La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Primera
/ Introducción

[Paralelo entre la filosofía y la Teología]


No es fácil comprender el importante bien que se hace a la Religión, y a la humanidad entera, cuando uniendo la Teología a la medicina, procuramos el alivio espiritual y corporal, de muchos desgraciados. Algunos creerán que la unión de estas dos facultades es demasiado violenta; mas deben tener presente que esta unión es tan natural, como le es al ciego buscar un conductor. El mundo filosófico confiesa la esterilidad de sus esfuerzos, y la obscuridad en que se encuentra en muchísimas cuestiones, y a pesar de pedir a las matemáticas algunas bases sólidas, para poder sentar sus atrevidas [10] hipótesis, no es por eso más acertado en sus sistemas.

¿Cuántas veces vemos retroceder al filósofo acusando a la ciencia, como insuficiente para investigar la verdad? Observemos las ciencias físicas, morales y políticas, y las veremos en una completa anarquía. Jamas me ha comprendido, decía Fichte de Reinhol. Hegel en el lecho de la muerte decía estas palabras. Un solo hombre me ha comprendido; y pocos instantes después se le escuchaba decir. Ese hombre tampoco me ha comprendido. He aquí porqué la filosofía no hace mayores bienes a la sociedad, y porqué los filósofos son mirados con prevención. Es preciso una de dos cosas, o confesar que la filosofía se ha extraviado, en muchas ocasiones, particularmente cuando se ha separado de la antorcha de la fe; o que los filósofos después de tantos siglos, como hace que buscan los principios sólidos de los conocimientos humanos, han sido ciegos para descubrirles.

Nada hay aislado en este mundo, todo está perfectamente encadenado, y sometido a un orden jerárquico: de aquí es que las verdades filosóficas hacen sus conquistas después de mucho tiempo de trabajo, y de una marcha ordenada, y colectiva.

Cuantos mayores monumentos eleva la mano del hombre para ostentar su vanidad, tanto más colosales son los obstáculos, que le impiden ver las maravillas del supremo Hacedor. [11]

Se mira generalmente a la Teología como enemiga de la claridad, y de la discusión, y no hay ni puede haber ciencia que tenga mas necesidad de lo uno y de lo otro. Los mismos filósofos de esta época tienen que confesar esto mismo, cuando escapando de esta palabra, que miran con prevención, se valen de llamarla Teodicea para evitar la nota de ateístas y el dictado de Teólogos.

La Teología es el tronco del grandioso árbol de los conocimientos humanos, sus raíces están en la tierra, y su elevada copa toca al firmamento. La lógica, las matemáticas, la moral, la psicología, y la política ¿qué otra cosa son que multiplicadas ramas por donde se comunican las verdades en los diversos ordenes de conocimientos? La filosofía adoptando los principios de eterna verdad, que dimanan de este tronco hará investigaciones, y encontrará la verdad; pero separándose de este frondoso tronco será víctima del error. La teología como ciencia de Dios, es la ciencia del verdadero principio filosófico, que jamas podrá ser destruido.

La teología dimana del Criador, y es inmutable como Dios; la filosofía procede de la criatura, y esta sujeta a la ignorancia, y a la concupiscencia del hombre: la una enseña por dogmas; la otra por demostraciones; la una se apoya en la tradición, y en la revelación, y [12] la otra en el juicio y razonamiento: la teología es la señora, la filosofía la sierva; para la primera la filosofía es un instrumento; para la segunda la teología un faro luminoso: la teología es el todo, y su influjo se nota en todos los ramos de la filosofía: la filosofía es la parte, y no puede salir de los límites que tiene señalados.

Todos los filósofos, desde Bacon hasta nosotros, han confesado la necesidad de la unidad universal, para satisfacer el ansia con que se busca la certeza en las ciencias morales, en medio de un caos de sistemas, y de opiniones; y esta unidad jamas podrá realizarse sino pedimos luces a la teología. ¿Donde están los decantados sistemas de Locke, D'Alembert, Voltaire, Helvecio, Toussaint, Cabanis, Tracy, Volney, Diderot, Kant, Espinosa, Fichte, Hegel y otros? ¿Qué lugar debe darse, entre los filósofos sensatos, a los delirios de Schelling, Bouterweck, Redern, Decorde, y otros infinitos? Nada nos va quedando de tanto sistema, sino un panteísmo obscuro, y un eclecticismo tan descabellado como los demás sistemas. Jamás las generaciones presentes, ni futuras, hallarán ese principio ni esa unidad universal, mientras lo busquen en las ramas del árbol del saber, olvidando el robusto, y corpulento tronco de la teología.

La filosofía por medio del tiempo, y la experiencia anuncia de siglo en siglo, las verdades que la teología tiene escritas desde la eternidad, y esta constante [13] armonía de las dos ciencias, es la misma que observo entre la tierra, y los seres celestiales.

La teología es la ciencia de Dios del sabio por excelencia, y la filosofía, es el amor de esta sabiduría: el que no ama a Dios no es teólogo, y el que aborrece la sabiduría, que es este mismo Dios, no es filosofo.

No hermanamos nosotros la teología con la medicina, porque se hermanan ellas mismas por su naturaleza; las presentamos como son en si, distintas en los medios, mas idénticas en su moralidad, y en el importante objeto, de sanar al hombre las dolencias de alma y cuerpo. El médico es el sacerdote según la carne, y el sacerdote es el medico según el espíritu.

Se ha querido desacreditar el estudio de la Teología presentándole como lleno de ilusiones y fanatismo, cuando es la ciencia, que aun considerada como un ramo de literatura, es la más extensa, que puede imaginarse. El buen teólogo debe no ser profano a la historia, arqueología, física, matemáticas, geología, astronomía, mitología, poesía, jurisprudencia, moral, &c. Cuantos conocimientos el hombre abarca suministran datos al teólogo.

No faltan teólogos que han pretendido sujetar los progresos de las ciencias naturales, y han mirado corno contrario a la fe, lo que en realidad no lo era; mas estos abusos jamas han sido aprobados por el teólogo [14] sensato, que sabe muy bien distinguir las cuestiones de fe, de las que no lo son.

Nadie podrá tacharnos de fanáticos; nuestros escritos son un perenne testimonio de que sabemos hermanar las verdades eternas de la Religión con los progresos de los conocimientos humanos, por eso no será sospechosa nuestra apología al introducirnos a tratar de la Embriología Sagrada, donde colocamos a la cabecera de la mujer padeciendo, y del feto que reclama nuestro auxilio, al sacerdote para salvar un alma, y al médico para salvar dos vidas.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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