Filosofía en español 
Filosofía en español


Traslado de los restos de Onésimo. Palabras ante el panteón

(Valladolid, junio de 1941.)


Camaradas: Firmes ante el Jefe de nuestras escuadras castellanas, queremos dar a entender que no hemos venido solamente a cumplir el deber de encomendar a Dios al amigo y al camarada, que prestó su último servicio en la primera encrucijada de la guerra.

Hemos venido también a dar la novedad al Capitán, el parte militar de la situación de sus huestes, la información de las incidencias del avance.

Porque Onésimo no es para nosotros, jonsistas de Castilla, el conductor perdido que vive en el recuerdo, el camarada presente en nuestro afán. Es más. Es el Jefe que comparte con nosotros la inquietud de cada hora, que nos anima y nos conforta en la lucha, el camarada a cuyas órdenes tenemos el deber y el derecho de someternos.

Siempre y en todas partes, pero especialmente hoy y aquí, sentimos su presencia viva y vigilante.

Este recogido silencio está lleno de él, y su espíritu nos manda y nos conduce sin palabras.

Ante esta Cruz y ante estas Banderas de combate, símbolo el más exacto de nuestra manera, mística y heroica, de entender la vida, renovamos nuestra promesa de fidelidad a las consignas que recogimos de sus labios.

Venimos también a buscar fortaleza para no desmayar en el camino, y a caldearnos con el ardiente contacto de su presencia para reemprenderlo con nuevos bríos; a buscar en este ambiente puro y abierto, como su alma, la orientación segura, certera y nacional-sindicalista. Venimos, en nuestra férrea disciplina falangista –que es, sin embargo, íntima compenetración de almas–, a pedirle al Jefe, al camarada mejor, que interceda a Dios por los suyos. Él fue quien nos dijo –y en él se cumplen sus palabras: «Cuánto significa, que quien ha sabido despertar una raza con la palabra, la organización y el combate llegue a la cumbre invocando a Dios.»

Venimos a pedirle que interceda a Dios por nosotros.

Para que Él ponga en nuestro corazón coraje y en nuestra inteligencia luz.

Para que nos dé la santa sencillez y la firmeza imbatible de los inasequibles al desaliento.

Para que dé a nuestra voluntad y a nuestras manos seguridad y justicia en el golpe y en el abrazo.

Para que nos dé la Unidad –tan amada de Onésimo y de José Antonio– de todas las clases de España, de todos los hombres de España, de todos los camaradas de España.

La Unidad de que nos habló una vez cuando dijo: «Debe quedar aquí flotando por encima de las frentes y de las cabezas esta palabra como resumen de nuestro ideal: Unidad; porque Castilla es la fuente de toda unidad.»

En fin, para que Dios nos conceda la gracia de morir en el postrer acto de servicio antes de permitir nuestra primera cobardía.

Camaradas: Vosotros sabéis bien que para un falangista, ante la tumba de su Jefe caído, vale más una oración que una lágrima y un ¡Presente! que un sollozo.

José Antonio nos enseñó a despojar de blandas y lúgubres sensiblerías el paso a la guardia eterna de los nuestros.

Porque así como tenemos una manera de entender la vida, tenemos una manera de entender la muerte.

Por eso, Onésimo quiere hoy de nosotros, mejor que lamentaciones estériles, entusiasmo y arrestos para continuar su obra.

Escondido todo el dolor de haber perdido su presencia física, nosotros queremos acercarnos a él alegremente esta mañana para repetirle las palabras de su última proclama a toda la tierra de Castilla y León, escrita el 24 de julio:

«La Patria resucita como siempre se crearon los imperios, entre el ruido victorioso de las armas. Sentimos que el ser de la España envejecida se renueva con su mejor estilo. España se hizo combatiendo y pasando a la barbarie con Castilla como región capitana

Así fue y así será.

Aún nos quedan muchas horas de pelea antes de llegar a la victoria final. Onésimo estará en ellas a nuestro lado y mandará, como siempre, las Centurias castellanas en esta difícil etapa, más dura y menos brillante, en que es preciso, para vencer, todo el heroísmo y la tenacidad de que la Falange fue ejemplo en los campos de batalla.

José Antonio, al descubrirnos que el camino más corto entre dos puntos es el que pasa por las estrellas, nos enseñó que la sola acción física vale bien poco si no la alumbra y la caldea la llama de una inquietud espiritual.

Y como la acción nutre su eficacia precisamente de estos ardientes instantes de fervor, en último resultado estamos aquí porque entendemos, Camisas Azules de Castilla, que el camino más corto para la conquista final de nuestros anhelos es el que pasa por la tumba de Onésimo Redondo.

 
(Valladolid, junio de 1941.)