Con viva complacencia acoge Mercurio Peruano en sus páginas la bella composición cuyo título acaba de leerse, y abre su hogar, como a uno de los suyos, a su autor, el poeta Mariano Brull. Viene Brull a nosotros como heraldo de la pujante y noble intelectualidad cubana, cuya virtuosísima savia que diera a la gran selva lírica hispanoamericana la soberbia floración de José María de Heredia y Gertrudis Gómez de Avellaneda, reflorece hoy tan pujante y rica como entonces en Pedro y Max Henríquez Ureña, Pichardo, Brull y muchos más, hermanos en raza, lengua e inspiración con los altos poetas de la pléyade mejicana que encabezan figuras de la talla de González Martínez, Vasconcelos y Reyes, con cuyas inspiraciones Mercurio se promete enriquecer largamente sus páginas.
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Cuando llegue la hora de inmarcesible calma
la estrella que he mirado tan solitaria y triste,
al florecer mi dicha florecerá en mi alma
como una paz que a toda desolación resiste.
Yo he de mirarla lleno de júbilo. Piadosa
pondrá sobre mi dicha su tenue claridad,
su ser vago y remoto, que en la altura radiosa
es como una escondida lámpara de bondad.
Y en el vasto sosiego de la noche, –que avanza
al encuentro seguro de una aurora fugaz,–
será fuente de amor más que luz de esperanza:
la fulgencia tranquila en la sombra tenaz. [266]
Será faro que alumbre la conciencia nocturna;
el rumor de la vida que no cesa de amar;
el fanal, que recrea su bondad taciturna
sobre el cándido asombro del primer despertar.
Ya no serás la sola, ya no serás la blanca
azucena perdida en la noche estelar;
la que en dolor sin lloro su claridad estanca
sobre el silencio trágico del apacible mar.
Yo veré tu sonrisa en la noche de plata
como ya muchas noches vi en dolor tu dolor;
veré ufano tu calma, –que a mi calma retrata,–
que eres astro de gloria, de bondad y de amor…
Tú serás la piadosa, la amorosa, la fuerte,
por tu luz, –que no quiebra la firmeza tenaz;–
que es hostil a la sombra y es hostil a la muerte,
pero ante ella la vida pasa errante y fugaz.
Mariano Brull.