Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Primer periodo de la filosofía griega

§ 31

Anaxímenes y Diógenes de Apolonia

Aunque algunos hacen a Anaxímenes discípulo de Anaximandro, Aristóteles, a quien debemos suponer mejor informado, le hace discípulo de Tales. La verdad es que su doctrina, si tiene cierta analogía con la de Anaximandro, también ofrece puntos de contacto y semejanza con la de Tales.

Para Anaximenes el aire es la primera causa y la primera substancia de todas las cosas, las cuales no son más que modificaciones y transformaciones de esta substancia, ora se trate de una substancia aérea sui generis, ora se trate del aire común o atmosférico, cosa difícil de averiguar con certeza. En estas transformaciones, o sea en el origen, constitución y distinción de las cosas, desempeñan un papel importante la condensación y dilatación del aire, pues la formación, cambios [110] y fases diferentes de los cuerpos, deben su origen a este movimiento perpetuo de condensación y dilatación. Así, por ejemplo, el fuego no es más que el aire enrarecido o dilatado; el agua y sus varios estados y derivaciones, como la nieve, las nubes, el hielo, &c., son el aire en diferentes grados de condensación; y esta misma condensación, llevada a determinados grados, da origen y explica la formación de la tierra, de las piedras y metales.

Excusado parece advertir que para nuestro filósofo el alma humana no es más que una modificación o transformación del aire, como substancia y causa primera de todas las cosas; porque uno de los caracteres de la escuela jónica en su primera época es el materialismo psicológico, consecuencia inevitable de su monismo material e hylozoísta.

En relación son esas ideas, y, sobre todo, en relación con el principio fundamental de su teoría cosmológica, la divinidad se identifica con el aire inmenso, infinito y en perpetuo movimiento (immensum, et infinitum, et semper in motu), como dice Cicerón, que da origen, ser y propiedades o atributos a todas las cosas, y que constituye el fondo real y esencial de las mismas. Así es que, según el citado Cicerón, para Anaximenes el aire-principio es el Dios sumo. Sin embargo, creemos que San Agustín, al decir que, según Anaximenes, los dioses proceden o son hechos del aire {24}, expresó con mayor precisión y exactitud el pensamiento del filósofo jónico. [111]

Atribuyeron algunos escritores antiguos a Anaximenes el descubrimiento de la oblicuidad de la eclíptica. Lo cierto es que consideraba la tierra como un cuerpo de figura plana, colocada en el centro del mundo, rodeada y transportada por el aire lo mismo que los astros.

El cretense Diógenes de Apolonia floreció después de Anaximenes, reconociendo o afirmando, como éste, que el aire es la causa y substancia primera y universal de las cosas. Fue contemporáneo de Anaxágoras, y mientras éste comunicaba a la escuela jónica una dirección espiritualista con tendencias al teísmo verdadero, Diógenes se esforzó en conservar la tradición esencialmente hylozoísta y materialista que venía dominando en aquella escuela desde su origen.

Diógenes, lo mismo que Anaximenes, señalaba el aire como origen y esencia de todas las cosas, sin excluir el alma humana, a la cual consideraba como una derivación sutilísima de este primer principio. A juzgar por las indicaciones de Aristóteles, el filósofo de Apolonia opinaba que nuestro alma en tanto conoce las demás cosas, en cuanto y porque contiene en sí el aire, primer principio y substancia de todas ellas {25}, a la vez que por razón de su misma sutileza es causa de los movimientos vitales.

Simplicio y algunos otros comentadores de Aristóteles suponen que Diógenes consideraba la razón o [112] pensamiento como una propiedad o fuerza inherente al aire-principio de las cosas. Este hecho probaría que la concepción espiritualista de Anaxágoras ejerció cierta influencia sobre Diógenes, y que éste había tratado de conciliar las ideas del filósofo de Clazomenes con la doctrina general de la escuela jónica.

Sexto Empírico y algunos otros hacen mención de un Ideo de Himera, del cual apenas se sabe otra cosa, sino que su doctrina coincidía con la de Anaximenes, en orden a la solución del problema fundamental de la Filosofía por aquellos tiempos. Porque Ideo, como Anaximenes, consideraba el aire como principio esencial y primitivo de las cosas, si bien se ignora si se refería al aire común, o más bien a un fluido intermedio entre el aire atmosférico y el fuego.


{24} «Omnes rerum causas (Anaximenes) infinito aeri dedit; nec Deos negavit aut tacuit; non tamen ab ipsis aerem factum, sed ipsos ex aere factos credidit.» De Civit. Dei, lib. VIII, cap. II.

{25} «Diogenes autem, sicut et alii quidem, aerem hunc opinatur omnium subtilissimarum partium esse et principium, et propter hoc cognoscere et movere animam; secundum quidem quod primum est, et ex hoc reliqua cognoscere; secundum quod vero subtilissimum est, motivum esse». De Anima, lib. I, cap. III.

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Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 109-112