en el Seguro
Cuando espontáneamente surgen dentro del cuerpo social formas privadas de protección, la instintiva defensa que presuponen muestra la existencia de una necesidad cuya satisfacción debe abordar el Estado con decisión. En las regiones donde el desarrollo industrial perfeccionó los sistemas y afinó los métodos, nacieron Instituciones sanitarias que fueron a un tiempo garantía contra las oscilaciones desfavorables del rendimiento para el empresario y protección elemental para el obrero. El estado sanitario de sus trabajadores, define, efectivamente, en un porcentaje importante el volumen de rendimiento de una industria. Un buen sistema de Seguro que reduzca con su acción permanente las bajas de trabajo por enfermedad, determina automáticamente un alza de producción en la Patria. En cuarenta y cinco millones de jornadas perdidas se cifra en la actualidad el frenaje que, el estado presente de anarquía y abandono para la salud del trabajador, impone a nuestra urgencia de producir. Cuarenta y cinco millones de jornadas a lo largo de las cuales la amargura de cada hombre, batido y solo, de cara al problema inquietante de un hogar al que su forzosa inacción priva de ingresos, aviva el rencor y la insolidaridad con una sociedad que lo abandona en la hora difícil de su vida. No olvidemos, aun mirando las cosas desde el más positivista de los puntos de vista, que en el rendimiento de un trabajador hay un imponderable psíquico que influye decisivamente: su estado de ánimo, su voluntad de trabajar; y poco pueden estimular esta voluntad las crisis de desesperación y de miseria que periódicamente la enfermedad le crea como una constante de desaliento y de desgana.
Las Mutualidades y los Montepíos fueron paliando en zonas reducidas la gravedad de esta situación y algunas de estas Instituciones llegaron a obtener resultados magníficos. De ellas hemos querido extraer para el Seguro un caudal de experiencia que nos permita ceñirnos a las realidades prácticas conocidas, evitando el peligro de crear, por un prurito de perfección teórica, organismos artificiales que no se acoplen a las necesidades concretas de los protegidos por ellos.
Nuestra meta es llegar al máximum efectivo en la protección sanitaria del trabajador obrero, en la que el empresario está interesado igualmente.
Por eso, allí donde una Mutualidad llegue más lejos que nosotros en esa protección o libre al Seguro de un esfuerzo que permita en zonas desatendidas elevar la urgencia y la intensidad de su acción favorable, el Seguro establecerá conciertos y la Mutualidad integrada en él seguirá prestando con nuestra ayuda su servicio actual. No intentamos buscar apariencias ni imponer caprichosamente criterios inflexibles estudiados sobre la uniformidad engañosa de los mapas sin matices, sino lograr en cada zona la solución más eficaz para nuestro fin social, operando sobre sus especiales características. Ahora bien, este mismo fin nos exige la vigilancia y el control de todas las Instituciones de protección, primera necesidad de los conciertos.
El trabajador empresario en el Seguro
El establecimiento del Seguro amplía y extiende para todos ventajas que sólo porcentajes reducidos disfrutaban y permite compensar las diferencias de nivel sanitario que existen entre las empresas pobres o mezquinas y sus trabajadores con relación a las empresas fuertes o generosas y rectificar por la obligada y proporcional aportación de todos el diagrama de la sanidad social. Pero aún el Seguro nos presenta más ventajas comunes.
El Instituto Nacional de Previsión, que es para nosotros la mejor arma en el avance social, y que es en su género uno de los organismos más perfectos de Europa, ha hecho del Seguro una unidad económica que se basta a sí misma. Aspiramos a que los trabajadores empresarios no formen en la disciplina del Seguro de Enfermedad como sometidos a una voluntad extraña y antagónica impuesta por la fuerza de la ley, sino que entiendan como suya una obra en la que colaboran con sus primas y muestren interés por la forma en que el Instituto las administra. Ha de seguirse, más allá de la estricta relación a que las leyes obligan, una abierta política de colaboración, a través de la cual las Empresas aseguradas y cuantos Organismos velan por sus intereses comprueben el orden, la probidad y la diligencia con que se aprovechan hasta el límite los rendimientos de sus aportaciones. Nada nos importa tanto en este orden como que se prestigie cada vez más en la Nación el Órgano base de los Seguros Sociales y es el mejor sistema para lograrlo que se conozca de cerca su actividad entre los interesados en ella. A medida que el mecanismo del Seguro vaya funcionando con suavidad y exactitud, una vez orilladas cuantas pequeñas dificultades imprevistas puedan presentar en casos concretos las peculiaridades locales, las mismas empresas han de tomar a su cargo determinadas actividades del Seguro, descargando así al Instituto de su abrumadora labor.
La estadística ha de demostrar cumplidamente a todos cómo las conquistas sociales no son con frecuencia, como un prejuicio clasista apoyado en la experiencia de años dolorosos intenta, una protección interesante exclusivamente para un sector lograda a costa de graves perjuicios para los otros. El Seguro es un mentís rotundo de esta teoría y en todo el pergeño de sus perfiles se atisba esa unidad, en un común objetivo, de los hombres que interesan a la Revolución. Y al tocar esta cuestión queremos hacer constar que no escapa a nuestra previsión la situación de los funcionarios administrativos de las Mutualidades absorbidas por el Seguro, cuya preparación y experiencia profesional debidamente comprobadas serán utilizadas en los cuadros del Instituto.
El trabajador obrero en el Seguro
Poco hace falta insistir en la demostración de los beneficios que reporta el Seguro al trabajador obrero, porque en el pensamiento de todos están. Asistencia médica-farmacéutica y clínicas gratuitas para él y para sus familiares; asistencia completa en los partos de su mujer; Servicio de especialidades y la percepción de su salario desde un 50 a un 90 por 100, por la acumulación de otros Subsidios, durante su etapa de inacción por enfermedad. Son beneficiados no sólo los trabajadores industriales, sino los campesinos, los que trabajan por cuenta propia, los a domicilio y los que se encuentran en paro. Esto representa para el obrero la seguridad de que la Patria defiende por él su hogar de la miseria y del hambre cuando está imposibilitado de servirla y de que le facilita todos los medios necesarios para su restablecimiento.
El alza de moral y de alegría que esta tranquilidad representa en una familia trabajadora constituye por sí misma, para quienes tenemos una concepción cristiana de hermandad entre los hombres, el mayor acicate en la implantación de esta conquista victoriosa. Estas son las formas de que dejemos de una vez atrás los tiempos en que un Estado, absorbido por la mema preocupación de las declaraciones altisonantes, conservaba las esclavitudes económicas y presidía como un inmóvil diosecillo de la estupidez la lucha libre de los hombres por el pan.
Piensen los trabajadores de la Patria, empresarios y obreros, cuántas huelgas, cuántas jornadas de sangre sin rendimiento para la fábrica y sin jornal para el hogar hubiese costado entonces, nubladas todas las pupilas por el apasionamiento y el odio, llevar a cabo esta obra de justicia que ahora realizamos alegremente entre todos, con las manos abiertas, sin armas, como un símbolo contra la amenaza y la mezquindad.
Estas son las obras de la Falange, este es el nuevo sentido de que informa a la Patria, esta es la verdad en la que cada vez irán viendo más claro los hombres que crean con sus inteligencias y con sus brazos, en largas horas de servicio, un mañana español de paz y de gloria. Y contra este orden, que la justicia de los mandamientos de Dios inspira, los manejos de reacción de cuatro viejos políticos, que no vivieron una tragedia engendrada por ellos, sólo podrían encontrar en un retroceso a la indisciplina, a la desesperación y a la revuelta, a todos los españoles honrados en pie, empuñando los viejos fusiles de la guerra. El trabajador ya no es un pobre que debe acogerse a la beneficencia pública y vivir el rubor de ser hospitalizado entre mendigos; es un soldado del trabajo a quien la Sanidad de su Ejército de Paz atiende cuando ha sido baja en el servicio. Y párese mientes en el alivio que esto representa para la beneficencia provincial y municipal a las que les ha sido, hasta el presente, necesario multiplicarse haciendo frente por sí solas, en una labor de dimensiones increíbles –con mucha frecuencia desconocida y que es de justicia subrayar– al problema de la Sanidad Social.
El médico en el Seguro
En la prueba del interés común que une en el Seguro a todos los elementos que lo constituyen y en la afirmación de nuestro empeño en hacer de él una demostración práctica de esta posibilidad de unidad, nos interesa establecer claramente la posición de la Institución respecto al médico.
Si hemos sentado al principio nuestra convicción de que en el éxito de una institución influye decisivamente el interés que represente para sus elementos integrantes, entrando en nuestras facultades la posibilidad de influenciar favorable o desfavorablemente ese interés, nadie debe imaginar que seamos capaces de poner en peligro la victoria del Seguro creando, por una estrechez de criterio, frenaje en la acción y malestar en el ánimo de los agentes directos de la prestación. Si no hubiésemos pensado en la necesidad de hacer del médico el primer defensor del Seguro; si economías tan equilibradas como suelen ser las de los facultativos de Asistencia Pública Domiciliaria hubieran de resentirse por disposiciones dictadas en cumplimiento de una justicia que no distingue de categorías sociales, podría con razón suponérsenos ciegos por una preocupación clasista o carentes del más elemental sentido de la realidad. Lo que sucede es que cuando políticamente quiere atacarse un Régimen es un buen sistema sabotear las obras que puede exhibir como triunfos, sembrando la inquietud entre los hombres que con su actividad han de darles vida y eficacia. Acaso se hayan llevado a cabo solapadamente entre los médicos campañas de este tipo que, por fortuna, la inminencia de una realidad bien diferente esteriliza. Contra la ruindad de estas maniobras irresponsables, con la autoridad que nos confiere nuestra facultad de modificar los rendimientos que el Contrato de Trabajo supone para el médico del Seguro, afirmamos rotundamente que estamos resueltos, en servicio de la justicia y de nuestro propio interés por la obra, a que el nuevo orden de cosas presente para la gran masa de profesionales índices de beneficio favorables. Pero si lo económico es una preocupación apremiante y justa de las vidas, hay otras esferas, la personal y la profesional, en las que el Seguro constituye para el médico dignificación y facilidad. En la primera, porque al relacionarlo exclusivamente en su función con sus compañeros de la Obra 18 de Julio, se le liberta de la dependencia de Empresas mercantiles, regidas por profanos, con frecuencia en otro orden incómoda para su criterio profesional. Y en la esfera profesional pura, porque los medios en que ha de desenvolver su función, por consecuencia del impulso que una poderosa organización financiera ha de proporcionar a la sanidad social, le permitirán operar con una serie de elementos de los que con frecuencia carece en su actual aislamiento. El médico, no en cambio de esta actitud de comprensión que le brindamos, sino como expresión de la alta jerarquía de humanitarismo que alienta, para nuestro orgullo de españoles, entre los profesionales de la Patria, ha de ser a través de la Obra 18 de Julio un elemento decisivo del éxito con su esfuerzo y con su fe, que de mutuo acuerdo con sus compañeros nos ayude en determinados momentos a encontrar los criterios equitativos en beneficio de todos, sobre los que su conocimiento del ámbito local en que actúa le confiere, para nosotros, autoridad.
Entiéndase que cuanto decimos del médico debe extenderse a los farmacéuticos y a los auxiliares de ambos; especialmente a los practicantes y comadronas, a quienes la mayor debilidad de sus economías hace todavía más acreedores a nuestra defensa.
Y al hablar del sector médico del Seguro no podemos olvidar al Ministerio de la Gobernación, uno de cuyos Organismos más importantes, la Dirección General de Sanidad, nos ha prestado toda clase de facilidades desde la esfera en que su alta función se desenvuelve. La comprensión que, de la trascendencia nacional del Seguro, demuestra esta actitud, nos da la seguridad de su apoyo en todo cuanto redunde en interés de la Institución.
Un llamamiento y una invitación queremos hacer especialmente a las primeras figuras de la Medicina española, a las Corporaciones médicas e Institutos de Investigación para que nos ayuden con su consejo y con su aliento. Nuestras estadísticas y las experiencias de nuestros médicos que han de operar sobre millones de seres están a su disposición en beneficio de los progresos de la Medicina patria.
Con la más ilusionada buena fe emprendemos esta obra por el mejoramiento del estado sanitario entre las clases desheredadas de España. Sólo nos resta decir solemnemente a los trabajadores, primeros interesados en ella, que no entiendan las palabras que siguen como una rutinaria fórmula de acatamiento, sino como entera expresión de una verdad: El Seguro de Enfermedad, consigna de la Falange, se lleva a cabo por una Orden concreta de Franco y es de justicia subrayar que sin su resuelto y personal apoyo no hubieran podido rebasarse graves dificultades que se opusieron a su implantación.
Un mundo liberal, partido en individualismos cerrados, educado en el enfrentamiento de las clases y en la insolidaridad de los hombres, abre los ojos a la verdad de las empresas comunes y de los esfuerzos unidos. Los ángulos muertos para la eficacia y la prosperidad, el estéril derroche de energías que las presiones divergentes de cada grupo significan, han de ser superados por una unidad verdadera en la que el fiel de los intereses se estabilice exactamente en la justicia. El Seguro de Enfermedad es una Institución de la Falange obediente a este signo.
Sean estas últimas palabras un llamamiento a todos los españoles de buena fe, a todos los que sienten la inquietud de una Era nueva de Paz, a todos los que tienen los brazos y el corazón cansados de estériles peleas, para que hagan suya esta obra de la Patria.
Y nada más, que Dios nos ayude y ¡Arriba España! ¡Viva Franco!