Mundo Gráfico
Madrid, jueves 2 de noviembre de 1911
 
año I, número 1
página [8]

Félix Méndez

La colmena

Ya se habrán enterado ustedes de que una nube de zánganos ha caído sobre nuestra colmena para devorar las mieles allí acumuladas durante doce o catorce años; pero no es cosa de apurarse, porque las abejas estamos unidas, y, como veis, hemos salido zumbando, eso sí, dispuestas a fabricar otra mejor, puesto que sabemos dónde están las esencias y los extractos de que ustedes gustan, y esto es lo principal: que el paladeo del público no nos falte.

Pocas veces he visto yo tantos entusiasmos y tantas energías puestas al servicio de un ideal. Aunque me esté mal el decirlo, todo el entendimiento, toda la actividad, todo el crédito profesional e industrial, el buen gusto, las iniciativas periodísticas, la moralidad, el régimen, el orden, la subordinación, el compañerismo y el buen humor, se han venido con nosotros.

No nos hacía falta ni aun dinero, que parece mentira, y nos ha sido ofrecido sin límite, a manos llenas.

Con estos pequeños elementos vamos a trabajar sin darnos punto de reposo, es decir, yo sí me lo daré, yo me conozco y de cuando en cuando me saldré de la suerte de este trabajar, vertiginosamente, y sin descanso para obtener el triunfo. ¿Pero los demás? ¡Ah, de los demás respondo yo! Los demás no desmayarán un momento hasta obtener el éxito mejor y más completo. ¡Los conozco!

En realidad, yo debía de haber elegido un asunto de mucha risa para debutar; pero mi público, me permito tener público mío, se consideraría defraudado si no le explicase algo de por qué le cambio de tienda sin consultarle.

Aquí, en Mundo Gráfico, seré lo mismo que allí, ya saben ustedes dónde, para qué atormentarnos con recuerdos tristes, nombrándole; aún me quedan ¡viven los cielos! veinte o treinta años de mi segunda juventud, y no sé, no sé si me restará alguna gracia que servirles a ustedes, pero el ánimo y el buen humor me los he traído conmigo. Eso no me lo pueden quitar los escribanos.

Los que me amen o me admiren o me idolatren, que me sigan, porque el sacrificio pecuniario es el mismo, veinte céntimos, y, además, salen ganando la frescura, la lozanía, la novedad de una flamante revista que hará envejecer a todas las conocidas, y eso de disfrutar de la belleza de una cosa joven con toda la experiencia de una anciana, no es moco de pavo.

Por de pronto, desde aquí, desde mi mesa de trabajo, contemplo al inconmensurable Zavala, montando en veinticuatro horas una administración a la alta escuela. Aún no hemos empezado a vivir y ya contamos con cerca de dos mil corresponsales de los que pagan, ¡es claro! Los mismos que él buscó uno a uno y como con candil.

En otra mesa veo a Verdugo sentado en su sillón directorial, especie de silla gestatoria, de la cual no piensa moverse ni para atender a sus más imperiosas necesidades, en tanto no este planeado y ultimado el modelo de la nueva revista con todos los adelantos y todos los refinamientos de su gusto exquisito.

A Campúa hemos tenido que atarle, porque ya quería salir a hacer diez o doce informaciones fotográficas al mismo tiempo.

Contreras está discurriendo secciones de sorprendente originalidad; Barrado esparce su mirada de águila inquiriendo lo curioso y útil que puede importarse del extranjero; Gil Asensio, el delicado poeta, delira y cantará como un ruiseñor; Lara cuenta y repasa los billetes grandes y los chicos, que de todos hay en casa, y el maestro Góngora, y el maestro Cámara, y el maestro Canales, y los maestros Vázquez y Alonso, vamos, todos los maestros que había en la vieja colmena, se aprestan a luchar como fieras, poniendo en la batalla toda la suprema habilidad que poseen en sus distintas artes.

Total, que la nueva colmena será de ricas mieles; lo preciso es que vosotros, los lectores, vengáis a ella como moscas.

En la otra colmena ¡ay! no hay más cera que la que arde. Y yo sé que a mi público, por lo menos, no le gusta la cera.

Salud.

Félix Méndez

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