Filosofía en español 
Filosofía en español


Al constituirse la Comisión Interministerial Reguladora de Precios y Salarios

(Madrid, junio de 1941.)


Camaradas: En la actual encrucijada económica de la Patria son necesarias medidas excepcionales y urgentes que, de una manera tajante, corten las consecuencias acarreadas por nuestra guerra y la de Europa en la difícil etapa que cubrimos.

Las economías dirigidas, características de los pueblos con preocupación de lo social, constituyen, por otra parte, resorte y meta de la dogmática económica nacional-sindicalista.

A la necesidad –y para nosotros, al cumplimiento de las consignas y de las directrices de la Falange– obedece, por tanto, la recia dirección del Estado en la economía que propugnamos y de la que esta Comisión interministerial, reguladora de precios y salarios, es un importante elemento.

La primera misión es hacer posible la vida de los trabajadores, que en el actual juego desproporcionado de precios y jornales y de márgenes útiles, han sufrido un inquietante descenso o no han podido llegar a un nivel que el Estado Nacional-Sindicalista está decidido a alcanzar.

Son finalidades primordiales de las ponencias estudiar la forma de evitar, estabilizándolos, la carrera de los salarios y de los precios; dotar de poder adquisitivo real la retribución del trabajador; establecer una escala de categorías de trabajo que le procure el necesario estímulo moral y material, y hacer desaparecer la anarquía actual en la reglamentación del trabajo.

En esta tarea se contrae una responsabilidad histórica gravísima, que quiero hacer resaltar. Del acierto con que llevéis a cabo el servicio que se os encomienda depende la solución del problema más urgente que necesita resolver la Patria. Todo el quehacer futuro, que tantos hombres pagaron por adelantado con la buena moneda de sus vidas, la Revolución que la Falange tiene pendiente, necesita, para ser realizada, una situación estable y un camino libre de obstáculos. A nadie se le oculta que es el primero de todos el liberalismo económico actual, que carga sobre muchos españoles la penuria y el disgusto que cuesta el enriquecimiento injusto de unos pocos.

Para combatirle es necesario trabajar con intensidad inusitada, teniendo en cuenta la urgencia del encargo.

Es preciso acabar de una vez con el inmoderado afán de lucro, y, sin herir intereses legítimos, aquilatar hasta el último extremo los precios y los márgenes de ganancia. Trabajar con ánimo de superación, con un espíritu ampliamente social y con el pensamiento presente en las horas graves que vive la Patria.

Como orientaciones concretas que os indiquen los resultados prácticos que de vuestro trabajo se espera, os doy las siguientes:

1.ª Posibilidad de que la Comisión, tomando como base los estudios de las ponencias, pudiera proponer al Gobierno una reducción de precios de artículos de primera necesidad y fundamentales de cada rama.

2.ª Igual posibilidad de proponer una estabilización de salarios, que a pesar de ello tuvieran una capacidad adquisitiva tan potente que fuera desconocida hasta el día.

3.ª Confección de una reglamentación unitaria de trabajo que, sin embargo, conservara una flexibilidad de categorías conducentes a despertar el vivo estímulo que hoy requiere el elemento humano de trabajo, principal preocupación de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S., y, por consiguiente, del Estado Nacional-Sindicalista.

Este es, camaradas, escuetamente, vuestro servicio. Se trata de romper el cerco de penuria que han querido ponerle a la victoria la codicia o la maniobra de muchos, aprovechando arteramente la debilidad de las horas difíciles. No nos importa que el pan sea escaso si es larga nuestra justicia para hacer llegar, inexorablemente, su parte al último español. No nos duele la privación y el sacrificio mientras no haga contraste o no constituya consecuencia de ostentosas harturas y de lucros injustos.

Yo sé que vuestro mejor premio será encontrar la fórmula que logre esta consigna, la más apremiante en el camino de la Revolución. Que os sirvan, camaradas, de aliento y de guía aquellas palabras de José Antonio: «Nuestra generación no puede darse por contenta si no consigue establecer la economía social sobre bases nuevas que hagan tolerable la convivencia entre todos nosotros. El ímpetu revolucionario ha de encauzarse en el sentido de un interés total, nacional, peligroso como todo lo grande, pero lleno de promesas fecundas.»

 
(Madrid, junio de 1941.)