A los productores de Béjar
(Béjar, 25 de julio de 1942.)
Trabajadores, camaradas: Quizá todavía muchos de vosotros no entendáis el trabajo más que como un medio forzoso de seguir viviendo, como una servidumbre que el destino obliga a llevar a cuestas y de cuya opresión la vida sólo es un forcejeo para evadirse. Y en todas las concepciones políticas que habéis vivido hasta ahora, nadie honradamente puede quitaros la razón. Porque cuando se hace de la Patria un campo de batalla de los individualismos y de las clases, y del Estado un espectador de la lucha, no puede exigirse a cada hombre otra actitud que la busca egoísta de su propia comodidad por encima de todo y la hosca rebeldía contra los que llegaron a una situación de privilegio por más diestros, más afortunados o más desaprensivos. Pero cuando se entiende la Patria –unidad de destino en lo universal– como un gran Ejército disciplinado, con un objetivo común a todos los hombres que lo integran, y al Estado –instrumento de ese destino– como un juez implacable que ha de distribuir el beneficio logrado entre todos, el trabajo es un servicio que se presta alegremente, porque gana a la Patria una prosperidad de la que nos sabemos participantes. Esta es la concepción falangista del trabajo, igualmente alejada de la capitalista y de la marxista, que tienen en su brutal materialismo tantos puntos de contacto. Queremos que examinéis con nosotros esta afirmación. Capitalismo y marxismo asientan exclusivamente sobre valores económicos su manera de entender las vidas humanas y las vidas colectivas. Más allá del positivismo del rendimiento y del beneficio están cerrados para ellos todos los horizontes. Por eso una sociedad a su medida, una Patria no asentada sobre valores morales superiores, un pueblo huérfano de directrices más puras, es solamente un choque constante de ambiciones disgregadoras. Capitalismo y marxismo, trabajadores, no son las dos concepciones antípodas, contrarias en lo social, sino dos ramas de un mismo tronco, nutridas de la misma savia opresora y judía. Es lo casual. De una situación momentánea en la escala económica lo que hace formar a un mismo hombre en el gran trust o en la célula comunista; y somos los que entendemos la vida como algo más que como una lucha libre por la satisfacción del egoísmo de cada hombre, quienes formamos en la banda opuesta del mundo. Pero aquí empieza la confusión; porque como es la nuestra la única verdad, hace falta encubrir con su caparazón los demás sistemas indefendibles. Por eso unos nos roban el concepto de la justicia y otros el concepto de la Patria y se agitan como falsas banderas todas las profundas verdades, que en lo divino y en lo humano forman el acervo de nuestra fe. No confundáis los términos. No os dejéis envolver en el interesado confusionismo que unos y otros se han arreglado para crear. José Antonio nos lo dijo bien claramente: «Bolchevique es el que aspira a lograr ventajas materiales para sí y para los suyos, caiga lo que caiga. Antibolchevique es el que está dispuesto a privarse de goces materiales para sostener valores de calidad espiritual.» Esta es la razón esencial de que la Revolución Nacional-Sindicalista se sitúe tan enfrente de dos bandos que parecen antagónicos; de que esté predestinada a arrasar el bolchevismo capitalista y el bolchevismo marxista, no sólo por su internacionalismo esclavizador de los pueblos, sino por su positivismo materialista esclavizador de los espíritus.
Pero más que hablar de la justicia y de la verdad como argumentos que hagan buena nuestra doctrina, hemos venido a imponerla. Aspiramos a unir a todos los españoles honrados –rebeldes a la esclavitud de los de abajo y de la de los de arriba–, no en la pasiva espera de nuestro arbitraje, sino en la orden de nuestra disciplina. En esta línea está la victoria de la Revolución. Su camino, como el de todas las grandes empresas, está lleno de obstáculos y batido por todos los fuegos. Estamos atacados por todas partes, con una mala fe que subleva a todo espíritu noble; pero no nos importa porque sabemos que es en la lucha donde se afilan, se endurecen y se prueban los espíritus y las armas.
El Jefe de la Falange ha expuesto muy claro en el Castillo de Medina del Campo el porqué de estas ofensivas rastreras. Se nos ataca «porque hemos quitado las caretas» y se nos ataca «por los que sólo ven en nosotros los ejecutores de la revolución económico-social que puede afectar a sus intereses; por los que intentan ahora ponerse nuevas máscaras, que unas veces son residuos de los viejos partidos políticos y otras máscaras más viejas todavía». Contra todas estas hostilizaciones, Franco, en Egea de los Caballeros, ha afirmado el principio clave de la Revolución Nacional-Sindicalista en lo social, estableciendo como elementos de valorización de los españoles «el esfuerzo de sus músculos, sus manos encallecidas y las vigilias de sus estudios». Por propia experiencia sabemos la fe, la alegría y el aliento, que estas palabras constituyen para nuestras viejas escuadras. Que sean también para vosotros seguridad y anuncio de las próximas ofensivas triunfales en la transformación de la Patria. Que nadie oculte o ignore quién va, como siempre, en la primera vanguardia de la Revolución. Todos los trabajadores unidos bajo sus banderas. Estad seguros de que no os pesará.
Vosotros sois testigos de su lucha actual por mejorar contra todas las dificultades las condiciones de trabajo y de vida. De intento no hemos querido tocar vuestros problemas concretos porque en ello no conduce a nada el hablar, sino el resolver, y en la Falange se nos ordena que en la acción nos hagamos sentir, no nos hagamos escuchar. Hemos querido mostraros la razón de nuestro combate permanente por esas realidades concretas para que entendáis por qué en la gran empresa revolucionaria no podemos retroceder ni desmayar. No es materia, realidad lograda, lo que nos falta. Un sistema de protección integrado en el régimen Nacional de Subsidios Familiares y en otras secciones de la Previsión Social intenta atender las situaciones difíciles de los hogares trabajadores, y el Estado Nacional-Sindicalista ha dejado muy atrás los avances anteriores al 18 de julio. Estamos hablando noblemente entre hombres. No vamos a disfrazar las realidades favorables ni las adversas. La anormalidad de la situación mengua el resultado absoluto de las leyes sociales, pero no estará de más pensar de cuando en cuando la trágica situación que sin ellas estaríamos viviendo. Lo que una época normal constituiría causa necesaria de prosperidad y mejoramiento, hoy es muchas veces solamente un paliativo en la angustia de vuestras vidas. Palmo a palmo, como en las ofensivas duras, seguimos avanzando, y todavía están lejos nuestros últimos objetivos sociales. De vuestra colaboración depende, si no la seguridad, la rapidez de nuestra marcha. En esta empeñada batalla no caben términos medios. O se forma enfrente de la Revolución o se forma en sus filas. Meditad bien estas últimas palabras. Mirad a tiempo el bando que elegís. ¡Viva Franco! ¡Arriba España!