Filosofía en español 
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Aspectos de la política social en el Estado Nacional-Sindicalista

(Revista de Medicina Ser, de Madrid, febrero de 1942.)


La urgencia y el apremio de aquellos problemas que nos agobian, y cuya resolución constituye preocupación primordial, dejan con frecuencia medio veladas en un segundo término actividades y actitudes del Estado Nacional-Sindicalista en otras esferas no menos trascendentales. Tal ocurre con la labor sanitaria. Prácticamente desconocida para el viejo régimen liberal español anterior al 18 de julio, la decisiva atención que hoy se le presta es una consecuencia de la manera falangista de entender la Patria y de concebir la morfología del cuerpo social. Porque son siempre los Estados individualistas, preocupados aparentemente más que ningunos en el logro teórico de los bienestares personales, los que presentan una realidad más atormentada por desamparos prácticos. Así, ha sido preciso el advenimiento del régimen Nacional-Socialista alemán para que podamos hallar en los reglamentos médicos una definición, compartida, de la Medicina que rebase la limitada visión, egoísta y pequeña, característica de los viejos estilos.

La Medicina, dice el Código de los médicos del Reich, «es servicio que se presta a la salud de cada hombre en particular y a la de la totalidad del pueblo».

Esta preocupación permanente por el interés de las patrias, entendidas como sumas homogéneas de ciudadanos; este no perder nunca de vista en la consideración de cada problema concreto del individuo su proyección en el conjunto social, es hoy un carácter diferencial común a los pueblos decididos a cumplir inexorablemente su destino en el mundo.

Y ya que hemos hablado de esta coincidencia, no queremos pasar por alto una apreciación frecuente, muchas veces hija de la malicia, por si acaso alguna vez fuese consecuencia de descarriada buena fe.

Se habla mucho de copias de afuera; en concepciones políticas, en instituciones de tipo benéfico-social, en determinadas orientaciones, concretamente en este problema de que nos ocupamos hoy.

Somos enemigos de las imitaciones, aunque no fuese más que por nuestra fanática convicción de la superioridad española en lo espiritual.

Estimamos, sin embargo, tan poco airoso como la imitación ese prurito de originalidad que consiste en rechazar sistemáticamente para los problemas soluciones acertadas, solamente porque ya han sido llevadas a la práctica por los demás. Nace así una ridícula subordinación o dependencia negativa, porque se piensa y se actúa igualmente bajo la preocupación de lo que hacen o dejan de hacer los de afuera. Existen en los pueblos situaciones análogas a las que convienen análogos remedios. Ni siquiera es denigrante mirar a los demás para aprovechar lo que de ellos pueda constituir enseñanza útil, porque no dejaría de ser pintoresca locura prescindir de una vacuna eficaz sólo porque no hubiéramos tenido necesidad u ocasión de ser los primeros en aplicarla. La medicina social forma parte de las materias a que nos referimos, en las que habremos forzosamente de coincidir con otros Estados que antes que nosotros sintieron, honda, la necesidad de una renovación de las injustas concepciones sociales de hace medio siglo, porque no es toda ella sino una consecuencia del fracaso del Estado liberal en la solución de los problemas que en el orden económico se plantean a las clases sociales más débiles.

Es indudable que la calidad física influye decisivamente en la capacidad de empresa y en el potencial de esfuerzo de los pueblos. No puede abandonarse tan importante elemento cuando se quiere preparar a la Patria para horas gloriosas en que es preciso afinar hasta el límite las posibilidades; cuando se profesa la moral falangista, de la que es dogma primordial la unidad de los hombres y de las clases, es deber hacerla posible con una protección estatal a las zonas débiles que ayude a igualar los desniveles naturales.

Una razón de eficacia y un imperativo de justicia son, pues, el móvil de nuestra labor médico-social. Por interés del mayor rendimiento de cada hombre, que es suma de energías para la Patria, y antes que nada por mandato de una espiritualista concepción de la vida y de la hermandad, preocupa a la Falange la solución del gran problema. Una solución definitiva que lo aborde de frente, basada no en el eventual auxilio de las crisis, en protecciones parciales, sino en la salvaguardia continua de la salud de cada hombre a lo largo de su ciclo de vida, para lo que es necesaria una red de instituciones bien dotadas, capaces de llevar a cabo ampliamente la misión para que se crean. Ellas han de ocuparse de hacer cumplir las prescripciones de la higiene prenatal, de recoger a la madre en sus secciones de maternología para lograr el alumbramiento en las más favorables condiciones. Misión suya es acoger al niño en establecimientos de puericultura que le procuren una infancia llena de salud y de fuerza. Más tarde, los Institutos de Orientación Profesional le dirigirán sobre la carrera u oficio para el que posee más condiciones innatas.

Secciones de higiene del trabajo garantizarán la inmunidad del productor a través de las difíciles circunstancias en que, por imposición de la técnica, se desarrolla a veces la tarea.

En fin, cuando llega la enfermedad, el Estado vela por que no mengüen sus ingresos durante la necesaria inactividad, y lo recoge en dispensarios y en hospitales, sin olvidar la amplia protección que merecen el accidente y la vejez.

Toda esta magnífica obra precisa, esencialmente, perfecta organización, a la que debemos rendir un culto ferviente, porque en ella está el secreto de todos los éxitos. Solamente a base de organización, de sistematización cuidadosa de las cuestiones, se pueden lograr realidades en una hora del mundo en que, acaso desgraciadamente para la idiosincrasia española, no se ganan las batallas ni la paz con bizarrías ni con improvisaciones.

En el Seguro encontramos un magnífico auxiliar del Estado para llevar a cabo la labor que hemos expuesto, aunque no nos sea preciso buscar en el derecho que el pago de sus cuotas le confiere una explicación que salve la dignidad del protegido. Es en su condición de escuadrista de vanguardia dentro de la gran Patria española de donde arrancan el deber y el derecho de un Estado como el Nacional-Sindicalista para subvenir a sus necesidades más urgentes. Porque en la paz, que es al fin brega para conseguir el objetivo a que nos acercó la guerra, es justo que se garantice al trabajador la misma protección y los mismos cuidados que encontró el soldado en los hospitales de sangre.

 
(Revista de Medicina Ser, de Madrid, febrero de 1942.)