Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía | Mendoza, Argentina 1949 |
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Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía (Mendoza 1949), Universidad Nacional de Cuyo, Buenos Aires 1950, tomo II, págs. 858-864.
(Sesiones particulares: I. Metafísica.)
La razón de que el tiempo haya sido "puesto entre paréntesis" por la meditación filosófica y hasta cierto punto proscripto por el pensamiento griego, se debe sin duda a esa actitud reflexiva, racional, con que la mente helénica se enderazaba hacia las cosas, rasgo en general común al espíritu occidental desde Parménides a Hegel: actitud intelectual, racional, cognoscitiva, que, interrogándose por el ser buscaba las esencias intemporales de las cosas. Identificado con el devenir fenoménico, con el flujo de la realidad aparencial, el tiempo tenía las mismas contradicciones que éste; de ahí su "eliminación" del plano metafísico. En la imposibilidad de aprehender el devenir inasequible, en la búsqueda del ser esencial, inmutable. Platón desalentado pone su mirada metafísica en las ideas arquetipos, eternas, inmóviles e inmarcesibles. La inmutabilidad y perennidad de las esencias, a cuya búsqueda se entrega la filosofía desde sus orígenes, parece desalojar el tiempo a extramuros de la especulación filosófica. Ello es sin embargo más aparente que real, ya que semejante tendencia consistía en considerar los seres, esencialmente, en su relación o falta de relación con el tiempo; pero, sin excluir el tema mismo del tiempo. Sea en la afirmación parmenídica de una "eternidad extra-temporal" o en la fórmula heraclítea de una "perennidad temporal", el tiempo es elemento de enlace y objeto de examen por la metafísica antigua, sobre todo, al aplicar categorías temporales a lo extra-temporal, como lo ha señalado el profesor Mondolfo en su trabajo Eternidad e Infinitud del Tiempo en Aristóteles. Por ello quizás, concluye Gaos: «Pero ya desde la antigüedad tomó la filosofía por el tema del tiempo mismo, concibiéndolo primero más en concreto con las cosas y luego más en abstracto; primero como algo natural, real, objetivo y más tarde como algo subjetivo, ideal y fenoménico a una.»
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